Las palabras que me habitan. Seis poemas de Krzyszto Dyosz Daddho


Proclama de la vida

Soy bravía sustancia infinita

en éxtasis y función de mi ser
y mis labrados atributos,

me conduzco a la par de mi yo
y, de mis otros, que a cada instante
celebro y abrazo emocionado

con sublime entusiasmo
y sutil armonía en mi locura;

como viva demostración imperecedera
de la Vida, en este ardoroso
e inmortal Sistema de Cosas,

con el cual complacen a mi espíritu
la Naturaleza y el Universo,
aún más allá de su quinta esencia;

pilares a su vez
que hoy sostienen mi cuerpo
desde mis raíces,
para inmortalidad de mi alma
pletórica de sueños y de fe,

en elevada e insondable gratitud
de mi sangre Hispana y de Chuco,

de todas las fuentes, los ríos,
los cielos, las montañas,
las flores, los frutos… Y el sol
padre del mundo

y de ¡mis mundos!
en su sagrado y mágico elemento,

a través de mi rebelde canto
con sus nervios y huesos cartesianos,
en viaje sideral hacia el Cosmos.


Amor cursi

Amor / una y tantas veces te amaría / sin límite de pecho
Sin tregua / sin años envolventes
De aquí / desde este tiempo / al espacio azul
Del sentimiento / allá en la eternidad
Tantas veces como importen / como la extensión
Del mar / como la profundidad del cielo

Te amaría con el corazón y con la mente
En el balcón de la idea / en el umbral del pensamiento
Con modestia y con orgullo / con alborozo
Y con tristeza / a voz en cuello / o callado
Simplemente / cabalgando la alegría
A lomo en pelo / tantas y tantas veces
Arriba en los andenes / abajo en las llanuras
De tu espíritu indomable y tu silencio

Amaría los lirios de tus ojos / bebiendo
De tu talante y tu carisma / tantas
Como puedan las amapolas del crepúsculo / encenderse
En el fuego de tu cuerpo / y aún más

Y pueda yo / en libertad de movimientos / embriagarme
De licor tan agradable / manando siempre
De los claveles de tus labios / que como en un jardín perenne
Una y otra vez / a brotar vuelven

Así te amaría / como el aire / sin edad
Acariciando las estaciones en tu cabello / y con mi boca
Irrigando / los geranios de tus senos / en sensual
Pasión / lentamente / floreciendo en erotismo
Y en amor / cual un volcán que estalla
Al rojo vivo / sus pétalos de rosas
Abiertas las ventanas / hacia todas las caricias
Y al esplendor del universo / de par en par

Porque estoy seguro que lo mereces / te amaría
Con mi humanidad de hombre / tantas veces
Como en la arena de la vida / pueda yo asombrarme
Y volar entre las brumas / en alas de besos y de ensueños
Que han de ser siempre para ti / mi alta gracia

Por fin / inquieto como un niño / ¡amor mío! / amaría tus palabras
Tu sonrisa / tu fragante compañía / jugueteando con la luna
En tu piel y en tus manos adormida/ nocturna y fulgurante
Sin tiempo en mi locura / en tus ansias sin medida / así
Una y mil / y un millón de veces más…

Amaría cada noche tu ternura y tu bondad.


Te quiero amor

Te quiero, amor, enamorado
Hasta lo infinito de la suerte.
Que, el cariño en ti hallado,
Es como para vivir... contigo
En la inmortalidad serena de la muerte.

Amor, en la inconstancia,
Y nunca en desabrigo;
Ni en el dolor mellado.

Me gustaría estar contigo,
Comer, beber, amar el trigo
Que espiga en los campos y
En las eras
Bajo un cielo humilde
Y estrellado
Como retándole a lo inerte,
Más allá de la vida
En sus fronteras.

Te quiero, amor
Por verte
Y tocarte el rostro fiero
De loba embravecida en el monte,
Con la dulzura tuya
De flor en el rocío
Y de cierva apetecible en la fuente.

Me lo dice el cuerpo desvelado;
Me lo digo yo
En mi azul manera
Y en la memoria mía
Que aún duerme en mi almohada;
Me lo dicen mis zapatos
En el dolor, acostumbrados;
Y lo dice mi sangre encabritada
Y mi boca y mis labios
En vino macerados.

Así, viniéndome a tu lado,
Y diciéndote ven absurdamente;
Perdido, enamorado…
Oh tú, luz en mis sueños, inventada.

Te quiero amor, atarantado,
En alfombra de rosas y de estrellas
Y en la vastedad de mi cuarto desplegado,
En donde mi alma fuerte
Duerme a solas
Entre sábanas tibias,
Cual hojas blancas de amapolas.

Te quiero, diosa-amor, soñando
Locamente enamorado
De lo que, a ti, me va acercando
Por el reino oscuro del quebranto:
Solo, ágil, navegando
Con brazos y muslos afiebrados.

Te quiero:
Desde la vieja esquina, hasta el poste
Alumbrando mi casa ensimismada,
En donde mi corazón patas arriba,
Yace un colmenar de sueños saboreando.

Te quiero amada... ¡en barcarolas!
Y en la marea del tiempo inventándote
En aras del amor, iluminado.


Canto de amor a la madre

Madre: Jardín maravilloso de girasoles y rosas.
¡Eres la patria más bella de tus hijos e hijas…!
Por eso en tu vientre de cielo, al hombre prolijas,
y en tu espíritu acrisolas muchas almas preciosas.

Tú, ¡el Edén primero!, fuiste en mis juegos de niño.
Y aún ahora, la heroica y valiente primavera eres.
Al marchitarte cada día de mi juventud, con cariño,
¡como asimismo lo hacen las maternales mujeres!

Aquellas, que, en el mundo, en actitud noble y fraterna
quieren darle al futuro su maravilla y sus dones.
Un nuevo ser engendrando en la entrega más tierna
y con desprendimiento amoroso de sus corazones.

Por eso, ¡hoy en esta fecha de todas las madres su día!,
al igual que la alondra en el cielo canta y vuela;
yo a ti, gran forjadora, con la más honda alegría:
¡también te celebro y te canto mi loor que te anhela!

Mas quiero, madre, ¡que tú siempre recordada seas!
Y brille tu nombre cual perenne lumbrera, en mis horas
tranquilas o amargas y, cada vez, que en la vida me veas,
paciendo mis sueños de opio ¡heroicamente a deshoras!

Sol y luna en el paisaje eres, óleo en mi senda viajera
y cáliz de fuego alumbrando los resquicios de mi alma,
cada vez que tú enarbolas en mis sueños, de manera
solemne tu nombre, para darme tu tranquilidad y tu calma.

¡Vive adorada mil años! ¡Tú que por la especie te inmolas!
Y a la humanidad, tu legado, le transmites y sellas
con el fruto de tu vientre, ¡ya sea acompañada o a solas!
Dando siempre a la vida, por regalo, más luceros o estrellas.

Y, como desde mi alba temprana, me hizo feliz tu sonrisa;
sé que allá en mi ocaso serás, madre, mi último aliento…
Así, después de haber vivido, amándote, como ama la brisa
la suma frescura; yo amaré tu recuerdo, con tenaz sentimiento.

Porque igual que las frondas de las Selvas y la altura del Ande,
en tu garbo y donaire tienes la belleza de las aves y las mariposas.
Madre protectora de mis ansias, tú la del dolor y la fe más grande,
ni siquiera para honrarte bastarían acaso, todas las rosas…

Oh, naturaleza viva en mi existencia y de mi carne, creadora,
cuya sangre tuya en mis venas corre con cálido encanto;
hoy siendo lo que eres, mi dulce diosa y madre hacedora,
brotarás siempre en mi pecho hondamente: ¡Para quererte tanto!


Hilandera del tiempo

Hilandera del tiempo, mi madre.
Por igual, hilaba y tejía, con la habilidad
de sus manos, para ganarse el sustento
y la alimentación de su prole.

Era puro corazón y sentimiento
cuando cantaba o lloraba en las alturas,
yendo a ver sus ovejas que silenciosas pacían
por campos de ichu y rastrojales, allí
junto a los ojos de agua y las quebradas.

Siempre maternal, siempre íntima y buena,
a veces de puro gusto bailaba, pañuelo
al viento, sonriéndole al cielo sin estrellas.

Tenía un gran corazón. Yo lo gocé.
Y vi muchas veces, cómo se condolía por igual,
de un pobre rico como de un rico pobre;
hablándole a sus plantas y a sus animales,
fraternal y tierna, en abierta confidencia.

También solía leer el destino de muchos
en la palma de sus manos, o tan sólo,
mirándole a los ojos descubría
la oquedad de sus corazones; al igual
que en las barajas del viento, navegando
por infinitas praderas siderales,
desenmarañaba con certeza de adivina
tantas vidas complejas y llenas de avatares.

Sin embargo, no todo era bueno,
también teníamos al igual que los demás
nuestros dolores de vida, nuestras carencias
y tristezas, agobiados por la pena.

Y teníamos también nuestra propia lucha
contra el mundo y contra el tiempo,
que los tejidos y mantas ya no alcanzaban
para cubrir nuestra soledad y desesperanza,
porque algo en ella se fue desmadejando
o anudando quién sabe de pronto,
en su corazón, como un ovillo de hilo.

Un día, todo cambió. Todo fue difícil;
el zorro negro aulló en nuestra casa
y una sombra blanca atravesó de pronto,
mi vida, lacerándola para siempre.

Lejos de su lar y su querencia, dolorosa
y sin su rueca, sin su copo de lana,
sin su telar y sin su piruro de granito
que tanto amó, una mañana desierta y calurosa,
para siempre se ausentó de mis ojos.


Las palabras que me habitan

EL CORAZÓN palpita en la mirada y es un mundo
   en llamas, una piedra
   ardiendo, un cántaro de roja arcilla, un moldeado
   mar, una rosácea fuente,
   un surtidor de sueños que incendia
   el bravío pensamiento y lo sollama:
Vértigo y fuego. Las palabras brotan, saltan, se despliegan
   y dialogan con el espíritu insomne del viento,
   capturando imágenes constantes.
Son muchas… y requieren
   de la maestría del hombre,
   de la habilidad de sus manos,
   de la claridad intensa de sus ojos.
Muestran sus sensibilidades hondas, se tornan verdes,
   gritan, aplauden, chillan.
   Y en ocasiones, son naturaleza pura, con una y mil identidades.

LAS PALABRAS del corazón nos saludan mientras
   nos invaden,
   monologan de pura nostalgia y alumbran nuestros
   ojos en vértigo
   con nimios trasiegos, ahumadas de detalles,
   crepitando de silencio
   en los días sin voz que nos defienden.
Hay que construir edificios de palabras.
Hay que plantarlas como rosales en un jardín de paso.
Hay que rodear el planeta con ellas.
Hay que estirar las vocales y consonantes que nutran.
Hay que formar sílabas y frases verdaderas como caminos largos
   o como cuerdas que nos rodeen y apuntalen nuestro aliento
   de plomizos susurros,
   en el ayer y en el ahora,
   y que proyecten nuestras vidas
   hacia un mañana.

LAS PALABRAS son cuerpos redivivos, picos
   de luz centelleantes,
   sonidos transparentes, diálogos de cristal fundido,
   galopes erizados, plumas geométricas, antorchas tornasoles.
He aquí las palabras río, bosque, cielo, astro.
He aquí las palabras instrumento, bolígrafo, navaja, vidrio.
He aquí las palabras rosa, ajonjolí, perfume.
He aquí las palabras que sangran y hacen sangrar,
   las que delicadamente nos torturan,
   nos muestran sus dientes de sable y
   su mirada filosa de alfil.

Las palabras tajantes e inexorables que aúllan
   en noches invisibles
   y desuellan nuestros rostros con su duro pedernal,
   oyéndonos rechinar los dientes marfil contra marfil,
   viéndonos invisibles en nuestros huesos,
   machacándonos de sólo amor,
   golpeándonos de sólo sentimiento,
   delirando con nosotros bajo el sol.
Las palabras que se descuajan y danzan y se derrumban solitarias,
   se esfuman amarillentas como el polvo,
   se hunden en las entrañas como las raíces de los árboles,
   se disecan como el aire en la piel.

EN MEDIO DE ELLAS está el animal parado, el cuadrúpedo, el insecto.
   Más en ellas también está el sólo hombre, roto y tenaz,
   que cae y se levanta y carcome el polvo y perfora la luz.
Está el hombre que traspasa los siglos
   venidos y por venir.

QUE LAS PALABRAS sean las que nos refugien,
   las que nos den una respuesta,
   una razón
   para cambiar las cosas.
Que las palabras cómplices del asombro
   sean trineos
   que nos conduzcan por espacios y tiempos de la historia,
   y por los parajes más recónditos de nuestro ser,
   en un viaje interior sin medida.
Que las palabras que broten del huerto cultivado
   sean las primeras que nos curen
   y sean sus flores y frutos primogénitos,
   la luz que toque nuestras puertas,
   llevándonos una pregunta importante de cómo
   transformar los mundos.
Que sean, verdaderamente, las palabras
   las que trepen por nuestras manos, limpien nuestros poros,
   instalen su sonido en nuestro pecho,
   su equilibrio en nuestra mente.
Que las palabras sean el chip que nos cobije, cada mañana
   o cada noche, con su sustancia, sus adjetivos y sus verbos.
Y que el corazón mismo sea un lago o un libro abierto
   donde podamos ahogarnos de palabras.




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Krzyszto Dyosz Daddho (Santiago de Chuco-Perú). Escritor de formación autodidacta. Participa de forma constante en recitales literarios y en reuniones de escritores, tanto en Perú como en el extranjero. Viajero infatigable, ha recorrido varios países de Latinoamérica y residido en muchas ciudades del Perú; desde algunos años radica en la ciudad de Tumbes, lugar desde donde realiza sus viajes por el interior de su país para promover el arte, la cultura nacional y regional y difundir sus creaciones. Ha estudiado docencia en la especialidad de Comunicación, Lengua y Literatura. Ha publicado poemas sueltos y cuentos breves en diversos medios. Actualmente se desempeña como promotor y difusor cultural, dedicándole tiempo exclusivo a las Ciencias Sociales, la Literatura y el Arte. Es Presidente Ejecutivo- Fundador del Parlamento Mundial de Escritores (W.P.W.).
 

Comentarios

  1. Muy interesante este espacio y felicitaciones por su florilegio de poemas. Saludos

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