Del vuelo de las moscas. Nueve poemas de Jaime Magnan Alabarce


Sobre la vida de los escarabajos

Escucho el crujido de las hojas:
un escarabajo camina sigiloso,
desea pasar desapercibido,
en su mísero tránsito de vida.
Él ignora que mis oídos
han descubierto su existencia
y que ocioso teorizo un poema,
mientras, despreocupado
recorre las ruinas de árboles mustios
procurándose alimento y refugio,
aguzar la audición y acudir al llamado de la carne
sobre la primera hembra que encuentre,
antes que broten las primeras lluvias.
Y yo aquí, resignándome a enfrentar la vida.

De Geografía de la lluvia.


Diluvio

Llueve.
Hace más de un mes que no ha parado de llover.
Algo así como 40 días y 40 noches
aunque en el preludio,
ningún señor Noé tocó a mi puerta,
en busca de una especie de cada animal.
Sólo he visto un nuevo océano;
un extenso acuario de reses y vacunos,
reencarnados en ballenas suicidas,
un puzzle de Guernica, a medio armar.
Tras la lluvia, he lavado mis pecados.
Ahora éstos lucen más limpios que antes,
aunque a ratos, los confundo con mis virtudes…

De Geografía de la lluvia.


Invierno interior

En el frío que subyace bajo la piel moribunda,
se multiplica el dolor
provocado por el filo de la escarcha.
La procesión que transita ausente,
lleva años recorriendo desiertos de invierno.
El sufrimiento es una oración nauseabunda,
la escatológica razón de un acto elemental;
víctimas y victimarios
a menudo se confunden.
El sol de medianoche
es un eco que retumba
sobre una mala escenografía
de un viejo teatro de vodevil,
función tras función acapara el aplauso
de una mujer en soledad vestida de negro.
Aquí, en este invierno interior
Siberia no está demasiado lejos,
así lo indica el cuenta kilómetros
—próximo a ser dado de baja—,
confundido, a veces,
con el corazón.


Silencio

El silencio es un muro,
una gran muralla china
que divide los hemisferios
de mi pensamiento…

Sumido en la confusión,
habito la larga noche de la ignorancia.


El adiós es un rito

Una gota de silencio
genera espacio entre tú y yo.
La ausencia de vocales
desnuda consonantes.
Un murmullo frío
sacude mis calles,
desprende la piel
inutiliza termómetros,
altera equinoccios,
descompone estaciones…
El aliento gélido del futuro
se apodera de mis sentidos.
El adiós es un rito,
su costumbre, una herida,
un pañuelo blanco agitado
sobre una dársena de arena.
Al frente, un mar infinito.


Nadadores

Me han contado,
que a mi padre lo vieron
nadando en las sucias aguas del Mapocho…
y es de extrañar,
porque él amaba la pulcritud
y no sabía bracear…

En esta primavera sin destino
he tenido que reconocer su cuerpo,
cuyas marcas de viruela
olían a pólvora de metralla,
aquel no es el envase que contenía su alma…

Hombres vestidos de blanco,
que cubrían su piel verde oliva,
reptiles de pantanos ponzoñosos,
me han convencido que se trata de él
y sólo de él…

Firmé un papel en blanco
donde no cabían las miles de preguntas que formulé.

En esta necrópolis, donde los muertos
son más afortunados que los desaparecidos,
es preciso callar,
guardar las lágrimas
y dar vuelta la hoja de vida,
para decir que todo está bien:
que mi padre y otros tantos
se lo buscaron…
que si hubo nadadores,
pocos fueron…

No cuestiono la historia oficial

Sin embargo…
¿es posible nadar con las manos atadas?

De Años de piedra.


Del vuelo de las moscas
Anti-homenaje a Nicanor Parra

No me cuadra:
la cuadratura inútil de la poesía.
No me seduce:
la dictadura absurda de Neruda.
Ni me engolosinan,
los versos infantiles de Mistral.
Abrazo el lenguaje sencillo:
las cosas por su nombre,
prescindir de los artilugios,
dejar de lado las estructuras arcaicas…
Decir las cosas en chilensis:
Al pan, pan; al vino, vino.
Convertir los versos en moscas:
abrir la boca y dejar que éstas salgan,
Pululen, forniquen, defequen
y se conviertan en poemas.
La escritura es generación espontánea,
el lenguaje de todos los días…
Pero, de vez en vez,
es bueno volver a la alquimia medieval
y en lugar de buscar una piedra filosofal,
descubrir que con la piedra pómez
también se pueden hacer milagros.
Encerrar la poesía siútica
en salones de blanco impoluto
para que la disfruten los fantasmas graves
que se niegan a morir.

La poesía se crea en el vuelo de las moscas
para que caiga en paracaídas
y así la lea el pueblo…
¿Estoy hablando muy alto?
Sí. Mejor guardo silencio.
Calladito me veo bonito
Te dejo dormir en paz, amigo Nicanor.


Mensaje en el cielo

Las estrellas son grafías
de un alfabeto desconocido:
penden formando palabras,
esperando que alguien lea
el mensaje escrito en el cielo…
y así descifre el secreto de la vida.
Pero la lectura debe ser rápida…
algún día alguien pasará el borrador
y las estrellas se apagarán para siempre…


Ramera

La ciudad es una coqueta ramera:
de noche maquilla su vanidad,
viste provocativa lentejuelas brillantes
y seduce sedienta al nuevo inquilino,
aunque éste venga de paso,
obligándolo a pecar setenta veces siete,
saciando su gula, atizando su ira
en dóciles cuotas de soberbia y envidia,
custodiando su pereza en cama de piedra,
para concretar dulces sueños de avaricia.
Con la lección aprendida, lo vuelve al redil
y así, esparce el mal por la tierra conocida…
Luego, se contempla ante un espejo trizado
y se ríe de los millones de caras perdidas
que componen su rostro…




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Jaime Magnan Alabarce (Santiago de Chile, 1967). Geógrafo. Poeta y narrador y gestor cultural. Reside en Lebu, su patria chica. Es coordinador del Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro, junto con editar las antologías de las respectivas convocatorias. Ha participado en festivales y encuentros de poesía realizados en Guatemala, México y Bolivia. Es cofundador y coeditor del Fanzine Chonchón del Taller Literario Esquinas de un Círculo, entidad a la que pertenece desde el 2011 y con la cual ha coordinado el Encuentro Latinoamericano de Poetas y Escritores Chonchón Literario (2018 y 2019) y el 1er Malón Literario: Lebu, río de palabras (2019). También es editor de la revista literaria La olla común y Sudras y Parias. Sus trabajos han sido reconocidos en varios certámenes literarios, destacando el 1er Lugar del Concurso Hispanoamericano de Poesía Gabriela 2012, organizado por la Casa del Poeta Peruano, filial Chile, y han sido publicados en antologías editadas en Chile, Argentina, Colombia, España, El Salvador, Honduras, México y Uruguay. Poemarios publicados: Oficio de geógrafo de Editorial Verbo (des)nudo, Santiago de Chile (2016), Años de piedra de Impresos Lebu (2017) y El tiempo en los árboles publicado por Literatelia, Toluca, México (2019).

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