El consumo de nuestros ídolos. Sobre “Carne” de Mariana Enríquez

Joselo G. Ramos



En este siglo los hitos culturales más expresos pertenecen a las masas, puesto que es donde encuentran a sus primeros Símbolos. ¿Cuáles son los hitos culturales de nuestra época? La invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, fue uno que dio apertura y facilitó el acceso a los conocimientos universales, por ende, se revelaron sus Mitos, así como se multiplicaron las significaciones individuales. En la actualidad la palabra escrita parece estar relegada y es por medio de otros hitos, como la música ―por su expansión global― que los Símbolos llegan a presentarse. Es así que, en el ámbito musical, el hito cultural son las estrellas del rock: las que resignifican, por medio de melodía y lírica, la vida de las masas. En tal sentido, el hito cultural son las grandes figuras de la música contemporánea, en este caso una estrella de rock que, a partir de sus letras y la interpretación de sus escuchas, puede ser el Mito, se puede convertir en Símbolo. Con tales razones se expone la siguiente reflexión: son aquellos constantes escuchas y estudiosos de una estrella de rock, popularmente conocidos como fanáticos, los que ven un texto simbólico en la obra musical del artista, en pos de elevarlo al grado del Símbolo. Para ensayar dicha propuesta se perseguirán los acontecimientos del cuento “Carne” de Mariana Enríquez. Es necesario acotar que se parte de la episteme presente en El demonio de la interpretación. Hermetismo, literatura y mito (2017) de Gonzalo Lizardo y en variadas notas periodísticas que aluden al hurto de los restos de una estrella del rock de los noventas.

En primera instancia, el relato cuentístico, como toda obra de arte, descarga niveles de realidad. Por este medio se presentan una y otra vez los acontecimientos que conforman nuestro mundo. Tal reiteración es la que permite rememorar, conocer y dar significado a los acontecimientos narrativos que, a su vez, son los que moldean la historia, cultura y realidad. Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) expone a las fans de una estrella de rock como intérpretes de su obra, cuya única verdad es el llamado que ésta, por medio de su música, ha hecho para ellas. En el mundo de “Carne” es notoria una sociedad afectada por la trágica muerte del rockero Santiago Espina. Sin embargo, no es sólo el fallecimiento del excéntrico músico lo que provocó la conmoción, sino el peculiar homenaje que le rindieron, en específico, Mariela y Julieta, fanáticas de Espina. El principal atractivo en los medios radiofónicos, televisivos e impresos son el par de chicas, que apenas pasarán a la mayoría de edad, residentes del suburbio Mataderos, en Argentina. El acto que las llevó a los reflectores de los medios internacionales fue usurpar la tumba de Espina para comer la carne de su ídolo. Aunque la prensa catalogó el hecho como un atroz caso de fanatismo adolescente, la deliberación de Mariela y Julieta tuvo un precedente en concreto. Fueron el exitoso álbum Carne y su canción homónima lo que impulsaron a las fanáticas. Sin duda, Mariana Enríquez no sólo expuso un efímero acto de canibalismo, mucho menos un impulso fanático. Es una lectura, una interpretación y una comunión entre Mariela, Julieta y Santiago Espina, que la sociedad y los medios quizá nunca podrían comprender.

El mundo que nos rodea está conformado por una serie de eventos que posteriormente tendrán un significado. En tal sentido dichos eventos, de forma ascendente, poseerán un sentido “[…] metafórico, uno alegórico y uno simbólico que conducirá hacia el anagógico, el más profundo […]” (Lizardo, Gonzalo, El demonio de la interpretación. Hermetismo, literatura y mito, Siglo Veintiuno Editores, México, 2017, p. 44). Esta relación puede encontrarse en un crimen cuya víctima, Hipatia, se convirtió en un Mito que podría considerarse el de: la muerte del conocimiento; la caída de la sabiduría ante el poder, entre muchos otros (Ibidem, pp. 50-51). El asesinato de Hipatia y el acto caníbal en “Carne” tuvieron por impulso un hecho en común. Fue la interpretación de un texto bíblico lo que permitió que se arremetiera contra la maestra neoplatónica; asimismo, fue determinada lectura “[…] donde el Espina susurraba ‘Si tenés hambre, comé de mi cuerpo. Si tenés sed, bebé de mis ojos’ […]” (Enríquez, Mariana, Los peligros de fumar en la cama, Anagrama, Barcelona, 2020, p. 133) la invitación a Mariela y Julieta para hacer del músico Santiago Espina un Mito ―en este caso― descarnado. Nada alejado de la ficción que presenta Enríquez, algo similar ocurrió en mayo de 2008 cuando alguien robó las cenizas de Kurt Cobain, cantante de Nirvana, icono del rock en los noventa. Parte del cuerpo incinerado de Cobain terminó en manos de Natascha Stellmach, una artista australiana, quien anunció públicamente que, durante una exposición artística, fumaría las cenizas mezcladas con marihuana. Al igual que en “Carne”, las intenciones de Stellmach eran las mismas que impulsaron a las fanáticas de Espina. Para ella, las cenizas llegaron a ella para cumplir un acto especial: “Vinieron a mí. Y yo lo voy a liberar” (“¿Quién se fumó las cenizas de Kurt Cobain?”, RockPress, 2018). Es así que estos eventos pudieron tomar el significado del Mito, donde una comunión entre la muerte y la devoción resignifican los actos en lecturas e interpretaciones, trascendencia y unión entre hitos culturales modernos con sus seguidores.


Imagen tomada de: https://universoliterario.com.ar


Bibliografía
ENRÍQUEZ, Mariana, Los peligros de fumar en la cama, Anagrama, Barcelona, 2020.
LIZARDO, Gonzalo, El demonio de la interpretación. Hermetismo, literatura y mito, Siglo Veintiuno Editores, México, 2017.
RockPress, “¿Quién se fumó las cenizas de Kurt Cobain?”, 2018.


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Joselo G. Ramos (Zacatecas, México, 1990). Es narrador y ensayista, licenciado en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Autor de los libros de cuentos Más inquietante (2017) y Mal viento (2020). Ha publicado en distintos medios impresos y virtuales, como Punto en Línea, Punto de Partida, Círculo de Poesía y Efecto Antabús. Fue becario del Festival Interfaz “Desdibujando Límites”, en la ciudad de Monterrey, N. L. (2017). Participó en el X Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes, en la ciudad de Monterrey, N. L. (2019). Decano del Taller Literario “Roque Dalton”, en Guadalajara, Jalisco (2019).

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