Romances sans paroles. Siete poemas de Isaura Duarte
Pálida arde la brisa
oculta en tu piel
fuente de plegarias
en la memoria
de un río
flotante y
divino.
oculta en tu piel
fuente de plegarias
en la memoria
de un río
flotante y
divino.
Descalzo
antojo
de
Ti
antojo
de
Ti
Ángel de negro nido.
Vientre de Tierra te llamas
¿Cálida te llamas, vida?
Y acaso, ¿madre mía?
Diminuta llama de mi existencia, te hablo. Dolorosa presides mis ojos maternos y no te tengo,
¿serías tú llamada hijo o hija?,
único amor que no inflige el
perecer en este pulso
que emerge de los astros.
Serías lumbre y sangre de un vientre sereno, redondo...
Pero oscura vengo de un cielo castrado,
asciendo con el aire que me vulnera,
he aquí mis senos y mi útero
en donde habita el pensamiento de una semilla...
Boca chica, cándida, alojada en el ocre rendil
donde brilla el bello rostro de la piedra
mojada de piedad,
ella me recibe en mi vencida certeza.
Madre oculta me hace
ceñida a sus bosques,
eco lejano en cada espiga que se asoma resoplando las aguas tibias en mis entrañas.
Soy nido de almas,
recipiente de fatigas,
dolor de besos denegados,
cantos insonoros bajo el moho
que besa el muslo pálido
de tus labios.
Y acaso, ¿madre mía?
Diminuta llama de mi existencia, te hablo. Dolorosa presides mis ojos maternos y no te tengo,
¿serías tú llamada hijo o hija?,
único amor que no inflige el
perecer en este pulso
que emerge de los astros.
Serías lumbre y sangre de un vientre sereno, redondo...
Pero oscura vengo de un cielo castrado,
asciendo con el aire que me vulnera,
he aquí mis senos y mi útero
en donde habita el pensamiento de una semilla...
Boca chica, cándida, alojada en el ocre rendil
donde brilla el bello rostro de la piedra
mojada de piedad,
ella me recibe en mi vencida certeza.
Madre oculta me hace
ceñida a sus bosques,
eco lejano en cada espiga que se asoma resoplando las aguas tibias en mis entrañas.
Soy nido de almas,
recipiente de fatigas,
dolor de besos denegados,
cantos insonoros bajo el moho
que besa el muslo pálido
de tus labios.
Romances sans paroles
Silencio y notas, pedales, correcciones.
Los viernes, día de Venus, María Olga acudía a las clases de piano. Las manos de Sonia desaparecían entre las teclas, solo visibles cuales serpientes blancas en los bemoles y sostenidos.
“Eleva las muñecas” –le decía suavemente desviando la mirada hacia el ventanal–, y las yemas de María Olga alcanzaban la cobertura azul de sus venas, la tensión de sus tendones.
“Romances sans paroles”, los seis de Cécile Chaminade latiendo entre pájaros y el aliento de quien acostumbra a correr por los entresijos de la mente hacia ningún sitio. Ocho de espaldas.
Aquel día que se rompió el vaso, Sonia recogió los cristales en la oscuridad y se los guardó en los bolsillos de la falda. Y en la noche, arrodillada tallando en los laterales de cada tecla:
Los viernes, día de Venus, María Olga acudía a las clases de piano. Las manos de Sonia desaparecían entre las teclas, solo visibles cuales serpientes blancas en los bemoles y sostenidos.
“Eleva las muñecas” –le decía suavemente desviando la mirada hacia el ventanal–, y las yemas de María Olga alcanzaban la cobertura azul de sus venas, la tensión de sus tendones.
“Romances sans paroles”, los seis de Cécile Chaminade latiendo entre pájaros y el aliento de quien acostumbra a correr por los entresijos de la mente hacia ningún sitio. Ocho de espaldas.
Aquel día que se rompió el vaso, Sonia recogió los cristales en la oscuridad y se los guardó en los bolsillos de la falda. Y en la noche, arrodillada tallando en los laterales de cada tecla:
“Fui yo quien te pisó el vestido por detrás”
“El aliento te olía a salvia”
“¿Por qué tienes las manos frías en verano?”
“Si el tiempo lo pone todo en su lugar,
¿por qué no estamos en el mismo?”
“¿Y si no es amor?”
“No pienso realmente lo que te dije ayer”.
“El aliento te olía a salvia”
“¿Por qué tienes las manos frías en verano?”
“Si el tiempo lo pone todo en su lugar,
¿por qué no estamos en el mismo?”
“¿Y si no es amor?”
“No pienso realmente lo que te dije ayer”.
Y con sangre en la madera…
“¡No quiero volver a hablar contigo!”.
“¡No quiero volver a hablar contigo!”.
Una tarde, una luz muriendo, María Olga se sentó sobre los muslos de Sonia y abrió la boca muy grande, los dientes al aire custodiando una lengua tensa y rosada.
Sus piernas se quedaron mudas, ancladas a su falda, sus zapatos sin poder sostenerse en el piso, una curva de pudor sonrojado se escurría interpelando sus mejillas, los dedos balbuceando las teclas encubiertas en el levitar de sus rodillas.
Aquella noche, en la entrada, Sonia lamía las manchas de sangre del suelo, mientras María Olga, se quitaba con pinzas, entre muecas, los cristales del entremuslo.
Negra vacuidad
Cayendo dentro de tus ojos
se rompe el silencio de esta oscuridad.
Mi cuerpo se deja ir
en un flotar
de sedas
negras.
Despierto,
recordando mis pies
difuminándose en el tiempo.
Miro mis manos
removiendo el agua,
los espejismos
donde me nombras:
Sombra...
Sus piernas se quedaron mudas, ancladas a su falda, sus zapatos sin poder sostenerse en el piso, una curva de pudor sonrojado se escurría interpelando sus mejillas, los dedos balbuceando las teclas encubiertas en el levitar de sus rodillas.
Aquella noche, en la entrada, Sonia lamía las manchas de sangre del suelo, mientras María Olga, se quitaba con pinzas, entre muecas, los cristales del entremuslo.
Negra vacuidad
Cayendo dentro de tus ojos
se rompe el silencio de esta oscuridad.
Mi cuerpo se deja ir
en un flotar
de sedas
negras.
Despierto,
recordando mis pies
difuminándose en el tiempo.
Miro mis manos
removiendo el agua,
los espejismos
donde me nombras:
Sombra...
Y lo soy.
Dentro de esta vacuidad,
alzo mi rostro y reposo
en el brillo ondulante de una mirada,
pasiva y compasiva,
que se deja ir en este mundo,
mudo movimiento que no cesa.
Me volteo lentamente nombrándote:
a m o r c e g a d o r
Alcanzar tu respiración me rompe,
y me hago trozos de un tiempo ido de mí.
Eres amor,
amor de muerte que me sostiene
aún, cuando sólo existo en este girar perpetuo,
sin ningún aliento de ti…
[Des] habitados
alzo mi rostro y reposo
en el brillo ondulante de una mirada,
pasiva y compasiva,
que se deja ir en este mundo,
mudo movimiento que no cesa.
Me volteo lentamente nombrándote:
a m o r c e g a d o r
Alcanzar tu respiración me rompe,
y me hago trozos de un tiempo ido de mí.
Eres amor,
amor de muerte que me sostiene
aún, cuando sólo existo en este girar perpetuo,
sin ningún aliento de ti…
[Des] habitados
Me recuerdo entre hojas,
sostenida tan solo por un cúmulo de tierra.
Desnuda en el aire,
pecho de ventana abierta,
los cristales habían sucumbido
al tiempo, ya no eran,
ni se veían, ni existían.
Quizás si escarbara encontraría algo...
Pero me gusta esta apertura salvaje,
no verme ni ser reflejo de nadie,
yo y mis grietas perfectas sentadas
en la escalera.
Soy mancha, óxido, verdor,
descaro de savia
frente a la nada.
Escombros, teja impar, triángulo mis muñecas.
Desafío de Ser Ruina,
boscosidad erguida como el antojo
y su osadía.
sostenida tan solo por un cúmulo de tierra.
Desnuda en el aire,
pecho de ventana abierta,
los cristales habían sucumbido
al tiempo, ya no eran,
ni se veían, ni existían.
Quizás si escarbara encontraría algo...
Pero me gusta esta apertura salvaje,
no verme ni ser reflejo de nadie,
yo y mis grietas perfectas sentadas
en la escalera.
Soy mancha, óxido, verdor,
descaro de savia
frente a la nada.
Escombros, teja impar, triángulo mis muñecas.
Desafío de Ser Ruina,
boscosidad erguida como el antojo
y su osadía.
El humo se extiende en el
soplo silencioso
de un ocre serpentear de cerillas
quemándose en mi boca,
contornos tibios tus ojos azabache
derritiendo
los ángulos de la cera
espesor
–iris caliente de lenguas–
desagüe mis pies
ocultos bajo las olas.
Vientos de niebla húmeda
vierten mis dedos
Sangro el suelo entre tu cuerpo
absorto nocturno infatigable
Tibio tacto de caviar
Ángulo
quebradizo tu pecho
agudizando el cuerpo roto
de esa cúpula abierta
deshilachada
carcomida
íntima agonía
exhalando en secos temblores...
Costado lunar de vela derretida
la terrible mordida de tu pez
en mi garganta.
Soy amnesia
Soy amnesia.
Mi memoria se ha cerrado de golpe.
Mi retrato yace como moscarda en el chillido de un niño.
Se me han clavado en el alma mariposas desesperadas, las veo
ciñéndose a mi córnea.
Nos hemos quedado atrapadas.
El espacio es sofocante aquí dentro.
Soy investidura de un
lago, ánfora de cristal,
pálidas niñas me ven, y callan.
Soy una estatua de mármol.
No hay espacio que recorrer.
El frío de mi aliento me eriza,
descansa a lo lejos un clavel azul,
como mis labios.
Se me ha ido y lo llamo en soplos.
Pero no tengo oxígeno.
Soy rostro moteado, polvoriento.
Me han sido otorgados dos
brotes de bondad,
pero ya no tengo almas cercanas,
sólo soy un reflejo infinito,
un arrojo de lluvia, luminosa y pura.
Olmo permutante llevándome lejos.
Poemas pertenecientes a La Daga.
Hannah Höch, "Kustige Person", 1932. |
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Isaura Duarte (Caracas-Venezuela). Actriz y artista visual, trabaja la performance y la video-poesía como un medio de expresión para sus escritos. Ha sido publicada por las revistas: NJOY Magazine Spain (España), Revista Kametsa (Perú), Asociación Cultural Internacional Ergo (Perú-España), Revista Re-Lente (Venezuela) y Nueva York Poetry Review (EE.UU). Es miembro de la Asociación de Escritores Hispanos (AEHIS) y su revista Litterae, siendo parte de su antología poética Por amor al arte. Próximamente, será parte de una antología poética en homenaje a la poeta española Pilar Paz Pasamar, en la cual fue mención honorífica en el II Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil.
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