Tres poemas de Fabrizio Ortiz


Comunidad

Después del performance
quedé aplaudiendo
como una bandera, papalote, o mejor,
como ropa de tendedero.
Seguí un ritmo que atribuí,
por no hallar de facto su origen,
o a griegos o a chinos
(como la comedia o la pólvora)
y que poco a poco
acabó coordinándose.
Me reconfortó pensar
que todos aplaudíamos matando zancudos,
hecho nunca bien pagado
ni bien visto
por contemporáneos sin gota de dengue.
El desconcierto es todo mío:
todos aparentan entender.
Yo nunca aprobé este acto,
ni siquiera sé que pasó.
Al final dejé de aplaudir
siguiendo sin saber por qué.
Supongo que, al final,
solo soy una buena bestia.


Es pura praxis

No me sale aún a voluntad
eso de las tablas en los ojos;
líneas, columnas,
catálogos, pesas
y balanzas calibradas.
Demostración: pasado
mañana es un viernes

(cuando debió ser sábado, de hecho).
Poco le importó
a la voluntad sin cuadrar
de mis ojos el fin de semana.
Como todo informe vino
descuadrado, de jodido 80 milisegundos
en el pasado.
Pero las tablas son pura perspectiva y práctica:
las he tenido atravesadas como una visión
que con informes me dio de comer.
Lo que ignoro es cómo mantenerlas despiertas a perpetuidad.
Humilde opinión verdadera: es insostenible.
Para una buena bestia como yo
son un bache, un BOT
que me come los talones
en busca de mi interés científico
o pornográfico.


Sostenibilidad

El adoctrinamiento con que Discovery Kids
me pinchó la cabeza
hace que me pregunte,
todos los días, si está bien
emponzoñar despreocupadamente a tortugas,
cuando tiro el plástico del seis
sin romper en el bote
o cuando como carne roja.
Discovery Guilt habría de haberse llamado.
Soy ambiental por culpa contagiada
y bufón por requisito.
Hoy pienso que no hay contradicción
y que Eso apoyaría de plano
mi canibalismo a perpetuidad
o la propensión a la bebida y el tabaquismo,
o cualquier medida
con la cual Malthus se regocijaría.
Es más sustentable la mierda que el canal le mete
a mis sobrinos a la fecha.
Ellos viven sin culpa, son sostenibles.



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Fabrizio Ortiz (Cd. Victoria, Tamaulipas, 1990). Ingeniero, poeta de closet y amante de las tortillas de harina con jocoque seco. Especialista en tratamiento de aguas y sostenibilidad. Le gusta escribir cosas en la noche tomando caguama. Con un gran interés en la tecnología blockchain. Habitante de Myōboku (el Monte Pacheco), Guanajuato. Nunca ha publicado. Tampoco ha ganado nada.

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