La libertad de la miseria. Cinco poemas de María Andrea Esparza Navarro
Reminiscencias
La noche manaba de los ojos del
cordero
el viento removía nuestras palabras
no teníamos las manos libres
la vida entraba muda en nosotros
y comía el sueño de nuestras manos
era sentirnos vivos
el dolor de nacer en nuestros cuerpos
era todavía ser bajo la lluvia
en los diminutos placeres y entre los
árboles
era ser el fuego que devora los
zarzales
ser los venenos derramados sobre la tierra
el deseo surcando el tiempo duramente
con sus garras
era ser la vida sepultada por la vida
para dar forma a la muerte del
cordero.
Inmolación
El sol se acaricia en las ramas del
peral
anida en sus ramas cruel y descuidado
el viento del norte trae olor a
ceniza
a campos incendiados
al miedo que se abre como una flor
preparo mi muerte en el incendio
en el corazón crepitante de la tierra
insomne como el sol que arde sobre mí
sueño la hierba en las praderas
el pecho extenso del relámpago
el suspiro inmaculado de los amantes
me abandono en el reposo de la
hoguera
veo bailar mi
voz en los llanos del cielo
veo a mi cuerpo llegar al sol
como un suave rumor de maleza
creciendo
muy alto.
Teoría
sobre la morada del alma
Ojalá sea el cielo
el alma dolorosa que se sueña en la
eternidad
que no haya en la tierra
ninguna otra violencia más que la
dulzura
de las tormentas que aún duermen en
su pecho
Que sólo en él palpite
la paciencia de la continuidad
Ojalá sea el cielo
persistente entre abubillas y sisones
la llameante gloria de lo eterno
árbol por siempre frondoso de las
plegarias de los aviadores
grave pensamiento que se ahoga
en la brevedad del instante
en el vértigo que vuelve a la nada.
La
libertad de la miseria
Saliendo del oscuro camino
en el que las aguas, la tierra y el
futuro
y las púas del cactus y el aroma de
la penumbra
se entretejen se mezclan como
músculos
como una fe invisible que se abraza
en la muerte
me encuentro
mensajera de un mensaje olvidado
palabra sofocada por el tartamudeo
por el tierno infierno interior que
se sosiega
por otras mil palabras recogidas al
azar
me encuentro
en el fracaso
acariciada por la brisa
que se lleva mi piel y las hojas
muertas.
Las estrellas gotean y son absorbidas
por la arena
¡Si tan poco he de tener, deseo tener
menos!
Robusta henchida de nada la vida que es mía
que se desliza al lado de mí
y me desconoce
llena el cielo como los imprecisos
cedros
me hiere por no saber quién soy
y me acompaña fuera del camino
fuera de todas las hazañas y
los heroísmos
donde se dibujan apenas
visibles todas las formas.
La desnudez de la tierra
Desde la mirada más agreste del muro
camino la herrumbre de las lluvias
la piel que se seca en su laberinto
Y me miro
me miro como el final imposible
como el acorde
que se guarda en todos
los rumbos
Recuerdo las calles cuarteadas por la
luz
el lugar en el que el año comenzó:
una mañana en reversa que pronunciaba
en voz queda
todos los latidos
el aliento árido del sol
Mi mirada en la mirada del muro
arde en la piedra
rasga los vientos
ecuación de lo singular que reinicia
en lo diverso
y
su revés
la mirada del muro en mi mirada
que se agosta y canta desde su estrechez
¡Ha llegado la vida
en el pecho
entreabierto
ha llegado la vida!
María Andrea
Esparza Navarro (Fresnillo, Zacatecas, 1989). Licenciada en Letras por la
Universidad Autónoma de Zacatecas y maestra en Filosofía e Historia de las
Ideas por la misma escuela de estudios. Actualmente estudia el doctorado en
Literatura Hispánica en El Colegio de México. En 2007 publicó su primer libro,
titulado Con amor de cardo (Ediciones
de Medianoche/UAZ). Desde entonces ha participado en diversas antologías, como Mapa poético de México (Conaculta,
2009) y Mujeres que escriben (Ediciones
de Botella, 2014); así como en algunas revistas, tales como Reflexiones marginales y Anomalía salvaje.
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