Rosario
Eduardo Martín Piedra
Rosario, la de pies duros y manos
labradas por el sol; de sangre sureña y mirada arqueada, nariz ancha como el
Grijalva, la de trenzas negras como los chanates de Zacatecas. La que con pasos
charros anda y reniega con el zacate por las mañanas.
Rosario,
la que creció con los albores del siglo mientras su vida transcurría en el
campo, entre labores y huizaches. La que parió diez hijos y en gracia crió 7. Aquella
que por las tardes se envuelve en rezos, perdida entre las horas sin parar.
Rosario,
la que cocina cajeta cuando la tierra madre le otorga membrillos. La de tantos
hermanos como árboles en el mundo y jamás llegó a conocerlos. La que entre
mangos y cañas creció bajo los diluvios del Soconusco en donde la gente sabe a
café.
Rosario,
la que ríe, canta, baila y vive. La que es libre entre los recuerdos de su
pasado, entre rezos y campo, la que reta al tiempo entre caídas y sustos y a la
muerte burla siempre sin vacilación. Rosario, la que estará ahí siempre para
mí, para nosotros. Rosario.
Rosario.
Rosario. Rosario, la eterna dama del sol que le habla a las plantas para verlas
florecer. Que en sus años más duros jamás se rindió y su matriarcado funcionó.
Rosario. Que de sus hijos surgirán retoños que perpetuo
hacemos su recuerdo.
Eduardo
Martín Piedra (Río Grande, Zacatecas, 1997). Estudiante de Ciencia Política por
la Universidad de Guanajuato. Es miembro del Equipo de Debate de la Universidad
de Guanajuato y parte del comité editorial de la revista de divulgación
académica Punto y Seguido. Durante
los meses de agosto-diciembre de 2018 estuvo en la ciudad de Montevideo,
Uruguay, como parte de un proceso de movilidad académica. Escribe la columna “Desde
Piedra”, en el suplemento cultural “Crítica” de El Diario NTR en Zacatecas.
Que hermoso!! Esta bello. Muy inspirador y conmovedor.
ResponderBorrarFelicidades por este gran poema
Que lindo gesto y detalle a tu abuelita.
ResponderBorrarHermoso simplemente hermoso gracias por el tributo a nuestra abuelita.
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