1 am

Miriam Bañuelos


Angélica se encontraba flotando en una nube de pensamientos aleatorios, veía sus pies, sus manos y después volteaba angustiada interrogando al reloj, pocos minutos habían pasado. A lo lejos podía distinguir las palabras del conductor del noticiero de las 6 am, mismas que narraban que la pandemia aún no terminaba pero que quince estados de la república ya se habían pintado de verde; describían detalles vagos sobre aspirantes políticos, y tocaban con márgenes mediáticos la desaparición de la joven Rosaura Ponce. A unos cuantos metros se asomó el fiscal, dictando su nombre con letras altas y espaciadas ¡A N G É L I C A C O R T É S!, a los dos minutos Angie pudo verse como si se observara desde fuera de su cuerpo, flotando sobre sí, levantándose de su silla y caminando en automático hasta aquella ventanilla para presentar su declaración.

—Dígame su nombre, edad, ocupación y cuándo fue la última vez que tuvo contacto con el acusado.
—Mi nombre es Angélica Cortés Amado, soy enfermera, tengo 27 años y la última vez que vi a Paco fue hace dos noches, durmió conmigo.  
—¿Sabe por qué está aquí?
—No.
—El martes 2 de abril, la señorita Rosaura Ponce salió de su domicilio a eso de las 9:30 de la noche, para reunirse con unos amigos en el bar La Campana. Horas más tarde se retiró del lugar con el acusado Francisco Rodríguez Lara. El último contacto que se tuvo con la desaparecida fue el miércoles 3 de abril a la 1 am, hora en la que según las cámaras dejó el bar. El acusado fue el último que estuvo con ella, hace dos noches.
Los ojos de Angélica comenzaron a vagar, de pronto todo comenzó a tornarse irreal.
—¿La ha agredido alguna vez?
—No lo ha hecho.
—¿Conoce usted a Abigail Ramírez?
—Sé quién es, trabajamos en el mismo hospital y vivimos en el mismo complejo de apartamentos.
—¿Conoce usted a Rosaura Ponce?
—No, jamás había escuchado su nombre.
—Usted está aquí para presentar una declaración por ser la actual pareja del acusado, deberá describirnos cómo lo conoce, cuál es su comportamiento cotidiano, y hablarnos sobre la última vez que lo vio, puede comenzar.
—Paco y yo nos conocimos en el HEDAC, a finales de noviembre cuando ambos ingresamos a trabajar ahí, un día me invitó a desayunar y desde entonces no nos separamos, a las pocas semanas me ayudó a instalarme en uno de los centros de hospedaje que el Hospital nos brinda como trabajadores por la pandemia. Vivíamos en el mismo complejo, y aunque nuestros horarios no coincidían siempre encontrábamos un momento para vernos. Él trabaja en dos hospitales al igual que yo; de miércoles a lunes pasa la mayor parte de la noche trabajando en el hospital de los Fresnos, duerme durante el día, y lunes, miércoles y viernes tiene el turno vespertino en el Hospital Merced en el municipio de Turán. Padece un trastorno de ansiedad generalizada, está tomando medicamentos controlados, en ocasiones bebe un poco, pero tiene las cosas bajo control, no tiene otro vicio que no sea dormir. La madrugada del 3 de abril me llamó cerca de las 2 de la mañana, pidiéndome perdón por una discusión que habíamos tenido la tarde anterior, después llegó a mi casa y dormimos juntos toda la noche. No pudo haber estado con esa joven, él estuvo conmigo y estaba bien, no parecía alterado y su comportamiento no era sospechoso, por lo menos no para mí.

Luego de la declaración, Angélica dejó la procuraduría, sintiéndose ausente a la realidad, caminó unos pasos y después se detuvo a vomitar en uno de los tambos de basura, todo daba vueltas, los recuerdos llegaban a su mente y recorrían sus entrañas como bilis hasta escurrirse junto con su saliva. Recordó la tarde en la que no encontraba a Paco, sus más de veinte llamadas perdidas, y el volver al complejo de apartamentos para encontrarse con Abigail, la ex pareja de Paco, y escucharla hablar de su relación interminable y de cómo mantenía intimidad con ella a pesar de haberse separado seis meses atrás.

Siguió caminando, presionando fuerte el paso, como queriendo huir de todos los episodios que llegaban a transformarse en cordura y razón: cuando Paco desapareció durante tres días y después llegó a contarle que había sido agredido por el nuevo novio de Abigail, y que en el calor de la pelea la había golpeado por accidente, razón por la cual lo habían hecho pasar la noche en los separos y lo habían echado del apartamento en donde vivía. Recordó después cuando llegó llorando a decirle que su perra estaba desaparecida, que se la habían robado, y aquella madrugada en la que despertó alterado gritando “Jamás la vas a encontrar.”

La relación entre ambos había sido corta, pero llena de rupturas cotidianas que estaban manifestándose como pequeñas estruendosas tormentas desde hace dos meses; más de una vez se encontró reflejada en una de las miradas más vacías que alguna vez pudo enfrentar, sintiendo un miedo inexplicable, pero latente y, a la vez, atrapada en una de las fantasías pasionales más fuertes de toda su vida, misma que la hacía pensar en las enseñanzas de su abuela y en el ejemplo de su madre, en aquellos consejos juiciosos que la habían enseñado que cuando se encuentra al hombre ideal se le tiene que cuidar y servir, guardar silencio ante situaciones que no te corresponden, y aún más ante aquellas que te tienen como protagonista, en especial cuando se trataba de un golpe. Pensaba en su voz, en lo sumisa y fértil que se sentía cada vez que él la condicionaba con un “Eres mía”.

Durante el juicio, Abigail declaró que la madrugada del 20 de marzo Paco había llegado a su casa en estado de ebriedad, mas que al contrario de lo que Angélica creía no existía pareja nueva, llegó y comenzó a agredirla, tratando de obligarla a tener relaciones sexuales con él. Afortunadamente la discusión fue captada por el velador, mismo que acudió a detener la pelea, al ver que el Doctor lanzó un puño que aterrizó en la mejilla de la enfermera llamó a las autoridades. Contó que desde entonces el joven seguía frecuentándola, tratando de convencerla con chantajes y regalos costosos para no levantar denuncia alguna, y asegurándole que la relación con Angie había terminado. Ella le creyó y siguieron viéndose, hasta el 31 de marzo, día en que se dio cuenta de que Paco seguía con Angélica, motivo por el cual volvió a cortar comunicación. Describió el contenido de los más de treinta mensajes que le envió durante los primeros dos días del mes de abril, y sobre las incontables llamadas recibidas y rechazadas. Mencionó que cerca de las 11 de la noche del 2 de abril recibió un último mensaje que decía “Ya encontré tu remplazo, ahora sí me las vas a pagar.”

El 2 de abril Rosaura Ponce fue a trabajar por la mañana como de costumbre, con la ilusión de salir con sus amigos por la noche para festejar el cumpleaños de una de sus compañeras de trabajo. Tenía días escribiéndose con Paco, uno de los doctores del hospital en el que trabajaba, y lo había invitado para conocerlo durante la velada. A las 7 pm volvió a casa, se puso un vestido azul que había comprado la semana anterior, esparció una nube de polvo rosado sobre sus parpados y sus mejillas, rímel en sus pestañas, un poco de calor en su cabello, brillo en sus labios, se envolvió en perfume y saltó dentro de sus tacones más altos. En el bar bebió un par de mojitos y una cerveza, se hizo dueña de la pista al momento de bailar, regaló miradas, sonrisas y compartió una que otra anécdota nocturna para llenar de júbilo la madrugada. Cerca de la 1 am se retiró del bar junto con Paco, mismo que parecía ansioso y cansado, mas contento. Deslizó su figura entre las mesas, y desde el marco de la puerta volteó nuevamente a ver a sus amigas, dijo adiós con una sonrisa cálida y se fue.

El viernes 5 de abril por la tarde la Policía Judicial llevó un citatorio al Hospital de la Merced, mismo que solicitaba a Paco presentarse en la Procuraduría General de Justicia del Estado a la brevedad; el médico aseguró que llegaría en tres horas, al terminar su turno. A las 11 de la noche su automóvil fue detenido en una de las casetas rumbo a Calismán, a lo cual alegó que estaba llevando a su hermano a comprar unas cosas y que había perdido la noción del tiempo. Muchos afirman que Paco dijo que al momento de verse con Rosaura en el bar se encontraba inmerso en un nivel alto de fármacos que recorrían su organismo y que al combinarse con el alcohol lo hicieron sentirse en un viaje violento y desagradable que terminó en tragedia, sin embargo, también cuentan que tal viaje lo hizo perder la memoria, y que no paraba de gritar que no recordaba en dónde había dejado a la joven, que era inocente y que seguro lo estaban inculpando.

La audiencia dejó un sentimiento de incertidumbre e impotencia, el cuerpo de Rosaura no fue encontrado antes de dictar sentencia, por lo cual a Paco sólo le dieron diez años de prisión, cinco con buena conducta; jamás confesó, mantuvo en alto la pureza de sus palabras que en combinación con el arrepentimiento en su lenguaje corporal lo envolvían en una nube de sinceridad bajo la premisa de que sería inocente hasta que alguien demostrara lo contrario; tal vez era cuestión de tirarse en su mirada, misma que expresaba a gritos el auténtico vacío de su corazón. Angélica tuvo que aprender a golpes la idea de que las mentiras que había creído venían desde años atrás, quizá tal vez fueron las mismas que habían inculcado en su abuela, o en su madre, y que seguían reproduciéndose entre las mujeres de su hogar generación tras generación. Las heridas de Abigail sanaron, mas el miedo quedó marcado en su piel como una quemadura que le recordaba a diario que en este mundo el simple hecho de ser mujer te debe mantener en vigilia de por vida. Rosaura prevalece en nuestras memorias, y quizá su cuerpo descansa abandonado en algún barbecho olvidado de la ciudad, abrazando a la canina a quien también le fue arrebatada la vida, y rodeadas por la esperanza de alguna vez volver a ver la luz e iluminar con la verdad.

Goya, "Bandido asesinando a una mujer",
Colección Marqués de la Romana, ca. 1806-1808, 
óleo sobre lienzo, 40x32 cm.

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Miriam Bañuelos (Tepechitlán, Zacatecas, 1994). Licenciada en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas, con su tesis “Los personajes femeninos en La Calandria de Rafael Delgado: De la transgresión a la libertad”. Ha publicado cuento y presentado algunos ensayos a través de los cuales se observa su investigación con inclinación a la perspectiva de género, la maternidad y la educación. Actualmente se dedica a la enseñanza de la literatura en el nivel preparatoria.

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