Cartas o teléfonos. Cuatro poemas de Dorali Abarca



Callar

Intento conservar mi duda penetrante, siempre nada dentro de mí, hace bastante ruido que me causa punzadas.

No sé qué es pisar bien o mal, jamás lo he intentado, pienso en caminos largos y cortos, pero nunca en pisar correcto.

Temo por mi duda, temo perderla o apostarla, tiemblo al pensar que puede ser una ilusión más que se embarra en mi carcasa.

Puedo decir que conservo mis fonemas, que conservo mi voz, tal vez le gusta darse una vuelta acompañada del viento, pero siempre regresa conmigo.

Tal vez ni siquiera he intentado nada, tal vez ni siquiera he pisado largos o cortos caminos, y tal vez ni siquiera ha salido un sonido de mi boca.


No busques

Apareciste entre el delirio y el sueño, con mirada penetrante y danzante. Me encontraste sola y ausente, luchando contra la marea gris que consume mi respiración día a día. Corrí hacia tu sombra ardiente y desnuda, sin decir nada.

Palabras llenan el aire, volando de mi alma fría, y tú, liviano, descansado del caos de una vida turbia, implorando cordura.

Locura que me navega, que calmaste con tus dedos, borrando mi desesperación del vacío. Te sentí entre mi piel áspera, no te dio miedo verme en cenizas a punto de dispersarse, fuiste un náufrago entre mis huesos.

Te clavaste en mi espalda, mojaste mi rostro y mis brazos caídos, destrozados por el viento.

Y, como el viento, te marchaste pronto y sin reloj, como el tiempo a la deriva con huella y sin despedida.


Cartas o teléfonos

Cuelga ahora
dentro de este baúl encontrarás las horas, los días, cuelga, hazlo del mismo modo que se cuelgan las notas en un pentagrama.

Cuelga las manos envueltas en ramas que salen de la nada, en huecos que han retornado y que no se han llenado.

Cuelga el abrir de los ojos, el despertar a lado del cielo, lejos del pueblo, inmóvil y sedienta del agua que corre por las puntas de tus pies cansados.

Cuelga las esperanzas de estar allá y volver acá, mil años luz, donde nadie te habla, donde nadie te oye. Sólo el lenguaje de los gallos cantando por la mañana, creando el día que te espera sentado en la acera.

Cuelga el teléfono, lo has colgado ya desde el instante que te caíste suspirando el nuevo humo que arrojaba la chimenea del vecino. ¿Por qué te ha marcado el vecino? ¿Por qué te ha llamado la nostalgia?


Ven

No seas cruel y desnúdate, desnúdate a la fragilidad de tu ser, desnúdate a la atormentada vida que te espera, a tu sombra y al otro. Desnúdate cuanto más puedas, que lo demás estorba y crea conflicto.

Desnúdate estando en batalla, en el preludio y en el fin. Desnúdate ante tus demonios y ante el cruce de lo desconocido. Al no poder descubrir un pasaje incierto, desnúdate, aunque te condene el destino y el tiempo se desmorone en tu mano.

Desnúdate tan pronto que no tengas el valor de cubrirte, que el frío te cobije y el calor te salve.



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Dorali Abarca (Paracho, Michoacán, 2000). Licenciada en Psicología, investigadora en Ciencias Sociales, activista feminista y una mortal que escribe sobre lo cotidiano de la vida, de la suya y algunas otras que encuentra en el camino.

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