Ramón López Velarde, evidencia de un problema cultural en México

Fernando Berumen Fernández



La obra de Ramón López Velarde me emociona constantemente, pero no el problema cultural que revela su presencia. Antes de desarrollar, creo necesario aclarar que esto no es, como ya se adivina, un escrito antilopezvelardeano: es más bien una voz que pide atención a la ausencia de cultura en la sociedad zacatecana, o en la totalidad de la mexicana; es una voz que pide dejar de poner a la política por encima de la literatura y por encima de cualquier cultura; es la voz del deseo de dejar de politizar lo no-politizable.

Ahora bien, ¿cómo se ganó Ramón López Velarde un lugar en la Rotonda de las Personas Ilustres? ¿Cuál fue el punto clave en la carrera del joven adulto para ser tan importante? La respuesta, inaceptable para algunas críticas (por ser un único poema el que le brindó ese lugar), es tajante: escribiendo La suave Patria. Ramón, en definitiva, no sería el poeta de la patria sin este poema: seguiría siendo un poeta de grandes letras, pero nada más. Y sobre esto surge otra cuestión: si, además de Ramón, Zacatecas ha tenido grandes voces literarias, bien criticadas y aceptadas, entonces, ¿por qué a ellos no se le presta la misma atención que se le presta a él? Otra respuesta tajante: porque ellos no escribieron el poema a la patria.

Sin embargo, no se trata de enaltecer un logro de Ramón. Es una cuestión primordial: La suave Patria fue un poema escrito a solicitud de los políticos, por lo que es la salvación y a la vez la maldición de su autor. No escribir ese poema seguramente lo habría puesto en lugar diferente, en el de poeta o escritor del pueblo o de la región y no en el de poeta nacional, como sucede con otros de nuestros escritores (me gustaría mencionar aquí el nombre de Amparo Dávila), porque lo único destacablemente nacional que hay en la obra de Ramón es ese mismo poema.

Resulta bastante interesante cuestionarse qué sería del poeta sin su poema nacional. Creo que él sería, en gran parte, el mismo: un poeta apreciado por los poetas (y por quienes estudiamos la literatura), mas no por los políticos y mexicanos con un irracional y cuestionable sentido nacional, porque la poesía a las musas o a la lejanía del terruño no le brinda nada a los ideales de los palacios de gobierno. Ramón fue adoptado por los políticos como se adopta a un niño, y fue escogido por ser él quien les embelleció la voz en un poema.

Pero seamos sinceros: el sentido nacionalista que presenta este poema se ha extinguido desde hace años. La suave Patria es la parte de la obra de Ramón que ha envejecido mal y que queda ahora como “algo que ya fue”. ¿O en serio seguimos creyendo que la Patria (con mayúscula porque así aparece en el poema, aunque yo optaría por “patria”) es impecable y diamantina, o que su verdad es de pan bendito? No: la patria es, más bien, una impecable sordina.

Tengo una anécdota que me fue contada por uno de sus protagonistas: un grupo de primero de secundaria, de una institución ubicada en la ciudad de Zacatecas, se enfrentó a una pregunta en un examen de opción múltiple: “¿Qué tipo de gobierno tiene México?”. Una de las opciones era “corrupto”, y fue la más escogida. Esto no refleja más que la percepción que tienen los alumnos de doce o trece años de su propio país (de su patria), porque tal vez conocen el significado de la palabra y conocen, aunque no puedan nombrarlo, lo que conlleva vivir con la corrupción. Y aunque no sepan definir la palabra o mencionar cómo es vivir bajo la corrupción, sí evidencian lo que han escuchado en boca de otros acerca de su patria.

Aplicando la anécdota anterior a lo que hemos ido mencionando, podemos entender que toda corrupción es la continuidad de la cultura corrupta en la que nos crían, pero también puede ser la ausencia de una sociedad culta. Específicamente estamos hablando de corrupción cultural: el poema a la patria y el poeta nacional tienen un lugar especial porque atendieron a un interés particular, dejando en el olvido, entonces, a los demás poemas, poetas y escritores, parcial o totalmente.

Darle todo a un poeta por haber escrito un poema para los políticos, y abandonar a los que no escriben para ellos, es un problema para la cultura mexicana que impide el desarrollo y reconocimiento de las artes literarias de nuestros coterráneos. Por fortuna, parece ser, ya no sucede exactamente lo mismo, pero los restos de Ramón quedaron: en todo el estado, además de la Casa Museo, tenemos calles y avenidas, escuelas de diferentes niveles, colonias, estadios, presas, institutos y premios y juegos florales que llevan su nombre. Si retomamos la idea de que Ramón fue un poeta adoptado por los políticos tan sólo por escribirles, entonces, da la innegable e incómoda sensación de que todo lo que se hace “en su honor” es en realidad algo inspirado por los intereses políticos, y no por o para la cultura. Si por la cultura fuera, más ejemplos como el de Ramón, al menos mínimos, tendríamos.

Es lógico: cuando se recita uno de sus poemas frente al presidente de México y cuando se colocan placas con sus versos, sin excepción, se escoge La suave Patria. ¿Es que no es mejor colocar un verso con un sentimiento más universal que el nacionalista? Las personas gustan más de la definición que Ramón le hizo al mar, de sus naranjos, de sus torres gemelas, de las rejas, del sulfato de cobre, porque cada elemento lopezvelardeano tiene la capacidad de volverse personal en muchos de sus lectores, y aun así no se escriben sobre las paredes de las calles que lo vieron caminar.

Es complicado siquiera poder escribir, en pocas palabras, una solución a este problema tan viejo, porque implicaría un profundo cambio de pensamiento social. La educación literaria que nos brindan, niños o no, debe ser distinta en profundidad: porque no basta todo lo que se hace “en honor” a Ramón López Velarde, los zacatecanos y mexicanos, si hay suerte, conocen su nombre, mas no saben quién fue ni saben nombrar alguno de sus poemas (ni siquiera el adoptado por los políticos). Y si esto sucede con el poeta nacional, ¿qué le queda a los demás si no es ser reprimidos y seleccionados según las decisiones políticas, como es reprimida y seleccionada la obra del mismo Ramón? Seguir con la manía a esta oda es como jugar con los muertos, y en México a la muerte se le brinda un profundo respeto. Tenemos que dejar al poema (muerto) en paz.


Detalle de la portada del libro de Guillermo Sheridan, 
Un corazón adicto..., publicado por Tusquets.


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Fernando Berumen Fernández (Jerez, Zacatecas, 2003). Estudiante de la Licenciatura en Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas.

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