30.10.13
Eduardo Troncoso Espitia
Las cosas van y vienen, el sol se va al
atardecer y muere, pero regresa al alba con más ganas de vivir, aunque muera a
diario, las flores pasan de pequeños botones a grandes rosas, sólo para
marchitarse, todos morimos un poco cada día. Una de las cosas más presentes es
la muerte, nadie está exento de ella y es lo único seguro en la vida, ¿entonces
por qué nos asustamos de ella? La despreciamos como la verdad más ruin y el
destino más severo que tiene la naturaleza, ¡oh, por qué, vida, nos condenas a
la muerte! No somos capaces de aceptar la pérdida, aunque convivimos con ella,
en gran medida somos eso.
Cuando se te seca la
garganta y ves a las personas destrozadas, lágrimas y gritos desesperados a la
persona que por fin alcanzó la paz, ¿qué buscamos con eso? Despertarla, creer
que con los sollozos y los gritos regresarán, que si te desgarras por dentro el
dolor saldrá, en el llanto buscas escape, o algo mas tétrico aún, ves lo que
viene y el lugar a donde todos debemos de partir, es el miedo gritando a lo atemporal
que es la vida, es la pérdida de la presencia que llama a su rencuentro. No lo sé,
pero el dolor es real, el alma se parte y de eso una parte se queda en esa fría
caja encerrada, como llevándose el último aliento. Qué malvada es la muerte que
no se lleva sólo a uno sino que carga con todos en un instante, todos mueren,
todos lloran, todos se marchan, maldita necesidad insana que tenemos los seres
de carbono de desaparecer, maldita la hora que tú, siendo la justicia más justa
de este mundo, posas tus fauces y devoras a todos alrededor de tu verdadera
presa, eres cruel con los justos y con los injustos, nada te importa, tus
acciones son reprochadas y eres maldita en donde te paras, nadie te quiere
cerca y los que te quieren poco les dura el amor, eres más fuerte que el tiempo
y más implacable que mal, no importa que luchen o se queden quietos
esperándote, tu misericordia poco dura y cuando dura sólo es para infligir
dolor, me pregunto: ¿qué demonios tienes de justa? Si no sabes escoger a quién
tomar, eres como un niño malcriado que le gusta tomar las cosas sin permiso y
en el peor momento, cuando debes de llegar tardas y cuando nadie te llama estás
más puntual, ingrata y sin sentimientos, pronto vas a llegar abriendo tus manos
para tomar la cosecha de hoy. Me rosaste la nariz y te ríes en mi cara, maldito
tu humor negro que a todos hace llorar, sé que no eres, ni tienes nada humano,
dolor eterno es lo que esparces y cruel tranquilidad, te llevas descansando a
todos y a los que aún no te llevas los dejas temblando de frío y soledad; somos
parte de tu juego enfermo y tú eres el rey, la justicia y el verdugo, si
alguien me pregunta ¿quién controla el mundo?, yo responderé que es la que se
lleva a todos sin mirar, es la que respira siempre el último aliento y lo
disfruta sin parar, es la única justicia injusta sin salvación. Nadie mortal te
ha derrotado, y dudo que los hombres lo puedan lograr, eres quien baila con los
muertos y a ellos los haces gozar, oh, divina muerte, maldita en los que hay
que odiar y vendita en los que te tienen como amiga y no como perdición.
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