El tercer planeta. Cuatro microcuentos de Mauricio Berumen Jiménez


Maquinista de ficción

Me gusta ver a los niños asomarse a la ventana o salir corriendo a la calle para presenciar los cohetes y sus columnas de humo ascendiendo o descendiendo del cielo; es un golpe de recuerdos tibios para esta vieja cabeza que suele olvidar cada vez más. Observar a los pequeños con la frente pegada a los cristales, llamando a sus padres para que los acompañen a ver el espectáculo, me hace evocar la casa donde en otro tiempo, al fragor de la sirena del tren, hacía más o menos lo mismo. Vamos, papá, ven rápido, gritaba cuando el estrepitoso sonido rompía la quietud de las cuatro, de las seis o de las siete, pues el tren pasaba durante casi todo el día. Sin embargo, yo no me cansaba del desfile de pesados vagones venidos de tierras lejanas y de mi ilusión de ser el maquinista abordo. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y la tecnología ha dado brincos generacionales en lapsos muy cortos. La actitud de las personas ha cambiado bastante. Por eso, contemplar a los niños con su expulsión de emociones al sobresalto de las turbinas de los cohetes me hace entender que las pasiones nunca dejarán de ser iguales y que por efecto son y serán universales. Es como un espejismo sin fin, yo con las ilusiones rotas de surcar los metales paralelos extendidos por vastos terrenos, ellos ansiando ser pilotos para penetrar en el universo de noches infinitas. Deseo con nostalgia, ojalá, que uno de esos pequeños pueda cumplir sus más inverosímiles fantasías. Yo nunca pude viajar en tren, para cuando lo intenté el proyecto de traer agua de Marte había iniciado, desmantelando con ello las obsoletas máquinas de una generación efímera. Espero que el agua en el planeta rojo nunca termine, podría ser el fin de la especie humana, pero lo que más me dolería sería que algún posible piloto se quedara con la melancolía enredada en el pecho, atrapado para siempre en un deseo incumplido, como yo, que en otro tiempo fui un maquinista de ficción, que nunca más lo sería en la realidad. 


El tercer planeta

Unos ojos extraños nos miran desde afuera, desde la oscuridad; nos estudian con sigilo y nos enjuician. Viajeros del tiempo y del espacio, recorren lugares recónditos en busca de planetas cuyas civilizaciones pueden ser integradas a la Federación Intergaláctica, un aglomerado de culturas espaciales basadas en la paz y el conocimiento. Su finalidad es la trascendencia de la vida y su mejora. Estos agentes externos se han topado con el tercer planeta desde el Sol, una partícula ínfima que destella un azul pálido desde la lejanía. Al observarnos a través del espacio y estudiarnos con recelo emitieron su calificación final: Cero.


Qué se siente

Cada vez lo teníamos más cerca, listo para darle el tiro final y acabar con aquella expedición. Llevábamos tres días a caballo, se suponía que con medio día era suficiente. Sin embargo, no nos había resultado forzoso y pesado que el tiempo se hubiera extendido, al contrario, la presa lo ameritaba y el asunto era más que divertido. 

Por allí va, dijeron los del flanco derecho que lo vieron corriendo entre una nopalera. La figura zigzagueó entre las pencas. Déjenlo, es mío, nos advirtió el líder de la campaña mientras varios de nosotros desenfundábamos para dispararle. Nuestro jefe, un experto jinete, amante de los caballos desde pequeño, controló a su bestia con maestría metiéndose por donde escapaba el fugitivo. 

Después de unos minutos se oyó un solo disparo. 

Fuimos a dar fe de la muerte. Encontramos al cadáver, con su ancho bigote simbólico y el pecho lleno de sangre. En ese instante cierta aura de poder nos rodeó.

En la noche, alrededor de la fogata, contemplando los recuerdos del día, me acerqué al Presidente de la República y le pregunté qué se sentía matar a un clon de Pancho Villa.


Éxodo cósmico 

Después de miles de años de haber sido errantes y esclavos espaciales, los judíos regresaron al planeta azul y, como tantas otras veces, volvieron a buscar Israel, la tierra que nadie les prometió.


Tim White, The Krugg Syndrome.

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Mauricio Berumen Jiménez (Zacatecas, 1992). Estudió Biología en la Universidad Autónoma de Zacatecas y es Maestro en Ciencias en el Posgrado de Innovación en el Manejo de Recursos Naturales. Ha publicado un único cuento en el Diario NTR.

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