De los excrementos esculpí un corazón. Reseña de “Las cenizas del día”

Mónica Licea


Al leer el poemario Las cenizas del día (Literatelia, 2019), del poeta zacatecano Alberto Avendaño (Zacatecas, 1990), pienso en un museo negro conformado por flores azules que crecen en pulmones, alfileres que se clavan lentamente en médulas, un crujir de huesos y cuerpos como estandartes.

También pienso en los poetas malditos: Rimbaud, Mallarmé, Bukowski, Mario Santiago y después, fulminante como un relámpago en medio del desierto, aparece también el nombre del poeta mexicano desaparecido Samuel Noyola, quien se autodefinía así mismo como un “poeta bendito”. Bendito, entre otras cosas, expresó: “porque sigo caminando, bendito porque respiro”.

Creo que el presente libro, sin duda alguna, persigue el espíritu de Noyola o, mejor dicho, tiene una vocación por la iluminación, siendo el dolor una deuda saldada en versos como: Ha llegado al fin / la muerte para salvarnos de la ceniza en el espejo / del estiércol en la almohada.

En Las cenizas del día, la muerte se manifiesta como una oda a la libertad y epopeya del recuerdo, en palabras del autor: dulce beso de la página negra.

Existe una música que nace en el centro de la tierra, no precisamente en el inframundo ni el edén, es más como un paisaje sonoro dantesco que solo escuchan los hijos de la nada. Un sistema de oposiciones y reconciliaciones. Encuentros, reencuentros y desencuentros que se suceden mediante figuraciones como: la naturaleza, lo terrible, lo sagrado y la muerte, Porque la vida es la esmeralda / que uno encuentra / cuando lo que en realidad se busca / es el asesino que oculta / los cuerpos en el poema.

En un segundo respiro del libro, nos encontramos en una tertulia quimérica en compañía de autores como: Dostoievski, Roberto Bolaño, François de Montcorbier, Vicente Huidobro, Luis Buñuel, Leopoldo María Panero; aves enfermas unidas por la misma herida que el autor llama para salir de sus sótanos oscuros de la indiferencia y emerger a la luz en colectividad.

Las cenizas del día es un libro de mitología y un instructivo fallido de delirium tremens, fantasmas que se desangran y dejan a su paso un campo de magnolias. Un punto ciego entre la nostalgia y la euforia.

Un "poeta bendito", diría Noyola, un poeta bendito por estar maldito es Avendaño.



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Mónica Licea (Guadalajara, 1990). Poeta y tanatóloga. Licenciada en Cine Digital por la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV). Gestora del proyecto “Voces Encendidas” desde el 2016. Sus textos han sido publicados en diversos medios digitales en México, Colombia, Perú, Bolivia, España, Argentina, Italia, Estados Unidos, entre otros. Ha participado en numerosos encuentros nacionales de poesía tanto de forma presencial como virtual. Ha publicado las plaquettes Visión de la ira (Sombrario Ediciones) y Perro Ciego de Nostalgia Feroz (Poesía Mexa). Actualmente está por ser publicado su primer libro Hermano (Revarena Ediciones).

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