La escasez de lectura en México en jóvenes del siglo XXI

Ezequiel Carlos Campos

En los libros perdura la imagen del ingenio
y del conocimiento de los hombres.
Bacon

En el siglo XXI, en nuestro país, existen problemas muy grandes: uno de esos es la lectura. Los jóvenes dejan de leer por distintas causas; hay ocasiones que alumnos de licenciatura no tiene el hábito de leer. ¿Por qué el dilema? ¿Cuáles son las causas y efectos de no leer?
Hoy en día, no leer libros o hacerlo sólo de manera esporádica se considera una práctica inadmisible o, para decirlo en otras palabras, una falla de las comunidades letradas, las cuales pretenden que sus ciudadanos reúnan los requisitos que la caracterizaría como lectores asiduos o frecuentes.
La escasez de lectura en jóvenes mexicanos es un gran problema; existen diferentes causas sobre el porqué de la situación. Debemos mencionar que este problema no es principalmente de ellos, sino de instituciones que no hacen gran cosa por la educación, también de las familias por no dejar el hábito de leer libros para su imaginación y educación.
Este problema en México es grande. Así que el tema escogido es porque, para la mayoría de los mexicanos, la lectura trae consigo muchas dificultades, miedos o contactos desapercibidos sobre un libro. Los alumnos no saben leer un ejemplar, no lo comprenden. ¿De quién será el problema de que los jóvenes no lean? ¿En verdad trae consecuencias?
Es menester dar, primero que nada, una definición de lectura. Existe una gran diversidad de definiciones acertadas, ya que cada una de ellas contempla una seria de categorías conceptuales. En este ensayo se le definirá “Como un proceso interactivo de comunicación en el que se establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo como lenguaje e interiorizarlo, construye su propio significado constructivo al reconocerse que el significado no es una propiedad del texto, sino que el lector lo construye mediante un proceso de transacción flexible en el que conforme va leyendo, le va otorgando sentido particular al texto según sus conocimientos y experiencias en un determinado contexto”.
De acuerdo a las cifras difundidas por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística, la población de México al año 2000 estaba conformada por 97, 483,412 habitantes, de los cuales 72, 759,822 viven en áreas urbanas y 24, 732,590 habitan en zonas rurales. Cabe decir además que el total de la población 53, 700,000 mexicanos se encuentran en situación de pobreza. En lo referente al sistema educativo mexicano, de acuerdo a las cifras difundidas por la Secretaria de Educación Pública, para el ciclo educativo 2000-2001, la matrícula total del sistema registraba 29, 669,046 estudiantes en todos los niveles educativos.
Existen personas, aún en estos tiempos, que no saben leer ni escribir.
El problema actual de la falta de lectura en México viene desde la escuela, está unido a un sistema escolarizado que le “quita el apetito” de leer a los niños y a los jóvenes al someterlos a una serie se disciplinas absurdas, cuando en realidad podrían disfrutar directamente de los libros, en lugar de saber de qué tratan éstos, dijo el escritor Juan Domingo Argüelles.
La lectura debería generarse a partir del gusto por hacerlo, una satisfacción personal; esto se puede producir cuando alguien es capaz de sentir un placer por tomar un libro, y mucho más al leerlo.
En una entrevista divulgada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el poeta, ensayista, crítico literario y editor Juan Domingo Argüelles, comentó que “Para el poeta, la lectura debe ser un contagio de entusiasmo y no un sistema educativo mal aplicado”.
La institución, en este caso, la escuela, ¿en verdad tiene el problema de no enseñar a sus alumnos a leer un libro? En muchos casos, los profesores no tienen la idea de que el alumno crecerá y sus hábitos aprendidos de sus instituciones les ayudarán para su futuro. Creen que el estudiante que no lee es igual a uno que lo hace. ¿La familia no tendrá también culpa por la carencia de lectura en sus hijos? También, porque el problema viene de raíz, o sea, desde la descendencia.
Es un argumento erróneo el decir que el hábito de la lectura se perdió debido al avance tecnológico, porque en países de primer mundo y muy avanzados en cuestión de tecnología, son lugares donde hay más lectores, tales como Estados Unidos, Japón, Alemania y Francia. México está por debajo de países como Argentina, Brasil, Chile, Cuba y España.
 Nuestro país, entonces, aparte de que no tiene un gran avance tecnológico, tampoco lo tiene en educación.
Alguien explicó que entre los muchos beneficios que tiene la lectura es que genera ideas, mismas que se vuelven proyectos, los cuales se convierten en dinero cuando esas ideas se convierten en éxito. También aseguran neurólogos y psicólogos de prestigio, enriquece la atención, incrementa la memoria, mejora la capacidad de atención, aumenta la motivación, reduce el estrés, irriga las neuronas, sensibiliza los nervios, estimula el cerebro, ejercita el intelecto y despierta la imaginación.
Es un caso desesperante que las instituciones, profesores y padres de familia, no se den cuenta sobre la importancia de leer. El alumno se enriquecerá de muchas aptitudes positivas y privilegios.
Mucho se habla de que en México no se lee –en otra postura–, pero esto, en la opinión del escritor Juan Hernández Luna, es una falacia. “En nuestro país se lee mucho. Basta ver las oficinas de los grandes periódicos, de las editoriales de revistas de espectáculos, de cómics”. El problema del sistema educativo es que los maestros están muy mal pagados, con varias materias por atender –en unos casos­–, y no existe el hábito en casa, parece pedante leer.
Y luego agrega: “Nos quieren enseñar a leer a través de La Ilíada, La Odisea, Don Quijote de la Mancha, La Divina Comedia, cuando sabemos que estas obras, en un lector que inicia, resultan más bien antídotos, vacunas para no acercarse más a la literatura”.
El alumno es una persona solitaria. Y como dice Goldsmith: “La primera vez que leo un libro excelente me parece haber ganado un nuevo amigo. Cuando lo vuelvo a leer más tarde es como si me encontrara, con un viejo amigo”.[1]
Una de las primeras necesidades del ser racional fue transmitir a los demás, de su época o de futuras generaciones, emoción y vivencias en un medio de comunicación muy importante.
Es primordial la lectura porque con ella hay un crecimiento, se ingresa a otros mundos, el músculo de la inteligencia se fortalece, al igual que el de sensibilidad y se amplían las fronteras de la imaginación. Los jóvenes tienen miedo de abrir un libro y encontrarse con un mundo inverosímil. Ese miedo es causante por personas que no enseñan que existen muchos mundos, en este caso en la literatura. Creen que la realidad es tal y no existe otra, es algo muy erróneo; hay que pasar las fronteras de la vida y entrar a una totalmente diferente. “La ficción es la verdad que se encuentra dentro de la mentira y la verdad de esta ficción es muy sencilla: la magia existe”.[2] Entonces, pues, hay que encontrar la magia de los libros para viajar a mundos muy diferentes.
En México se promueve la lectura, comenta el escritor Jaime Muñoz Vargas, y los padres son los principales culpables de que los jóvenes no lean, eso con la complicidad de un Estado que tradicionalmente se ha cruzado de brazos para admirar la antipatía contra el libro. El problema es muy grave y difícil de resolver, pero en síntesis, el escritor dice: “¿Qué demonios le va a interesar la lectura a un país donde la gente vive maniatada por la subeconomía de supervivencia doméstica y por el mensaje bobo de la televisión [...]?"
De acuerdo con las cifras de la UNESCO, México ocupa el penúltimo lugar en hábitos de lectura de una lista conformada por 108 naciones del mundo, con un promedio de lectura de 2.8 libros anuales por habitante. Es una cuestión que no causa alegría.
Al leer un libro se abren demasiadas puertas; hay veces quizás, donde el alumno no esté en contacto con su cuerpo, tengo problemas personales que no lo dejan estar bien. Pero al leer todo se vuelve pasado, como dijo Montesquieu: “De todas mis penas me he consolado siempre con una hora de lectura”.[3]
Hay que enseñar a los jóvenes a leer. En México, pues, es un problema que día a día se observa por las escuelas. Los estudiantes son menos cultos, con más flojera y con dificultades en las calificaciones. Instituciones, profesores y padres tienen que pensar más claro al educar a los estudiantes. La lectura es esencial en cualquier escuela y además servirá para los estudios superiores del alumno. Todo es necesario, pero más la atención hacia ellos y hacia los libros que esperan ser abiertos, ayudándonos a explorar por sus adentros.
Es importante dejar claro en este ensayo que actualmente, la lectura empieza a ser reconocida ya a nivel mundial como un elemento fundamental y estratégico en el desarrollo de las naciones y en el bienestar de los ciudadanos.
 Nuestro país vive un momento muy terrible en la materia de las lecturas en escuelas y en los hogares. Nadie se ve que esté interesado en cambiar la situación y hacer mejoras al respecto. Puede pasar desapercibido por las instituciones que se encargan de esto; pero por las personas que desean que el país tenga un mejor crecimiento, jamás se pasará sin estudiarse los casos del país de la actualidad.
Se tiene que enseñar a leer a los jóvenes, no importan los gustos. Existen libros para todas la materias, entonces, no existe excusa para no leer; al contrario, es una necesidad hacerlo, para su educación, su mejor conocimiento y, lo más importante, para su futuro. Si en las escuelas no dan el hábito, uno, como estudiante, tendrá que hacerlo propiamente, en su hogar o en cualquier otro sitio donde haya tranquilidad para hacer las lecturas.


BIBLIOGRAFÍA:

KING, Stephen, It (Eso), traducción de Edith Zilli, 3ª reimpresión, México, Debolsillo, 2011.
SORIANO, Raúl, Frases célebres de hombres célebres, 7ª reimpresión, México, Editores Mexicanos Unidos, 2010, (Librería Serie Varios).




[1] Raúl Soriano, Frases célebres de hombres célebres, México, Editores Mexicanos Unidos, 2010,  p. 57.
[2] Stephen King, It (Eso), traducción de Edith Zilli, 3ª reimpresión, México, Debolsillo, 2011, p. 7.
[3] Raúl Soriano, op. cit., idem

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