La correspondencia amorosa bajo condiciones imperfectas en "Santa" de Federico Gamboa

Mariana Michelle Raygoza Castro


En la obra Santa de Federico Gamboa describe una sociedad aún conservadora donde se muestran personas de buenas costumbres, sin embargo el autor nos refleja el lado indebido y escandaloso, personajes catalogados como inmorales o desgraciados pero nunca exentos de sentimientos de naturaleza humana, un ejemplo es la relación sentimental de Hipólito y Santa, quienes centraron mi interés por la condicionalidad perpleja de su amor posible sólo por el proceso de transformación que ella tuvo que atravesar para al final concluir juntos y ser aceptados el uno por el otro.
           Santa, al momento de ser tomada en la intimidad, es descrita por “[…] sus duros senos de aldeana; y su bellísimo cuerpo trigueño y mórbido adquiría rigideces de acero, griegas curvas atléticas, sonrosada coloración de sangre guerrera y primitiva [...]”[1]. Ella es carne joven, bella y casi sin estrenar, es juzgada por fuera como hermosa sin querer ver más allá de la corteza.
           Hipólito, en cambio, es un ciego que puede entrar a su trabajo para tocar el piano “[…] sin más ayuda que el bastón, astroso y chorreado, muy de sombrero en su mano libre, sonriente y mirando sin ver con sus horribles ojos blanquizcos, de estatua de bronce sin pátina […]”[2], denota que su apariencia es bizarra, pero los clientes decolorados y morbosos no van para verlo sino a sentirse seducidos por las mujeres, y la música del ciego es parte del encanto.
           Hay un factor que destaca de ambos, ella, siendo preciosa, es una mujer de todos o de nadie, quien no desea entregar su querer; él es un hombre con la capacidad y talento de crear magnificencia a su paso en el juego de seducción de la casa a través de la música, ambos entregando, por necesidad monetaria, lo que más se es deseado, sin embargo, es verosímil: Un cuerpo que brinda calor a oscuras sin la mínima intención de devoción y una melodía emotiva utilizada como expresión en un momento de torpe calentura febril.
           Santa, siendo valorada por lo externo, no era capaz de sentir amor por él “[…] se puso seria, porque al propio tiempo que entendió la discreta alusión del pobre músico, ¡ay!, entendió, asimismo, que ni asomos de amor nutría por él, ni pizca […]”[3], a comparación de él, que no podía verla en su disfraz de piel complaciente, se enamoró de su historia y su casi virginal corazón, de forma aparente lo único sin estrenar.
           No es hasta que Santa enferma y es rechazada por todo aquel hombre que alguna vez amó que se da cuenta de su repugnancia interna pese a su enfermedad, el único que queda infalible a su lado es aquel a quien le fue privado el derecho de percibir mediante la vista la podredumbre del mundo, pero sobre todo, que amó cada una de sus carencias de vida y le calzó los pasos a su amada en total empatía, sin remedio alguno, ambos se aventuraran a lo único que les queda por delante, una vida juntos, donde al fin encuentran un amor que no me atrevería a llamar verdadero, sino esperanzado, no pueden ser comparados para juzgarse, por un motivo triste y decadente: la enfermedad propia, ahora compartida.
Tomada de http://revistacritica.com/
           Se ve a la hora de la muerte de Santa la reflexión del ciego “[…] ¿Qué eran ella y él...? ¡Ah!, ahora sí que veía, veía lo que eran: ¡Ella, una prostituta, él un depravado y un miserable!”[4] Se aventuraron porque ya no quedaba nada que perder, Hipólito, que ya había perdido lo poco que tenía, hacía ya bastantes años, ya no poseía nada y ella lo perdió todo a su corta edad. Se poseían y adoraban en decadente ambigüedad por compartir el mutuo pesar y querer convertirlo en dicha, dos personas disfuncionales en busca de un amor ideal perecen de forma catastrófica y perfecta, digna de su propia naturaleza sentimental.




BIBLIOGRAFÍA:
GAMBOA, Federico, Santa, México, Grijalbo, 1999.





[1] Federico Gamboa, Santa, México, Grijalbo, 1999, pp. 109-110.
[2] Ibid., p. 35.
[3] Ibid., p. 133.
[3] Ibid., pp. 325-326.


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