Campanas tubulares

Jesús M. Koyoc Kú


Para C. S. y S. R.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.
César Vallejo


I
Todo se reduce a esto:
los trozos de la tarde
perezosa encerrada en
campanas tubulares
derretidas en cenizas
que adormecen el
silencio de las luces
y los ojos saboteados
por la sangre que se
sube a la cabeza.


II
Bailamos dentro
de burbujas metálicas
persiguiendo aros de humo
que se escapan
de la punta de la
cordillera atabacada
hacia el crepúsculo babeante.


III
La cafetera ronronea las últimas gotas del líquido que se acaba con el presente que me guarda. Los segundos tilinretintinean en el canto de los pájaros que encienden la noche con sus plumas cargadas de estrellas. Vamos cayendo al fondo de un zapato que se azota contra el suelo. ¿Son mis canas perfumadas las únicas de este universo?

IV
La risa se refugia en el fondo de una lata de cerveza hasta que me azota la boca como si fuera la cola de un caballo. El cielo arroja flores que incendian el camino. Estoy sentado sobre la punta de un copo de nieve que atraganta las lágrimas metálicas del tiempo encapsulado: tiempo tiempo tiempo.

V
Soy Macedonio, padre de Jorge.
Soy Miguel, hermano de César.
Soy Manuel, amigo de Germán.
Soy Altazor, creador del universo,
quien desciende en
un paracaídas que rebota
en el paisaje de cristal
en la borrasca de la noche
en el melodioso magnetismo
de la campana tubular
que resuena en el fondo
de un bote de basura.


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