Arduo trabajo

Eduardo Troncoso Espitia


Me oculto del sol; para mis propósitos no es nada aceptable el dejarse ver, la lista de nombres ya supera las dos páginas, hacen mención de mí en los diarios, es gratificante que reconozcan tu trabajo, que te teman, dicen: extremen precauciones, no viajen solas y de noche es mejor no salir. Sueño que cuando deje este mundo se cuenten historias sobre mis hazañas y que la mención de mi nombre consiga estremecer, aterre a todos, se crea que fui más que un hombre, que me consideren un demonio, cruel, tenaz, tocado y encarnación del mal.
Debo de admitir que los primeros nombres de la lista fueron tan fáciles y tan gratificantes, lo que consigue la falta de experiencia y la emoción de las primeras veces, se deben aprovechar, son las mejores no como ahora que debo de ocultarme, disfrazarme, escoger y vigilar por mucho más tiempo, ya no puedo ser un perro rabioso que muerde a quien se le da la gana, se pierde la diversión con un plan tan calculado, tan meticuloso, pero aún queda tanto por hacer, tanto de mi trabajo que no me puedo dar el lujo de perderme en mis placeres, mi misión es clara y dedo de cumplirla.
Lo mejor es que una vez terminados mis juegos viene lo bueno, guardar la sangre, siempre deben de estar dos mujeres, la que tiene más tiempo es la que corta las venas de la otra chica con una alegría de niño en navidad, lamentablemente no se gana la libertad que le he prometido, la amarro frente a la otra chica y veo lentamente cómo se consumen las dos en su odio, esa expresión fría y callada de resignación, de perder toda esperanza, de abandonarse, de dejar todo en mis manos, de ver sus rostros, la expresión más bella, penosa y patética se vuelve algo adictiva.
La lista está terminada: 31 nombres por página por trece hojas, cada una escrita con su sangre, marcada con sus lágrimas y sus gritos callados, los sueños perdidos. El trato es claro y mi parte está cumplida, preparo todo para el último rito, tanto trabajo y placer convertido en hastío valdrá la pena, por fin la conclusión merecida y tan buscada. La voz comienza a hablar, una voz grave e inmensa que está en todos lados, no sale de un solo lugar, no sé cómo pude estar tanto tiempo sin escucharla, llega el fuego que nace de la sangre reunida, los sueños culminados de tantas vidas, aparece ella, colmada de sangre de dolor y odio, surge de las otras vidas, sabe quién soy, lo sé por el brillo de sus ojos, en sus gritos, en sus manos. Juré que no gritaría, que no lloraría, que me despediría solemnemente sin ningún gesto pero el tacto de sus manos duele, quema como nada que he sentido, ni el hierro ardiente se siente como sus manos, y ellas me inspeccionan todo el cuerpo, me acarician la cara, no hacen más que tocarme y verme con sus ojos brillantes, duele, quema, destroza, por fin mi cuerpo tiene una reacción involuntaria, los gritos se callan y ahora comienzo a reír y ella también está riendo, todo el mundo ríe y llora conmigo, ríen al imaginarme y verme al escuchar mi nombre pero yo lloro en mis adentros, muy adentro, al tocar su mano y no acostumbrarme al olor de piel quemada ni a sus ojos brillantes y de color rojo. 

Sin derechos

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