Dualidad

Arturo Aguilar

No hay luz sin oscuridad.

En el principio Dios creó todo. Eventualmente creó la figura humana con el nombre de Adán, a su imagen y semejanza. Este hombre vivió en la Tierra primero con Lilith y luego con Eva según la tradición judaica. A su vez en el reino de los cielos habitaban ángeles; seres divinos al servicio del Creador. Hubo uno en especial que codició lo que Dios era. El ángel más hermoso y cuyo nombre hace referencia a la luz más brillante. Renegó de Dios y éste lo mandó a la Tierra. Lo arrojó al planeta de los mortales para que hiciera y deshiciera a su antojo, también trajo seguidores. Luz Bella logró hacer que seres de bondad pura hallaran en su esencia envidia; codicia; celos; maldad.
A lo largo de la historia las Santas Escrituras han presentado innumerables casos de fe y de obediencia al Creador con promesas de recompensa en el Reino de los Cielos. Pero las cosas no son tan divinas como por lo regular se cree, no siempre los hombres han seguido el “camino del bien”; ha habido casos observados (y actuales) de personas que se han corrompido por la maldad, por la codicia, por el poder como ese ángel hizo alguna vez. Los hombres han sido testigos y víctimas de ese duelo que desde el inicio de la humanidad empezó: Dios vs Satanás. El hombre alberga el bien y el mal en su corazón.
Si te portas bien, te irás al Cielo, es la sentencia que el hombre conoce desde que es niño; es el legado de años y años de cultura y de creencias que de ser cuestionadas crearían un enorme cataclismo en el mundo. Si alguna persona va en contra del dogma o simplemente se muestra escéptico ante ideas que han sido arraigadas a la existencia de las personas desde su alumbramiento, se le ve con malos ojos, se le tacha y se le discrimina. Más en un país como el nuestro. Ya desde hace siglos se crearon conceptos que resultan de gran ayuda para la manipulación ─Infierno, Cielo, Mal, Bien, lo Correcto e Incorrecto─ y para que los humanos sigan “el camino del Bien”. Muchos de éstos denominados por Jung “arquetipos”.
Ciertamente ha habido, y hay, personas que creen en la tradición cristiana (o en cualquier otra) sin objetar siquiera algo por muy leve que sea. Harán lo bueno y lo correcto para obtener frutos divinos. Otros se cuestionarán con harta seriedad estos conceptos y el origen de los mismos diciendo: “¿puedo creer en algo tan abstracto como el Cielo o su contraparte si jamás alguien ha regresado de esos lugares y contado a los mortales cómo es?” Ese tipo de razonamientos se han visto en la Historia de la Humanidad, desde la Teología hasta la Ciencia. Hay dos tipos de personas: las que se creen los conceptos dados desde años atrás y los que los cuestionan.
Ese ángel que envidió a Dios parece más que un ser que fue de luz parece un humano de carne y hueso. Uno que codicia, ambiciona y desea como cualquier otro hombre en el mundo. No es muy distinto de ese Dios cristiano que hace cosas similares que los humanos. ¿Quién no ha luchado por algo que una vez codició? ¿Quién no ha ambicionado cosas? ¿Es factible una analogía del Hombre con Luz Bella?
Esa lucha de Dios y Luz Bella es una metáfora bíblica para denominar al hombre. Mas debe aclararse que el hombre no es ni bueno ni malo, la psique y el comportamiento humano es mucho más complejo que sólo eso. Si se ve a Dios y Satanás por un momento como unidad, no sería tan descabellado decir que ambos están en la naturaleza humana. El hombre es Dios y Lucifer a la vez.
Si una persona realiza un crimen por primera vez ─como un asesinato por venganza─ va a escuchar en su cabeza a esas dos figuras que están inmersas en el conocimiento colectivo: el “ángel bueno” y el “diablo malo”. Cada uno le estará diciendo qué hacer según su sentido de las cosas, según su ideología. El ángel bueno dirá: “no lo hagas, esto no te dará más que miseria y tristeza. Muestra perdón y tu alma descansará”, por su parte el ángel malo susurrará: “Hazlo. Mátalo. Se lo merece, ya verás que te sentirás de maravilla cuando cobres caro lo que te hizo”. Según el psicólogo y agente del FBI Joel Norris, los asesinos seriales experimentan una especie de círculo vicioso que comienza con las fantasías sobre asesinatos de alguna persona, luego con una decisión, después con planeación, cacería, éxtasis y al final una fase de melancolía donde luego de saciar sus ganas de matar se deprimirá y de ahí o vuelve a matar porque la adrenalina que sintió al hacerlo lo vuelve adictivo o jamás vuelve a hacerlo.
¿Quién alguna vez no ha oído a esas dos voces?:

                            ÁNGEL BUENO.— ¡Oh, Fausto! Deja a un lado ese condenado libro y no mires en él, que tentará tu alma y atraerá sobre tu cabeza la pesada ira de Dios. Lee las Escrituras, que eso otro es blasfemia.
                          ÁNGEL MALO.— Sigue adelante, Fausto, en ese famoso arte donde se contienen todos los tesoros de la naturaleza, y serás en la tierra, como Júpiter en el cielo, señor y dominador de los elementos.[1]

     Hubo un viejo pecador en el siglo XVIII que dijo: “si Dios no existiese habría que inventarlo”.[2] Ese ser divino, bondadoso y Todopoderoso ha sido tergiversado por personas con máscaras bondadosas con el fin de explotar al pueblo y dominarlo con el miedo. Aún las personas que aparentan bondad son las que han hecho cosas terribles, la historia de la Iglesia Católica (que es la que se está versando) es fiel ejemplo de esto. Entonces, ¿personas del clero que violan o asesinan y que son siervos del Señor no pueden ser tachados de malvadas? ¿Sólo por llevar un colgante con la cruz de Cristo son fieles a lo correcto? La dualidad Dios-Luz Bella está también en su naturaleza, como en el resto de nosotros: “[…] el sacer­dote abusa del nombre de Dios: al estado de cosas donde él, el sacerdote, fija el valor de las cosas, le llama “el reino de Dios”, y a los medios por los cua­les se logra y mantiene tal estado de cosas, “la vo­luntad de Dios”; con frío cinismo juzga a los pueblos […]”[3].
Tomada de: http://elfaustocg.blogspot.mx/
Si se toma como referencia las teorías freudianas se puede afirmar, de manera metapsicológica, la existencia de una parte bestial en la naturaleza humana, la cual es totalmente proclive a hacer daño y causar destrucción.[4] Esa parte en la naturaleza humana es lo que se puede llamar Diablo, ¿quién no ha tenido alguna vez, por muy leve que sea, el deseo de destruir, de aniquilar? Y retomando la dualidad está, por su parte, el bien; la conciencia; lo correcto ejemplificado en otro concepto psicoanalítico: superego o superyó (heredado del complejo de Edipo y contrario a la parte salvaje llamada id)[5], el cual es la conciencia, nuestros límites de acción. Cuando hacemos algo y tenemos cierta angustia o arrepentimiento es indicio de que el superego actúa, diciéndonos que hicimos mal.
El hombre tiene la capacidad de elegir y con ese yo (del latín ego) en el centro, decidiendo adónde ir, puede decidir si hace bien o si hace mal. El hombre puede elegir ser parte de Dios o de Lucifer. Aún así, ¿por qué se elige el Mal? ¿Por qué se hace el Bien? Los motivos varían y son relativos: puede ser que a veces el hombre no sea capaz de dominar esa elección, es decir, si una persona tiene la capacidad para no dejar salir a sus demonios, ¿por qué otra sí los deja libres? A esto hay varias respuestas, como que esa personalidad sea el resultado de un tormentoso entorno, o que en el fondo de su corazón sí desee tomar el camino del Mal, o algún trastorno psiquiátrico que lo hace “hacer el mal”.
Asesinar ha sido la mayoría de las veces tema central del debate Bien-Mal, si se toma como ejemplo a dos personas: una que jamás sería capaz de tomar la vida de otro, y otra que vive para matar, sus argumentos distarían mucho. La primera persona diría: “yo jamás sería capaz de quitarle la vida a alguien más, no soy nadie para hacerlo. La culpa me mataría”, a su vez el otro diría: “el humano es cruel en esencia, le fascina matar porque quitar la vida es la forma más parecida a ser Dios, la culpa es algo que se creó para reprimir nuestros impulsos”. Con estos dos posibles testimonios se puede encarnar a Dios y al Demonio. El primero sería Dios porque tiene culpa, tiene amor y sabe hasta dónde se debe llegar (paradójicamente el Dios cristiano es violento, vengativo e iracundo), el segundo sería el Demonio porque matar es ser todopoderoso, y ése es el mayor anhelo de Lucifer: ser Dios. Todo desde el Cristianismo Católico. Esto en un humano puede denominarse Complejo de Dios[6]. Ahora, ¿quién de los dos está en lo correcto o en lo incorrecto?
Freud dijo una vez: “¿Quién puede decir, a fin de cuentas, qué es lo normal y qué es lo correcto... o lo que puede ser anormal o erróneo? ¿Quién puede decirlo?”
Sin derechos.
Fausto, la obra de Marlowe ─después esta leyenda sería llevada a la cúspide por Goethe─ es un bueno ejemplo literario (como otros cientos) que demuestra lo antes dicho. En el personaje central ocurre el bien y el mal. Fausto vende su alma a Lucifer por el precio de veinticuatro años de voluptuosidad y sapiencia. He ahí otro motivo por el cual el hombre se iría “al lado oscuro”. La ambición es también un magnífico ejemplo de esa dualidad: si una persona es de alma ambiciosa, luchará y luchará para obtener lo que desea, pero si excede sus límites y le gusta obtener lo que desea sin importar el precio y sin importar llevarse a otros entre los pies puede decirse que es malo o arribista, porque en el camino no respeta a terceros y su sentido de empatía ha sido borrado de su alma. Fausto encarna el mal ya que le dio su alma a un demonio llamado Mefistófeles por placeremos mundanos, pero también encarna el bien porque al final se arrepiente y pide piedad aunque de nada le sirve. Una persona es capaz de dar todo con tal de cumplir sus ambiciones:

                            Esto es lo que Fausto desea más. ¡Oh, qué mundo de provechos y deleites, de poder, de honor, de omnipotencia se promete aquí al estudioso artífice! Cuantas cosas se mueven entre los quietos polos quedarán sometidas a mi mandato. Reyes y emperadores sólo son obedecidos en sus diversas provincias, mas no pueden levantar el viento ni desgarrar las nubes, mientras el dominio del mago de eso excede y llega tan lejos cual llegue la mente del hombre.[7]

No debemos ser tan rigurosos con las personas que eligen un camino distinto al convencional. Antes se mencionó que también el sentido de justicia, de injusticia, de bien, de mal, de Dios o Lucifer es obra del entorno en el que se crece: “[…] la personalidad surge de las fuerzas personales y sociales que actúan sobre el individuo desde el momento mismo de su nacimiento”.[8] Tomando como ejemplo a un niño que crece en un lugar de violencia, de odio, y luego conoce el dolor y la muerte, después alguien llega y le habla del Bien, de lo Correcto, de Dios, ¿qué responderá él?
Es en estos casos cuando los conceptos se tornan aún más relativos, lo que para ese niño le parece justicia, a otra perspectiva le parecerá injusticia, crueldad. Su entorno hará que poco a poco su “ángel bueno” muera en su corazón, de este modo no es ninguna fuerza sobrenatural la que lo haga actuar acorde a su sentido de justicia o de bondad, será un mundo que así lo forjó. Su dualismo terminará y se consolidará en la oscuridad. Si él actúa según su sentido de las cosas, ¿está equivocado?
Muchos casos ha habido de personas que disfrutan causando mal, asesinando, violando, blasfemando y con cínico hedonismo cada cosa horrible que se les viene a la mente, y lo disfrutan (hay que aclarar que se han conocido casos donde es simplemente el patrón de algún trastorno[9] que lleva implícito el goce, es decir, no tanto el placer por el placer), les encanta a la mayoría, reniegan de Dios (de su lado benévolo) y adulan a Satanás (se entregan a su maldad). En la Biblia misma hay otro ejemplo digno de interpretarse como metáfora de la dualidad Bondad-Maldad en los hombres. Cristo y el Anticristo. El primero es un hombre divino, celestial: el Verbo Solar, el Hijo del Hombre que es quien carga las culpas de las personas y quiere redimir a los pecadores (desde el cristianismo paulino), y el segundo es su antagonista, aquél que traerá destrucción y miseria al mundo, aquél que se opondrá a Jesús y al Reino de los Cielos. Si Satanás es la maldad espiritual, el Anticristo es la maldad encarnada.
Estas analogías de Dios-Luz Bella y Cristo-Anticristo con la naturaleza del hombre son factibles porque la Biblia es un libro altamente metafórico, plagado de comparaciones, símbolos, parábolas, analogías, tropos y muchas más figuras retóricas. Además porque ahí se ven acciones que hasta la fecha siguen vigentes, como la blasfemia y la oración, la muerte y la vida, el bien y el mal. A pesar de que la Biblia se escribió antes aún del Rey Salomón sigue vigente. ¿Cuántas personas no hay que fueron devoradas por el remordimiento? ¿Quién no está al tanto de que en el fondo de su alma se lleva todos los días esa lucha del bien contra el mal que parece eterna? Ya Robert Louis Stevenson en El Curioso Caso del doctor Jekyll y el señor Hyde lo dice: en nuestra alma hay dos fuerzas opuestas luchando constantemente.
¿Cuántos santos no hay que hicieron mil atrocidades en su camino a la canonización? ¿Es redituable entregarse al lado oscuro para llegado el momento de pagar arrepentirse como esos “santos” hicieron? Guerra, muerte, lujuria, piedad, crueldad, sonrisas, abrazos, venganza, envidia, besos, amor, éstos han estado presentes en el camino de una persona buena y/o de una persona mala, son actitudes, sentimientos y acciones que están presentes en los humanos sin importar nada, son contrapartes que se unen en el corazón humano, en un corazón que todos los días lucha contra sus demonios o contra sus ángeles.
Si un sujeto empieza a renegar de lo divino, a entregarse al demonio, si empieza a matar, a robar, a violar, a torturar, a hacer cualquier tipo de cosas de esa índole se convertiría en alguien malo, la maldad lo poseería, sería otro Luz Bella que envidió y a quien el orgullo hizo como hizo, retaría a Dios. Sería también un Anticristo porque se opondría a lo bueno, a lo justo y noble, porque iría en contra de Dios y de su descendiente, el hijo de María, y sobre todo iría contra la opinión políticamente correcta. Si no tuviera conciencia ni empatía sería esto y más, es decir, ninguna fuerza impalpable (ni divina, ni infernal) lo haría ser como sería, sino que en el fondo de su corazón tomaría la elección de a qué naturaleza entregarse.
Ha habido muchos anticristos en el mundo: “[…] Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y darán falsas señales y prodigios para descarriar, si posible, a los escogidos”[10], que causaron guerras o que traen miseria al mundo y aun así han tenido seguidores, esto es porque su naturaleza mala está más activa y es más poderosa que la buena, porque su Lucifer metafórico e interno es supremo a su Dios metafórico e interno, pero, incluso, ellos están en la creencia de que hacen lo que es correcto y lo que está bien, y no tienen remordimiento al causar lo que causan porque al final de cuentas el fin justificará los medios.



BIBLIOGRAFÍA:
MARLOWE, Christopher, Fausto, Orbis y RBA, Argentina, 1982.
DOSTOIEVSKI, Fedor, Los Hermanos Karamazov, EMU, México, 2004.
NIETZSCHE, Friedrich, El Anticristo, Tomo, México, 2009.
CUELI, José, et al, Teorías de la Personalidad, Trillas, México, 1990. Psicología Online.          




[1] Christopher Marlowe, Fausto, Argentina, Orbis y RBA, 1982, p. 8.
[2] Fedor Dostoievski, Los Hermanos Karamazov, México, EMU, 2004, p. 129.
[3] Friedrich Nietzsche, El Anticristo, México, Tomo, 2009, p. 10.
[4] La parte salvaje, impulsiva, hedonista, cruel e innata del alma humana, la cual va reprimiéndose al avance de los años. Cfr. José Cueli et al, Teorías de la Personalidad, pp. 39-94.
[5] El superyó tiene una relación particularmente íntima con el complejo de Edipo y se ha formado como consecuencia de las identificaciones con los aspectos morales y prohibitivos de los padres. Ibid., p. 75.
[6] En psicología popular, se denomina “complejo de dios” a la confianza inquebrantable que muestran algunas personas en su habilidad personal, privilegio o infalibilidad, cercana a la que se aplica tradicionalmente a Dios.
[7] Christopher Marlowe, op. cit., pp. 7-8.
[8] Cfr. José Cueli, et al, Teorías de la Personalidad, p. 132.
[9] Como David Berkowitz.
[10]  Marcos 13:22.

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