Sobre el poeta y los ríos

Ezequiel Carlos Campos



Descubrí en Gilberto Owen que el poeta era un náufrago. En Poemas para leer mientras no llueve de Juan Manuel Bonilla Soto, que el poeta es un río y la poesía es el mar. El destino del poeta es un naufragio inaplazable, un presagio / que emprende el vuelo. Y éste, sea como sea No le teme al naufragio: / la catástrofe es otro sinónimo de nada. El poeta es presa de la vida, de los demonios, de las sensaciones insoportables que conlleva tenerle miedo a vivir. Es el río que, poco a poco, como con temor, se dirige al mar.
Quedar, en apariencia, sin memoria, nos dice el poeta, Extender el brazo / sin tener conciencia que se trata de una súplica, y es que el poeta necesita tranquilidad, tiempo y más tiempo para poder escribir un poema, como el Éufrates construyendo su camino, creador de aguas y de imágenes: poeta y río se hacen uno para una eternidad de aguas y palabras: porque ese es el requisito / que le da vigencia / a un capricho llamado eternidad. Nosotros, como poetas, pasamos sobreviviendo de los no sé qué que la vida misma nos impone.
Nuestra historia: la de los ríos y los mares, la del poeta y su búsqueda de la eternidad y la de cada poema que, con su ritmo y sus imágenes, deja la herencia de unos nombres y los deseos de todo hombre.
La poesía es sólo eso: / un patrimonio endosado con anticipación, / la bóveda rodante de una historia que, indebidamente se prolonga en siglos, / en olas que transforman / su apariencia a cada paso. Los poemas, al ser escritos por el poetarío, son testigos del paso de la historia, y las palabras son el viento y su siseo que mueve el agua para que se vaya a los mares. La memoria del poeta es de corto alcance, / es un ciclo que dura apenas una ola. Por eso es necesario escribir, que las letras conjunten palabras y las palabras bellas imágenes, y las imágenes poemas inolvidables.
¿El río le teme al mar? ¿Esas pequeñas aguas no quieren enfrentarse a la inmensidad del territorio marítimo? ¿Es el poeta el que teme enfrentarse a la poesía? ¿Qué es la poesía? ¿Qué es el mar?
Juan Manuel Bonilla Soto nos enseña cómo construir un poema: Nos consta el ritmo, la cadencia, / la ternura / y la consonancia de sus pensamientos. Así como también nos dice que la poesía: Aunque benignos casi todos, / también somos testigos de su furia, / de sus clamores y de su dolor / cuando desbordan su elocuencia. Las onomatopeyas del río, del poema, del mar, hace que escuchemos su alma con tan sólo ponernos una concha en la oreja, o cuando nuestra amada, después del acto sexual, nos declama el poema más bello del mundo.
Para eso hay que buscar aquella prolongación de nuestra vida, los ríos mentales que hacen click cuando el agua choca con nuestra cabeza; cuando el poema está en nuestra lengua y las manos se encargan, junto con la tinta, de hacerlo palpable. Los poetas son la materia dispuesta, / esa que todo Dios anhela / para crear el arquetipo en donde deben transitar / los sueños de hombres en vigilia. Los sueños de todos: el del río que busca, aunque con miedo, hacerse mar; el del hombre y su transcurso por la vida; el del poema y su deseo de ser poesía.
El poeta es todo, la poesía es todo: las palabras, el agua, las hojas, la carne y el hueso. Somos esos poemas que se leen mientras no llueve, tú y yo, seres que caen de la nube para aplastarse en el suelo y conjuntándonos en una cosa: la poesía.
Lo que yo buscaba al leerte, Juan Manuel, es lo mismo que buscaste tú: Yo sólo buscaba prologar / las puertas que anidan en tu nombre, / las íes para arraigar los puntos, / la ardentía de esa eternidad, / los deseos de escape y de encalle, / las transformaciones de tu esencia, / los murmullos de tus propios ríos.
Y vieras que eso era.

Publicado en Crítica. Forma y fondo del Diario NTR
el 29 de noviembre de 2017. 
            

Juan Manuel Bonilla Soto, Poemas para leer mientras no llueve,
La Nigüa, México, 2017. 

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