El suicidio del primer hombre. Siete poemas de Daniel Silva


Encrucijada

Una mujer de arena comienza a amar a un hombre de su especie
sin darse cuenta, juntos van dejando un rastro de sangre y luz
producto de una fuga en sus corazones para los que habrán de seguir

la lluvia va dejando en ellos marcas de violencia
de un amor tan frágil como sus cuerpos

se encuentran confundidos en la mirada nocturna de su hijo
atentos al tenue latido que habrán de heredarle
ya han dejado de temerle a Dios.

La muerte busca en sus corazones
algún recuerdo de amor, cualquier signo de vida.

El alcohol es un bálsamo que cobija su aliento
de una soledad ya perdida,
deben asumir el papel de la muerte, llorar como ella
abrazarse a su amor maternal, aceptarla sin poder ocultar su voluntad
sus palabras, este deseo tan imposible
de vivir el uno para el otro.


El suicidio del primer hombre

Estas son las tristes desmemorias de los acusados
de quienes aparté siempre mi corazón.

Me pregunto ¿qué habrá pensado el primer hombre que vio llover
qué noches habrán encendido su corazón para poder conciliar el sueño?

Lo imagino sentado como a un niño sobre el salar de su angustia
bajo la lluvia de su primer mujer
¿qué dioses le hablaron para despertarle de su muerte
desde qué latido lejano comenzó a amar?

Ahora lo imagino recostado
después de nadar a través de una oleada de labios enfurecidos
pasa días y noches enteras rehusándose a ser amado
tan sólo motivado por la embriaguez
y el hambre que un ángel le entregó en sueños.

Me pregunto si se habrá tropezado con su reflejo
para poder así descender al mal
¿de dónde venía la primera duda del hombre
cuando lo único que podía era ser feliz?


Autoexilio

Estoy cansado de ti
de nuestra complicidad de amantes
despertar a tu lado día tras día

no te pido que me ames
sólo quiero beber contigo
llenar de odio nuestros cuerpos ahora en vigilia
en un ocaso imbécil
regresar nuestros poemas a la cantina
en donde nos encontramos

tener tan sólo la certeza
de que al final de la noche
te irás con otro hombre.


Una mirada en el abismo

Solíamos beber todo el día
dormir sobre el suelo en el vómito y la sangre de alguien más.

No valía la pena entregarse a una mujer
pero lo hacíamos de cualquier manera
esperando que alguna de ellas nos aceptara
era difícil mantenerse en pie
 y evitar los golpes de un amigo o de tu propio hermano

era difícil tan sólo articular unas palabras
o esperar a que el diablo se presentara entre oleadas de fuego y muerte
pero aquella era la manera en que habíamos decidido las cosas
los corazones alcoholizados jamás anhelaron el alba.


Necesito una mujer

Unos pechos y brazos que me sirvan de refugio.

Ojos negros
para encontrarlos en cualquier puerto.

Necesito una mujer para arrancarle los labios
la necesito como al hambre, como al frío.

Cualquier mujer de manos tibias
esencia de azufre
una mujer sin nombre
que no me pida consuelo.

Que sea vulgar
que sea una máquina de pasos animales.

Necesito una mujer para esconderme
para escribir en su blanca espalda
cabello negro.

Necesito sus nalgas, su sonrisa.

Que me permita romperle los huesos
abrazar sus piernas.
Que crea en Dios, pero que sea blasfema.

Que camine desnuda, descalza
y no tenga vergüenza.
Un objeto personal que me odie

para poder abandonarla destrozada
para poder olvidarla.

Para asesinarla.


Noctívago

Vuelvo a nuestra noche
siendo enemigos
en silencio
conjuramos el deseo

no encuentro la visión
fotograma en el que habitas
estuviste aquí
olvidaste el trago

dejaste un rastro inexplicable
que me obliga a odiarme
bajo mi crudeza
ante un sobrio abandono
erizo de contacto animal

conmoviste el alba
como el mezcal que a veces bebo
mientras te espero.


Analgesia
                
Aquella noche no teníamos mucho dinero
caminamos cerca de la barranca,
miramos dentro, hacía frío
y la quietud de tus manos sobre el cigarro…

escuchamos a Leonard Cohen en el centro comercial
desde tu cuarto podía ver los autos como aves
buscar descanso

eran tantas las cosas que podíamos decir
pero ninguna era importante

hablabas sobre otros hombres
con los que te habías acostado
aún no sé por qué lo hacías
contabas extrañas historias sobre tu pasado
aquella noche hicimos el amor
me marché por la mañana sin despertarte
no tenías en cuenta
que todos los hombres somos animales distintos

pasó mucho tiempo desde aquella vez
ahora me esperas en la plaza
en las afueras de una noche ebria
bebemos de aquel río negro que llamas deseo
pruebas los besos que otra mujer dejó en mi cuello.

Alcanzo a escuchar los fantasmas
que abren de golpe las canillas de mi sangre
los aullidos del diablo pidiendo por mi ayuda
ambos habremos partido
sin la oportunidad de una despedida.



Daniel Silva (Irapuato, Gto., 1985), ha colaborado en diversos diarios y publicaciones a nivel estatal y nacional, tales como: El Correo, El Financiero, Los perros del alba, Molino de letras, Onomatopeya, Anomalia, entre otros. En 2010 fue ganador del tercer lugar en la categoría de poesía, en el concurso Espiral de la UG. En 2011 obtuvo la beca Estímulos a la creación, jóvenes creadores (estado de Guanajuato) con un proyecto de novela. En 2013 participó en el evento Compartir la palabra, que formó parte del programa del 41 Festival Internacional Cervantino. En 2014 formó parte de la antología Fabulaciones del 2ndo encuentro de Narrativa Centro Occidente. Colaboró de igual manera en la antología Sueños diurnos del taller universitario altaller 2015; el mismo año obtuvo mención honorífica y publicación en la 12ª convocatoria Concurso Regional de Literatura para niños y niñas. En 2016 formó parte de la primera emisión del Fondo para las Letras Guanajuatenses, participando en el área de poesía y novela. En 2017 se publicó Popol Wuj para niños, libro en el que colaboró junto a Bernardo Govea en la selección y adaptación de textos. En 2018 se publicó su primer libro, un poemario titulado: Pentimento, en ediciones La rana.


Daniel Silva, Pentimento, México, Ediciones La Rana 
(Colección Formato Portátil), 2018. 

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