Dos cuentos de Walter Velásquez


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Antropólogo decepcionado

Jorge es un pata de 22 años que cada fin de semana se va a celebrar en un antro ubicado en Jirón Carabaya 945, Cercado de Lima, para socializar, bailar, gilear, agarrar y dormir. Tiene amigos, pero son sanos, de los que les gusta una buena partida del famoso juego Dota 2 aunque también disfrutan una buena de póquer. Pero, a Jorge no le vacilan esas cosas, ya que se considera un chico maduro y no un chibolo, a pesar de que su edad diga lo contrario. Antropólogo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Jorge ve ese antro como la perfecta oportunidad de darse un chapuzón de cerveza helada, para alejarse de sus temas académicos y encontrar un momento de paz. Otra cosa que le encanta es no poner absolutamente nada para la entrada a dicho local, o incluso para consumir cerveza, porque cree que se lo consigue mediante ser sociable o entretenido.
¿Su peor debilidad?, el baile. No le gusta el reggaetón y frecuenta un poco la salsa porque en su familia todos son salseros. Por más intento que haga, sus pasos son horribles y poco originales, causando que las chicas pierdan el interés total en él, pero, a él poco le importa porque al final solo lo hace por ser extrovertido. Eso sí: muere por sus rolas.
Cuando se trata de Joy Division, Soda Stereo, Blur, Molotov, Loquillo y los Trogloditas y entre otras bandas, el brother se tira al piso para vivir el momento mientras que otros sujetos lo miran de manera extraña y asqueable.
Al terminar una clase, un sábado por la tarde se dirigía a su casa para investigar en las redes sociales qué eventos ocurrían en la famosa movida limeña. Él no solía asistir a dichos eventos porque sabía que al final no iría. Solo en aquellos que le llamaban la atención, ponía un “me interesa” para así confirmar su participación.
Tras varias horas de búsqueda se encontraba con un antro ubicado en el mismo Carabaya, como a cuatro cuadras, cuyo número de dirección es 815. Las dudas se aferraban a él, pero al final después de meditarlo, mandó a la mierda todo y se fue a dicho lugar.
Al llegar, vio de que se trataba de una fiesta con temática de New Wave e Indie Rock, algo similar al lugar que solía frecuentar. Jorge comenzó a sentirse cómodo y a hacer sus famosos pasos de baile, todo de una manera alegre y divertida. Hasta que llegó una chica de cabello negro con una mirada de curiosidad. Al verla, el corázon de Jorge comenzó a bombear, sus venas se pusieron heladas y la baba le salía de su boca. En ese instante Jorge sentía que era su noche para destacar. Al acercarse a ella, iniciarion una pequeña conversación y descubrió que también la joven estudiaba la misma carrera en la misma universidad. La emoción de Jorge era exageradamente notable, hasta el punto que puso cara de idiota. La joven no entendía el porqué de su reacción y decidió sacarlo a bailar para quizás tratar de romper el momento bizarro y extraño, ocasionando que Jorge se ponga más feliz. Después de unos arduos bailes y abrazos, la joven le propuso ir a un lugar distinto y Jorge, sin pensarlo dos veces, dice un sí.
Resultó que terminaron yendo al mismo lugar que Jorge frecuentaba, ubicado en Carabaya 945. Ahí comenzó a darse cuenta de que quizás no era el único que frecuentaba dicho espacio y que al final podría encontrar a alguien que le completara ese vacío de ir solo. Al entrar, se toparon con gente vomitando, bailando, insultando, peleando y durmiendo. Ambos comenzaron a bailar la canción “María Magdalena” de la cantante alemana Sandra.
La chica notó de que Jorge estaba algo perdido por ella, causándole una especie de curiosidad. Después ella le pidió a Jorge comprar unas dos cervezas heladas que él aceptó inmediatamente. En dirección al sitio de compras se topó con una cola inmensa, causándole una enorme ansiedad por la prisa que tenía por regresar al lugar donde encontraba la chica. Después de unos 10 minutos, Jorge obtuvo las famosas cervezas. Al regresar al lugar, se topó con algo chocante: la joven estaba besándose con un tipo de manera apasionada y excitante.
La rabia y decepción de Jorge corrían por su mente, con deseos de querer darle una paliza al tipo, de romper las cervezas en el piso. La joven, al verlo, le dice que si ya tiene las cervezas listas, ocasionando que Jorge se quede completamente mudo.
Jorge buscaba alguna explicación y ella le dijo que no existía tal explicación y que solo fue utilizado para cumplirle un favor: traerle algo para beber y luego compartir esa bebida con alguien que no fuera él. La rabia de Jorge no esperó más para desbordarse e inmediatamente rompió las dos botellas. La joven, fríamente, le respondió que su amigo, el del beso, le conseguiría otra, agradeciendole a Jorge por hacerle guardar dinero.
Jorge perdió los papeles y salió del lugar pateando la puerta, ocasionando que los vigilantes le propinasen una merecida paliza. Después caminó por la calle llorando y lamentándose de su decisión, mientras que unos señores lo observaban de manera burlesca. Jorge comenzó a meditar y decir: “es hora de buscar otras opciones de distracción”. Eran las 2 de la madrugada, Jorge fue a su casa y llamó sus amigos para contarles lo ocurrido. Entre recomendaciones y lamentaciones, le propusieron un duelo de Dota 2 e inmediatamente Jorge se lo instaló para jugar. Al parecer, terminó convirtiéndose en lo que más odiaba: un chibolo dotero.


Buen servicio

Nuevamente el antropólogo decepcionado vuelve a ser protagonista, solo que está ocasión es especial y cómica. Después de estar decepcionado, golpeado, desilusionado y bajoneado por su chiquilla de la misma carrera y de su misma universidad, Jorge decide volver a las andadas de las noches bohemias del Centro de Lima.  Sus viajes a las distintas partes del país para estudiar las culturas de las diferentes tribus y sus largas madrugadas de Dota 2 con sus compas le duraron poco, pues él todo necio decide regresar como matador y buscar lo atractivo y fresco de la calle. Esta vez no iba a la calle Jirón Camana 945, sino mas bien bajaba una cuadra más para caer al mismo Jirón pero con el número 830. Dos pisos, tres ambientes (uno de salsa/reggaetón, uno de indie y otro de pop). Jorge, en su cabeza, decía: “La última vez me dejaron como un completo huevón, encima misio y borracho. No más chicas de mi carrera y ni más confianza rápida. Hoy me comporto como un tremendo desgraciado, carajo”. Al subir a la zona de salsa/reggaetón, Jorge se sentía incomodo y desconocido. Pues lo suyo era la zona wave y Bizzarre Love Triangle a las 3: am. En esa zona solo pasaban Salserín, Victor Manuel, Camaguey, Rosalia, J Balvin y entre otros artistas de los mencionados géneros. Las chicas lo miraban raro y con gestos de burla. Fue a la zona de pop, sus oídos casi se rompen al escuchar “Señorita” de Camilla Cabello feat Shawn Mendes. “Putamadre, yo buscando algo nuevo pero no logro acoplarme, maldita sea”, sostenía desesperadamente Jorge. Finalmente regresó a la zona que más se le pegaba: la zona indie y ahí sacó su lado demoniaco bailable. Tiradas al piso, bañadas de cerveza Pilsen, invitadas de gaseosa con ron e intentos de gileos. Jorge estaba feliz, hasta que volvió a ver su peor pecado: la famosa antropóloga. A Jorge se le pararon los pelos, su corazón comenzó a palpitar y su mirada estúpida se hizo presencia en su rostro. “No puedo creerlo, carajo. Qué conchuda esta flaca para venir aquí. Mierda, ¡comportarte, Jorge! Haz que nunca las visto y sigue haciendo lo tuyo que los vas haciendo pajita”, pensaba emocionado Jorge. Hasta que su famosa amiga puso su mirada en sus ojos fríos, se acercó y le dijo esto: “¿Te acuerdas de mí, verdad?”. “No, ni mierda. No recuerdo haberte visto antes”, dice enfadado Jorge. La joven entre risas le dice: “Jajajajajaja. ¿Estás dolido por lo de la última vez, verdad?”. “No, para nada. Entiendo que eres una orgullosa de mierda, pero no puedo hacer nada al respecto. Es tu forma de ser, tu forma de actuar y la forma en como conquistas tus premios”. “¿O sea, te parezco que soy una pendeja? Puta, que machirulo eres, weón. Sabes, quería reivindicarme contigo, pero veo que te quema el hígado por lo que hice la otra vez. Alaos, chibolo sano”. “Espera. No quise expresarme así, solo que me siento dolido desde aquel momento”, decía triste nuestro personaje en cuestión.
“¡Pero igual suenas machista, cojudo!”, hablaba enojada el crush de Jorge. Tras comenzarse irse su enojo, le dice esto: “Mira, ¿te parece si vamos por unas chelas para olvidar lo anterior?”. Es aquí donde Jorge, en su cabeza, sentía mariposas coloridas bailando en un jardín. Su esperanza volvía. Sus ansias para conquistar a la famosa chiquilla corrían en él. Jorge estaba motivado. Fueron a la zona indie a bailar y beber unas heladas Pilsens. La compañera le ponía todas las cervezas, para que así su sonrisa deslice de manera estúpida e imbécil. Parecía que todo iba bien, e incluso Jorge pidió permiso para ir al baño para ir a orinar.
“Me hice una promesa de no caer, pero ya saben: a donde vayan, sigue el camino tú nomás”, decía un excitado Jorge a unos hombres que también descargaban sus orinas. Tras volver a la pista de baile, el flashback volvió ante sus ojos. La famosa antropóloga bailaba con un hombre mayor, barbudo y gordo. Luego comenzó a besuquearse con él de manera apasionada y sexual, todo esto ante los pobres ojos de Jorge, que desconsoladamente se ponía a llorar. Después de terminar el acto, la antropóloga le soltó esta frase: “Gracias por el rato. Has sido un buen servicio, hasta que llegó otro, y mucho mejor”. Esta vez Jorge no hizo un berrinche, simplemente se marchó y huyó a la famosa Plaza San Martín para reflexionar lo ocurrido. De repente, se aparece un hombre alto y robusto, buscando algo de manera desesperada hasta que ve a Jorge. “Hola, ¡qué tal! ¿Cuál es tu nombre?”, le pregunta el hombre. “Jorge, ¿y el tuyo?”. “Matías, y tengo 30 años. Y dime, ¿qué te trae por aquí? Es raro ver a un hombre de tu edad por esta plaza a esta hora”. “Nada, reflexionando de la maldita vida”, dice Jorge.
De repente Matías, de una manera sospechosa y llamativa, le suelta esta pregunta: “¿y das buenos servicios?” Nuestro personaje lanza una mirada de furia y le pide a gritos al hombre que se vaya del lugar antes de que sus puños arruinen su rostro. “Lárgate, mierda. Vete de aquí antes de que te saque tu putamadre”. Matías le responde: “Ok, discúlpame pero, si gustas, te la puedo ya sabes que en otro momento”. “¡Lárgate, maldita sea, antes de que te saque la reputa!”, dice furioso Jorge. Matías se va, al igual que Jorge, solo que este ve en dirección a su paradero para tomar un micro que lo lleve directamente a su casa. Sentando cómodamente en un asiento, comienza a reírse escandalosamente, soltando estas palabras: “Pucha, ahora no solo doy buenos servicios, sino que también me buscan para ello. Algo de especial tengo, carajo. Ojalá un día me dé cuenta, aunque solo por ahora mis únicas habilidades son estudiar las distintas tribus del país y utilizar mi Pudge para ser un capo en Dota 2. Ojalá estén esos huevones para meterme un dotita, carajo”.


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Walter Velásquez (Lima, Perú, 1997). Estudiante de periodismo en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Ha participado en tres antologías poéticas, entre la que destaca, El Dolor de la Tinta, y ha publicado una plaqueta de poesía.

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