Tres cuentos infantiles de Ma. Zulema Moreno López
Un ser misterioso
Maya, una niña con mucha imaginación, iba a la escuela todas las mañana. No tenía amigos. Un día de primavera sus padres le hicieron una fiesta en honor a su octavo cumpleaños. En la celebración había adornos de diferentes estilos: un pastel de chocolate, regalos de todos los tamaños. Durante el festejo en el jardín, Maya saltaba en el brincolín con sus invitados. Desde lo alto vio una silueta que se asomaba por la ventana de su cuarto.
En seguida se repartió el pastel, Maya abrió cada uno de sus regalos, hasta llegar a uno muy singular, una caja pequeña. Sin vacilar rasgó el papel de regalo, descubriendo una llave diminuta, del tamaño de una puerta de ratón. Cansada, se despidió de los invitados, subió por las escaleras a su cuarto. Sacó la pijama del closet para ponérsela, frente a ella estaba un espejo, a sus espaldas se reflejaba un ser extraño: peludo, enorme, de color naranja y morado. Le saludó con la mano, Maya se quedó pensativa por un rato. En ese instante el ser extraño le habló:
—Hola, amiguita, soy tu amigo imaginario, me llamo Frank, vengo de un mundo feliz, la llave que recibiste hoy es un regalo especial que te envió el rey que vive en aquel lugar. Debajo de tu cama encontrarás una puerta pequeña; antes de abrirla, toma del brebaje que está a un lado. Tu cuerpo sufrirá cambios, aun así cuando entres al lugar, serás la niña más feliz del mundo. ¿Qué esperas? ¡Abre la puerta!
A los pocos segundos de haber visto la imagen tomó la llave, se metió debajo de la cama, bebió del brebaje, y se hizo pequeña como un ratón. Abrió la puerta, entró y cayó a un precipicio. Al tocar fondo encontró a Frank, su amigo imaginario. Del mundo del que le habló era distinto. Con mala intención Frank le dio un golpe en la cabeza. Cuando despertó intentó salir de ahí, la puerta ya estaba cerrada. Ahora espera a que alguien la rescate.
El Cristo
Se dice que el cerro del “Cristo” está lleno de misterio y encanto. Una vez mi abuelo me contó una historia fantástica, saben ustedes, porque hay una luz tan brillante sobre una hendidura que divide el cerro, al parecer hay un tesoro custodiado por un gran animal. Él me dijo que una vez que salió de su casa muy de madrugada a pasear con su rebaño de ovejas, un día muy nublado con posibilidades de caer una tormenta, recuerda y me cuenta que caminó por el Barrio del Consuelo, cruzando una gran ladera, observando la naturaleza, además de que durante el paseo le dio de comer a los animales.
Cuando caminó largo rato había comenzado a llover, entonces él se cubrió de la lluvia en una cueva, mientras cesaba de llover se quedó dormido, entonces estaba soñando que una serpiente muy enorme, tan enorme como el monstruo del Lago Ness, estaba echada como cuidando algo, al parecer sobre una hendidura en la que se podía apreciar una luz que tan sólo al verla te lastimaba la vista, como si fuera tan real el sueño. Mi abuelo vio cómo caía a la hendidura la serpiente, lo presintió, durante su sueño veía cómo los ojos le brillaban de un color rojo muy extraño, pero mi abuelo se escondió detrás de una gran roca, se topó con un gran cofre que estaba repleto de monedas de oro; al voltear vio cómo la serpiente trataba de quitarlo del cofre, al asustarse cayó de espaldas, al voltear miró hacia arriba, estaba un niño vestido de blanco, con una palidez en el rostro, de ojos azules y pelo castaño, sus pies no tocaban el suelo, éste le habló y le dijo:
—Has encontrado el tesoro, serás rico, sólo sé prudente porque pronto terminarás en un mundo de oscuridad.
Mi abuelo, sobresaltado, despertó del sueño, ese día buscó las ovejas que habían perdido; la tormenta había terminado, al buscar las ovejas perdidas las encontró en la hendidura que había soñado, e igual como en su sueño, dividía el cerro del “Cristo”. Vio pasar una serpiente de gran tamaño, tenía unos bigotes muy largos, se veían tan viejas que daban miedo, pero no vio el cofre del tesoro, según le contaron las serpientes eran llamadas “sierpes” por ser la víbora más vieja y venenosa de Sombrerete, se sintió tan aliviado pues sólo había soñado una advertencia y que tenía que salir inmediatamente de ahí. Su miedo se acrecentó más, bajó como pudo junto con las ovejas, regresó a su casa sano y salvo para contárselo a mi abuela; esta historia ha pasado de generación en generación, a mí me encanta escucharla porque representa la historia de Sombrerete.
Fernanda
Fernanda, una joven de 18 años, escribe poemas con palabras pueriles. Su sueño es ganar el Premio Nobel de Literatura. A pesar de su juventud es una chica febril, tiene pocas esperanzas de vida. Cuenta con una inmensa melancolía en el alma. Su corazón es un recoveco, hueco por falta de aire. Su rostro irradia una palidez extrema. Quizá le faltan alientos para respirar por la boca. Su mascota preferida es un escarabajo negro, enjaulado. Pasa largas horas leyendo cuentos, novelas, poesía. Dicen las malas lenguas que el animal es el espíritu de Fernanda, por ser igual de negro como ella.
"Ragazza su un tappeto rosso", Felice Casorati, 1912. Museum Voor Schone Kunsten, Gante (Bélgica). Óleo (101 x 109,5 cm.) |
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Ma. Zulema Moreno López (Sombrerete, Zacatecas, 1986). Estudió la Licenciatura en Informática en el Instituto Tecnológico Superior de Zacatecas. Ha publicado cuentos en la revista E-bocARTE.
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