Exodoncia. Seis poemas de Alexia Castaneda


Azul

Nuestro amor fue desde 
siempre un niño muerto.
Mario Benedetti.


Tienes razón, nunca existimos.
Nuestro amor ya estaba muerto desde antes de conocernos.
Y aún después de marcharte estuve viéndolo en la cuna,
tocándole la piel helada y azul
hasta que un día lo cubrí con mi pecho
y comenzó a darme frío porque el niño se había hecho cenizas.

Siempre conservé los restos
para tirarlos al nuevo fuego cuando volvieras.
Pero se me aguadaba la vista
con el recuerdo de cómo te estabas pudriendo
por el nacimiento de nuestro niño muerto.

Y apenas ayer noté
que lo único que quedaba vivo era mi cuerpo llorando el tuyo...
Y la cuna vacía.


Romance

Tu pecho,
portal desde donde observo la desesperación de las elucubraciones.

Los adverbios de tiempo existen solo en tus manos que sostienen mis piernas.
El gemido nace después de tus dedos
y la ventana nunca estuvo tan abierta ante la lluvia.


Exodoncia

No sé con exactitud cuán honda era la noche,
tenía escamas donde antes tuve piel
y mi cráneo era un mar de telarañas.

Verte dormir e intentar escribir contra la ternura
fue como aquella exodoncia en octubre
porque miraba tu barbilla difuminada en la oscuridad
y mi lágrima escurría en tu hombro encharcando la clavícula.

Me envolvió una lástima tan larga y ruidosa
que llegué a considerar que aquí nacía mi próxima musa.

[La patología enarbola el alivio que nace del grito.]

Anhelaba sentir la tibieza de tu abrazo,
como quien conoce el camino secreto
hacia los tentáculos del barranco que se alimenta de tortugas.

Debo decir que de no ser por vos y mi locura
jamás habría notado que la soledad
también es amar la incertidumbre debajo de la misma sábana.
Porque despiertas y sientes la humedad de mi llanto,
pero en cambio,
desarmas mis huesos para devolverme a la tierra
como las semillas dispersas en el campo,
y te encoges
y vuelves a dormir.


Mecánica de corte

La maquinabilidad de tu cuerpo provoca el hambre de los vivos,
aquellos reclaman tus manos
únicamente para cuantificar la euforia
que se esconde detrás de tus pupilas.
Tus manos son el camino hacia los traumas de la infancia
y coautores de la herida en el cuello.

[El cuerpo es,
dicho sea, sin malicia,
el material sobrante]

Debo decirte
que si quisiera adornar la tumba de mis muertos
sería con la sangre de la línea vertical,
con tu piel cubriría el metacarpo de los que dejaron de escribir
como un intento de mantener lo único que no quiero cambiarte.

Además, espero que las moscas se vean obligadas
a rendirle homenaje a la creación divina
solo después de probar la lengua de los nuevos muertos.

Y, sin embargo, estoy aquí apenas lamiendo tus dedos.


El perro viejo

La mirada cansada de los años,
el pelo tostado por el sol,
las pulgas que invaden tus sueños,
la sed que no permite avanzar más,
los gritos,
el hambre,
el frío,
el pedazo de tortilla,
los autos,
los buses,
la calle, única compañera que te ofreció todo lo que tenía.

Y, por último, el recuerdo valioso:
aquella caricia vespertina.


María, mi devoción es contigo

En tu cuello habitan los pecados de los tímidos depravados
y, por tanto, evito recogerte el pelo.

Mi sitio espiritual siempre han sido las manos
y mis rezos corresponden solo a tus dedos.

Bendita eres cuando lloras en mis piernas
y haces que la herida me arda con tu sal.
He nacido para sufrir bajo tu manto, María,
y por ello también me arde decir tu nombre que está lleno de mentiras.

Bendita eres cuando me miras con lástima
y me dibujas una cruz en la frente.
Pero de pronto me salen gusanos
que se alimentan de la miseria del llanto de los hombres
y con la voz trémula y ahogada en lágrimas,
te pregunto:
¿por qué me has hecho asilo de desgracia, María, si nos hemos despeinado tantas veces?

No sé escribir sin caer de rodillas frente a tu cuerpo,
así que dime que el fruto de tu vientre no es este niño muerto.

Estás gritando y ya no veo en tu rostro la silueta del amor por las flores vivas,
—¿por qué masticas al niño, María?—
déjalo dormir completo en la noche húmeda y vuelve con él al otro mundo después del beso.
Que, aunque te extraño,
sé que no le perteneces a nadie,
ni a mí,
ni a mis poemas
y mucho menos a la vida.



Imagen tomada de:
 https://www.pinterest.es/pin/179581103870789695/

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Alexia Castaneda (San Salvador, El Salvador, 1997). Actualmente es estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universidad de El Salvador. Ha participado en recitales locales y, por primera vez, en el Décimo Festival Internacional de Poesía “Amada Libertad” 2023.

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