Tolstoi y la condena. Pugna entre autor y personajes en "Ana Karenina"

Ezequiel Carlos Campos

Yo juego al mismo juego
del cual me moriré.
Tú no pudiste inventarme nada mejor.
¿Para qué, entonces, tanta bulla?
Anna Ajmátova.

Sólo un consuelo nos queda […]
“Perdónanos, Señor, no según nuestros
merecimientos, sino según tu misericordia”.
Constantino Levin.


I.                   Tolstoi
El paisaje era color naranja por las hojas que cayeron y siguieron cayendo, pintando el suelo, haciéndolo musical cada vez que las pisaban. Fue mucha la gente que tomó como destino Yásnaia Poliana, ahí vivió un personaje que por toda Rusia no se dejó de hablar, que en Europa se citó con ímpeto por la carga literaria que adquirieron sus letras. Es ahí donde el conde vivió casi toda su vida y desarrolló sus pensamientos de autor y moralista, de filósofo y pedagogo, donde sus historias fueron escritas bajo la luz de una vela y en su larga mesa de trabajo. En la mansión los niños jugaban, el viejo Tolstoi esperaría a unos invitados; ellos, por su parte, ver al autor es como penetrar en la barrera que divide la muerte con la vida y hablarle a las almas inmortales de la literatura, con la única diferencia que Lev estaba vivo. Tolstoi los esperaba.
Lev N. Tolstoi.
Era invierno de 1910. Una más de las fuertes crisis que Tolstoi tuvo durante siempre iba a acabar son su vida. Después de caer enfermo y dejar su casa por la melancolía de la vida aristocrática y tras separarse de su esposa, moriría en la ferroviaria de Astápovo, contraería neumonía y uno de los genios más grandes del siglo XIX dejaría la vida para darle paso a la inmortalidad, aunque, ¿sería eso lo que Tolstoi deseaba? Ni el cuerpo ni el alma son inmortales, pero la actividad de un escritor con la capacidad de Lev en cuanto deja la existencia comienza el lapso infinito de la no muerte, de la condena que todo buen creador pasa por plasmar el lenguaje en el papel, y de crear historias de la talla de las mejores escritas en toda la humanidad. Es él, Lev Nikoláievich Tolstoi, el autor que se quiso condenarse por sus libros, ipso facto nunca ser olvidado por lo que es e hizo. Como el Tolstoi de la historia literaria y de la Rusia de su tiempo, como escribió una vez en su correspondencia:
                           
                           Si me dijeran que puedo escribir una novela gracias a la cual se establecerían de manera irrefutable los puntos de vista que, en lo tocante a las cuestiones sociales, a mí me parecen correctos, no le dedicaría ni dos horas de trabajo: pero si me dijeran que lo que escribo lo leerán dentro de veinte años los que hoy son niños y que los hará llorar y los hará reír y hará que amen la vida, le dedicaría toda mi vida y toda mi energía.[1]

Había creado Balzac su Comedia humana, conjunto de libros que abarcarían todos los acontecimientos humanos, un afán casi imposible porque es en suma complicado llegar a entender al hombre y narrar sobre lo que fue, es y será, sobre lo que piensa, hace y escucha… Tolstoi, por su parte, nunca pensó crear una autobiografía con sus novelas y relatos –lo más cercano son sus Confesiones y su Correspondencia, ni mucho menos abarcar todo el pensamiento humano en ellas, no obstante, vemos en su distintos textos pedazos de él, de su vida, de su filosofía, creando así una autobiografía tolstoniana, la cual es importante para el entendimiento de los fanáticos de su literatura y de su vida.
El mexicano Jaime Torres Bodet, en el año 1965, publicó un ensayo sobre la vida y obra de Tolstoi, libro que, para lectores interesados en entrar al estudio de dicho autor es esencial. En él Torres Bodet mostró a un Tolstoi capaz de dejarse ser él mismo, un ser con complicaciones desde su más primitiva infancia. Y cómo, ya de adulto, vemos a un escritor lleno de una mentalidad tan fuerte capaz de pensar lo más ruin de sí mismo.
No se deja de estudiar al autor ruso, demasiados intelectuales buscan la manera de abordarlo ya sea en sentido histórico, pedagógico, paternal, literario, filosófico. Tomaré en este ensayo algunos de los estudios –no sólo literarios– para entender cuál fue la condena de Tolstoi y cuál la que dio a sus personajes, pero más en específico, en Ana Karenina.


II.                Ana Karenina
No quiero hacer en este apartado una reseña de la obra. Intentar hacerlo sería cansado e inútil, porque quitaríamos el poder, en las más de mil páginas, de describir la vida rusa y el ambiente de unos personajes fuertemente caracterizados. No obstante, es menester señalar algunos acontecimientos en la obra para sobrellevar mi argumento y mi hipótesis.
Torres Bodet, en su libro León Tolstoi. Su vida y su obra señala que son dos las historias que giran alrededor del libro; estoy de acuerdo en ello, las dos serían las siguientes: la de Ana, Vronsky y Karenin; así como la de Levin y la princesa Kitty. La primera, y creo más importante, narra cómo Ana llega a Moscú a visitar a su hermano y conoce a Vronsky. Ana es esposa de Karenin, y éste descubre la infidelidad de su esposa con el joven conde; se dará una lucha por el amor y el deshonor. La segunda, vemos a Levin ir a la misma ciudad y conocer a Kitty, él le pide la mano pero ella lo rechaza. Levin parte a su propiedad y tendrá un tiempo de crisis, que lo llevará a pensar en la muerte; por otro lado, después del rechazo de la princesa ella también tendrá tiempos difíciles, su pretendiente (y con quien ella quería casarse, sabemos que era Vronsky) se enamora de otra y ella enferma de amor, lo cual la hará llegar a un balneario para su curación. Levin y Kitty, cuando todo ha quedado en el pasado, se reencuentran y cumplen lo que debió haber pasado desde el primer momento, se casan y forman una familia.
Ana y Karenin, escena de la película
Anna Karenina, 1948, Reino Unido,
director: Julien Duvivier.
Aquí, Lev Tolstoi nos muestra la vida aristócrata de Rusia, un ambiente que él no desconocía, para darnos a entender que, como leemos al inicio de la obra: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.[2] Él, como creador, quiere dar a entender al lector que su poder no será tan culminante a través de la novela, sólo va a mostrarnos lo que sus ojos ven a su alrededor. Sí, una familia infeliz es desgraciada. Se refería a la historia secundaria de Oblonsky, hermano de Ana, y su esposa Dolly; el primero engañó a su cónyuge con la institutriz de la casa, su familia y su hogar podría destrozarse por completo, porque, cuál será la infamia de sentirse desdichado por otra persona a la cual amas. Más adelante conoceremos que Ana engaña a Karenin por Vronsky, un joven conde, el cual se iba a casar con Kitty, la hermana menor de Dolly, pero se enamora de Ana y dan todo por estar juntos. Ana deja la casa y deshonra la vida de su esposo, hombre noble y aristócrata, que lo único que quiere es que no se conozca lo que ha hecho ella. Vemos aquí, pues, a dos familias infelices, desgraciadas por sus actos y condenadas por Tolstoi. El autor no es un dios y tampoco desea determinar que las dos familias, por sus actos, queden completamente infelices, desdichados. No del todo, sino que, como simple creador, señala con el dedo que ese tipo de cosas suceden a cada día. Los personajes van a pasar por vientos y mareas hasta convencer a su creador sobre darles la libertad de actuar a su manera. Metafóricamente es Tolstoi el que los deja ser ellos mismos, son libres de hablar y moverse por el universo de la novela para refutar esa condena del inicio; van a limpiar su nombre tratando de vivir de mejor manera. Y claro que sucede eso: Dolly perdona a Oblonsky, Levin, por otra parte, olvidaría a Kitty y viceversa; Ana, por el contrario, sufre más por salvarse, pero se puede decir que trata de hacer lo mejor: irse de la casa de Karenin, quitar cualquier vínculo con él (hasta su hijo) y dejar lo pasado, actuando sólo en el porvenir. Hasta ese punto todo va bien. Pero, ¿por qué Tolstoi arruina esa felicidad, o más bien, por qué sus personajes no pueden ser por completo felices?
La vida en cada historia señalada cambiará abruptamente. En la de Ana y Vronsky, por ejemplo, se desatarán acontecimientos trágicos. Después de salirse de casa de su esposo, ella y su amante viajan por Europa para dejar a un lado la sociedad que los condenaba, a ella por el adulterio, a él por enamorarse de ella. Aunque, ¿encontrarán la paz? Mientras pasa el tiempo Ana se vuelve insoportable para el joven conde, él, fuera de Rusia, trata de alejarse de Ana no para abandonarla, sino para respirar de su presencia; pero ella lo toma como un querer dejarla y por eso le reprocha el retorno para estar en su hogar. Es así, regresan pero la vida de la pareja no cesa de celos y enojos, Karenina piensa que Vronsky cada vez se aleja de ella y, además, piensa que él la engaña con otra.
                           
                            Pero Vronsky había olvidado lo que quería decirle. Aquellos accesos de celos que, con más frecuencia cada vez, sufría Ana le asustaban y, aunque se esforzaba en disimularlo, enfriaban su amor hacia ella, a pesar de saber que la causa de sus celos era la pasión que por él sentía.[3]

Por eso he aquí el momento trágico de esta primera historia: la mujer se suicida, aventándose a las vías del tren en donde conoció a su amante. Y Vronsky, pese al dolor del acontecimiento, se enrola como voluntario para el combate bélico. Karenin se queda con la hija de la infeliz pareja.
Vivien Leigh interpretando a Ana Karenina.
El tema de la condena en la historia de Ana, Vronsky y Karenin es interesante, primero, la pareja es rechazada porque el esposo de Ana no le ha dado el divorcio. Lo mismo sucede con Karenin, hombre de política, que no quiere que se sepa de la infidelidad de su esposa, aunque cuando ya no hay nada por hacer él espera el divorcio para deshacerse de esa carga… piensa que, si se lo da, ella sería en suma libre y a él lo abandonaría por siempre. Lo mejor sería que el divorcio se hubiera concretado para que Karenin, por muy noble y de buen corazón que fuera, la sociedad no le reprimiera la falta a la cual él nunca participó, al contrario, fue el pobre burlado por la pareja. Él tiene las manos limpias. Lo complicado viene al hablar de la Karenina y el conde, ¿ellos qué pueden hacer más que amarse?
Nicola Chiaromonte, en “Tolstoi y la paradoja de la historia”, estudio histórico sobre La guerra y la paz, señala no obstante de Ana Karenina que: “Desde el comienzo mismo de esta gran historia de amor Tolstoi nos hace sentir que los dos amantes están condenados”.[4] Más adelante, Chiaromonte pone el ejemplo de cuando Vronsky está en las carreras de caballos –no olvidar que ese día Ana le confianza a su marido sobre la relación con su amante– y Ana lo observa, podemos pensar muchas cosas de cuando alguien mira al amado en tan extrema pero apasionante actividad, Tolstoi no nos deja entrar con totalidad a la mente del personaje para adentrarnos en sus pensamientos sobre al que ama; después de un infortunado cabalgue cae y el animal se rompe la espalda. Chiaromonte señala que ese mal manejo de la carrera es señal de lo que va a continuar, la suerte que a fin de cuentas los dos están destinados por su cometido.
Kitty.
Vayamos a la otra historia. Levin y Kitty disfrutan la vida del campo, ellos viven como una joven familia que apenas disfrutará del matrimonio. Empero Levin empieza a sufrir una nueva crisis sobre lo que es el casamiento: ¿es esto el estar casado?, se pregunta, “Pero en tres meses trascurridos jamás he vivido de manera tan ociosa e inútil. Esto es imposible. Hay que empezar a trabajar”.[5] Son palabras fuertes que Levin nunca pensó decir. Antes de volver a ver a su futura esposa él pensaba que la vida no tenía sentido y que lo único que deseaba era morir, casarse y tener una familia era la única decisión para salvarse; ahora que lo tiene no comprende por qué existe un vuelco no sólo de sus pensamientos, sino de su vida. Aun así, Marc Slonin, en La literatura rusa, explica que “Levin, el terrateniente, se salva porque comprende que la felicidad no reside en la satisfacción del deseo, sino en la obediencia a la voluntad divina”.[6] La vida de Levin da un giro para encontrar la felicidad y orientar su vida a la voluntad divina. Para Slonin Levin está salvado y Ana condenada. Ahora hay que saber la opinión de Tolstoi –esta parte la retomaré en otro apartado.


III.             La condena
Hasta ahora hemos visto las dos historias que señalamos como las esenciales en la trama de Ana Karenina, y cómo los personajes interactúan en su mundo hasta llegar a una condena de la sociedad, del lector, del autor.
Cito a Jaime Torres Bodet: “La sociedad puede perdonar a quien burla sus leyes, pero no perdona jamás a quien viola las normas profundas de sus costumbres”.[7] Como se ha dicho en párrafos anteriores, la sociedad tiene un papel importante en la novela. Desde un principio, desde la primera página del libro, lo de las familias felices e infelices, encontramos un sentido moral muy amplio. Si fuéramos un lector corriente diríamos que el narrador es el autor, por el simple hecho de cederle la voz omnipresente al creador; pero, no hay que dejar de lado que Tolstoi, por más autobiográfico que sea, por más idealista, no es el que habla solamente. En ese primer párrafo de Ana Karenina, por dar un ejemplo, no habla el autor, el moralista, el idealista, el filósofo, sino la sociedad, la Rusia del siglo XIX. Es ella la que da las normas y las costumbres, así como dice Torres Bodet, se puede perdonar el que burle las leyes, o sea, a Levin, que, después de querer dejar la vida, es perdonado por reaccionar de la manera que se debía, casarse y tener una familia: “El aprendizaje a través del dolor, de la humillación, de la derrota”[8]; no obstante, la Karenina no puede ser perdonada por la ciudadanía rusa, ya que ella, primero, cometió adulterio –acto bastante reprobable para la época– y después se opuso a su marido por no dejar a su amante, dejó su hogar, su familia. Hechos sumamente reprobables para una mujer de la talla de Ana, por eso la sociedad rusa no perdonó su falta y la condenó junto con Vronsky: “Debía haber comprendido que el mundo estaba cerrado para él y para Ana”.[9] Sus vidas no volverían a ser las mismas, la condena de una sociedad que dice: no podrás hacer nada, tú ya no eres parte de nuestro mundo. ¿Cuál fue la respuesta de Ana hacia la reprobación? La muerte, aunque claro, el suicidio fue más por amor que hacia la condena de la sociedad, pero, eso sí, las dos cosas se juntaron, qué más daba, era una ciudadana que no tenía los derechos de la aristocracia, ya su vida estaba perdida, prácticamente era como una mendiga caminando por las calles sin rumbo fijo ni alimentos qué probar. La muerte salvó a Ana de la vida, pero, por ser suicidio lo que cometió –otra reprobación, ahora religiosa–, no tendrá descanso eterno. ¿Entonces qué sería de Ana al término de la novela?
Una tesis interesante es la de George Steiner, en la que explica lo siguiente:

                            Tolstoi percibía en el acto de la narración una analogía con la obra de la Deidad. En el principio fue el verbo, para Dios y para el poeta. Los personajes de Guerra y paz y de Ana Karénina habían brotado de la conciencia de Tolstoi completamente armados de vida y llevaban dentro de sí las semillas de la inmortalidad. Ana Karénina muere en el mundo de la novela; pero cada vez que leemos el libro resucita, y aun después de haberlo terminado tiene otra vida en nuestro recuerdo. En cada personaje literario hay algo del fénix inmortal. A través de las vidas perdurables de sus personajes la propia existencia de Tolstoi tuvo su eternidad.[10]

El tema de la inmortalidad de Tolstoi se trató al principio de este trabajo. Él, como escritor de mucha trascendencia a las nuevas generaciones, al momento de morir en la estación ferroviaria pasó al lado de las grandes figuras de la literatura universal. Perfecto, ahora, ¿qué tanta inmortalidad tienen sus personajes? Ya Steiner nos dice que Ana muere en la obra, pero que cada vez que abrimos el libro y volvemos a leer la historia resucita para volver a morir, teniendo la inmortalidad que su propio creador logró al momento de escribirla. Entonces, ¿autor y personajes son revividos en cuanto el lector toma el libro y lee las primeras frases de la historia? Es esto lo que quiere decirnos el autor de Tolstói o Dostoievski. Ahora bien, no por ser el escritor al que llegó Lev Nikoláievich se le da la característica de inmortal, sino, además, a través de sus personajes la existencia del autor tuvo su eternidad. Autor y personaje se unen para darnos la inmortalidad que la obra literaria puede facilitar.

José E. Iturriaga, en su estudio preliminar a algunas de las obras del de Yásnaia Poliana, comenta lo siguiente: “Los afortunados del mundo, la nobleza de sangre o los grandes personajes, son en casi todas las novelas de Tolstoy figuras odiosas y grotescas, almas áridas y estúpidamente infelices”.[11] Es claro que Tolstoi condena la actitud de la sociedad rusa, de la aristocracia y su actuar ante el mundo, sus ideales, su forma de vida. Pero aquí viene otra cuestión, y es lo que todos los autores que tratan al ruso están de acuerdo, las contradicciones de Tolstoi, porque, siendo él un pedagogo, amante de la vida rural, un religioso que criticaba la religión y creó la suya propia, etcétera, no dejaba de ser el aristócrata quien sus ganancias subían subrepticiamente después de cada nueva publicación… ahora bien, si condenaba ese tipo de vida, él, que vivió así desde sus primeros años como escritor, ¿se está condenando a sí mismo al escribir sus obras?
Escena final de la película. 
Torres Bodet dice que “Ana y Karenin serían las víctimas de un error primordial: el haberse casado. Karenin pagará tal error con su orgullo de mandarín de la burocracia. Ana lo pagará con su vida”.[12] Parece que Torres Bodet habla también de Tolstoi, ¿fue un error casarse? ¿Pagaría eso y toda su vida al escribir libros que mostraran su vida? ¿Será por eso que, casi al final de su vida, el genio ruso condenaría sus libros y casi todo el arte en general?


IV.             Tolstoi. Vivir para su alma
Existe una pugna entre autor y personajes, el primero es parte de ellos y los segundos tienen la sangre de su creador. A pesar de la condena, Tolstoi, en la obra, dice algo muy claro: tenemos que vivir para nuestra alma. Se ha señalado la libertad que dio a sus personajes, los dejó vivir como viviría cualquier ciudadano de su tiempo, y él los observaba en la distancia que existe entre la hoja y los ojos del escritor. Pero no hay que dejar de lado lo autobiográfico de la novela con la vida real del ruso.
Tolstoi narra una historia a sus nietos, 1909.
Ya he señalado la condena de Tolstoi. Si juntáramos las dos historias de la novela para hacer una comparación entre vida ficticia y real podría dar algunos puntos en específico: Torres Bodet señala el parecido de Kitty con la esposa del escritor, así como también el reflejo de Tolstoi en la caracterización de Levin. Para los que conocen la biografía de Lev relacionarán el parecido del autor y el terrateniente: los dos aman el campo, tenían más de treinta años al casarse, eran fanáticos de la escritura y pensadores que buscaban una renovación en los ideales propios. No quiero comparar la vida de uno y otro de una manera literal, sino que, al ser plasmadas las vivencias reales en la ficción podemos preguntarnos: ¿qué quería con esto el escritor? En palabras de Ana contesto: “El conde Vronsky y yo hemos buscado también el placer, pero nuestra dicha no ha sido la que esperábamos”.[13] Tolstoi deseaba, asimismo, encontrar el placer y la dicha de existir.
Los momentos de crisis de los personajes se ven reflejados en el genio ruso: “[…] cómo influían en Tolstoi los personajes que imaginaba”.[14] ¿Quiénes eran los condenados? ¿Y quién condenaba a los sujetos? Conociendo la personalidad de Tolstoi, no está de más señalar que existía una autocondenación; la prosa es tan poderosa para hacer realidad los sueños, como también para el encuentro del ser. En el caso del autor de Ana Karenina percibimos que, al crear esta historia, primero, anheló entenderse, después encontrarle la verdad a las cosas, también ser realista en el pasado y el porvenir, porque lo interesante es que, aunque sea, en algunas partes, autobiográfico, no lo es como en Infancia, Adolescencia y Juventud, donde es más claro este tipo de género; no obstante, tiene una carga más fuerte el escribir parte de su vida en la obra analizada para llegar a entender todo. Es importante señalar que después de escribir la historia de Ana, Vronsky y Levin sucedió la crisis religiosa tan conocida, cuando prácticamente nace el Tolstoi espiritual, el de las últimas décadas de su vida, donde empezó con el veganismo, el deseo de la castidad, cuando empezó a frecuentar a los pobres y les ayudaba, cuando quiso ceder los derechos de sus libros. Por eso logró “[…] apreciar sus virtudes y sus defectos dentro del mundo en que viven los demás personajes de sus novelas”.[15]
He ahí que, en palabras de Levin, Tolstoi expresa su pensar respecto a su porvenir.

                            “Este nuevo sentimiento [casarse, hablando de autor y personaje] no me ha modificado, no me ha deslumbrado ni me ha hecho feliz como esperaba; como en el amor paternal, no ha habido sorpresa ni arrebatamiento… No sé si esto es fe o no es fe. No sé lo que es. Pero sí sé que este sentimiento, de un modo, imperceptible, ha penetrado en mi alma con el sufrimiento y ha arraigado en ella firmemente”.[16]

No obstante, el escritor ruso vivió como los justos, en paz con la sociedad y no queriendo hacer daño a nadie. Se apartó para sentir el goce de la espiritualidad, de vivir para su alma, para sí, para dejar de condenarse y condenar a sus semejantes, porque claro está, no quería terminar como Ana Karenina.

Tolstoi en su lecho. 


V.                Tolstoi nuevamente
En Yásnaia Poliana se percibía un ambiente apagado. La familia Tolstoi quedaba en casa y trataban de realizar lo cotidiano. Había pequeños movimientos en la mansión pero faltaba algo. El viento meneó los árboles como queriendo gritar de desesperación. Y es que algo en la propiedad escaseaba, ya no está Lev Nikoláievich, después de su muerte Rusia quedó en silencio durante un tiempo, hasta que las voces de otros hicieron renacer las del genio ruso.
En Yásnaia Poliana está la tumba de Tolstoi, una gran protuberancia en la tierra, pareciera lejana, dejada en el lugar más solitario del bosque de su terreno, como si fuera el propio Tolstoi tan lejano de su hogar, de su familia. Ahí yace un grande de la literatura, un cuerpo condenado a vivir en contradicciones, en dificultades; pero con ganas de aprender cada vez más, porque, quién no desea deshacerse de los males y tomar un nuevo comienzo. “La pobreza, el desamor o la falta de libertad no hacen mejores a los hombres. Eso creyó Tolstoi, quien quizá se arrepintió más de lo que pecó”. [17]


VI.             Conclusión
Lev Nikoláievich Tolstoi fue un autor que, en Ana Karenina, nos muestra la libertad que tiene un escritor para realizar sus obras. El autor ruso no dejó de lado su vida, sus ideales, para plasmarlos en su obra; sin embargo, el Tolstoi humanista fue más duro, él sí condenaba los actos del hombre: el adulterio, el deshonor, el suicidio… lo que hemos logrado a través de nuestro trabajo es que, autor y personajes se unen para darnos un sola visión del mundo; también, que Lev Nikoláievich tuvo dos facetas, la de creador y la de moralista, que en la primera oyó, entendió y describió lo que le parecía digno de escribir, en la segunda, cual profeta, pasó la vida pensando en la verdad de las cosas, tratando de que la gente supiera para qué servía y cómo había que vivir. “En Tolstoi, el creador fue más humano que el humanista, más comprensivo que el creyente y más grande que el ideólogo”.[18] Su escritura fue más fuerte que sus discursos idealistas, en su literatura Lev supo encontrar lo que le hacía falta, el complemento en sentido humano para ser el escritor maduro. Tolstoi se miró continuamente en un espejo, supo descubrirse no sólo para observarse; en ese acto da la impresión de hacerlo para condenarse. Por eso, al momento de ver que al escribir estaba encontrando su propia realidad, se dejó de condenar, de castigar, para, como Levin, transformar su vida en una búsqueda de voluntad espiritual, para llenar el vacío que lo perturbó durante un gran lapso y encontrar la paz donde muy pocos la hallaban: aislado del mundo.

Tolstoi leyendo correspondencia. 


BIBLIOGRAFÍA:

AJMÁTOVA, Anna, Poemas, México, UNAM (Poemas y ensayos), 1992.
BLANCO, José Joaquín, La soledad de los optimistas. Ensayos de literatura, México, Cal y arena, 2004.
CHIAROMONTE, Nicola, La paradoja de la historia. Stendhal, Tolstoi, Pasternak y otros, México, INAH/Conaculta (Divulgación), 1999.
DOMÍNGUEZ MICHAEL, Christopher, El XIX en el XXI, México, Sexto piso/Universidad del Claustro de Sor Juana, 2010.
DOSTOIEWSKY y Tolstoy, Novelas y cuentos, México, Cumbre (Los clásicos), 1977.
SLONIN, Marc, La literatura rusa, México, Fondo de Cultura Económica (Breviarios, 163), 1974.
STEINER, George, Tolstói o Dostoievski, España, Siruela (Serie mayor. Biblioteca de ensayo, 20), 2002. 
TOLSTOI, Lev N., Ana Karenina, México, Austral-Espasa-Conaculta (Narrativa, 494), 2011.
________________, Correspondencia, 1, 1842-1979, México, ERA/Conaculta/Fonca, 2005.
TORRES BODET, Jaime, León Tolstoi. Su vida y su obra, México, Porrúa, 1965.








[1] Lev Tolstoi, Correspondencia, 1, 1842-1979, México, ERA/Conaculta/Fonca, 2005, p. 329.
[2] Lev N. Tolstoi, Ana Karenina, México, Austral-Espasa-Conaculta (Narrativa, 494), 2011, p. 29.
[3] Ibid., p. 465.
[4] Nicola Chiaromonte, “Tolstoi y la paradoja de la historia” en La paradoja de la historia. Stendhal, Tolstoi, Pasternak y otros, México, INAH/Conaculta (Divulgación), 1999, p. 93.
[5] Lev N. Tolstoi, Ana Karenina, p. 617.
[6] Marc Slonin, La literatura rusa, México, Fondo de Cultura Económica (Breviarios, 163), 1974, p. 138.
[7] Jaime Torres Bodet, León Tolstoi. Su vida y su obra, México, Porrúa, 1965, p. 180.
[8] José Joaquín Blanco, “Tolstoi y el canon” en La soledad de los optimistas. Ensayos de literatura, México, Cal y arena, 2004, p. 32
[9] Lev N. Tolstoi, Ana Karenina, p. 668.
[10] George Steiner, Tolstói o Dostoievski, España, Siruela (Serie mayor. Biblioteca de ensayo, 20), 2002, p. 258.
[11] José E. Iturriaga, estudio introductorio en Novelas y cuentos de Dostoiewsky y Tolstoy, México, Cumbre (Los clásicos), 1977, p. LVII.
[12] Jaime Torres Bodet, op. cit., p. 243.
[13] Lev N. Tolstoi, Ana Karenina, p. 963.
[14] Jaime Torres Bodet, op. cit., p. 253.
[15] Ibid., p. 189.
[16] Lev N. Tolstoi, Ana Karenina, p. 1030.
[17] Cristopher Domínguez Michael, “Grandeza e infamia de Tolstói” en El XIX en el XXI, México, Sexto piso/Universidad del Claustro de Sor Juana, 2010, p. 89.
[18] Jaime Torres Bodet, op. cit., p. 258.

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