Quién sabe lo que pasa

Bethzabé Castillo


Llevo días intentando dormir, no puedo, los golpes en la pared se hacen cada vez más grandes, más fuertes, mi mente escucha los zumbidos de las personas que pasan y los auriculares solos no sirven de nada si no tengo dónde ponerlos para la distracción de mi mente cuando no te tengo en las noches, aquellas donde el amor parece quedarse pegado a la ventana con pequeñas gotas de lluvia que no se mueven, que quedan cristalizadas como una simple tormenta que se ha desembocado en mi cabeza. Parece que las olas del mar han quedado perplejas y sin movimiento más que el de unas piernas corriendo como queriendo abrazarlas. –No le dejé continuar, le exigí que despertara, ya era tarde para comenzar de nuevo la misma historia–. Sin tan sólo el ruido de las malditas teclas tuvieran un motivo en especial, uno donde ya no imagine esto mismo, siempre, siempre, siempre.
        De vez en cuando presto un poco de atención a los cabellos que se mueven cuando uno los observa de contraluz, en medio de una madrugada que parece más brillante que el sol que envuelve a los veranos y que el perfume que te pones cuando nos quedamos de ver a las 8:00 de la noche. Maldito el afán mío de verte y necesitarte por las noches, aunque a veces no lo comprendas.

Fotografía tomada por Carlos Andrés Cruz O.
http://carlosandrescruz.com/

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