Crecer para la muerte. Cinco poemas de Gerardo del Río
Amada
Vamos a escribir un verso
cercano a la precisión matemática
y lejano a tus labios
un verso que prescinda
de toda magnitud astrológica
certero a la licitación de tu piel
que no bautice nubes
naos o mares
un piquetero de las avenidas
que entre por todas las cerraduras
que no claudique ante canciones de
amor
un tigre nocturno
cuyo aliento inquiete tus sueños de
cervatilla
vamos, anda vamos a romper espejos y
cristales
lunas que asombran tus ojos
dime el color de las cortinas y las
sábanas
voy a escribir un verso que acompañe
un caballito de tequila
río navegable
donde el olvido tiene su principio.
Tres
miradas
1)
Desengáñame:
dime que estoy equivocado, amor
cuando el fluir de la noche
me hace naufragar
si conjugo el verbo soñar.
2)
Errático en las sábanas
en mares de algodón
donde la estrella que me guía
es tu aliento.
3)
la desnudez es nuestra
seña de identidad
testimonio de nuestra existencia.
Manual
de caza
Inmóvil al acecho
cada vibración
anuncia la presencia de su presa
dar el fruto que hará que la
conciencia
florezca y el paraíso se pierda
ahora solo se percibe su esencia
en la salvaje extensión
que renueva las primeras lluvias de
mayo
ellas, Eva, yo todos los Adanes
posibles.
Misterios
La voz en el sueño es el misterio
el diario trajinar está entrelazado
con el azar
el sortilegio es el desprendimiento
de la epifanía
el espíritu del desierto está en el
vapor que se desprende de los adoquines
el desierto acechante que recuerda el
área geográfica
que habitamos
aquí donde la ciudad asentó sus
reales
pero el misterio obra su maravilla
y basta una ligera llovizna
para que entre las grietas se
manifieste
en su salvaje esplendor la naturaleza
y su mano invisible pueble de
florecillas
los rescoldos del alma.
Crecer
para la muerte
Buscaste la muerte en las esquelas y
las páginas policiacas
en los hospitales y los anfiteatros
en las pastillas y los hoteles de
paso
las navajas y la estufa de gas
la cuerda del tendedero y la bolsa de
plástico del supermercado
en coronas funerarias y cementerios
te olvidaste que la muerte va a tu
lado
y siempre ha sido tu confidente.
Gerardo del Río
Acevedo (Zacatecas, 1962). Habitante de las tierras que colindan
entre la villa de Guadalupe y de Nuestra Señora de los Zacatecas. Siempre ha
caminado bajo la egida de los peces astrales, sabiendo que la era de acuario
está en su esplendor, en este sentido es un anacrónico, fue miembro tanto
activo como pasivo de talleres de creación literaria y de artes plásticas
impartidos por dos coordinadores reconocidos y vilipendiados, por su actitud
abiertamente facinerosa los cuales aún mantienen su misma gracia; así que se
considera un errabundo en esos dos lares, sin embargo, nada ni nadie lo puede
hacer cambiar de rumbo pues su brújula hace tiempo que perdió el Norte, por
tanto sigue empecinado a navegar en los páramos de estas dos tentaciones, sus
filias serán siempre siniestras y sus fobias rondan las diestras. Ha publicado
en diversos periódicos y revistas de aquí y de allá, ha ilustrado algunos
libros, y publicado otros para editoriales marginales, los que le han permitido
mantenerse en los linderos de lo indie. Sus amigos y enemigos han escrito sobre
su obra. Sus creaturas lo acosan como el monstruo al doctor Víctor Frankenstein
y sigue practicando la escritura y la gráfica, como lo que es, un viejo
pugilista, que hasta el día de hoy no ha sido abatido por su sombra con la cual
sigue haciendo sus rounds. Escribe y dibuja sobre la vida sin podar alegrías o
dolores que ambas son ramas del mismo árbol. No ha escrito ni epitafio ni
obituario, sus restos pertenecen al mar y al pueblo de su infancia, cuando la
parca lo visite espera sea durante la vigilia, con una taza de té con un chorro
generoso de mezcal de La Pendencia y un cuaderno y lápiz donde dibuja o escribe
sus notas, y puedan deleitarse con alguna canción de Amalia Mendoza como
complemento nocturno e inicio del viaje infinito.
Así es nada más y nada menos que Gerardo del Rio, lalo para nosotros
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