Erial. Tres poemas de Luisa Vera
Erial
Cae una lágrima desierta de
emociones,
lenta, profana la aridez del suelo
yermo
mientras levanta el grito más
profundo.
La noche con desolación oculta
el martirio de los huesos fracturados,
de la carne tajada con machetes,
del horror de saber que no hay mañana.
Ninguno triunfa en la contienda
por el negocio de la alevosía.
La tierra absorbe sangre que al
verterse
hace que las prendas de vestir
germinen
como afónicos testigos de cada
masacre.
El sosiego se rompe por momentos
con el plañir de un cascabel que
repta
entre suplicios de gargantas
inundadas.
Después de la ráfaga todo enmudece.
Arden las dunas salpicadas de
dragones,
voraces fauces orientadas hacia el
cielo,
son fuegos fatuos que devoran las
plegarias
de las madres despojadas del amor de
Dios.
Y en medio de la vasta soledad,
tres mil quinientas esperanzas mueren
calcinadas.
Cima
Gimes,
dulce ráfaga de aliento,
eco perdido entre montañas
deslizas tus pezones entre mis
costillas,
procuras despertar mi ombligo.
Lames,
el oleaje de tu cuerpo
vuelca mis recuerdos
Eres dura y te resistes
anocheces el cielo
con la oscuridad de tus pestañas
y me miras insolente,
tu vientre me niega la cima,
te suplico.
Mientras piso el umbral del
desconcierto
tú te vistes y te vas.
Regalo
de Sia
Me despiertas quedo,
besando mi cara,
basta mirarte para ser feliz.
Dicen que estoy loca
por quererte tanto
mientras te aprovechas
de la situación.
¿Y qué les importa
si tú no me quieres,
si escapas de noche
o si la que ama seré siempre yo?
Fue tu displicencia,
tu cara morena,
tu andar desgarbado
lo que me atrapó.
Me vuelvo caricias,
guiños y acrobacias
para despertar un poco
tu interés en mí,
sólo me miras con cierto desdén.
Bebes en mi taza,
duermes a mi lado,
me arañas la espalda
con tanto rencor.
Lo que nadie sabe,
pequeño tirano,
que con tu ocurrencia
escarbas mi vida
y entierras la mierda
de mi soledad.
Luisa Vera (Tepetongo,
Zacatecas, 1970). Escribe cuento y poesía, sólo por amor a las palabras.
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