Cinco poemas de Raúl García Rodríguez


Dos maestras y veinte alumnas de una secundaria de Guerrero fueron trasquiladas por un grupo de hombres desconocidos     

suracapulco.com



No miran la tristeza
mientras cortan lo más cerca posible
de los pensamientos

Procuran que el cabello
siempre sea más largo
que los brazos de una adolescente

Por un instante se distraen pensando
en lo que podrían comprar
con las siete trenzas de Mariana
y calculan la distancia
entre su hombro y la punta de los dedos

Quizá es tiempo de llevar en la mochila
una mandíbula de burro
útil ahuyentando filisteos,
o una colmena enfurecida
hallada en las entrañas de un león

¿Has visto una abeja atrapada
en el laberinto de una cabellera?

¿Habrá algo más dulce que la miel,
más fuerte que un león,
más valioso en el mercado negro
que el cabello de una niña
de Acapulco o de la India
vendido en las salas de belleza
de Manhattan y Polanco?


La palabra sinhogarismo acaba de ser reconocida como neologismo válido por los filólogos de la Fundación del Español Urgente    
 El País

Con la vista en la banqueta
vuelvo a casa como siempre
buscando monedas
pero hoy sólo encuentro
pájaros recién caídos
inertes
aún sin hormigas haciendo
sus labores de mudanza

Pareciera que las tórtolas
duermen plácidamente sobre su costado
como las mujeres
que pasan la noche
frente al palacio de Bellas Artes

Los pájaros de la ciudad
tienen el canto devaluado,
y colores de baja denominación
como la cobija
de quien duerme en la calle,
como los billetes despintados
que encuentras en un pantalón
recién salido de la lavadora
pero que, con algo de suerte,
te los aceptan en la tienda de la esquina
donde trabaja una mujer
que tiene la costumbre de silbar
mientras te entrega el cambio


El ayuntamiento de Tlaxcala ofrece descuentos en la corrección de errores en actas de nacimiento: ortografía, abreviaturas, fechas, entre algunos otros     
El Sol de Tlaxcala

Más bien temo
que escriban mal mi nombre
en el acta de defunción,
que cambien sin querer
alguna de las cuatro sílabas
que desde la cuna llevo
alrededor de mi tobillo

¿Qué consecuencias puedo esperar
si mi apellido tiene
s en vez de z?

¿Podría corregirse
aunque en el acta
brille el escudo del ayuntamiento
con su lema de heroísmo
escrito en lengua muerta?

¿Irá mi nuevo nombre
en la licencia
para conducir en autopistas subterráneas?

¿En los papeles de la hipoteca
de un mundo
cada vez más poblado y mudo?

¿En el recibo del agua
donde toda el agua ha sido serenada?

Si la burocracia no perece
¿corro aquí el peligro
de no estar del todo muerto?
¿corro allá el riesgo
de no tener casa propia,
y siempre andar a pie
señor licenciado?


La cocina de mi abuela
era el ombligo del mundo

Por la llama del bracero
cruzaba la línea del Ecuador

El humo dibujó en el techo
un mapa precolombino

Recuerdo la orilla carbonizada
de las tortillas, cuando el mundo
tenía forma de comal y era el firmamento,
no la tierra, el que giraba como un todo[1]

Antes de conocer las plantas de maíz
los tripulantes de carabelas inflamables
temían al fuego de dragones marinos
casi tanto como caer
por el borde redondeado del océano

Las manos de mi abuela
eran inmunes al fuego
y nunca se resecaron
con el agua del mar


En el salón de clases
los pitagóricos contaron naranjas
las dividieron en diez gajos,
les dibujaron un interior simétrico
y un número impar de semillas,
aunque en el pizarrón
siempre pasaron por alto
otras variables
también desdeñadas
por los moderno profesores[2]
como son la pulpa
y el jugo que abrillanta
la dulce mejilla de los niños

Fácil de contar como buena fruta mística
servía para instruir
a la juventud de Samos y Mileto
sobre la perfecta insipidez 
de las sumas y las restas,
de las fracciones y los números enteros
que mantienen en orden a los astros
y dan armonía
a la flauta dulce de los estudiantes
que una vez al día se congregan
en el cateto implícito del patio
para respirar al mismo ritmo
y compartir el desayuno

Pitágoras dictaba la lección sin esperar
a sus más lentos discípulos,
yo escribo de prisa
en honor a la compañera de tareas
que al sonar la campana me ofrece
con la mano extendida
un gajo semitrasparente y amarillo
como la llama repentina de un mago,
-aún me falta escribir el teorema
que sea digno de un papiro
de esos que vendían
en cualquier papelería
de Mesopotamia,
pero podría jurar que el regalo
de mi compañera
vale más que la naranja intacta,
completa y opaca
que traigo en el bolsillo para ti


Raúl García Rodríguez (Zacatecas, Zac., 1981). Maestro de Filosofía y periodista cultural. Autor de los poemarios De cuerpo presente (2015) y Hemeroteca (2018), este último galardonado con el 12 Premio Internacional de Poesía “Gilberto Owen Estrada”.





[1] Sin embargo no se mueve es el nuevo libro de Juan Carlos Gorostizaga, matemático de la Universidad de Murcia que defiende el geocentrismo "visión cosmológica apartada injustamente del saber" (Europapress).
[2] Para Yeap Ban Har, pedagogo de la Universidad Tecnológica de Singapur, el sistema educativo de occidente enseña a los niños sólo a pasar los exámenes, pero no a comprender las matemáticas.


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