La ambigüedad del sediento. Siete poemas de Lourdes Ferrufino


La ambigüedad del sediento

La verdad es que el sediento existe
más allá de lo improbable
nunca sabremos
Si resistir al espejismo
          es signo de cordura
Si la ambigüedad del sediento
           es signo de fracaso
si el sediento maldice su lengua
porque en todos sus sueños
la muerte le parece líquida.


Las ocultas

¿Dónde engavetan a mis mujeres?
¿Qué clase de etiqueta le ponen a la caja donde las esconden?
“frágiles”, “delicadas”, “material altamente inflamable”
Veo sus frentes: las imagino doradas. Marmoleadas. Mixtura de razas.
Veo sus manos: Han conocidos colores que supieron apresar a pulso.
Cabelleras bucólicas que no describió el compilador.


Primero de noviembre

Manojos y reminiscencias brotan
en medio de un gentío nervioso.
El grupo de ancianas discute el precio de las flores
Si llevar este color celeste o aquella terracota.

Pienso en el jardín de las delicias
los cuerpos los frutos la impresión carnal.
No sabría decir qué modifica este cuadro
si el aliento o el prodigio de ser foránea
si la brutalidad del día previo al festejo
si la muchedumbre merece
llevar el luto con flores pasadas de moda.
Es preciso conservar rituales
antiguos instrumentos de la costumbre.

Existe una verdad perversa:
la ciudad es un camposanto habitable.


Numen de ordenador

                        A Cristina Peri Rossi

Todo tiempo plagado de humedades
exige vanas formas de olvido.
Repetirse frente al ordenador:
no intentes besarla desde la pantalla
es una diosa de busto firme
y domina las estrategias del deseo.
Busco la elocuencia de tus pezones
sin comprender el dulce artificio que disimulan.
Niego tu edad, olvido la mía.
Señal de un asombro que no se permite.
No me resisto
enciendo el ordenador y tecleo tu nombre.
Muchachita pagana:
hace mucho que vives
en un abismo colmado de idólatras.


Celebración

Celebro mi permanencia en el ojo de la fiera
celebro que mis labios todavía inquietos
no sepan nada de plegarias.
Celebro el ciclo de la infinitud
es decir, mi permanencia en el ojo de la fiera.
Dirán de mí que fui semilla echada a perder
infecunda hasta la última gota
por eso celebro la altivez de las estatuas
enviadas a darme la canción de espiga
la misma que atraviesa mi cuello
por cada mujer disoluta que como yo
también ha sido estatua. 


Comercio y magia

Transita una horda de muchachas
con paso firme frente a la catedral
Tomadas de las manos
Fatídicas
Impolutas
Expectantes
Andróginas.

La más joven
lleva una flor iridiscente sobre su pezón.

En la acera un muchacho
con camiseta de letras impronunciables
dos o tres demonios azules
contempla por azar
la belleza de un pezón desafiante.

El humus de un automóvil
nos despierta de ese leve sueño
interrumpido
por un pezón enarbolado
cual si fuese una abeja de luz. 


Oración contrita

Señor
puedo poner la verdad entre tus manos
y harás con ella lo que te plazca
puedo, si es preciso
borrar mi nombre y llamarme lluvia
solo si el tiempo se vuelve sangre.
Pongo la verdad entre tus manos
te cedo así mi temor al fuego
pero nunca, nunca
me digas que pagaste por adelantado
mis apuestas con tus ángeles de plomo.


Lourdes Ferrufino (Santa Rosa de Lima, La Unión, El Salvador, 1992). Licenciada en Letras por la Universidad de El Salvador (UES-FMO). Se dio a conocer por el certamen literario de mujeres “La flauta de los pétalos” (2015), organizado por el centro de Estudios de Género de la UES. Dirige los ciclos de poesía “La Página Desértica”. Aparece en el índice general de poetas salvadoreñas “Las muchachas de la última fila” (Zeugma Editores, San Salvador, 2017). Obra publicada: La Espina Etérea (San Miguel, 2016) y Diluvio (San Salvador, 2017). Se dedica a la docencia.

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