El encuentro ante lo inexplicable en “El espejo” y “El entierro” de Amparo Dávila
Ezequiel Carlos Campos
[…]
y la otra cara de la realidad, la oscura, la opaca, en donde las cosas que
suceden, que también pueden ser cotidianas, no tienen una explicación lógica…
simplemente ocurren.
Amparo Dávila
Para H.P. Lovecraft, autor de relatos
fantásticos que consagró una obra teórica a lo sobrenatural en la literatura,
el criterio del género no se sitúa en la obra, sino en la experiencia
particular del lector, esta experiencia debe ser el miedo: “Un cuento es fantástico, simplemente si el lector
experimenta en forma profunda un sentimiento de temor y de terror, la presencia
de mundos y potencias insólitas”.[1]
Es, pues, el miedo lo que tiene que sobresalir en estos textos. Pero ¿algunos
cuentos de Amparo Dávila serán fantásticos?
Publicación del ensayo en la revista Barca de palabras |
Amparo Dávila tuvo una
infancia determinada por el dualismo: lo luminoso y lo oscuro, el yo y el
destino. Ella lo dijo, por ejemplo, en estas dos citas: “Es imposible huir de
uno mismo y del destino. Siempre voy entre esas ideas… entre dualidades”.[2]
En los textos de la escritora se percibe ese dualismo del que ella habla:
luz-oscuridad, fantástico-real, entre otros; “En mi persona un pez es el
infierno, lo oscuro, lo tenebroso y el cuento; y el otro pez es la luz, la
belleza, el amor y la poesía”.[3]
¿Entonces, qué sería eso que causó una niñez muy “oscura”? Amparo Dávila, al
ver las ilustraciones impresionantes de Gustave Doré en La divina comedia, quedaría determinada de por vida. “[…] hojeé la Divina comedia, que determinó bastante
mi personalidad y, por lo tanto, mi obra, en la cual se ven reflejadas el terror
y la angustia que sentía”.[4]
Algo sorprendente es que también a Lovecraft, esas ilustraciones, no sólo las
del libro de Dante, sino otras más, lo impresionaron desde niño: “[…] las
extrañas ilustraciones de Gustave Doré […] me afectaron poderosamente”.[5] Doré marcó a los dos autores, y de allí su
afán por escribir algo oscuro, tenebroso.
EL ESPEJO
Un joven, que trabaja en Tractors and Agricultural Machinery Co. tiene
a su madre enferma, asume dejarla en un hospital, mientras él está en su trabajo.
Al paso de los días, ella se enferma cada vez más: grita en su habitación,
llora, no come, sufre un cambio notable. Las enfermeras no saben el porqué de
su cambio. La señora cuenta a su hijo lo que le sucede, él tiene que dejar a un
lado el trabajo y darle más atención; aún siguen esas situaciones. “Pero por la
noche, a la misma hora, volvió a suceder y lo mismo sucede noche a noche…”.[6]
El hijo se queda una ocasión con ella y descubren el fenómeno: “Nadie tiene la
culpa, es el espejo, el espejo…”.[7]
¿Cómo podremos decir
que este cuento es fantástico? Lovecraft dijo, primero, que el texto fantástico
tiene que experimentar terror, y los personajes de “El espejo” no sufren nada
más terror, sino desesperación; también el lector experimenta las mismas
sensaciones; entonces, en ese aspecto el cuento cumple.
¿Llegó el espejo a causar
terror al hijo y a la madre? El espejo es el mundo sobrenatural, en el cual se
transparentan figuras sin forma, oscuras masas que se movían, como si quisieran
pasar de su mundo a éste. La madre, en un principio, fue elegida por esas
figuras, para que las viera, y después ayudar a transportarlas, mediante su
miedo; cuando el hijo las descubre, son ya dos elegidos, para que esas formas o
figuras entren al mundo real de los personajes. Se junta esa lucha entre la
realidad y la ficción de los dos mundos para hacerse uno solo; los personajes
pierden esa disputa: “No volvimos a cubrir más el espejo. Habíamos sido
elegidos, y como tales, aceptamos sin rebeldía ni violencia, pero sí con la
desesperanza de lo irremediable”.[8]
¿Serán capaces de enfrentar el miedo? ¿Qué eran esas formas, qué querían, qué
les pasó a los protagonistas cuando descubrieron el otro mundo? ¿Será ese su
destino: ayudar a esas figuras?
EL
ENTIERRO
Después de caer enfermo y aparecer en un
hospital, el protagonista del cuento va a su casa a descansar, por exigencia
médica. Recuerda su pasado. Se da cuenta que no hay ninguna mejoría y descubre
que su fin está cerca. Pasaría los días de su vida sentado en su sillón, pensando
en cómo sería buena su muerte: tener un bonito sepelio; debía ser un entierro
modesto, donde todos sus conocidos caminaran junto con él por las calles rumbo
al panteón y dijeran: se trata de alguna persona importante. Dos cosas deseaba
antes de morir: “Salir a la calle por última vez, caminar solo, sin que nadie
lo vigilara y sin que nadie de su casa se enterara […]; quería también volver a
ver una vez más a Raquel, ¡la había extrañado tanto!”[9]
Su muerte era irremediable. Lo que había deseado se cumplió, porque no había
nadie en su casa, era la ocasión perfecta para salir. Al llegar a una esquina
se detuvo, pasó un cortejo fúnebre, debía ser un entierro modesto y de alguna
persona importante.
¿Cómo descubrir de
quién era ese cortejo fúnebre que el personaje se encuentra en la esquina?
Cuando se halla solo –algo raro, porque su casa nunca se hallaba sola, siempre
estaba él en compañía– y decide salir; el lector, con detenimiento, lee lo que
hace: camina, piensa; mientras transita, el ambiente era gris y frío. Encuentra
el cortejo fúnebre: una carroza y detrás varios camiones con ofrendas, un
Cadillac negro último modelo, igual al suyo; percibe dentro del Cadillac las
caras tristes y níveas de sus hijos y de su mujer.
Los cuentos de Amparo Dávila refieren
mundos oscuros, herméticos, nocturnos, insomnes, demenciales, algunos
inexplicables y el miedo. Retomando la propuesta de Lovecraft, podemos afirmar que
los cuentos anteriores están dentro de lo fantástico. Louis Vax dice lo
siguiente: “El relato fantástico… nos presenta por lo general a hombres que,
como nosotros, habitan el mundo real pero que de pronto, se encuentran ante lo inexplicable”.[10]
¿No será el caso de los dos cuentos de Amparo Dávila? En ellos existe una
realidad, nuestra realidad, y de pronto, se encuentra lo inexplicable, en estos
casos: las formas que aparecen en el espejo y ver el cortejo fúnebre de uno
mismo. He allí un punto clave, lo misterioso.
En “El espejo” y “El entierro” se encuentra
también ese no poder huir de uno mismo y el destino: que los personajes no logren
dejar de ver a las figuras y estar consignados a ayudarlas; o que no se consiga
huir de la muerte y se esté destinado a morir.
Todo texto de esta índole
tiene que dar temor al lector, que sus emociones crezcan al estarlo leyendo, son
cuentos sobrenaturales que carecen de explicación lógica. Lovecraft escribió lo
siguiente: “Creo que la escritura fantástica ofrece un campo de trabajo serio
nada indigno de los mejores artistas literarios; aunque no muy limitado, ya que
refleja solamente una pequeña sección de los infinitamente complejos
sentimientos humanos […]. La gracia de un cuento verdaderamente extraño no es
simplemente alguna violación o superación de una ley cósmica fija, una escapada
imaginativa de la tediosa realidad”.[11]
En el campo de lo
fantástico existe siempre la posibilidad exterior y formal de una explicación
simple de los fenómenos, pero, al mismo tiempo, la explicación carece por
completo de probabilidad interna. Lo más importante tiene que ser la atmósfera,
pues el criterio de autenticidad no es la estructura de la intriga sino la
creación de una impresión específica. Se debe juzgar el cuento fantástico no
tanto por las intensiones de su autor, sino en la intensidad emocional que
provoca.
Bibliografía:
DÁVILA, Amparo, Muerte en el bosque, México, Fondo de Cultura
Económica (Lecturas Mexicanas 74), 1985.
HERRERA, Jorge Luis, Voces en espiral. Entrevista con escritores
mexicanos contemporáneos, México, Universidad Veracruzana (Cuadernos),
2009.
LOVECRAFT, Howard
Phillips, H. P. Lovecraft (1890-1937),
México, Tomo (Autores Selectos), 2012, 2ª edición.
TODOROV, Tzvetan, Introducción a la literatura fantástica,
México, Premia, 1981, 2ª edición.
[1]
Citado por Tzvetan Todorov en Introducción
a la literatura fantástica, Premia, México, 1981, p. 26.
[2]
Jorge Luis Herrera, Voces en espiral. Entrevistas con escritores
mexicanos contemporáneos, Universidad Veracruzana, México, 2009, p. 14.
[3]
Ibid., p. 29.
[4]
Ibid., p. 27.
[5]
Howard Phillips Lovecraft, H. P. Lovecraft (1890-1937), Tomo,
México, 2012, p. 16.
[6]
Amparo Dávila, Muerte en el bosque,
Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 95.
[7]
Ibid., p. 97.
[8]
Ibid., p. 102.
[9]
Ibid., p. 129.
[10]
Tzvetan Todorov, op. cit., pp. 19-20.
[11] Howard Phillips Lovecraft,
op. cit., p. 20.
Comentarios
Publicar un comentario