Lindas etapas de la vida: la niñez y la adolescencia. Análisis de Violetta y Xavier como personajes transgresores en "Diablo Guardián", "Éste que ves" y "La edad de la punzada" de Xavier Velasco

Ezequiel Carlos Campos

Los odio, y ellos me odian a mí.
Xavier Velasco



En la mayoría de las novelas de Xavier Velasco encontramos aspectos de lo que ha vivido, lo que ha sido, hecho. Aun así, aunque no sea un libro autobiográfico, se encuentran rasgos de él en sus personajes y los lectores que conocen de su vida distinguen con facilidad esos aspectos. Lo cual quiere decir que Velasco siempre aparece más allá de su nombre en la obra.
 ¿Será pues Xavier Velasco un escritor autobiográfico?
Se analizará en este ensayo a Violetta y a Xavier; ella, personaje principal en Diablo Guardián, obra ganadora del VI Premio Internacional Alfaguara de Novela en el 2003, y querida por la mayoría de sus lectores, aparte de ser un Best-Seller en Latinoamérica, como también, libro que le dio el trabajo de escritor, como dice él respecto al tema; y Xavier, personaje principal en Éste que ves cuando era un infante, y en La edad de la punzada, cuando ese niño empezó a crecer, con nuevas aventuras. Las últimas novelas parecen ser las historias autobiográficas de Velasco, donde se encuentran muchas cosas de su vida; primera, por el nombre homónimo del personaje; segundo, los nombres de sus padres y de su abuela; tercero, lo que vivió Velasco su personaje también lo vivió, el barrio donde creció es el mismo, las mismas materias reprobadas, la semejante afición a la escritura y al tenis, por la misma música; se podría seguir, más y más aspectos de su vida con las novelas. La portada de Éste que ves, ese niño de cara triste y pelo rubio es Xavier Velasco, un retrato de su infancia, cuando tenía seis años; y el de La edad de la punzada, ahora adolescente, con su afgano, su pantalón blanco y su playera roja, con el balón viejo desinflado, junto con su perro, es Xavier Velasco. El autor nos muestra su vida en estas novelas, donde lo conocemos y sabemos con detalle sus pensamientos.

Diablo Guardián
Me siento oscura y luminosa, provinciana
y newyorka, violada y violadora […]

Rosa del Alba Rosas Valdivia, o Violetta R. Schmidt, después de haberse rebautizado, cuando se fue a Estados Unidos, es la protagonista de Diablo Guardián, una adolescente que desde niña fue educada a la manera americana: toda su familia hablaba inglés entre ellos –muy malo, por cierto–, se teñían el cabello de rubio, usaban los dólares como dinero en su casa, y sus sueños siempre fue vivir en los Estados Unidos. Rosalba tiene ilusiones, perspectivas altas, pero con un carácter especial, le fastidiaba su vida, sus padres y hermanos, los demás. Lo único que le dejó vivir de esa manera era el anhelo a viajar a ese país, disfrutar de la vida americana, de las avenidas, de las tiendas, los dólares. ¿Cómo le haría para irse?
Cuando cumple quince años encuentra la manera de marcharse, roba a sus padres el dinero que tenían de la Cruz Roja  y se va, dejando atrás a esa Rosalba que en la escuela odiaban, a esa niña que nada más no daba una en pasar las materias y en hacer amigas, a esa Rosalba Rosas Valdivia que sus padres educaron con el sueño americano y que los dejó, sin dinero, para hacer una nueva vida y viajar sola, en busca de una nueva identidad.
Violetta no tiene amor propio. Ya estando en ese país y de haber pasado la frontera, aun más, tratando de llegar a Nueva York, no le importa lo que tenga que hacer con tal de poseer lo que desea. Dice Enrique Serna en su texto “La Coatlicue de Saks”: “Una chica de virtudes negociables”.[1] No va a dejar de negociar, si quiere algo lo busca, encuentra, y de nueva empieza todo, quiere, busca, negocia, encuentra… No hay un imposible para ella, cómo no, si todo es referente a comprar, y con tanto dinero todo lo tendrá. Si alguien intenta engañarla es incitarse al masoquismo, se sabe que con ella no se juega, mucho menos se le hace de menos. Pero aún es una adolescente, más madura que cualquiera de su edad. Va a buscar siempre la felicidad materialista: “Dicen que cuando una es feliz se queda sin historias que contar”.[2] ¿Significa, pues, que ella, aunque es feliz materialista nunca va a buscar esa felicidad completa, pura? ¿Será que prefiere nunca llegar a la felicidad para no estar por completo bien?
Violetta sí va a buscar a estar plena, tener todo lo que quiere, pero, como dice ella, no quiere quedarse sin historias que contar, he ahí su manía por no pasar desapercibida, por su ambición a nunca dejar de hacer lo que le gusta. ¡Mira, ahí va Violetta –se diría una pareja de novios en Nueva York–, cómo es guapa, aparte es rica, de clase, me gustaría conocerla, ser su amiga!; sí, y a mí me encantaría ser su novio.
Esa púbera inocente, Rosalba, ha quedado atrás, ha transgredido toda ética familiar para ser ella. Ya nadie la molesta, ni le impide nada, nadie, ni esas personas que conoció, su primer amor americano, ni el Nefas, ni Pig, su Diablo Guardián. “Violetta es un personaje irritante y cautivador, que probablemente haya revuelto las vísceras a más de un lector mexicano”.[3]
¿Por qué se atrevió a robarles un número elevado de dinero a sus padres? ¿No los quería? Ella no pensó en lo que podría pasarle después de tomar el dinero e irse a Estados Unidos. Estaba cegada por tener sus deseos en sí, no pensó, sino accionó, no supo cómo reaccionar cuando, estando allá un buen tiempo, los dólares se agotaban. ¿Trabajar? ¿Robar? Ni ella lo sabía, cuando el dinero se agotara ya podría pensar, no obstante, va a disfrutar pasearse por las avenidas de Nueva York, comprando esto y aquello en las caras tiendas de la ciudad, tratando de llevar su vida, mantenerla. Sólo ella puede salvarse, nadie sobre la Tierra –en esos momentos– puede llevarla por el buen camino; es ella, Violetta, no cualquier niña que vive en La Gran Manzana, sabe qué hacer en esos casos, aunque nunca sepa cómo hacerlos bien.
Después de haberse terminado el dinero tenía que regresar, como todo lo que regresa a su lugar de partida: su casa, su ciudad, con su familia, su vida de antaño, a hablar inglés donde lo hablan mal, donde no hay avenidas de la calidad de las de Nueva York, donde pueda comprar lo que sea de su agrado. ¿Reconocerían a Violetta en su regreso? ¿Ya no existía Rosalba?
Ella sabe con perfección que si regresa con su familia las cosas van a cambiar de raíz, por los robos, las burlas, los engaños, los desprecios. Así fue, regresó, tuvo que dar su coche caro a su padre de recompensa; sería la sirvienta si quería estar en la casa de ellos, sus hermanos ya no le daban la palabra, vivía ajena de todo. Trabajar y ganar su propio dinero, le venía a la mente. Sería la solución. ¿Será este el momento clave en la vida de Violetta: el querer arreglar las cosas de la mejor manera, ya como una mujer hecha? ¿Dónde quedó esa niña que todo le valía excepto sus anhelos? No quería ser feliz para no dejar de contar cosas, la vida le traía desgracias, no obstante maduraba, pensaba como piensan las mujeres de su edad; ya no deben ganar sus demonios. Aunque ella no podrá hacerlo sola, necesitando a alguien que le ayude a lograrlo, a un Virgilio que, mientras su vida avanza, no la desampare, manteniéndose a su lado, su Diablo Guardián.
Transgredir: quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto. ¿Violetta no violó los preceptos de sus padres al robarles e irse por un tiempo a otro país, dejándolos? Ella fue capaz de violar los mandatos, no sólo de sus padres, hasta los de sí misma, porque, además, se sabe que a su edad, cualquier hijo tiene la obligación de respetar, aguantar a sus padres, y ella no lo hizo, no los soportó, violando las normas de la familia, las obligaciones como hija y como ciudadana, por haberse ido a Estados Unidos como ilegal. ¿Qué más hizo en el país septentrional? ¿Qué le faltó hacer? Cabrían más preguntas: ¿por qué se regresó? ¿Por qué tuvo que soportar a sus padres a su regreso? Ella como mujer captó los males que hizo a sus padres, por eso les dejó su carro, aparte tenía que trabajar para tener su propio dinero. ¿Trabajar, ella? Maduró, algún día lo haría, por eso contó su historia para recordarse como una soñadora, como difícil persona de trato, de buenos gustos, a Pig, su Diablo Guardián. ¿Fue él quien la ayudó para dejar de transgredir todo lo que estaba a su paso? Adiós a la Violetta violadora de normas, violadora de no Violettas, violadora de ella misma, Violetta.

Éste que ves
No era que me gustaran los problemas,
sino que ellos más bien me preferían.


Ahora estamos ante la historia de un niño.
Cómo un infante puede decir esto a los seis años: “Si había un paraíso, y por tanto un infierno, mi destino sería estar con los ladrones, los mentirosos, los más malos de todas las películas, castigados por todos los siglos de los siglos”.[4] ¿En verdad un niño puede ser condenado por los siglos de los siglos? Sólo por él mismo, como en este caso.
Xavier, el niño iluso de la cara triste, es hijo de Xavier y Alicia, nieto de Celita, que, para él, es su mayor cómplice. Xavier niño se va forjando su propia vida, gana cuando quiere, anhela hasta lo imposible y siempre lo tiene, lo tendrá siempre, es su naturaleza, si es necesario mentir mentirá, si es necesario decir la verdad nunca la dirá:

                      “Guardo tantos misterios que casi todo el tiempo necesito mentir, les miento a mis amigos, al maestro, a la miss, a mis compañeros, a Ana María, a Salustia, a mis papás. Si un día les contara a todos la verdad, tendría que aventarme por la ventana. La verdad es horrenda, por eso no se ve”.[5]

Cuántos niños en la primaria se ven solos, ofendidos por sus propios compañeros y maestros, a niños que no quieren estudiar porque su escuela es un infierno y no están cómodos, siendo el infierno el único lugar donde se podría estar bien, como en el caso de Xavier; cuántos vemos que sus padres no les dan atención por estar ocupados, aun siendo hijos únicos. ¿Será entonces la culpa de Xavier y Alicia, de Celita, por darle muchas libertades a su edad? Un padre, cuando su hijo está en edad del aprendizaje tiene que ser dos cosas: duro y vulnerable; duro, para que el niño crezca educado, que sepa lo bueno y lo malo; vulnerable, para que él encuentre el alma humana, de que todos son distintos, somos humanos. La madre, por consiguiente, tiene que ser la encargada de saber lo que su hijo realiza, descubrir las mentiras, por dónde va; sin embargo la abuela no tiene que darle libertades a Xavier, jugar sus juegos, porque el niño la manipulará y sabrá manejarla, lo contrario de su posible función, la de decirle lo bueno y lo malo. “Mi antipatía es ya motivo de diversión”.[6] Cuando el pequeño vaya creciendo la antipatía será notoria, como se ve en la novela, Xavier sabe lo que pasa y le gusta, es inteligente, sabe que las cosas que hace están mal, y no le importa, no hay nadie que se lo impida, sus amigos y él se divierten, son niños, divertirse es palabra hermosa para sus oídos, les gusta hacerlo, es lo de ellos.
Ser niño es llevar un camino corto, casi nada se puede hacer, hay restricciones; se llega a un infierno sin saber, sin pensar, se quiere sin querer. Ese infierno es ser niño, un pequeño indefenso, que ocupa la ayuda de los mayores; no es escuchado, no es tomado en cuenta. En sí la infancia no es complicada, lo que lo hace así son los fantasmas de uno, que juegan, se divierten, porque a la hora, el horror –los miedos–, son los que ganan; y ahí es donde cada uno de nosotros se transforma en niño, gracias a los miedos.
¿Qué es lo bueno para el niño Xavier? ¿Hacer el bien, hacer el mal? Aquí es la etapa transgresora del infante, porque para él lo malo es lo bueno, en el mayor de los casos. Sabe que quedarse en casa y estudiar es lo mejor para el bien de la familia; en vez de quedarse y estudiar, se encierra en su habitación, se olvida de la escuela, sin leer las lecciones, se pone a escribir o a ver las revistas para caballeros de su padre. Si es bueno con los compañeros de clase ellos le tomarán importancia, podrá jugar con ellos, pasarla bien; empero, prefiere no hacerlo, que se burlen de él, acabo sí tiene importancia, es el blanco de las burlas, de los golpes. Quiere ser el malo, como en las películas, como Charles Manson: “La gente se imagina que a los que les va mal nunca se les ocurre nada mejor que llorar, y no es cierto. Se le ocurren a uno cantidad de cosas, algunas de las más divertidas”.[7] ¿Qué es lo que dice aquí?: “A los malos, a los que les va mal, nos pasan cosas como a ti o a ti, como a cualquiera, cosas divertidas, interesantes”, y eso es cierto, a fin y a cabo es un niño, uno más de todos, que le va poco bien y muy mal, depende la ocasión. La antipatía, el rencor a la sociedad es algo sorprendente en Xavier; es maduro, no como cualquiera, desde joven busca forjar su futuro, saber lo que se encontrará en próximos días, meses, años. El odiar a jovencitos de su edad es por sus hipocresías: “Se parecen a muchos hipócritas que conozco. Chismosos, acusetas, tramposos, traidores, ¿son esos los buenos? No sé si debería seguir temiendo al infierno”.[8] ¿Son esos los buenos: los niños hipócritas con ellos mismos, con su familia, amigos? Tiene razón, ese tipo de infantes, “los buenos”, no lo son, y él lo sabe, más que nadie, por la convivencia con ellos. Aparte muchos de ellos tienen buena suerte, cuando hacen algo inapropiado en el colegio el profesor no los ve; sin embargo, Xavier hace algo y lo observan, siempre lo ven, por eso de su mala suerte. En la novela se va a estar quejando de eso, le pasan las cosas malas, por qué no a otros, por qué las niñas no se fijan en él. ¿Por qué siempre le pasa eso? ¿Será cierto que vive en un infierno? ¿Su vida será mala suerte? “Se trata de jugar a la realidad; ganan los que consiguen sobrevivir”.[9] Él ha sobrevivido a todo.
¿Por qué Xavier quiere crecer y dejar de ser niño? Para dejar de ser alguien indefenso, sin autoridad, sin amigos de verdad, para hacer lo que quiera: ver mujeres desnudas, escribir, tener novia, una moto. Lo importante es crecer, pues, para él, dejar de ser ese niño estúpido que ha vivido más desgracias que alegrías, que ha soportado maldades de sus compañeros, de la sociedad, reprimiéndolo, hartándolo, haciéndolo cada vez más transgresor. Roberto Cotroneo en Si una mañana de verano un niño dice sobre esto: “Hacerse mayor significa ver el mundo de otra manera, cambiar la forma de cometer error, de equivocarse. No siempre es agradable, pero casi siempre es inevitable”.[10] Ver el mundo de otra manera, cometer errores de otra forma, de equivocarse, Xavier sabe que no será agradable, a lo mejor sí, pero quiere, desea ver esa otra manera de observar el mundo; es inevitable, eso es inevitable. En Luna llena en la rocas, Velasco, en la crónica “Disparen contra ese niño” dice: “[…] cuando nos daba por explorar nuestras capacidades y llegaba un adulto a prometernos que podríamos hacer todo eso y más, sólo que cuando-fuéramos-grandes […]. ¿Crece en verdad la gente cuando crece?”.[11] Los padres ayudan a impedir a esos niños exploradores, exploradores de sus vidas, de las cosas; eso impide que a Xavier le den ganas por descubrir qué hay más allá y esos impedimentos lo arrinconan a quererlo aún más, a ganarles cueste lo que cueste. Lo que quiere el pequeño es crecer, dejar de ser niño, daría lo que fuera por eso.
Un niño cuando llega a la adolescencia empieza a ver las cosas de otra manera, se deja de pensar como antes, olvida muchas cosas, deja de ser niño y empieza a desarrollar nuevas aventuras, enseñanzas, anhelos, como en el caso de Violetta y de Xavier, el luchar por lo deseado. El púbero explora lo que se encuentra, busca lo perdido o lo olvida. Xavier, ahora un joven, trata de descubrir las cosas, a él mismo, percibiendo, viviendo por una nueva etapa difícil en su vida, la edad de la punzada.


La edad de la punzada
Si antes era ruidoso ahora soy explosivo.

Me vas a recordar toda tu pinche vida.


¿Qué pasa con Xavier después de haber pasado por la infancia? Él, fiel a sí mismo, no cambia en muchos aspectos, parece ser el mismo niño, sólo que con algunos años más. Tratará de llegar a la misma meta de antaño, saber quién es, por qué del comportamiento de las personas. Ha crecido, viendo de una misma manera las cosas, si antes era ruidoso ahora es explosivo. Qué miedo, pobre de la gente cercana a él, su padre, su madre, su abuela, compañeros, profesores. El profesor Bóxer le dijo: “[…] opina que soy lo peor entre lo peor, qué tanto más abajo puedo caer, me burlo ya de mí, sin afligirme mucho porque a cada minuto me importa menos lo que está aquí pasando”.[12] Es lo peor de lo peor, así como cuando niño, pero ahora se le nota más, va creciendo, mentir se le complica y si lo hace ya no es tan fácil, piensa las cosas antes de hacerlas, para no quedar en ridículo, qué dirían de él. Ya ha hecho tantos ridículos que hasta parece que les tiene pavor, trata de alejarse para no sufrir. Por ejemplo: cuando una joven que le gusta le pide un aventón en su moto, tiene que hacerlo, no se le tiene que apagar la moto, hará caballitos para sorprenderla y se enamore como una loca de él. Si antes estaba enamorado de las modelos de las revistas de su padre, ahora lo está de las prostitutas, de las damas de verdad; si le gustaban las motocicletas, ahora, aparte, prefiere los automóviles veloces. Han cambiado muchas cosas en su vida, la rebeldía, por ser parte de una nueva etapa, está en su apogeo. Va de un colegio a otro por reprobar materias y por hacer cosas no debidas en los colegios; es más pervertido, ama a las servidoras de su casa, las fantasea, se enamora muy fácil, piensa en sexo, en las piernas, en los senos, en las nalgas. Crece, como cada uno, encontrando lo bueno de lo bueno, lo bueno de lo malo, una probadita de cada cosa.
“A veces hago bromas, pucheros, méritos, berrinches, o simplemente digo mentiras con tal de que en mi vida se haga lo que me da la gana”.[13] De niño a adolescente la búsqueda de tener lo anhelado sigue en pie –como con Violetta, que no dejó de buscar, hasta encontrar–. Quiso una moto, un carro, tener sexo, tener muchachas ­–sin tenerlas del todo–, ver beldades, lo que sea, lográndolo. Pero cómo es ahora su familia, cuando ya pasaron algunos años. Xavier hijo descubre a Xavier padre engañando a su madre, ya no ve mucho a su abuela, y su madre se vuelve más insoportable. Le dan prioridades, libertades, se sale siempre con la suya, sabiendo que eso no es bueno del todo. Diversión. Placer. Mientras más lucha con sus demonios nada más no puede con ellos. Se está convirtiendo en un hombre, un hombre irresponsable. Objetivo de Xavier: conocer la vida.
Carlos Fuentes en Las buenas conciencias escribió:

              “En nuestra juventud, el medio ambiente ayudaba a que los jóvenes anduvieran derechitos. Pero hoy, según me cuentan, en vez de hacer una vida disciplinada, andan sueltos como cabras, viendo cosas que no debían y leyendo libros que no debían. Ahora se dice que lo mejor es dejar sueltos los instintos y conocer la vida”.[14]

Los amigos de Xavier, estando en las mismas vivencias, van en busca de conocer la vida, se ayudan entre ellos, tienen que lograrlo. La diferencia es que él lo hace de una manera distinta, transgrediendo cualquier norma que le impongan. Ruido, explosión, mega explosión, ahí va Xavier, sálvese quien pueda. La edad de la punzada es una manera de afirmar la personalidad del adolescente, esto es para los que no conceden esa personalidad. La edad de la punzada: ¿punzada? ¿Malestar? ¿Dolor?
Para Xavier algunas cosas estaban ocultas todavía, tenía que llegar a ellas solo, sin comunicación, sin ayuda, por eso debía mostrar que lo que sabía y pedía era posible. Por eso un nuevo castigo era menos imperioso que gozar de la desobediencia.
Pero esa desobediencia traía muchas consecuencias: la mayoría de las cosas que hacía al llegar a un punto le salían mal, aún; las desgracias no eran extrañas, al contrario, vivía de ellas y así él mismo pudo diferenciar de lo bueno y lo malo. Se puede decir, pues, que de las desgracias poco a poco empezó a madurar. Le pasaba algo, le pasaba lo otro: una chica lo rechazó, su padre estuvo en la cárcel, le quitaron la casa donde vivían ellos, chocó su auto, siguió reprobando materias, lo corrieron de otro colegio. A partir de eso  ¿qué más podía hacer si encontraba lo malo de lo malo? Eso malo ya lo había rechazado, no lo quería jamás, daría lo que fuera para que las cosas salieran como deberían, alegrías. “¿Qué tengo de especial para que la desgracia se sepa de memoria mi nombre y apellidos?”.[15]
¿Cómo dejar de ser un imbécil y mentiroso cuando esa era la naturaleza de Xavier? Para él la verdad siempre fue cruel, mientras con la mentira, aparte de ser fácil, podría convivir, permitía la convivencia, sus padres estarían contentos al saber que él iba muy bien en la escuela. Tenía que dejar de ser niño, y eso es: dejar de pensar como niño, de accionar como infante, de divertirse a la manera que lo hacía. Tiene que ser hombre, dejar ese imbécil y mentiroso, para enfrentarse a sí mismo, a los demás, a sus miedos, a la verdad. No importa olvidar a ese Xavier de antes y darle la bienvenida a otro, a uno responsable, centrado en su vida, el que sabe la importancia de tener una familia, ese estudioso, ese Xavier-Utopía de Xavier padre y Alicia, ese pequeño fanático de la escritura y las revistas para adultos, el Xavier adolescente, amante de la adrenalina y las chicas, todo será pasado. Un nuevo Xavier está por venir, ese Xavier, con todas las letras de su nombre. “Ya nada tiene por qué preocuparme. Que los demás se ocupen de mí y se fastidien por mí y organicen mi vida”.[16] Tenía que hacerse mayor, responsable, hombre, olvidar sus niñerías de ayer. Así estaba ordenado el mundo en el que vivía.

En la solapa del libro La edad de la punzada dice lo siguiente sobre Xavier Velasco:

                  “De esos años convulsos y ardorosos conserva la afición por hacer de la vida una película, del romance un trofeo, de la mujer un dios y del miedo un secuaz […]. Habituado desde muy temprana edad a escapar de las normas y las hormas mediante el pasadizo de la invención escrita, hijo de una pareja de respondones, liberal por default y librepensador por necesidad […] detesta que le digan lo que tiene que hacer […]. 'Yo no tengo un problema de autoridad, la autoridad tiene un problema conmigo'”.

¿Estamos hablando de Violetta, de Xavier o de Xavier Velasco?
Violetta y Xavier, dos niños, dos adolescentes que viven de una manera distinta a lo que se está acostumbrado. Violetta como una niña insoportable que quiso y tuvo, sufriendo; y Xavier, un niño imbécil y mentiroso, sufrió, también. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Es complicado hacer una lista, porque se llegan a muchas similitudes, los dos son transgresores, los dos son creados por Velasco, los dos son él mismo, “Me acuso de ser ella para salvarme yo”, dijo en “Mi Violetta”, texto incluido al final de la novela en la edición conmemorativa a los diez años de haber ganado el Premio Internacional Alfaguara de Novela con Diablo Guardián. Xavier es Violetta, Xavier Velasco es Xavier, niño y adolescente en las dos novelas, nos da a conocer su vida, lo que vivió, pensó, sus gustos, sus travesuras.
Nadie sabe lo que hizo y lo que hará, cuando se recuerde el pasado se verá como algo que fue fácil. Éste fui yo, mírenme ahora lo que soy.
Violetta y Xavier son transgresores como su creador, amantes de la música y la vida loca.



BIBLIOGRAFÍA:
COTRONEO, Roberto, Si una mañana de verano un niño, España, Punto de Lectura, 2005.
FUENTES, Carlos, Las buenas conciencias, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.
VELASCO, Xavier, Diablo Guardián, México, Alfaguara, 2013.
_________, Éste que ves, México, Punto de Lectura, 2012.
_________, La edad de la punzada, México, Alfaguara, 2012.
_________, Luna llena en las rocas, México, Alfaguara, 2012.




[1] Enrique Serna, “La Coatlicue de Saks” en Diablo Guardián de Xavier Velasco, México, Alfaguara, 2013, p.11.
[2] Xavier Velasco, Diablo Guardián, México, Alfaguara, 2013, p. 143.
[3] Enrique Serna, op. cit., p.14.
[4] Xavier Velasco, Éste que ves, México, Punto de Lectura, 2012, p. 40.
[5] Ibid., p. 125.
[6] Ibid., p. 50.
[7] Ibid., p. 110.
[8] Ibid., p. 106.
[9] Ibid., p. 195.
[10] Roberto Cotroneo, Si una mañana de verano un niño, España, Punto de Lectura, 2005, p. 79.
[11] Xavier Velasco, Luna llena en las rocas, México, Alfaguara, 2012, pp. 221- 222.
[12] Xavier Velasco, La edad de la punzada, México, Alfaguara, 2012, p. 15.
[13] Ibid., p. 253.
[14] Carlos Fuentes, Las buenas conciencias, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 102.
[15] Xavier Velasco, op. cit., p. 300.
[16] Carlos Fuentes, op. cit., p. 183.

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