Lindas etapas de la vida: la niñez y la adolescencia. Análisis de Violetta y Xavier como personajes transgresores en "Diablo Guardián", "Éste que ves" y "La edad de la punzada" de Xavier Velasco
Ezequiel Carlos Campos
Los odio, y ellos me odian a mí.
Xavier Velasco
En la mayoría de las novelas de Xavier
Velasco encontramos aspectos de lo que ha vivido, lo que ha sido, hecho. Aun
así, aunque no sea un libro autobiográfico, se encuentran rasgos de él en sus
personajes y los lectores que conocen de su vida distinguen con facilidad esos
aspectos. Lo cual quiere decir que Velasco siempre aparece más allá de su
nombre en la obra.
¿Será pues Xavier Velasco un escritor
autobiográfico?
Se
analizará en este ensayo a Violetta y a Xavier; ella, personaje principal en Diablo Guardián, obra ganadora del VI
Premio Internacional Alfaguara de Novela en el 2003, y querida por la mayoría
de sus lectores, aparte de ser un Best-Seller
en Latinoamérica, como también, libro que le dio el trabajo de escritor, como dice él respecto al tema; y Xavier,
personaje principal en Éste que ves cuando
era un infante, y en La edad de la
punzada, cuando ese niño empezó a crecer, con nuevas aventuras. Las últimas
novelas parecen ser las historias autobiográficas de Velasco, donde se
encuentran muchas cosas de su vida; primera, por el nombre homónimo del
personaje; segundo, los nombres de sus padres y de su abuela; tercero, lo que
vivió Velasco su personaje también lo vivió, el barrio donde creció es el
mismo, las mismas materias reprobadas, la semejante afición a la escritura y al
tenis, por la misma música; se podría seguir, más y más aspectos de su vida con
las novelas. La portada de Éste que ves,
ese niño de cara triste y pelo rubio es Xavier Velasco, un retrato de su
infancia, cuando tenía seis años; y el de La
edad de la punzada, ahora adolescente, con su afgano, su pantalón blanco y
su playera roja, con el balón viejo desinflado, junto con su perro, es Xavier
Velasco. El autor nos muestra su vida en estas novelas, donde lo conocemos y
sabemos con detalle sus pensamientos.
Diablo Guardián
Me siento oscura y luminosa, provinciana
y
newyorka, violada y violadora […]
Rosa del Alba
Rosas Valdivia, o Violetta R. Schmidt, después de haberse rebautizado, cuando
se fue a Estados Unidos, es la protagonista de Diablo Guardián, una adolescente que desde niña fue educada a la
manera americana: toda su familia hablaba inglés entre ellos –muy malo, por
cierto–, se teñían el cabello de rubio, usaban los dólares como dinero en su
casa, y sus sueños siempre fue vivir en los Estados Unidos. Rosalba tiene ilusiones,
perspectivas altas, pero con un carácter especial, le fastidiaba su vida, sus
padres y hermanos, los demás. Lo único que le dejó vivir de esa manera era el
anhelo a viajar a ese país, disfrutar de la vida americana, de las avenidas, de
las tiendas, los dólares. ¿Cómo le haría para irse?
Cuando
cumple quince años encuentra la manera de marcharse, roba a sus padres el
dinero que tenían de la Cruz Roja y se
va, dejando atrás a esa Rosalba que en la escuela odiaban, a esa niña que nada
más no daba una en pasar las materias y en hacer amigas, a esa Rosalba Rosas
Valdivia que sus padres educaron con el sueño americano y que los dejó, sin
dinero, para hacer una nueva vida y viajar sola, en busca de una nueva
identidad.
Violetta
no tiene amor propio. Ya estando en ese país y de haber pasado la frontera, aun
más, tratando de llegar a Nueva York, no le importa lo que tenga que hacer con
tal de poseer lo que desea. Dice Enrique Serna en su texto “La Coatlicue de
Saks”: “Una chica de virtudes negociables”.[1] No
va a dejar de negociar, si quiere algo lo busca, encuentra, y de nueva empieza
todo, quiere, busca, negocia, encuentra… No hay un imposible para ella, cómo
no, si todo es referente a comprar, y con tanto dinero todo lo tendrá. Si
alguien intenta engañarla es incitarse al masoquismo, se sabe que con ella no
se juega, mucho menos se le hace de menos. Pero aún es una adolescente, más
madura que cualquiera de su edad. Va a buscar siempre la felicidad
materialista: “Dicen que cuando una es feliz se queda sin historias que
contar”.[2]
¿Significa, pues, que ella, aunque es feliz materialista nunca va a buscar esa
felicidad completa, pura? ¿Será que prefiere nunca llegar a la felicidad para
no estar por completo bien?
Violetta
sí va a buscar a estar plena, tener todo lo que quiere, pero, como dice ella,
no quiere quedarse sin historias que contar, he ahí su manía por no pasar
desapercibida, por su ambición a nunca dejar de hacer lo que le gusta. ¡Mira, ahí va Violetta –se diría una
pareja de novios en Nueva York–, cómo es
guapa, aparte es rica, de clase, me gustaría conocerla, ser su amiga!; sí, y a
mí me encantaría ser su novio.
Esa
púbera inocente, Rosalba, ha quedado atrás, ha transgredido toda ética familiar
para ser ella. Ya nadie la molesta, ni le impide nada, nadie, ni esas personas
que conoció, su primer amor americano, ni el Nefas, ni Pig, su Diablo Guardián.
“Violetta es un personaje irritante y cautivador, que probablemente haya
revuelto las vísceras a más de un lector mexicano”.[3]
¿Por
qué se atrevió a robarles un número elevado de dinero a sus padres? ¿No los quería?
Ella no pensó en lo que podría pasarle después de tomar el dinero e irse a
Estados Unidos. Estaba cegada por tener sus deseos en sí, no pensó, sino
accionó, no supo cómo reaccionar cuando, estando allá un buen tiempo, los
dólares se agotaban. ¿Trabajar? ¿Robar? Ni ella lo sabía, cuando el dinero se
agotara ya podría pensar, no obstante, va a disfrutar pasearse por las avenidas
de Nueva York, comprando esto y aquello en las caras tiendas de la ciudad,
tratando de llevar su vida, mantenerla. Sólo ella puede salvarse, nadie sobre
la Tierra –en esos momentos– puede llevarla por el buen camino; es ella,
Violetta, no cualquier niña que vive en La Gran Manzana, sabe qué hacer en esos
casos, aunque nunca sepa cómo hacerlos bien.
Después
de haberse terminado el dinero tenía que regresar, como todo lo que regresa a
su lugar de partida: su casa, su ciudad, con su familia, su vida de antaño, a
hablar inglés donde lo hablan mal, donde no hay avenidas de la calidad de las
de Nueva York, donde pueda comprar lo que sea de su agrado. ¿Reconocerían a
Violetta en su regreso? ¿Ya no existía Rosalba?
Ella
sabe con perfección que si regresa con su familia las cosas van a cambiar de
raíz, por los robos, las burlas, los engaños, los desprecios. Así fue, regresó,
tuvo que dar su coche caro a su padre de recompensa; sería la sirvienta si quería estar en la casa de
ellos, sus hermanos ya no le daban la palabra, vivía ajena de todo. Trabajar y
ganar su propio dinero, le venía a la mente. Sería la solución. ¿Será este el
momento clave en la vida de Violetta: el querer arreglar las cosas de la mejor
manera, ya como una mujer hecha? ¿Dónde quedó esa niña que todo le valía
excepto sus anhelos? No quería ser feliz para no dejar de contar cosas, la vida
le traía desgracias, no obstante maduraba, pensaba como piensan las mujeres de
su edad; ya no deben ganar sus demonios. Aunque ella no podrá hacerlo sola,
necesitando a alguien que le ayude a lograrlo, a un Virgilio que, mientras su
vida avanza, no la desampare, manteniéndose a su lado, su Diablo Guardián.
Transgredir:
quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto. ¿Violetta no violó los
preceptos de sus padres al robarles e irse por un tiempo a otro país,
dejándolos? Ella fue capaz de violar los mandatos, no sólo de sus padres, hasta
los de sí misma, porque, además, se sabe que a su edad, cualquier hijo tiene la
obligación de respetar, aguantar a sus padres, y ella no lo hizo, no los
soportó, violando las normas de la familia, las obligaciones como hija y como
ciudadana, por haberse ido a Estados Unidos como ilegal. ¿Qué más hizo en el
país septentrional? ¿Qué le faltó hacer? Cabrían más preguntas: ¿por qué se
regresó? ¿Por qué tuvo que soportar a sus padres a su regreso? Ella como mujer
captó los males que hizo a sus padres, por eso les dejó su carro, aparte tenía
que trabajar para tener su propio dinero. ¿Trabajar, ella? Maduró, algún día lo
haría, por eso contó su historia para recordarse como una soñadora, como
difícil persona de trato, de buenos gustos, a Pig, su Diablo Guardián. ¿Fue él
quien la ayudó para dejar de transgredir todo lo que estaba a su paso? Adiós a
la Violetta violadora de normas, violadora de no Violettas, violadora de ella
misma, Violetta.
Éste que ves
No era que me gustaran los problemas,
sino que ellos más bien me preferían.
Ahora estamos
ante la historia de un niño.
Cómo
un infante puede decir esto a los seis años: “Si había un paraíso, y por tanto
un infierno, mi destino sería estar con los ladrones, los mentirosos, los más
malos de todas las películas, castigados por todos los siglos de los siglos”.[4]
¿En verdad un niño puede ser condenado por los siglos de los siglos? Sólo por
él mismo, como en este caso.
Xavier,
el niño iluso de la cara triste, es hijo de Xavier y Alicia, nieto de Celita,
que, para él, es su mayor cómplice. Xavier niño se va forjando su propia vida,
gana cuando quiere, anhela hasta lo imposible y siempre lo tiene, lo tendrá
siempre, es su naturaleza, si es necesario mentir mentirá, si es necesario
decir la verdad nunca la dirá:
“Guardo tantos misterios que casi
todo el tiempo necesito mentir, les miento a mis amigos, al maestro, a la miss,
a mis compañeros, a Ana María, a Salustia, a mis papás. Si un día les contara a
todos la verdad, tendría que aventarme por la ventana. La verdad es horrenda,
por eso no se ve”.[5]
Cuántos
niños en la primaria se ven solos, ofendidos por sus propios compañeros y
maestros, a niños que no quieren estudiar porque su escuela es un infierno y no
están cómodos, siendo el infierno el único lugar donde se podría estar bien,
como en el caso de Xavier; cuántos vemos que sus padres no les dan atención por
estar ocupados, aun siendo hijos únicos. ¿Será entonces la culpa de Xavier y
Alicia, de Celita, por darle muchas libertades a su edad? Un padre, cuando su
hijo está en edad del aprendizaje tiene que ser dos cosas: duro y vulnerable;
duro, para que el niño crezca educado, que sepa lo bueno y lo malo; vulnerable,
para que él encuentre el alma humana, de que todos son distintos, somos
humanos. La madre, por consiguiente, tiene que ser la encargada de saber lo que
su hijo realiza, descubrir las mentiras, por dónde va; sin embargo la abuela no
tiene que darle libertades a Xavier, jugar sus juegos, porque el niño la
manipulará y sabrá manejarla, lo contrario de su posible función, la de decirle
lo bueno y lo malo. “Mi antipatía es ya motivo de diversión”.[6]
Cuando el pequeño vaya creciendo la antipatía será notoria, como se ve en la
novela, Xavier sabe lo que pasa y le gusta, es inteligente, sabe que las cosas
que hace están mal, y no le importa, no hay nadie que se lo impida, sus amigos
y él se divierten, son niños, divertirse es palabra hermosa para sus oídos, les
gusta hacerlo, es lo de ellos.
Ser
niño es llevar un camino corto, casi nada se puede hacer, hay restricciones; se
llega a un infierno sin saber, sin pensar, se quiere sin querer. Ese infierno
es ser niño, un pequeño indefenso, que ocupa la ayuda de los mayores; no es
escuchado, no es tomado en cuenta. En sí la infancia no es complicada, lo que
lo hace así son los fantasmas de uno, que juegan, se divierten, porque a la
hora, el horror –los miedos–, son los que ganan; y ahí es donde cada uno de
nosotros se transforma en niño, gracias a los miedos.
¿Qué
es lo bueno para el niño Xavier? ¿Hacer el bien, hacer el mal? Aquí es la etapa
transgresora del infante, porque para él lo malo es lo bueno, en el mayor de
los casos. Sabe que quedarse en casa y estudiar es lo mejor para el bien de la
familia; en vez de quedarse y estudiar, se encierra en su habitación, se olvida
de la escuela, sin leer las lecciones, se pone a escribir o a ver las revistas
para caballeros de su padre. Si es bueno con los compañeros de clase ellos le
tomarán importancia, podrá jugar con ellos, pasarla bien; empero, prefiere no
hacerlo, que se burlen de él, acabo sí tiene importancia, es el blanco de las
burlas, de los golpes. Quiere ser el malo, como en las películas, como Charles
Manson: “La gente se imagina que a los que les va mal nunca se les ocurre nada
mejor que llorar, y no es cierto. Se le ocurren a uno cantidad de cosas,
algunas de las más divertidas”.[7]
¿Qué es lo que dice aquí?: “A los malos, a los que les va mal, nos pasan cosas
como a ti o a ti, como a cualquiera, cosas divertidas, interesantes”, y eso es
cierto, a fin y a cabo es un niño, uno más de todos, que le va poco bien y muy mal,
depende la ocasión. La antipatía, el rencor a la sociedad es algo sorprendente
en Xavier; es maduro, no como cualquiera, desde joven busca forjar su futuro,
saber lo que se encontrará en próximos días, meses, años. El odiar a jovencitos
de su edad es por sus hipocresías: “Se parecen a muchos hipócritas que conozco.
Chismosos, acusetas, tramposos, traidores, ¿son esos los buenos? No sé si
debería seguir temiendo al infierno”.[8]
¿Son esos los buenos: los niños hipócritas con ellos mismos, con su familia,
amigos? Tiene razón, ese tipo de infantes, “los buenos”, no lo son, y él lo sabe,
más que nadie, por la convivencia con ellos. Aparte muchos de ellos tienen
buena suerte, cuando hacen algo inapropiado en el colegio el profesor no los
ve; sin embargo, Xavier hace algo y lo observan, siempre lo ven, por eso de su
mala suerte. En la novela se va a estar quejando de eso, le pasan las cosas
malas, por qué no a otros, por qué las niñas no se fijan en él. ¿Por qué
siempre le pasa eso? ¿Será cierto que vive en un infierno? ¿Su vida será mala
suerte? “Se trata de jugar a la realidad; ganan los que consiguen sobrevivir”.[9] Él
ha sobrevivido a todo.
¿Por
qué Xavier quiere crecer y dejar de ser niño? Para dejar de ser alguien
indefenso, sin autoridad, sin amigos de verdad, para hacer lo que quiera: ver
mujeres desnudas, escribir, tener novia, una moto. Lo importante es crecer,
pues, para él, dejar de ser ese niño estúpido que ha vivido más desgracias que
alegrías, que ha soportado maldades de sus compañeros, de la sociedad,
reprimiéndolo, hartándolo, haciéndolo cada vez más transgresor. Roberto
Cotroneo en Si una mañana de verano un
niño dice sobre esto: “Hacerse mayor significa ver el mundo de otra manera,
cambiar la forma de cometer error, de equivocarse. No siempre es agradable,
pero casi siempre es inevitable”.[10]
Ver el mundo de otra manera, cometer errores de otra forma, de equivocarse,
Xavier sabe que no será agradable, a lo mejor sí, pero quiere, desea ver esa
otra manera de observar el mundo; es inevitable, eso es inevitable. En Luna llena en la rocas, Velasco, en la
crónica “Disparen contra ese niño” dice: “[…] cuando nos daba por explorar
nuestras capacidades y llegaba un adulto a prometernos que podríamos hacer todo
eso y más, sólo que cuando-fuéramos-grandes
[…]. ¿Crece en verdad la gente cuando
crece?”.[11]
Los padres ayudan a impedir a esos niños exploradores, exploradores de sus
vidas, de las cosas; eso impide que a Xavier le den ganas por descubrir qué hay
más allá y esos impedimentos lo arrinconan a quererlo aún más, a ganarles
cueste lo que cueste. Lo que quiere el pequeño es crecer, dejar de ser niño,
daría lo que fuera por eso.
Un
niño cuando llega a la adolescencia empieza a ver las cosas de otra manera, se
deja de pensar como antes, olvida muchas cosas, deja de ser niño y empieza a
desarrollar nuevas aventuras, enseñanzas, anhelos, como en el caso de Violetta
y de Xavier, el luchar por lo deseado. El púbero explora lo que se encuentra,
busca lo perdido o lo olvida. Xavier, ahora un joven, trata de descubrir las
cosas, a él mismo, percibiendo, viviendo por una nueva etapa difícil en su
vida, la edad de la punzada.
La edad de la punzada
Si antes era ruidoso ahora soy explosivo.
Me vas a recordar toda tu pinche vida.
¿Qué pasa con
Xavier después de haber pasado por la infancia? Él, fiel a sí mismo, no cambia
en muchos aspectos, parece ser el mismo niño, sólo que con algunos años más.
Tratará de llegar a la misma meta de antaño, saber quién es, por qué del
comportamiento de las personas. Ha crecido, viendo de una misma manera las
cosas, si antes era ruidoso ahora es explosivo. Qué miedo, pobre de la gente
cercana a él, su padre, su madre, su abuela, compañeros, profesores. El
profesor Bóxer le dijo: “[…] opina que soy lo peor entre lo peor, qué tanto más
abajo puedo caer, me burlo ya de mí, sin afligirme mucho porque a cada minuto
me importa menos lo que está aquí pasando”.[12]
Es lo peor de lo peor, así como cuando niño, pero ahora se le nota más, va
creciendo, mentir se le complica y si lo hace ya no es tan fácil, piensa las
cosas antes de hacerlas, para no quedar en ridículo, qué dirían de él. Ya ha
hecho tantos ridículos que hasta parece que les tiene pavor, trata de alejarse
para no sufrir. Por ejemplo: cuando una joven que le gusta le pide un aventón
en su moto, tiene que hacerlo, no se le tiene que apagar la moto, hará
caballitos para sorprenderla y se enamore como una loca de él. Si antes estaba
enamorado de las modelos de las revistas de su padre, ahora lo está de las
prostitutas, de las damas de verdad; si le gustaban las motocicletas, ahora,
aparte, prefiere los automóviles veloces. Han cambiado muchas cosas en su vida,
la rebeldía, por ser parte de una nueva etapa, está en su apogeo. Va de un
colegio a otro por reprobar materias y por hacer cosas no debidas en los
colegios; es más pervertido, ama a las servidoras de su casa, las fantasea, se
enamora muy fácil, piensa en sexo, en las piernas, en los senos, en las nalgas.
Crece, como cada uno, encontrando lo bueno de lo bueno, lo bueno de lo malo,
una probadita de cada cosa.
“A
veces hago bromas, pucheros, méritos, berrinches, o simplemente digo mentiras
con tal de que en mi vida se haga lo que me da la gana”.[13]
De niño a adolescente la búsqueda de tener lo anhelado sigue en pie –como con
Violetta, que no dejó de buscar, hasta encontrar–. Quiso una moto, un carro,
tener sexo, tener muchachas –sin tenerlas del todo–, ver beldades, lo que sea,
lográndolo. Pero cómo es ahora su familia, cuando ya pasaron algunos años.
Xavier hijo descubre a Xavier padre engañando a su madre, ya no ve mucho a su
abuela, y su madre se vuelve más insoportable. Le dan prioridades, libertades,
se sale siempre con la suya, sabiendo que eso no es bueno del todo. Diversión.
Placer. Mientras más lucha con sus demonios nada más no puede con ellos. Se
está convirtiendo en un hombre, un hombre irresponsable. Objetivo de Xavier:
conocer la vida.
Carlos
Fuentes en Las buenas conciencias
escribió:
“En nuestra juventud, el medio ambiente
ayudaba a que los jóvenes anduvieran derechitos. Pero hoy, según me cuentan, en
vez de hacer una vida disciplinada, andan sueltos como cabras, viendo cosas que
no debían y leyendo libros que no debían. Ahora se dice que lo mejor es dejar
sueltos los instintos y conocer la vida”.[14]
Los
amigos de Xavier, estando en las mismas vivencias, van en busca de conocer la
vida, se ayudan entre ellos, tienen que lograrlo. La diferencia es que él lo
hace de una manera distinta, transgrediendo cualquier norma que le impongan.
Ruido, explosión, mega explosión, ahí va Xavier, sálvese quien pueda. La edad
de la punzada es una manera de afirmar la personalidad del adolescente, esto es
para los que no conceden esa personalidad. La edad de la punzada: ¿punzada?
¿Malestar? ¿Dolor?
Para
Xavier algunas cosas estaban ocultas todavía, tenía que llegar a ellas solo,
sin comunicación, sin ayuda, por eso debía mostrar que lo que sabía y pedía era
posible. Por eso un nuevo castigo era menos imperioso que gozar de la
desobediencia.
Pero
esa desobediencia traía muchas consecuencias: la mayoría de las cosas que hacía
al llegar a un punto le salían mal, aún; las desgracias no eran extrañas, al
contrario, vivía de ellas y así él mismo pudo diferenciar de lo bueno y lo
malo. Se puede decir, pues, que de las desgracias poco a poco empezó a madurar.
Le pasaba algo, le pasaba lo otro: una chica lo rechazó, su padre estuvo en la
cárcel, le quitaron la casa donde vivían ellos, chocó su auto, siguió
reprobando materias, lo corrieron de otro colegio. A partir de eso ¿qué más podía hacer si encontraba lo malo de
lo malo? Eso malo ya lo había rechazado, no lo quería jamás, daría lo que fuera
para que las cosas salieran como deberían, alegrías. “¿Qué tengo de especial
para que la desgracia se sepa de memoria mi nombre y apellidos?”.[15]
¿Cómo
dejar de ser un imbécil y mentiroso cuando esa era la naturaleza de Xavier?
Para él la verdad siempre fue cruel, mientras con la mentira, aparte de ser
fácil, podría convivir, permitía la convivencia, sus padres estarían contentos
al saber que él iba muy bien en la escuela. Tenía que dejar de ser niño, y eso
es: dejar de pensar como niño, de accionar como infante, de divertirse a la
manera que lo hacía. Tiene que ser hombre, dejar ese imbécil y mentiroso, para
enfrentarse a sí mismo, a los demás, a sus miedos, a la verdad. No importa
olvidar a ese Xavier de antes y darle la bienvenida a otro, a uno responsable,
centrado en su vida, el que sabe la importancia de tener una familia, ese
estudioso, ese Xavier-Utopía de Xavier padre y Alicia, ese pequeño fanático de
la escritura y las revistas para adultos, el Xavier adolescente, amante de la
adrenalina y las chicas, todo será pasado. Un nuevo Xavier está por venir, ese
Xavier, con todas las letras de su nombre. “Ya nada tiene por qué preocuparme.
Que los demás se ocupen de mí y se fastidien por mí y organicen mi vida”.[16]
Tenía que hacerse mayor, responsable, hombre, olvidar sus niñerías de ayer. Así
estaba ordenado el mundo en el que vivía.
En la solapa del
libro La edad de la punzada dice lo
siguiente sobre Xavier Velasco:
“De esos años convulsos y
ardorosos conserva la afición por hacer de la vida una película, del romance un
trofeo, de la mujer un dios y del miedo un secuaz […]. Habituado desde muy
temprana edad a escapar de las normas y las hormas mediante el pasadizo de la
invención escrita, hijo de una pareja de respondones, liberal por default y
librepensador por necesidad […] detesta que le digan lo que tiene que hacer
[…]. 'Yo no tengo un problema
de autoridad, la autoridad tiene un problema conmigo'”.
¿Estamos
hablando de Violetta, de Xavier o de Xavier Velasco?
Violetta
y Xavier, dos niños, dos adolescentes que viven de una manera distinta a lo que
se está acostumbrado. Violetta como una niña insoportable que quiso y tuvo,
sufriendo; y Xavier, un niño imbécil y mentiroso, sufrió, también. ¿Qué
diferencia hay entre uno y otro? Es complicado hacer una lista, porque se
llegan a muchas similitudes, los dos son transgresores, los dos son creados por
Velasco, los dos son él mismo, “Me acuso de ser ella para salvarme yo”, dijo en
“Mi Violetta”, texto incluido al final de la novela en la edición conmemorativa
a los diez años de haber ganado el Premio Internacional Alfaguara de Novela con
Diablo Guardián. Xavier es Violetta,
Xavier Velasco es Xavier, niño y adolescente en las dos novelas, nos da a
conocer su vida, lo que vivió, pensó, sus gustos, sus travesuras.
Nadie
sabe lo que hizo y lo que hará, cuando se recuerde el pasado se verá como algo
que fue fácil. Éste fui yo, mírenme ahora
lo que soy.
Violetta
y Xavier son transgresores como su creador, amantes de la música y la vida
loca.
BIBLIOGRAFÍA:
COTRONEO,
Roberto, Si una mañana de verano un niño,
España, Punto de Lectura, 2005.
FUENTES, Carlos,
Las buenas conciencias, México, Fondo
de Cultura Económica, 1990.
VELASCO, Xavier,
Diablo Guardián, México, Alfaguara,
2013.
_________, Éste que ves, México, Punto de Lectura,
2012.
_________, La edad de la punzada, México,
Alfaguara, 2012.
_________, Luna llena en las rocas, México,
Alfaguara, 2012.
[1] Enrique Serna, “La Coatlicue de
Saks” en Diablo Guardián de Xavier
Velasco, México, Alfaguara, 2013, p.11.
[2] Xavier Velasco, Diablo Guardián, México, Alfaguara,
2013, p. 143.
[3] Enrique Serna, op. cit., p.14.
[4] Xavier Velasco, Éste que ves, México, Punto de Lectura,
2012, p. 40.
[5] Ibid., p. 125.
[6] Ibid., p. 50.
[7] Ibid., p. 110.
[8] Ibid., p. 106.
[9] Ibid., p. 195.
[10] Roberto Cotroneo, Si una mañana de verano un niño, España,
Punto de Lectura, 2005, p. 79.
[11] Xavier Velasco, Luna llena en las rocas, México,
Alfaguara, 2012, pp. 221- 222.
[12] Xavier Velasco, La edad de la punzada, México,
Alfaguara, 2012, p. 15.
[13] Ibid., p. 253.
[14] Carlos Fuentes, Las buenas conciencias, México, Fondo de
Cultura Económica, 1990, p. 102.
[15] Xavier Velasco, op. cit., p.
300.
[16] Carlos Fuentes, op. cit., p.
183.
En la mayoría de las novelas de Xavier
Velasco encontramos aspectos de lo que ha vivido, lo que ha sido, hecho. Aun
así, aunque no sea un libro autobiográfico, se encuentran rasgos de él en sus
personajes y los lectores que conocen de su vida distinguen con facilidad esos
aspectos. Lo cual quiere decir que Velasco siempre aparece más allá de su
nombre en la obra.
¿Será pues Xavier Velasco un escritor
autobiográfico?
Se
analizará en este ensayo a Violetta y a Xavier; ella, personaje principal en Diablo Guardián, obra ganadora del VI
Premio Internacional Alfaguara de Novela en el 2003, y querida por la mayoría
de sus lectores, aparte de ser un Best-Seller
en Latinoamérica, como también, libro que le dio el trabajo de escritor, como dice él respecto al tema; y Xavier,
personaje principal en Éste que ves cuando
era un infante, y en La edad de la
punzada, cuando ese niño empezó a crecer, con nuevas aventuras. Las últimas
novelas parecen ser las historias autobiográficas de Velasco, donde se
encuentran muchas cosas de su vida; primera, por el nombre homónimo del
personaje; segundo, los nombres de sus padres y de su abuela; tercero, lo que
vivió Velasco su personaje también lo vivió, el barrio donde creció es el
mismo, las mismas materias reprobadas, la semejante afición a la escritura y al
tenis, por la misma música; se podría seguir, más y más aspectos de su vida con
las novelas. La portada de Éste que ves,
ese niño de cara triste y pelo rubio es Xavier Velasco, un retrato de su
infancia, cuando tenía seis años; y el de La
edad de la punzada, ahora adolescente, con su afgano, su pantalón blanco y
su playera roja, con el balón viejo desinflado, junto con su perro, es Xavier
Velasco. El autor nos muestra su vida en estas novelas, donde lo conocemos y
sabemos con detalle sus pensamientos.
Diablo Guardián
Me siento oscura y luminosa, provinciana
y
newyorka, violada y violadora […]
Rosa del Alba
Rosas Valdivia, o Violetta R. Schmidt, después de haberse rebautizado, cuando
se fue a Estados Unidos, es la protagonista de Diablo Guardián, una adolescente que desde niña fue educada a la
manera americana: toda su familia hablaba inglés entre ellos –muy malo, por
cierto–, se teñían el cabello de rubio, usaban los dólares como dinero en su
casa, y sus sueños siempre fue vivir en los Estados Unidos. Rosalba tiene ilusiones,
perspectivas altas, pero con un carácter especial, le fastidiaba su vida, sus
padres y hermanos, los demás. Lo único que le dejó vivir de esa manera era el
anhelo a viajar a ese país, disfrutar de la vida americana, de las avenidas, de
las tiendas, los dólares. ¿Cómo le haría para irse?
Cuando
cumple quince años encuentra la manera de marcharse, roba a sus padres el
dinero que tenían de la Cruz Roja y se
va, dejando atrás a esa Rosalba que en la escuela odiaban, a esa niña que nada
más no daba una en pasar las materias y en hacer amigas, a esa Rosalba Rosas
Valdivia que sus padres educaron con el sueño americano y que los dejó, sin
dinero, para hacer una nueva vida y viajar sola, en busca de una nueva
identidad.
Violetta
no tiene amor propio. Ya estando en ese país y de haber pasado la frontera, aun
más, tratando de llegar a Nueva York, no le importa lo que tenga que hacer con
tal de poseer lo que desea. Dice Enrique Serna en su texto “La Coatlicue de
Saks”: “Una chica de virtudes negociables”.[1] No
va a dejar de negociar, si quiere algo lo busca, encuentra, y de nueva empieza
todo, quiere, busca, negocia, encuentra… No hay un imposible para ella, cómo
no, si todo es referente a comprar, y con tanto dinero todo lo tendrá. Si
alguien intenta engañarla es incitarse al masoquismo, se sabe que con ella no
se juega, mucho menos se le hace de menos. Pero aún es una adolescente, más
madura que cualquiera de su edad. Va a buscar siempre la felicidad
materialista: “Dicen que cuando una es feliz se queda sin historias que
contar”.[2]
¿Significa, pues, que ella, aunque es feliz materialista nunca va a buscar esa
felicidad completa, pura? ¿Será que prefiere nunca llegar a la felicidad para
no estar por completo bien?
Violetta
sí va a buscar a estar plena, tener todo lo que quiere, pero, como dice ella,
no quiere quedarse sin historias que contar, he ahí su manía por no pasar
desapercibida, por su ambición a nunca dejar de hacer lo que le gusta. ¡Mira, ahí va Violetta –se diría una
pareja de novios en Nueva York–, cómo es
guapa, aparte es rica, de clase, me gustaría conocerla, ser su amiga!; sí, y a
mí me encantaría ser su novio.
Esa
púbera inocente, Rosalba, ha quedado atrás, ha transgredido toda ética familiar
para ser ella. Ya nadie la molesta, ni le impide nada, nadie, ni esas personas
que conoció, su primer amor americano, ni el Nefas, ni Pig, su Diablo Guardián.
“Violetta es un personaje irritante y cautivador, que probablemente haya
revuelto las vísceras a más de un lector mexicano”.[3]
¿Por
qué se atrevió a robarles un número elevado de dinero a sus padres? ¿No los quería?
Ella no pensó en lo que podría pasarle después de tomar el dinero e irse a
Estados Unidos. Estaba cegada por tener sus deseos en sí, no pensó, sino
accionó, no supo cómo reaccionar cuando, estando allá un buen tiempo, los
dólares se agotaban. ¿Trabajar? ¿Robar? Ni ella lo sabía, cuando el dinero se
agotara ya podría pensar, no obstante, va a disfrutar pasearse por las avenidas
de Nueva York, comprando esto y aquello en las caras tiendas de la ciudad,
tratando de llevar su vida, mantenerla. Sólo ella puede salvarse, nadie sobre
la Tierra –en esos momentos– puede llevarla por el buen camino; es ella,
Violetta, no cualquier niña que vive en La Gran Manzana, sabe qué hacer en esos
casos, aunque nunca sepa cómo hacerlos bien.
Después
de haberse terminado el dinero tenía que regresar, como todo lo que regresa a
su lugar de partida: su casa, su ciudad, con su familia, su vida de antaño, a
hablar inglés donde lo hablan mal, donde no hay avenidas de la calidad de las
de Nueva York, donde pueda comprar lo que sea de su agrado. ¿Reconocerían a
Violetta en su regreso? ¿Ya no existía Rosalba?
Ella
sabe con perfección que si regresa con su familia las cosas van a cambiar de
raíz, por los robos, las burlas, los engaños, los desprecios. Así fue, regresó,
tuvo que dar su coche caro a su padre de recompensa; sería la sirvienta si quería estar en la casa de
ellos, sus hermanos ya no le daban la palabra, vivía ajena de todo. Trabajar y
ganar su propio dinero, le venía a la mente. Sería la solución. ¿Será este el
momento clave en la vida de Violetta: el querer arreglar las cosas de la mejor
manera, ya como una mujer hecha? ¿Dónde quedó esa niña que todo le valía
excepto sus anhelos? No quería ser feliz para no dejar de contar cosas, la vida
le traía desgracias, no obstante maduraba, pensaba como piensan las mujeres de
su edad; ya no deben ganar sus demonios. Aunque ella no podrá hacerlo sola,
necesitando a alguien que le ayude a lograrlo, a un Virgilio que, mientras su
vida avanza, no la desampare, manteniéndose a su lado, su Diablo Guardián.
Transgredir:
quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto. ¿Violetta no violó los
preceptos de sus padres al robarles e irse por un tiempo a otro país,
dejándolos? Ella fue capaz de violar los mandatos, no sólo de sus padres, hasta
los de sí misma, porque, además, se sabe que a su edad, cualquier hijo tiene la
obligación de respetar, aguantar a sus padres, y ella no lo hizo, no los
soportó, violando las normas de la familia, las obligaciones como hija y como
ciudadana, por haberse ido a Estados Unidos como ilegal. ¿Qué más hizo en el
país septentrional? ¿Qué le faltó hacer? Cabrían más preguntas: ¿por qué se
regresó? ¿Por qué tuvo que soportar a sus padres a su regreso? Ella como mujer
captó los males que hizo a sus padres, por eso les dejó su carro, aparte tenía
que trabajar para tener su propio dinero. ¿Trabajar, ella? Maduró, algún día lo
haría, por eso contó su historia para recordarse como una soñadora, como
difícil persona de trato, de buenos gustos, a Pig, su Diablo Guardián. ¿Fue él
quien la ayudó para dejar de transgredir todo lo que estaba a su paso? Adiós a
la Violetta violadora de normas, violadora de no Violettas, violadora de ella
misma, Violetta.
Éste que ves
No era que me gustaran los problemas,
sino que ellos más bien me preferían.
Ahora estamos
ante la historia de un niño.
Cómo
un infante puede decir esto a los seis años: “Si había un paraíso, y por tanto
un infierno, mi destino sería estar con los ladrones, los mentirosos, los más
malos de todas las películas, castigados por todos los siglos de los siglos”.[4]
¿En verdad un niño puede ser condenado por los siglos de los siglos? Sólo por
él mismo, como en este caso.
Xavier,
el niño iluso de la cara triste, es hijo de Xavier y Alicia, nieto de Celita,
que, para él, es su mayor cómplice. Xavier niño se va forjando su propia vida,
gana cuando quiere, anhela hasta lo imposible y siempre lo tiene, lo tendrá
siempre, es su naturaleza, si es necesario mentir mentirá, si es necesario
decir la verdad nunca la dirá:
“Guardo tantos misterios que casi
todo el tiempo necesito mentir, les miento a mis amigos, al maestro, a la miss,
a mis compañeros, a Ana María, a Salustia, a mis papás. Si un día les contara a
todos la verdad, tendría que aventarme por la ventana. La verdad es horrenda,
por eso no se ve”.[5]
Cuántos
niños en la primaria se ven solos, ofendidos por sus propios compañeros y
maestros, a niños que no quieren estudiar porque su escuela es un infierno y no
están cómodos, siendo el infierno el único lugar donde se podría estar bien,
como en el caso de Xavier; cuántos vemos que sus padres no les dan atención por
estar ocupados, aun siendo hijos únicos. ¿Será entonces la culpa de Xavier y
Alicia, de Celita, por darle muchas libertades a su edad? Un padre, cuando su
hijo está en edad del aprendizaje tiene que ser dos cosas: duro y vulnerable;
duro, para que el niño crezca educado, que sepa lo bueno y lo malo; vulnerable,
para que él encuentre el alma humana, de que todos son distintos, somos
humanos. La madre, por consiguiente, tiene que ser la encargada de saber lo que
su hijo realiza, descubrir las mentiras, por dónde va; sin embargo la abuela no
tiene que darle libertades a Xavier, jugar sus juegos, porque el niño la
manipulará y sabrá manejarla, lo contrario de su posible función, la de decirle
lo bueno y lo malo. “Mi antipatía es ya motivo de diversión”.[6]
Cuando el pequeño vaya creciendo la antipatía será notoria, como se ve en la
novela, Xavier sabe lo que pasa y le gusta, es inteligente, sabe que las cosas
que hace están mal, y no le importa, no hay nadie que se lo impida, sus amigos
y él se divierten, son niños, divertirse es palabra hermosa para sus oídos, les
gusta hacerlo, es lo de ellos.
Ser
niño es llevar un camino corto, casi nada se puede hacer, hay restricciones; se
llega a un infierno sin saber, sin pensar, se quiere sin querer. Ese infierno
es ser niño, un pequeño indefenso, que ocupa la ayuda de los mayores; no es
escuchado, no es tomado en cuenta. En sí la infancia no es complicada, lo que
lo hace así son los fantasmas de uno, que juegan, se divierten, porque a la
hora, el horror –los miedos–, son los que ganan; y ahí es donde cada uno de
nosotros se transforma en niño, gracias a los miedos.
¿Qué
es lo bueno para el niño Xavier? ¿Hacer el bien, hacer el mal? Aquí es la etapa
transgresora del infante, porque para él lo malo es lo bueno, en el mayor de
los casos. Sabe que quedarse en casa y estudiar es lo mejor para el bien de la
familia; en vez de quedarse y estudiar, se encierra en su habitación, se olvida
de la escuela, sin leer las lecciones, se pone a escribir o a ver las revistas
para caballeros de su padre. Si es bueno con los compañeros de clase ellos le
tomarán importancia, podrá jugar con ellos, pasarla bien; empero, prefiere no
hacerlo, que se burlen de él, acabo sí tiene importancia, es el blanco de las
burlas, de los golpes. Quiere ser el malo, como en las películas, como Charles
Manson: “La gente se imagina que a los que les va mal nunca se les ocurre nada
mejor que llorar, y no es cierto. Se le ocurren a uno cantidad de cosas,
algunas de las más divertidas”.[7]
¿Qué es lo que dice aquí?: “A los malos, a los que les va mal, nos pasan cosas
como a ti o a ti, como a cualquiera, cosas divertidas, interesantes”, y eso es
cierto, a fin y a cabo es un niño, uno más de todos, que le va poco bien y muy mal,
depende la ocasión. La antipatía, el rencor a la sociedad es algo sorprendente
en Xavier; es maduro, no como cualquiera, desde joven busca forjar su futuro,
saber lo que se encontrará en próximos días, meses, años. El odiar a jovencitos
de su edad es por sus hipocresías: “Se parecen a muchos hipócritas que conozco.
Chismosos, acusetas, tramposos, traidores, ¿son esos los buenos? No sé si
debería seguir temiendo al infierno”.[8]
¿Son esos los buenos: los niños hipócritas con ellos mismos, con su familia,
amigos? Tiene razón, ese tipo de infantes, “los buenos”, no lo son, y él lo sabe,
más que nadie, por la convivencia con ellos. Aparte muchos de ellos tienen
buena suerte, cuando hacen algo inapropiado en el colegio el profesor no los
ve; sin embargo, Xavier hace algo y lo observan, siempre lo ven, por eso de su
mala suerte. En la novela se va a estar quejando de eso, le pasan las cosas
malas, por qué no a otros, por qué las niñas no se fijan en él. ¿Por qué
siempre le pasa eso? ¿Será cierto que vive en un infierno? ¿Su vida será mala
suerte? “Se trata de jugar a la realidad; ganan los que consiguen sobrevivir”.[9] Él
ha sobrevivido a todo.
¿Por
qué Xavier quiere crecer y dejar de ser niño? Para dejar de ser alguien
indefenso, sin autoridad, sin amigos de verdad, para hacer lo que quiera: ver
mujeres desnudas, escribir, tener novia, una moto. Lo importante es crecer,
pues, para él, dejar de ser ese niño estúpido que ha vivido más desgracias que
alegrías, que ha soportado maldades de sus compañeros, de la sociedad,
reprimiéndolo, hartándolo, haciéndolo cada vez más transgresor. Roberto
Cotroneo en Si una mañana de verano un
niño dice sobre esto: “Hacerse mayor significa ver el mundo de otra manera,
cambiar la forma de cometer error, de equivocarse. No siempre es agradable,
pero casi siempre es inevitable”.[10]
Ver el mundo de otra manera, cometer errores de otra forma, de equivocarse,
Xavier sabe que no será agradable, a lo mejor sí, pero quiere, desea ver esa
otra manera de observar el mundo; es inevitable, eso es inevitable. En Luna llena en la rocas, Velasco, en la
crónica “Disparen contra ese niño” dice: “[…] cuando nos daba por explorar
nuestras capacidades y llegaba un adulto a prometernos que podríamos hacer todo
eso y más, sólo que cuando-fuéramos-grandes
[…]. ¿Crece en verdad la gente cuando
crece?”.[11]
Los padres ayudan a impedir a esos niños exploradores, exploradores de sus
vidas, de las cosas; eso impide que a Xavier le den ganas por descubrir qué hay
más allá y esos impedimentos lo arrinconan a quererlo aún más, a ganarles
cueste lo que cueste. Lo que quiere el pequeño es crecer, dejar de ser niño,
daría lo que fuera por eso.
Un
niño cuando llega a la adolescencia empieza a ver las cosas de otra manera, se
deja de pensar como antes, olvida muchas cosas, deja de ser niño y empieza a
desarrollar nuevas aventuras, enseñanzas, anhelos, como en el caso de Violetta
y de Xavier, el luchar por lo deseado. El púbero explora lo que se encuentra,
busca lo perdido o lo olvida. Xavier, ahora un joven, trata de descubrir las
cosas, a él mismo, percibiendo, viviendo por una nueva etapa difícil en su
vida, la edad de la punzada.
La edad de la punzada
Si antes era ruidoso ahora soy explosivo.
Me vas a recordar toda tu pinche vida.
¿Qué pasa con
Xavier después de haber pasado por la infancia? Él, fiel a sí mismo, no cambia
en muchos aspectos, parece ser el mismo niño, sólo que con algunos años más.
Tratará de llegar a la misma meta de antaño, saber quién es, por qué del
comportamiento de las personas. Ha crecido, viendo de una misma manera las
cosas, si antes era ruidoso ahora es explosivo. Qué miedo, pobre de la gente
cercana a él, su padre, su madre, su abuela, compañeros, profesores. El
profesor Bóxer le dijo: “[…] opina que soy lo peor entre lo peor, qué tanto más
abajo puedo caer, me burlo ya de mí, sin afligirme mucho porque a cada minuto
me importa menos lo que está aquí pasando”.[12]
Es lo peor de lo peor, así como cuando niño, pero ahora se le nota más, va
creciendo, mentir se le complica y si lo hace ya no es tan fácil, piensa las
cosas antes de hacerlas, para no quedar en ridículo, qué dirían de él. Ya ha
hecho tantos ridículos que hasta parece que les tiene pavor, trata de alejarse
para no sufrir. Por ejemplo: cuando una joven que le gusta le pide un aventón
en su moto, tiene que hacerlo, no se le tiene que apagar la moto, hará
caballitos para sorprenderla y se enamore como una loca de él. Si antes estaba
enamorado de las modelos de las revistas de su padre, ahora lo está de las
prostitutas, de las damas de verdad; si le gustaban las motocicletas, ahora,
aparte, prefiere los automóviles veloces. Han cambiado muchas cosas en su vida,
la rebeldía, por ser parte de una nueva etapa, está en su apogeo. Va de un
colegio a otro por reprobar materias y por hacer cosas no debidas en los
colegios; es más pervertido, ama a las servidoras de su casa, las fantasea, se
enamora muy fácil, piensa en sexo, en las piernas, en los senos, en las nalgas.
Crece, como cada uno, encontrando lo bueno de lo bueno, lo bueno de lo malo,
una probadita de cada cosa.
“A
veces hago bromas, pucheros, méritos, berrinches, o simplemente digo mentiras
con tal de que en mi vida se haga lo que me da la gana”.[13]
De niño a adolescente la búsqueda de tener lo anhelado sigue en pie –como con
Violetta, que no dejó de buscar, hasta encontrar–. Quiso una moto, un carro,
tener sexo, tener muchachas –sin tenerlas del todo–, ver beldades, lo que sea,
lográndolo. Pero cómo es ahora su familia, cuando ya pasaron algunos años.
Xavier hijo descubre a Xavier padre engañando a su madre, ya no ve mucho a su
abuela, y su madre se vuelve más insoportable. Le dan prioridades, libertades,
se sale siempre con la suya, sabiendo que eso no es bueno del todo. Diversión.
Placer. Mientras más lucha con sus demonios nada más no puede con ellos. Se
está convirtiendo en un hombre, un hombre irresponsable. Objetivo de Xavier:
conocer la vida.
Carlos
Fuentes en Las buenas conciencias
escribió:
“En nuestra juventud, el medio ambiente
ayudaba a que los jóvenes anduvieran derechitos. Pero hoy, según me cuentan, en
vez de hacer una vida disciplinada, andan sueltos como cabras, viendo cosas que
no debían y leyendo libros que no debían. Ahora se dice que lo mejor es dejar
sueltos los instintos y conocer la vida”.[14]
Los
amigos de Xavier, estando en las mismas vivencias, van en busca de conocer la
vida, se ayudan entre ellos, tienen que lograrlo. La diferencia es que él lo
hace de una manera distinta, transgrediendo cualquier norma que le impongan.
Ruido, explosión, mega explosión, ahí va Xavier, sálvese quien pueda. La edad
de la punzada es una manera de afirmar la personalidad del adolescente, esto es
para los que no conceden esa personalidad. La edad de la punzada: ¿punzada?
¿Malestar? ¿Dolor?
Para
Xavier algunas cosas estaban ocultas todavía, tenía que llegar a ellas solo,
sin comunicación, sin ayuda, por eso debía mostrar que lo que sabía y pedía era
posible. Por eso un nuevo castigo era menos imperioso que gozar de la
desobediencia.
Pero
esa desobediencia traía muchas consecuencias: la mayoría de las cosas que hacía
al llegar a un punto le salían mal, aún; las desgracias no eran extrañas, al
contrario, vivía de ellas y así él mismo pudo diferenciar de lo bueno y lo
malo. Se puede decir, pues, que de las desgracias poco a poco empezó a madurar.
Le pasaba algo, le pasaba lo otro: una chica lo rechazó, su padre estuvo en la
cárcel, le quitaron la casa donde vivían ellos, chocó su auto, siguió
reprobando materias, lo corrieron de otro colegio. A partir de eso ¿qué más podía hacer si encontraba lo malo de
lo malo? Eso malo ya lo había rechazado, no lo quería jamás, daría lo que fuera
para que las cosas salieran como deberían, alegrías. “¿Qué tengo de especial
para que la desgracia se sepa de memoria mi nombre y apellidos?”.[15]
¿Cómo
dejar de ser un imbécil y mentiroso cuando esa era la naturaleza de Xavier?
Para él la verdad siempre fue cruel, mientras con la mentira, aparte de ser
fácil, podría convivir, permitía la convivencia, sus padres estarían contentos
al saber que él iba muy bien en la escuela. Tenía que dejar de ser niño, y eso
es: dejar de pensar como niño, de accionar como infante, de divertirse a la
manera que lo hacía. Tiene que ser hombre, dejar ese imbécil y mentiroso, para
enfrentarse a sí mismo, a los demás, a sus miedos, a la verdad. No importa
olvidar a ese Xavier de antes y darle la bienvenida a otro, a uno responsable,
centrado en su vida, el que sabe la importancia de tener una familia, ese
estudioso, ese Xavier-Utopía de Xavier padre y Alicia, ese pequeño fanático de
la escritura y las revistas para adultos, el Xavier adolescente, amante de la
adrenalina y las chicas, todo será pasado. Un nuevo Xavier está por venir, ese
Xavier, con todas las letras de su nombre. “Ya nada tiene por qué preocuparme.
Que los demás se ocupen de mí y se fastidien por mí y organicen mi vida”.[16]
Tenía que hacerse mayor, responsable, hombre, olvidar sus niñerías de ayer. Así
estaba ordenado el mundo en el que vivía.
En la solapa del
libro La edad de la punzada dice lo
siguiente sobre Xavier Velasco:
“De esos años convulsos y
ardorosos conserva la afición por hacer de la vida una película, del romance un
trofeo, de la mujer un dios y del miedo un secuaz […]. Habituado desde muy
temprana edad a escapar de las normas y las hormas mediante el pasadizo de la
invención escrita, hijo de una pareja de respondones, liberal por default y
librepensador por necesidad […] detesta que le digan lo que tiene que hacer
[…]. 'Yo no tengo un problema
de autoridad, la autoridad tiene un problema conmigo'”.
¿Estamos
hablando de Violetta, de Xavier o de Xavier Velasco?
Violetta
y Xavier, dos niños, dos adolescentes que viven de una manera distinta a lo que
se está acostumbrado. Violetta como una niña insoportable que quiso y tuvo,
sufriendo; y Xavier, un niño imbécil y mentiroso, sufrió, también. ¿Qué
diferencia hay entre uno y otro? Es complicado hacer una lista, porque se
llegan a muchas similitudes, los dos son transgresores, los dos son creados por
Velasco, los dos son él mismo, “Me acuso de ser ella para salvarme yo”, dijo en
“Mi Violetta”, texto incluido al final de la novela en la edición conmemorativa
a los diez años de haber ganado el Premio Internacional Alfaguara de Novela con
Diablo Guardián. Xavier es Violetta,
Xavier Velasco es Xavier, niño y adolescente en las dos novelas, nos da a
conocer su vida, lo que vivió, pensó, sus gustos, sus travesuras.
Nadie
sabe lo que hizo y lo que hará, cuando se recuerde el pasado se verá como algo
que fue fácil. Éste fui yo, mírenme ahora
lo que soy.
Violetta
y Xavier son transgresores como su creador, amantes de la música y la vida
loca.
BIBLIOGRAFÍA:
COTRONEO,
Roberto, Si una mañana de verano un niño,
España, Punto de Lectura, 2005.
FUENTES, Carlos,
Las buenas conciencias, México, Fondo
de Cultura Económica, 1990.
VELASCO, Xavier,
Diablo Guardián, México, Alfaguara,
2013.
_________, Éste que ves, México, Punto de Lectura,
2012.
_________, La edad de la punzada, México,
Alfaguara, 2012.
_________, Luna llena en las rocas, México,
Alfaguara, 2012.
[1] Enrique Serna, “La Coatlicue de
Saks” en Diablo Guardián de Xavier
Velasco, México, Alfaguara, 2013, p.11.
[2] Xavier Velasco, Diablo Guardián, México, Alfaguara,
2013, p. 143.
[3] Enrique Serna, op. cit., p.14.
[4] Xavier Velasco, Éste que ves, México, Punto de Lectura,
2012, p. 40.
[5] Ibid., p. 125.
[6] Ibid., p. 50.
[7] Ibid., p. 110.
[8] Ibid., p. 106.
[9] Ibid., p. 195.
[10] Roberto Cotroneo, Si una mañana de verano un niño, España,
Punto de Lectura, 2005, p. 79.
[11] Xavier Velasco, Luna llena en las rocas, México,
Alfaguara, 2012, pp. 221- 222.
[12] Xavier Velasco, La edad de la punzada, México,
Alfaguara, 2012, p. 15.
[13] Ibid., p. 253.
[14] Carlos Fuentes, Las buenas conciencias, México, Fondo de
Cultura Económica, 1990, p. 102.
[15] Xavier Velasco, op. cit., p.
300.
[16] Carlos Fuentes, op. cit., p.
183.
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