Fulgencio García: reflejo de la ambición y la vanidad en "El hombre de la situación" de Manuel Payno
Ezequiel Carlos
Campos
La
ambición es como un torrente:
no
mira nunca hacia atrás.
Benjamin
Jonson.
Hay
que dejar la vanidad a los que
no
tienen otra cosa que hacer.
Honoré
de Balzac.
INTRODUCCIÓN
No todo depende de
llegar a un lugar nuevo y empezar a hacer riqueza; también de esperar que todo
lo que está alrededor sea sinónimo de oro y plata. Hay que conocer a dónde
llega uno, cómo sobrevivir los infortunios que se pueden trazar, y también ser
ágiles e inteligentes para lograr el cometido del principio: la riqueza, el
renombre. Si el lector se pregunta las cuestiones antes planteadas, El hombre de la situación de Manuel
Payno es una novela que las responde.
Es
de sobra meternos en la vida de Manuel Payno[1], ya todos sabemos –o si es
que alguno aún no- que escribió dos novelas inolvidables por su tamaño, El fistol del diablo y Los bandidos de Río Frío. A éstas dos
las dejaremos de lado en este análisis. Más bien será El hombre de la situación el dueño de estas palabras. Ya desde un
inicio, en el prólogo de la edición de la Universidad Veracruzana, nos topamos
con que Manuel Sol cita a Luis González Obregón, autor del prólogo de la edición
de 1929, y dice lo siguiente: “Sin embargo, pocos de sus admiradores conocen su
última obra: El hombre de la Situación […],
pero aun así, los que conocen […] están unánimes en considerar esta obra como
la mejor de Payno”.[2]
Ante dichas palabras, el lector de esta novela se enfrenta a que el libro, en comparación
con los otros dos señalados, es lo mejor de Payno, algo casi distinto, con un tono lúdico, irónico, paródico, satírico. También
Julio Jiménez Rueda nos habla al respecto: “[…] es de carácter superior;
apareció más tarde, cuando el escritor era ya viejo y había aprendido a
sonreír”.[3] Pero esto no es materia
esencial en este ensayo, no nos interesa por ahora en descubrir el valor de los
libros de nuestro autor ni tampoco cuál es la importancia de El hombre de la situación en el siglo
XIX en nuestra literatura.
Lo
que se busca aquí es analizar la figura de sus personajes principales, los
Fulgencio García, y cómo es que su ambición y vanidad va creciendo en el
transcurso de la historia hasta cumplir sus cometidos.
TEMAS DE LA NOVELA
El
hombre de la situación relata, en pocas palabras, la
llegada de un joven español a América, en específico, a México, y cómo desde el
primer momento de pisar nuevo mundo ya piensa en hacer riqueza. Encontramos a
unos españoles avariciosos, vanidosos, que lo único que quieren es hacer una
vida completamente diferente a la que tenían en Europa. Aparecen cuatro
generaciones de Fulgencio García, y cómo este personaje va evolucionando hasta
ser importante no sólo en la historia de la novela, sino en la Historia de
México en los tiempos de finales de la Colonia y en la postindependencia.
Desde
el Proemio Manuel Payno nos mete en materia que hay que analizar, Manuel Sol
nos explica lo siguiente: “Todos en esta vida representamos un papel, cuyo
motivo inicial suele ser la vanidad que de nada vale”.[4] El tema de la ambición y
la vanidad nos será de ayuda para el material del trabajo.
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El hombre de la situación I, ilustración de Millopillo. http://millopillo.deviantart.com |
Manuel
Payno lleva a cabo una crítica a las costumbres, por eso es el carácter
paródico de temas y tradiciones. Para el análisis, se tomará como base el libro
Idealismo exaltado y realidad prosaica en
‘El hombre de la situación’ de Víctor Manuel Chávez Ríos. En él no dice que
“[Manuel Payno] Del cuadro de costumbres retoma, además de la sátira, la crítica
imparcial, benévola y risueña de la sociedad mexicana, y el choque de
generaciones”.[5]
La sociedad mexicana es importante en la novela, porque en ella el autor tomará
a la Historia como anclaje para ambientar y dar movimiento libre a sus
personajes, siendo esto tema de muchos trabajos. Manuel Payno no quiere hacer
historia, sus personajes actúan en el teatro del mundo (que habla en el Proemio)
que es la novela, y nos muestra cómo es que ellos (los españoles, los
mexicanos) vivieron en nuestro país y cuál es el impacto que de aquello
sucedió.
No
obstante, Víctor Manuel Chávez dice: “El escritor costumbrista no trataba de
recrear la realidad tal cual era, sino aquella que hubiera querido que fuese,
era un inventor que desde una visión ideal o utópica censuraba a la sociedad de
su tiempo”[6], o como dice Julio Jiménez
Rueda, sus personajes son “verdaderos retratos de personas”.[7]
No
haremos un análisis más extenso sobre el costumbrismo y la novela satírica ni
los elementos históricos que se encuentran en la novela. Dejamos la tarea al
lector, donde podrá confrontar los diferentes libros de nuestra bibliografía.
LOS FULGENCIO
GARCÍA. CUATRO GENREACIONES DE AMBICIÓN Y VANIDAD
Entenderemos
ambición como el deseo ardiente de conseguir algo, especialmente riqueza, fama
o poder; y vanidad como arrogancia. Dicho lo cual, haremos un análisis de las
características de los personajes de El
hombre de la situación. Más en especial, de los Fulgencio García diferentes
que se narran en la obra.
Hay
que recalcar lo siguiente: que este análisis no es, ni a lo mucho, para
generalizar a dichos personajes, o sea, la finalidad no es para decir que estos
personajes fueron y son en realidad así, sino que se quiere mostrar cómo es que
Manuel Payno pensó sus personajes, o cómo era que los mexicanos los veían. Nada
más. No se desea poner en la llaga a nadie.
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Conciencia de Zeno I, ilustración de Millopillo. http://millopillo.deviantart.com |
Desde
el comienzo de la obra, el narrador dice que el tío Fulgencio, andaluz, tuvo un
hijo del mismo nombre. Ya con el adjetivo de andaluz, se nos quiere dar a
entender que estaremos ante un tipo específico de persona. “Fulgencio se
presenta como un personaje que, debido a su naturaleza andaluza, ya nace
ambicioso, audaz, atrevido y hablador”.[8] La ambición no es
simplemente por su lugar natal, sino que, en los primeros capítulos, vemos que
desea mandar a su hijo a las Américas para hacer riqueza. Existe una historia
en la novela: que estos García son provenientes de Roma, de Julio García (Julio
César), que su progenie española nació en alguna aventurilla que el emperador
tuvo en las nuevas conquistas territoriales. Pasaron tantos años hasta que
llegamos con Fulgencio García, el primero.
Unos
de los Fulgencio más importante es el hijo, el cual llamaremos Fulgencio
segundo. Éste es embarcado a México por su padre y, al momento de tocar las
tierras, ya tiene en la mente el encontrar las piedras de oro y plata que en
España se cree que existían. Mandarlo a esos lares, como dice Víctor Manuel
Chávez, “era considerado una forma de aprendizaje informal, una escuela
práctica para la vida”.[9] Había que trabajar, juntar
dinero y ser hombre de bien, lo cual se infiere que en España era más difícil
de lograr. Fulgencio segundo hace de las suyas en Veracruz, hasta llegar a la
Ciudad de México. Ahí, podremos decir, es donde nos importa situar a este
personaje. A partir de esos momentos, cuando el chico encuentra a varios paisanos,
vemos, en diálogos, cómo son los españoles, qué piensan del territorio y cómo
ayudan a Fulgencio; se pondrán dos ejemplos: “Dios es grande y la América
rica”, “Ya veremos, paisano, cómo llego con el tiempo a tener montones de
piedras de verdadero oro…”.[10] Fulgencio se había dado
cuenta que la leyenda de las piedras de oro y plata que le narraba su padre era
totalmente falsa, no había tales piedras, cuando se referían a ganar riqueza
era eso, el territorio era rico y el español podía, muy fácilmente, hacerse un
dinero. Se dice este adverbio porque es una de las críticas que hace Payno: el
español era (en la colonia y tiempo después) el dueño de toda la economía del
mexicano. Manuel Payno, en voz de algunos personajes que envuelven la historia,
dirán cosas como éstas: “Demonio […]. Todos los andaluces son el diablo de
habladores y de vanidosos”.[11] La genialidad de nuestro
autor no es sólo el retratar las costumbres de estos españoles, sino hasta la
manera en que hablan. La forma en la que habla Fulgencio es una sátira hacia
como posiblemente lo hacían los ibéricos en la época, no se piensa que Payno lo
haya hecho sólo por gusto.
La
ambición de Fulgencio por hacer su riqueza es como la metáfora que pone Payno
en el capítulo V: “El león de las Españas era, en efecto, tan voraz, que no
dejaba ni un hueco para la flaca águila de los aztecas”.[12] Así eran los españoles,
así era el joven.
(Cuando
sea necesario se contarán sucesos importantes de la historia, posiblemente
queden huecos que el lector quiera que se rellenen, por lo que se espera sólo
ir tomando cosas que sean importantes para sobrellevar nuestro análisis).
Manuel
Payno, nos dice Víctor Manuel Chávez que: “Los retrata [a los españoles] a
través de la generalización de rasgos concretos: pobreza, ignorancia,
arrogancia, simulación, chauvinismo e ingratitud”.[13] Queda claro, pues, cómo
el autor, a través de sus cuadros de costumbres, retrata a los españoles.
Respecto a la pobreza encontramos cómo ellos iban en busca de mejor vida en
América; sobre la ignorancia con respecto a cómo no tenían completa educación
porque desconocían lo que era América, la situación de ahí; eran arrogantes
porque pensaban que todo era suyo. Estos rasgos los encontramos en Fulgencio
García segundo en su viaje por México, y en la búsqueda de su riqueza.
El
joven Fulgencio llega a la tienda de Aguirrevengurren, y ahí es donde trabaja.
Se nos relata que, después de que Vengurren lo manda a educar, lo adopta casi
como un hijo. “En fin, el muchacho sufrió palos y regaños, porque había
reflexionado ya que la plata no estaba tirada en los caminos, como le había
dicho su padre en Cádiz, sino encerrada en los cajones de cedro del viejo
gallego, y que había de llegar un día en que todo ese tesoro fuera suyo. La
paciencia en una gran virtud”.[14] El jefe muere después de
tiempo y es Fulgencio el heredero. Ahí se cumple su ambición, esa ambición que
toda la prole de andaluces, y más los García, tienen por la dinero y el poder,
así como Julio César.
Un
nuevo trecho se abría en la vida de Fulgencio segundo “pero andaluz, vanidoso
y, sobre todo, dueño y señor absoluto de una fortuna inmensa, el mundo le parecía
estrecho”.[15]
Payno
nos muestra el crecimiento de este personaje, de cómo la ambición y la vanidad
nubló su mente. Tenía tanto dinero que empezó a despilfarrarlo por todos lados:
donando dinero a las iglesias, apoyando al rey, comprando sus títulos. Tanto que
el narrador dice lo siguiente: “[…] ¡por Dios que jamás hombre más hinchado ni
más vanidoso había sentado sus reales en la ciudad de Moctezuma!”.[16] Desde esa parte de la
historia firmará sus cartas como Don Fulgencio García, y la gente le dirá
capitán, el capitán Fulgencio García. ¿Cómo es que un personaje de dicha
calaña, que llegó pobre, que fue criado, llegó a ser un personaje importante en
la ciudad? Esas y demás cosas Payno quiere que el lector sepa; es una sátira de
cómo, al fin y al cabo, el joven Fulgencio sí empezó a recoger el dinero, la
economía buscada por su padre y por él a su llegada a estas tierras. Así de
fácil se hacen la vida los españoles en América, nos quiere decir Payno en esta
historia.
Y
como toda buena historia, continúa lo mejor: Fulgencio es un mal administrador
de su fortuna, y como todo acaba, queda casi pobre, de nuevo. Pero la suerte lo
llama cuando Ana de Gibraltar le manda una carta para que se case con ella.
Cuando Fulgencio se dirige donde ella está se percata que ahora es fea, que la
edad la ha acabado, pero es rica, y si se casa podrá salir de la situación en
la que se encuentra. Y de ahí nace otro Fulgencio, al cual se llamaremos
Fulgencio criollo.
En
esta parte de la historia Payno utiliza el recurso de ya no dar importancia
tanto a las aventuras que podría tener uno y otro personaje. Rápidamente nos dice
cómo Fulgencio el criollo entra al colegio y aprovecha todos los conocimientos.
Aquí el autor empapa al lector de los temas que podría interesarle, como la
Independencia de México. Se pone un ejemplo:
Como
Fulgencio el chico era noble, se pasó por alto sobre su ignorancia en la lengua
de Cicerón y sus exámenes fueron brillantes: pasó a filosofía, y sucedió otro
tanto; en fin, era ya un bachiller de tomo y lomo en la época en que el cura
Hidalgo, con su famoso grito, había trastornado los cimientos del antiguo
sistema colonial. La idea de libertad y de la independencia había cundido no
sólo en los campos, sino también en los colegios y en el asilo venerable de los
Comendadores Juristas de San Ramón. Se respiraba ya esa atmósfera infectada con
las doctrinas de lo que entonces se llamaba herejía, traición a la patria y al
rey, crimen nefando y blasfemo.[17]
¿Cómo
es que una persona del talante de Fulgencio García tuviera un hijo como
Fulgencio García criollo? Podremos llamar al primero conservador y al segundo
liberal. El uno respetaba al rey y el otro buscaba la independencia. Doña Ana
muere y el hijo se va de su casa. Entonces a Don Fulgencio no le queda más que pelear
contra los liberales para defender el lugar que tanto le dio, y a la gente que tanto
le dio. Payno nos muestra cómo es que la nueva generación luchaba con sus
propias ambiciones, y cómo las pasadas no querían despojarse de la vanidad que
los caracterizaba. Llega un punto en que Fulgencio padre regresa a casa y ve
que todo había acabado: su casa destruida, sin ningún centavo de riqueza.
Estaba como cuando llegó. Esto y otras cosas hacen “por provocarle la muerte,
al negarse a aceptar los cambios y adaptarse a la situación”.[18]
Manuel
Payno “reconoce en los mexicanos la hospitalidad. La honradez, la generosidad,
la caridad y el respeto a la autoridad”.[19] Fulgencio García criollo,
el verdadero hombre de la situación, el personaje del cual Payno quiere mostrar
cómo es que era el México primitivo, la nueva nación hecha por gente tan
ambiciosa como Fulgencio. Otro recurso que utiliza el autor para mostrarnos
cómo es que los nuevos tiempos (¿buenos?) están por comenzar: “Tenemos que
echar el telón. La época pasó, los actores desaparecieron; amigos y enemigos,
tiranos y oprimidos, duermen ya debajo de la misma tierra”.[20]
Payno
es tajante en su rechazo hacia los españoles (aunque manifiesta afecto por los
gallegos y simpatía por el cinismo de los andaluces), a las autoridades civiles
[…]. Al sistema judicial, a los criollos conservadores, a la religiosidad, a
los eclesiásticos (si bien no a la iglesia y a la religión) y al sistema
educativo. Su visión está condicionada por la época y la política que vive, por
eso el panorama que ofrece es limitado. Elige temas con el objetivo de destacar
los avances del régimen independiente, a partir de un contraste resalta lo
positivo de su tiempo.[21]
Este
recurso de regresar, mostrarnos el pasado, tiene el fin de referirnos los
logros que hizo la Independencia de la Colonia. Se deja ya de lado a los
españoles que eran los que tenían las tierras de los mexicanos, y ahora vemos a
los mexicanos adueñarse el país. Aunque eso sí, no cambia el papel de unos y otros:
ya que los mexicanos serán los dueños de sus riquezas, la ambición nacional es
querer el poder, en palpar la economía que los otros tenían. Fulgencio García
criollo, el hijo de Don Fulgencio, en el trascurso de la historia buscará
entrar en la política con ayuda de Pimpinela, que será el ayudante a cumplir la
ambición, “el deseo de esto y más todavía […] El monstruo de la ambición, que
había permanecido tanto tiempo pequeño como una simiente en su corazón, creció
de improviso y pocos le parecían todos los empleos, cargos y comisiones de la
nación”.[22]
La ambición y la vanidad las tenía de familia, así que pronto debió de aparecer
ese fantasma del cual iba adueñarse su corazón.
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Conciencia de Zeno II, ilustración de Millopillo. http://millopillo.deviantart.com |
Logra
su cometido: se vuelve diputado y gente muy importante del país. A su familia
no le falta nada. De ellos nos interesa Fulgencio García, Fulgencio el hijo que
viene de Inglaterra, y que cambia su nombre por el de Fred. Podremos decir que
la ambición de éste es el querer vivir a la manera inglesa, ayuda a su familia
a no pasar desapercibidos por sus apariencias y actitudes. Los enseña a
vestirse y actuar a la manera que se debía, porque eran una familia de la alta
sociedad y de gran importancia. Payno no nos dice mucho sobre el supuesto
último Fulgencio García. Sólo que, como su padre, tendrá la importancia
suficiente como para colarse y elevarse más. La ambición de los García no tiene
límites. Así es como nos sugiere el final del libro (olvidando ahora si Payno
tenía pensado hacer la continuación y la historia haya quedado inclusa), que Don
Fulgencio García, el que luchó por la Independencia de México, el que era hijo
de un andaluz que vino a estas tierras con la ambición de tener riqueza, y nieto
del tío Fulgencio, llegaría a la presidencia de México: “por todas partes [en
Fulgencio] se hallaba reproducida la interesante figura del gran hombre de
México”.[23]
Así como Julio César, Fulgencio García tendría el poder, sólo que del otro lado
del mar. ¿Qué hubieran pensado los demás Fulgencio si supieran que, al fin y al
cabo, se salieron con la suya?
CONCLUSIÓN
Manuel Payno, en El hombre de la situación, satiriza la
figura del español. Y no nada más la de ellos, sino la de los mexicanos. En su
obra podemos encontrar dos intensiones: una la sátira, donde enaltece los
logros que tuvo la Independencia contra los eventos acaecidos en la época
colonial; y la didáctica, al querer educar sobre cómo no se debe vivir,
gobernar y aun hablar.
Los
personajes son dignas caricaturas de la gente de la época, de sus defectos. En
la obra encontramos la transición de un territorio en oscuridad y después en luz.
¿Qué más podríamos leer de alguien que era liberal? ¿Qué más podríamos leer de
los españoles siendo nuestro autor mexicano?
La
ambición y la vanidad son características de muchos de los personajes de Manuel
Payno en esta historia. No hay que dejar de lado que la ambición mexicana
inicia cuando la ambición española es saqueada, y que la vanidad de los
europeos que vienen al país es prácticamente la misma que la mexicana, porque,
se quiera o no, los unos por mucho tiempo fueron los que triunfaron, después se
voltearon los papeles, y después los nuevos dueños presumían su nación, su
riqueza, su gente.
Éstas
y demás cosas le dan actualidad a El
hombre de la situación, sus historias siguen cautivando al lector porque todavía
vivimos entre Fulgencio García, o entre personajes que pueden muy bien ser de
la pluma de Manuel Payno, porque esto que se narra no es parte del pasado, sino
de nuestro presente.
BIBLIOGRAFÍA:
CHÁVEZ RÍOS,
Víctor Manuel, Idealismo exaltado y
realidad prosaica en ‘El hombre de la situación’, UAZ, México, 2013.
FLORES MONROY,
Mariana, Revista Alpha, UNIPAM, no.
8, México, noviembre de 2007.
JIMÉNEZ RUEDA,
Julio, Historia de la literatura mexicana, Botas, México, 1957.
_____________________,
Letras mexicanas en el siglo XIX, FCE
(Colección Popular, 413), México, 1996.
MILLÁN, María del Carmen, Literatura mexicana, Esfinge, México,
1962.
PAYNO,
Manuel, El hombre de la situación,
Universidad Veracruzana (Biblioteca del Universitario, 26), México, 2008.
[1] Manuel Payno (1810-1894) nació en
la ciudad de México. Al terminar sus estudios trabajó como meritorio en la
Aduana […]. La actividad literaria de Payno es múltiple. Escribe cuentos y
narraciones de viaje, que se reúnen con el título de Tardes nubladas (1871). Colaboró constantemente en el periódico,
sobre política, historia y finanzas. [...] La obra novelística se desarrolla en
un período de tiempo muy largo; por ello inicia con El fistol del diablo, la novela romántica y realiza, cuarenta años
más tarde, la obra maestra del romanticismo: Los bandidos de Río Frío [aparte de El hombre de la situación y demás obras]. María del Carmen Millán, Literatura mexicana, Esfinge, México,
1962, pp. 156-157.
[2] Manuel Payno, El hombre de la situación, Universidad Veracruzana (Biblioteca del
Universitario, 26), México, 2008, p. 17.
[3] Julio Jiménez Rueda, Letras mexicanas en el siglo XIX, FCE
(Colección Popular, 413), México, 1996, p. 113.
[4] Manuel Payno, op. cit., p. 21.
[5] Víctor Manuel Chávez Ríos, Idealismo exaltado y realidad prosaica en
‘El hombre de la situación’, UAZ, México, 2013, p. 14
[6] Ibid., p. 91.
[7] Julio Jiménez Rueda, Historia de la literatura mexicana,
Botas, México, 1957, p. 250.
[8] Mariana Flores Monroy, Revista Alpha, UNIPAM, no. 8, México,
noviembre de 2007, p. 156.
[9] Víctor Manuel Chávez, op. cit., p. 78.
[10] Manuel Payno, op. cit., pp. 70-71.
[11] Ibid., p. 73.
[12] Ibid., p. 80.
[13] Víctor Manuel Chávez, op. cit., p. 63.
[14] Manuel
Payno, op. cit., p. 95.
[15] Ibid., p. 129.
[16] Ibid., p. 131.
[17] Ibid., pp. 145-146.
[18] Víctor Manuel Chávez, op. cit., p. 68.
[19] Ibid., p. 80.
[20] Manuel Payno, op. cit., p. 151.
[21] Víctor Manuel Chávez, op. cit., p. 82.
[22] Ibid., pp. 167-168.
[23] Manuel
Payno, op. cit., p. 243.
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