Los principios de Violeta

J. Efrén Martínez Martínez


Un día amaneció ausente y corriendo de la realidad. ¡Se escapó! Al siguiente día amaneció entre risas muy locas y proclamándose verdadera. Un día era luna, al otro era simplemente un reloj que contaba horas anteriores, de los que habían sentido algo en el corazón. Un día muerto ella era abrazos, besos y golpes en la espalda que demuestran el cariño y el nerviosismo de una mujer o la ebriedad. Ebriedad y verdad, justo así se reveló ante el mundo. También salió de sus ojos haciendo notar que era una duda de la mente de aquel niño raro, y él la conmovió con pequeñeces de caos mientras hacía nacer estrellas alborotadas entre el polvo de la luna. Intentó nacer muerta como el mismo destino que la proclamaba, aquel destino tan sujeto a su vida que de manera inconforme para los hombres está sujeto al mismo lugar. El maldito polvo que encierra la vida. Y ella decía: no intentes, proclama; no mueras, traga la tierra en la que traten de meterte para que no te entierren, juega con el vino y revela verdades: así, cuando los vivos traten de alcanzarte y saber cómo es tu existencia, saques una pequeña muñeca con el pelo desgarrado que explique con una gran sinceridad que eres un ratero de vidas. Los escribes, los piensas, los matas si gustas y te les cuelgas en la espalda naciendo ardilla: naciendo no luna, tal vez corazón, tal vez fuego, incluso escritura, y finalizarás naciendo violeta: el color será violeta. El violeta hablará de ti, lo tomarás como tu nombre y justificación de una mente dañada para una aceptación terrible de los hombres y mujeres. Persigue las nueces, mi nacimiento si así lo prefieres, pro no dejes de buscar las nueces llenas de licor.
Búscame a mí, a Violeta, a la pequeña, e intenta seducirme un poco. Ven, por favor ven e intenta retarme para ver cuán dispuesto estás a correr conmigo. Notarás que he robado la voz de todo este juego de palabras, pero no implica que te mataré, al menos no ahora. Juega, vamos, intenta saber a qué lugar te voy a llevar cuando decidas correr. No pienses en los bosques, no me gustan, ignora los sillones, los desiertos, las palabras, la comida, la música y préstame atención para no matarte tan rápido. Vamos, inténtalo. Oye, no me ignores, voltea, mírame, reconóceme en toda esta suciedad. Crees que he venido a contarte algo, crees que eres importante como para que yo dé el permiso a mi padre de escribirte y te cuente un poco sobre mis formas de nacer. No, recuerda, te digo que pongas atención, te mataré y no quiero que voltees hacia atrás. Deja de hacerlo, maldición, mírame. No crees que soy bonita o que Violeta no es un nombre dulce. Puede que no creas que vengo de la luna y que las estrellas son mías, o que los escritores y lectores como tú no son capaces de seducirme tocándome la cintura para hacer que me retuerza en movimientos dulces. Tienes razón, quizá no eres un buen lector o buen escritor, porque ahora me he enojado mucho contigo porque no intentas seducirme ni retarme para que las palabras se vuelvan un interesante vals en el que bailemos intentando hacer nacer lo que algunos llaman arte. No te vayas, no soy tan mala para jugar; bueno, si así de rápido eres para renunciar a la palabras ajenas, bueno, déjalo así… Recuerda, te he matado, y no a tu gusto; ven a visitarme, piensa quién soy en realidad para que entiendas un poco de tu verdad ante las letras.
Nació de una verdad que corre y escapa…



“Violeta”. Collage de Natacha Mazzitelli.


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