El fin de la felicidad. Cuatro poemas de Fabio Rivas Rivera


Maya Burguer

Todos los caminos llevan a Maya Burguer.


En las mañanas rejuvenecidas,
parten los pioneros del discurso
a pintar los cielos
y colocar flores en las orejas de sus amantes,
saltan colgados de una soga
silban entre dientes sin abrir los labios

Al imaginarlos, tal vez soy presa de esos mismos rituales
¿Me consuela?

En las vigilias rutilantes,
corren a dibujar satélites
presumen imperios a los que aspiraron
cuando tenían la edad del trauma
y de la alegría inagotable

Con las manos vacías,
regresan por el camino más utópico
con andar llamativo
y una derrota fresca

¡Oh!
¡Excelsa desdicha!
¡Ah!
¡Aspiración profunda!
(por la futilidad de las admiraciones)

Van más allá del regalo
del deber ser
del himno nacional
del espíritu santo
van tan cerca del precipicio como pueden

Nunca me hice más joven en un baño
pero del polvo venimos…
En esa habitación,
hay una tasa de interés
una luz que repele
más narices de las que se aconseja

Es
un repertorio estimulante
de joyas hechas para perder
para sufrir la última de las consecuencias
por un solo colmillo del tigre
por una pluma del águila
por el riñón de un oso
y un lingote extraído del ojo de un delfín

No hay que sorprenderse
o dirán: ¡cosas más exageradas se han visto!
Y serán los pioneros de cualquier discurso
los fundadores de cualquier imperio

Tendrán
las respuestas más complicadas
para las preguntas más tontas
y será imposible odiarles porque,
irremediablemente,
nos sentiremos identificados



Leyla

Sé que es hipócrita, a estas alturas, escribirte un poema
sé que tus manos ya no temblarán al sostener esta página
que tu mirada no se cristalizará ni refractará la luz del día
no cultivarás tu jardín pensando en mis palabras
ni beberá tu corazón un sorbo de ternura,
no podré evocar la nostalgia de turno
que nos lleve a las trampas que nos enseñaste en el cine
para comer barato y colarse en las funciones

No podré preguntarte por las canciones que cantaste a nuestras madres
antes que mi abuelo irrumpiera a alaridos
o después de que se desmayara sobre los discos y los vasos rotos
y pastosos restos de pescado

Ya no entenderé cómo es que no te quemaron en las montañas de Guatemala
por robarles sus perros a los violadores
y responderle mal a los patriarcas del pueblo

A esta altura,
ya no temes al disco volador que te citó en las nubes
para contarte secretos indecibles
de una vida tranquila
ya no extrañas al guerrillero blanco
por el que casi dejas a tu familia
y enrumbas hacia lo desconocido
más allá de los negocios y extorsionistas oficiales
70,s 80,s 90,s
¡Nunca les tuviste respeto!
Y yo tan perdido en pequeños aeroplanos
desperdiciando tantos meses en los que pude marcarte,
preguntarte por tus viajes místicos
tus fraguas silenciosas tus animales teatrales
y tus amistades sincréticas
vos
que le decías viejitas a las señoras de tu edad
y que pintaste tantos objetos como pudiste
vos que escribiste cartas para fragmentar tu historia
para dejar una amplia gama de mercurianas contradicciones
e histriónicas anécdotas de nomos
bazares prohibidos
furtivos e endiablados dogmas
que recalcitraban cerca de tu melódico cuerpo

Tus bovinos y punzantes ojos achinados
no podrán compadecer este llanto
ni tu pecho podrá respirar junto al mío
ni la mañana podrá llenarse de tus aromas a sabia señora
de pulseras e inciensos
de símbolos y bestias callejeras como compañía
de la libertad como consecuencia de romperse la espalda
para quemar neuronas e hilvanar la sangre
y las caras que portan la sangre
las manos que unen esas caras
el tiempo que las envejece
el árbol que en la semilla aguarda
cautivo de su propio sueño
y de la alquimia para la que fue concebido

Ya no podrás ser quien fuiste
ni quien quisiste ser
ni quien creíamos que eras
ni quien quisimos que fueras

serás el devenir de tu mensaje al aire
del movimiento por el movimiento en sí
de la comunicación como las raíces que se hunden en la tierra
y recolectan agua de manantiales
minerales con sus propias anécdotas
un lagarto que vaticina el este
luz que abraza por la espalda en la hora más oscura
fe en la riqueza de todas las rosas
desconfianza de impostores
y de las penumbras con rostro

Ya no podrás sostener esta página
porque habitarás en ella
el cristal será tu recuerdo
tu legado, el jardín

En nuestra coraza,
tu frescura
y tu desobediencia como una brújula incansable
navegando en las latitudes
de la fiesta universal


Miércoles

Alguna vez viví en la calle Saavedra y Rivadavia
compartí habitación con un peruano comediante
y un chileno que amaba a Pinochet
un chef cocainómano me palmeaba el brazo
con la cara de un gigantesco cuchillo
un colombiano amante del metal
no me dejaba dormir con bachata,
mientras un mexicano
discutía hasta el amanecer con su novia letona,
borrachos, gritaban y rompían botellas
después lloraban y cantaban junto a su piano
al que ella hacía brillar con sus cadavéricos y prodigiosos dedos

Había un tal Angelito
trabajador de las computadoras
bailarían de tango
abstemio practicante
al cual todo le parecía maravilloso
mi país imaginario y sus cosmovisiones salvajes
la comida de unos amigos malabaristas
la sal del huevo en sus papas
la mugre en el techo de la cocina
los chinos que vivían en el sótano del edificio
desde el que nos gritaban maldiciones indescifrables

Éramos la torre de babel de los herejes
ignorantes del destino que nos había parido
allí: sucios y agüitados
mugrientos y ojerosos
buscando cada quien su futuro,
como si en las calles o en las instituciones se encontrase,
pero queriéndonos de la forma en que se quieren los solitarios

De las partes olvidadas de la Argentina,
llegaron almas nobles y triviales como las nuestras
dotadas de facilidad para el asombro
y rebosantes en generosidad y estima

Poco a poco,
la belleza que les quedaba fue devorada,
Buenos Aires se la tragó
y la hundió en sus gigantescos inodoros

Ahora,
no nos miramos ni tenemos contacto alguno
solo sé que pensamos en la casa
y recordamos las cenas comunes de lo que haya
los días de farra
y las pláticas hasta que alguien se desmaye

Con el tiempo, el lugar se volvió un nido de tranza
la madriguera
y con la pasta base llegó el veneno: la paranoia

No sé si al salir de aquella trampa
ellos tuvieron un final feliz,
pero sospecho que cada tanto nos pensamos
y sonreímos sabiendo el secreto que nos une
y nos separa


Neptuno

Sostengo la luna en la espalda
mi piel es una con su peligro terso
arremeto contra el tiempo
y pierdo en cada una de las embestidas
avanzo retrocediendo en zigzag
contamino el orden con mis contradicciones,
soy la vergüenza de un veterano de guerra
que en su rancho tuvo un sueño conmigo
quizá le hablé en verso
quizá le prediqué la palabra de los enamorados
demasiada saliva para sus conspiraciones

El monumento a la constitución política
se alza sobre una plaza gris
abre los brazos para recibirme
en las manos porta una balanza y una espada
¿Acaso me protegerá
o me cortará la garganta?
¿Qué pensará de mí cuando me evalúe?
Cuando sepa que le he fallado,
así cómo le he fallado
a los que hablaron de un pueblo justo
y lleno de esperanza,
no me mira
solo mira el horizonte de edificios que,
a paso lento,
devora los árboles
como anticipó Tolkien
como soñó la abuela
como dicta el sentimiento de abandono

La tristeza que mastica la imaginación de los hombres de mundo
que hacen del mundo una proyección de sus límites
hoy, me ha abandonado
la desconozco
no la quiero
no quiero esos límites
justicieros de la moral y el respeto a los buenos valores
vendedores de humo y modelos a escala
falsificadores de sueños y teorías evolutivas
analfabetos del espíritu
y de las relaciones multidimensionales

No tengo promesas
no me sobran las respuestas para los conflictos mayores
no quiero que me firmen sus compromisos
ni que memoricen mis consignas
ni que aterricen en mis esquemas heredados
por la escuela internacional

La bicicleta desciende por la alfombra de asfalto
el viento enfría mi cara
y me recuerda que estoy vivo,
preciosa oscuridad y silencio en las calles
noche generosa, reflexiva y pueril
noche quemada por los poetas
y mancillada por los que se acercan a ella
sin ofrecerle sus miedos
sus bondades
y todo aquello que nos hace patéticos
pero dignos de amor

Estos poemas están incluidos en 
El fin de la felicidad
Ediciones Piratas, El Salvador, 2024.

La edición y diseño estuvo a cargo de Daniel Fernández (Defo).

_______________
Fabio Rivas Rivera (San Salvador, El Salvador, 1990). Estudió lenguaje cinematográfico en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UNA), es cofundador de la banda experimental Lxs Bastardxs, la revista NO, el ciclo de poesía “Arrancándonos la piel” de Buenos Aires, el centro cultural Astrálabe en San Salvador y Ediciones Piratas. Ha publicado el libro de cuentos Siete maneras de estar muerto y los poemarios El mundo se derrumba y nosotros nos masturbamos y El fin de la felicidad.

Comentarios

  1. Ya solo el nombre es sugestivo de que algo bueno está pasando del otro lado del muro invisible de la cotidianidad. Orgullo de esta voz que tiene su propia vos

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