Gilberto el varado

Ezequiel Carlos Campos


El poeta es el mar, la espera, lo estático y el movimiento. Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis / llagas. El poeta es el náufrago de su poesía, habita lugares desérticos, solos, en los que el silencio aturde los oídos y hace de su vida una vida llena de rescoldos. El poeta es el mar: se descubre en movimiento (aunque esté varado en la vida), cuenta que, pese a las carencias, sobrevive para escribir poesía y traspasar a través de las palabras como saltamonte en plena carrera. Yo, en alta mar de cielo / estrenando mi cárcel de jamases y siempres. El poeta es un espejo observado de sus lamentos y los lamentos de todos, mira un mundo lejano y triste, un almanaque de muerte, porque Todos los días 4 son domingos / porque los Owen nacen ese día y todos los martes trece la vida da paso a la muerte. Para el poeta el tiempo es una isla virgen por servir a la plena de gracia, la más fuerte / ahora y en la hora de la muerte, una isla capaz de no ser habitada, espejo de distancias. El poeta camina sin ningún rumbo, dejar la memoria a la deriva cual barco perdido en medio del mar más grande y jamás conocido, y llega llagado de las ilusiones porque la esperanza ha muerto: Y la que no me atrevo a recordar, / y la que me repugna recordar, / y la que ya no puedo recordar, así como ya no se recuerda si era día 4 o 13, si está vivo o muerto… llagado del desamor y de la vida, una vida sin tiempo y sin espacio, / vida insular, que el sueño baña por todas partes, llagado de su sueño, de la poesía: Me asomo a sus inmóviles canales y me miro / de pájaro en el agua o de pez en el aire, / ahogándome en las formas mutables de su esencia, esencia sucia, susceptible y suicida. El poeta y su paso por los días y romperse, romperse, rom-per-se y caer en cachitos como la arena soltada de las manos y fugarse en la poesía, transformarse en la poesía, unirse a la poesía, convertirse en ella; cuando el alcohol redime las penas y ese tiempo que pasa y pasa y no deja de pasar y tortura al poeta como el mar tortura al marinero. El poeta es el marinero de la palabra. La poesía son nombres gritados y escuchados en el cielo, cenizas de pensamiento: Cómo me cantarías sino muerto / al descubrir de pronto bajo el cielo de plomo de un retrato / el pensamiento estéril y la tenaz memoria en esa frente… Y cuando fui ya sólo uno / creyendo aún que éramos dos, / porque estabas, sin ser, junto a mi carne. / Tanto sentir en ascuas, / tantos paisajes malhabidos, / tantas inmerecidas lágrimas. El poeta es poesía, sin ella no hay poeta y sin poeta no hay poesía, así de absurdo es; el poeta es el que goza de la palabra, del amor que tiene gracias a la poesía, y Si no es amor, ¿qué es esto que me agobia de ternera? El poeta es retórica. La poesía es aquel triste otoño o nada, al fin y al cabo. Mañana habrá en la playa otro marino cojo porque el poeta quiere dejar de estar varado, tal vez el poeta logre serlo todo: Gilberto Owen. Tal vez Gilberto logre movimiento, vida, tal vez una nueva y última esperanza, Tal vez mañana el sol en mis ojos sin nadie, / tal vez mañana el sol, / tal vez mañana, / tal vez. Tal vez, Gilberto.
                                    
Sobre “Sinbad el varado” de Gilberto Owen.



Tomada de:
http://entreletras.mx/libros/gilberto-owen/

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