En el principio fue Elisa

Alberto Avendaño



En el principio Dios creo la palabra y la ciencia. Y dijo Dios “crecerán separadas, pero hechas para complementarse”. Tú darás una explicación al mundo y a su naturaleza, que soy yo. Y tú serás la vía para que esta explicación llegue a los oídos de las personas. Hecho esto Dios se sentó a observar y vio que lo que hizo era bueno.

Pasaron los siglos y la palabra encontró una manera más bella de hacer llegar la ciencia a la gente: con poesía. En la antigüedad Epicuro hizo tratados sobre la naturaleza y, en el siglo XX, Guergui Gamow escribe contra sus detractores en una prosa cargada de ritmo y metáforas. Y no es necesario mencionar personajes históricos, con leer un libro de divulgación científica uno se da cuenta de la carga poética que habita en sus páginas. Los agujeros negros tienen una fuerza gravitatoria tan potente que ni la luz escapa de ellos. Los cuásares son ojos en la nada por donde nace la luz. Las cuatro fuerzas que rigen el universo son interacción nuclear fuerte, interacción nuclear débil, gravedad y electromagnetismo, y sin ellas la realidad se desmoronaría. Esto sólo por dar algunos ejemplos que me vienen a la cabeza.

Elisa Díaz (CDMX, 1986) nos regala Principia (F.E.T.A., 2018) para que comprendamos el mundo ―o intentemos comprenderlo― como ella lo concibe, es por eso que el primer poema, titulado “Escoliosis” nos pone en su cuerpo, no físicamente pero sí en ritmo, y es que uno siente esa falla en columna al ir leyendo el poema, el ritmo nos hace imaginar lo que es vivir con esta desviación en las vértebras, abriendo así con la magnífica colección de poemas que van tocando diferentes tópicos de la ciencia.

“Credo” nos indica por dónde va el libro, siempre combinando ciencia y vida diaria, haciéndonos recordar que estas no están separadas, aunque en ocasiones lo olvidemos:

Creo en la termodinámica, en los hombres
que se quedan a dormir  y amanecen
tibios como piedras que han tomado el sol
toda la noche […]

Pues, no podemos escapar a los fenómenos científicos, la entropía llena todo lo que es, e ignorarlo no hace que deje de ser así. Elisa lo comprende, lo moldea, lo hace suyo en versos. Nos dice “No creo en el Apocalipsis, pero ya casi no veo pájaros. Se habrán hecho ceniza”. Es decir, reflexiona los simples fenómenos que hay en el día a día y, aunque la vida no es más que una oxidación en progreso, explota la belleza que les es natural.

Nada escapa a la pluma de Díaz. Ni las bacterias ni los perros ni la luz que no vemos, hay un espacio reservado para ellos en este pequeño universo llamado Principia, regido por el ritmo y la armonía:

Sabemos dónde acaba la vida:                 arritmia
palidez      respiración sin rumbo
danza de instrumentos         una caja de metal
que se hunde en el océano.

Elisa Díaz nos ha entregado el libro en la intimidad, pero también nos sugiere: “les gustará, todos somos materia bien acomodada gracias al ritmo que está en todo”.


Elisa Díaz Castelo, Principia, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2018.



Alberto Avendaño (Zacatecas, 1990). Su último libro es Las cenizas del día (2019).   

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