Tierra torre faro. Cinco poemas de Gonzalo José Bartha
Uno
Construimos un colchón de versos
eligiendo
cotidianas bifurcaciones,
habitando
páginas prestadas,
construyendo
memorias del corazón.
Navegamos al ritmo de nuestro mar
guardándonos
promesas al otro lado de la orilla,
narrándonos
historias de tesoros escondidos,
contenidos
en los estambres de una rosa
anaranjada.
Dos
Esa tarde
tuvimos ciertas referencias premonitorias:
cuestiones del agua y cuestiones del fuego.
Enmarañados y mordiéndote
preguntabas mordiéndome:
–Si de fuego fuera tu pasión…
¿Qué fuego sería?
…el que arrasa bosques, descontrolado?
Traté de comprenderme y justificarme
fuego puntual que da calor
o prepara comida.
–Eso no sería pasión…
–¿Qué tipo de caudal serías?
Tu insistencia pretendía describir un concepto
desbordado por tormentas.
–Existen formas
que redistribuyen la energía de un río.
–Eso no sería pasión…
Pero comprendiéndote y justificándote
tú búsqueda tampoco
nos mostraba una orilla.
En un libro de historia bizantina
marcamos páginas referidas al control:
resaltaste con amarillo La torre de la doncella:
el restaurante “Kiz Kulesi”
a orillas del Uzkudar en el Bósforo.
Su faro lo construyó el griego Alcibíades
para controlar el flujo de barcos persas.
–Lo construyó para que no lo engañen.
Poco menos estratega, Comneno,
erigió una fortaleza de papel y pretensiones
para controlar los flujos de su hija
o controlarse a sí mismo…
–Lo construyó para no engañarse.
–Él mismo la terminó matando:
bosque que se incendia
río desbordado…
Lo externo se impone al ritmo de caprichos prestados
por el agua o por el fuego
rodando hacia una mítica constelación generacional
aguardando las lenguas venideras
hasta disolverse en la carne…
…y el metal en el molde.
Tres
Jalaludín Rumi narra en su Masnavi
la irracional desesperación de una polilla
que se arroja cada vez leída,
sobre la llama de una vela.
–Leandro guiado por la antorcha
se arroja con cada inhalación
a los brazos de un irracional destino…
Recordaste que en una plaza de la ciudad
hay una escultura de Manuel De Llano
forjada en bronce:
con fuego también buscó el preciso momento
cuando silenciosos los amantes consumen
el reflejo caligráfico de lo que piensan.
Erguida entre las posibilidades que cotejamos
estaba en la paradójica frialdad del metal
la humedad y el calor que antes
el mar y la antorcha prometían.
–…se arroja tal cómo aprendió
y de la misma forma en que lo dejan
arrojarse sobre cada cosa que le antoja
De generación en generaciones, disueltas
por lenguas femeninas viajaron
todas esas partículas verbales
hacia el canon de una literatura,
justamente acumulada,
en los mares de un tiempo marplatense:
contra olas perceptuales
continúa nadando él
y encendiendo antorchas ella
para comprar una casa en la loma,
de la misma forma que el salmón
nada río arriba para desovar.
Cuatro
Ya las Geórgicas de Virgilio narran
las necesidades del macho.
Las Heroidas de Ovidio refuerzan la idea:
dos cartas escritas al séptimo día de calentura.
El amor puellae visae del bizantino Museo,
preguntándole al remero, nave y pasajero:
–¿No le temes
a la ira de mis opulentos padres?
La voluntad de Estrabón en relevar
la ecúmene griega mencionando
la Torre de Hero en Helesponto.
Existe
una leyenda similar en el Penjab
con su tumba respectiva
porque quizá Alejandro llevó la historia
a la ida o a la vuelta
amarrada en la montura de su elefante
de la misma forma que Bayron amarró
la convicción sembrada por Boscán
sobre el hueso de membranas renacentistas.
“Pasando el mar Leandro el animoso”
crepita Garsilaso
como si de una marcha militar se tratase.
Acorazado y brioso el impulso soberbio
quebrando marejadas sociales
en tierras extranjeras.
“De piedad murió la luz,
Leandro murió de amores,
Hero murió de Leandro
Y Amor de envidia murióse”
Otro español sonaba en la radio:
– “Yo no quiero un amor civilizado…”
Y susurrando al oído
estrofas de todo aquello que leímos
bailamos apretados y
desaprobados antes de conocernos
entre laberintos propios,
y desiertos ajenos.
Cinco
Ese cuento te pido.
Una vez más ese cuento te pido,
sin reparos de arquetipos formales
ni representaciones fálicas de analistas baratos.
Ese cuento de la niña encerrada
en una torre sin puertas
de cabellera larga cumpliendo sentencia
por los rapónchigos hurtados
en el devenir de historias constelares
–No es casual el recurso visual
–No es casual la similitud del destino
Trato de comprender cuáles fueron
esos rapónchigos que pediste para cicatrizar
la semilla de aquel horizonte lejano:
un favor
un consejo
un pedido
una caricia
un llamado de atención
una mano sostenida
un acto rebelde de libertad
Y la conclusión indefectible
sobre el perogrullesco antojo reiterativo:
–Si tiene precio… no es amor… amor mío.
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Gonzalo José Bartha (Mar del Plata, Argentina, 1972). Es Diseñador Industrial, Especialista en Gestión Universitaria y Secretario Académico en el Colegio Secundario Arturo U. Illia, dependiente de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Se ha desempeñado también en el ámbito de la comunicación gráfica, ilustración y fotografía. Fue director de la Revista Signos Vitales – Cultura Creativa y ha publicado los cuadernillos de poesía Malabarista de Pekín (2007), Notas al Margen (2008) y Cuadernos de Nóctumo (2010).
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