Onirismo en once cuentos de Gabriel García Márquez


Jazrael García Rodríguez
 
En el prólogo a su libro de poesía escogida, Ernesto Cardenal comenta lo siguiente respecto a la naturaleza de la poesía contemporánea: “La poesía actual en nuestra lengua puede decirse que está dividida en dos tendencias. Una que es subjetiva, abstracta, onírica, hermética. Y la otra, objetiva, concreta, realista, comprensible”.[1] ¿A qué se refiere cuando utiliza, entre otros, el adjetivo “onírica” para describir a la primera tendencia?
Para que un tipo de poesía sea de carácter onírico, es necesario que cumpla con ciertas características. La poesía, al ser la forma de expresión literaria más libre y moldeable, se puede decir que llega en ocasiones a dar esta impresión. Pero para ello debe de reunir los rasgos característicos de un sueño, es decir, debe producir una sensación parecida a la que se tiene cuando se está soñando, de manera que es mucho más difícil afirmar (por las razones que se explicarán más adelante) que a una ficción literaria se la pueda calificar con el mismo adjetivo que se le ha adjudicado a este tipo de poesía. ¿Cómo podemos determinar de manera objetiva si una narración –o narraciones en conjunto– de cualquier tipo, ha cumplido con lo necesario para ser considerado como onírico? ¿Sobre qué criterios tendríamos que basarnos para demostrarlo?
 
En un ensayo titulado Sobre la naturaleza de los sueños, el escritor Hugo Hiriart expone su punto de vista, elaborando teorías que sirven para analizar una experiencia que todos conocemos: soñar. El ensayo no habla acerca de los sueños desde una perspectiva psicoanalítica, sino que los explora de una forma más relacionada con la sensación misma que uno experimenta cuando está soñando. El autor se hace estas preguntas casi al inicio: “¿cómo identificamos algo como perteneciente a un sueño? ¿En qué consiste ese sabor?”[2] Asimismo, alterna teoría con algunos ejemplos, textos en prosa de carácter poético, diseñados para que quien los lea viva estos tipos de sensaciones y así ejemplificar sus argumentos.
Quien apoye las teorías de Hiriart sobre el tema, responderá negativamente a la pregunta central de este ensayo, la de si es posible considerar que alguna ficción reúna lo necesario para afirmar que es onírica.
Sin embargo, mediante este trabajo se argumentará que pueden existir libros narrativos que, aunque no cumplan con algunos rasgos fundamentales según Hiriart, son capaces de llegar a producir una sensación íntima, parecida a la que experimentamos todos cuando estamos soñando, basándonos en algunos de los rasgos que atribuye a los sueños. El libro que utilizaremos como ejemplo para ayudar a argumentar este punto es Ojos de perro azul, primera antología de cuentos de Gabriel García Márquez.
¿Por qué dijimos antes que la respuesta a la pregunta de si un libro narrativo tiene la capacidad de reunir las características necesarias para ser considerado como onírico según las teorías elaboradas por Hugo Hiriart, será negativa para aquel que se haya adentrado un poco en su ensayo antes referido? En su primera hipótesis planteada, Hiriart dice que los sueños no son inventados por aquel que está soñando, “los sueños no son narraciones que podamos inventar”, es decir, una narración no podría ser jamás considerada como un sueño ya que “nosotros dejamos caer sobre cuentos, anécdotas y chistes una mirada sinóptica. La llamo sinóptica porque une principio y fin, es decir, porque desde el arranque ordena en dirección al final buscando un final posible y confiriendo para ello provisionalidad a los episodios”.[3] Entonces el problema que se intenta resolver, desde este mismo punto podría darse por perdido: ¿Por qué escogimos hablar de esta antología de Gabriel García Márquez para argumentar que un libro de relatos puede ser considerado como onírico a pesar de lo explicado anteriormente? ¿Con qué rasgos elementales cuenta, a diferencia de otros textos literarios?
 
Ojos de perro azul
Primero analicemos la estructura y los rasgos relacionados con la unidad narrativa de Ojos de perro azul, para después enfocarnos en algunas concordancias con las posturas adoptadas por Hiriart y concluir, así, que a un libro narrativo, bajo ciertas circunstancias, podría dársele aquel adjetivo que Ernesto Cardenal usó para describir a parte de la poesía moderna.
Ojos de perro azul está compuesto por once cuentos, relativamente cortos, escritos entre 1947 y 1955. “Cada uno de estos libros es un microcosmos en sí mismo”[4], dice el editor en el prólogo a los cuentos completos de García Márquez. Esta antología goza de unidad gracias a la similitud que abunda entre sus narraciones; unidad que tiene un sentido diferente a la de las otras antologías del autor.
El ejemplo más importante de estas similitudes ­–y del que se desprenden todas las demás– puede verse en el tipo de situaciones a que son sometidos los protagonistas de las historias. Dichas situaciones suelen tener un carácter enigmáticamente similar; los problemas de estos protagonistas se desarrollan en un ambiente generalmente cerrado, casi hermético, historias inmersas la mayoría de las veces en una muy profunda intimidad personal, dejando a la realidad exterior en un segundo plano, las características sociales de los cuentos pasan a ser ya no tan conspicuas, lo cual es significativo, puesto que ayuda a producir el efecto personal e íntimo que suelen tener los sueños. El libro, además, contiene reiteradas alusiones a los sueños o al acto de dormir, hecho que juega un papel importante y es algo que se repite constantemente. Así nos damos cuenta de que García Márquez ha incluido este tema de forma deliberada a lo largo de las páginas. Otra característica importante es el orden que llevan los textos, cómo es fundamental que estos se lean llevando el orden que su autor les ha otorgado. El impacto estético que el lector pueda experimentar depende en gran medida de esto ya que bien se podría leer uno de los once cuentos al azar, pero esta lectura puede ser más significativa cuando se lleva a cabo por orden. Esto lo explicaremos más adelante.
En el primer cuento, “La tercera resignación”, un hombre, desde pequeño, sufre una rara enfermedad que le da la apariencia de un muerto, por lo que su familia le ha construido un ataúd a su medida para que se mantenga ahí. No se mueve, no respira, no come: es un cadáver en vida, pero es capaz de percibir todo lo que pasa a su alrededor y todas las cosas que hacen sus familiares para mantenerlo en buen estado ya que él no puede moverse. La historia de su vida es recordada desde el ataúd en la habitación que el hombre habita en soledad.
“La tercera resignación” se parece, en gran medida, a “La otra costilla de la muerte”, “Eva está dentro de su gato”, y a “Diálogo del espejo” (segundo, tercero y quinto relatos, respectivamente). En el presente narrativo de estos, sólo hay un personaje y con él se desarrolla la historia. Si alguien más es mencionado, pasa a segundo plano, como recuerdo. Lo importante es enfatizar la soledad en que ellos viven como si estuvieran encerrados consigo mismos.
A partir del sexto cuento, “Ojos de perro azul”, el ambiente solitario y hermético en donde están los personajes se atenúa. La trama se desarrolla en una habitación oscura, lugar de una misteriosa conversación entre un hombre y una mujer. A medida que avanza en la lectura, el lector irá descubriendo que los personajes están inmersos en un sueño compartido; este hombre y esta mujer no se conocen en la vida real y desde hace algún tiempo se han estado reencontrando mientras los dos duermen. Por lo que dicen en su diálogo, la mujer intenta buscar al hombre en la vida real y los dos han acordado una clave para encontrarse fuera de los sueños: “ojos de perro azul”. El problema es que el hombre no recuerda nada de esos sueños al despertar, y por lo tanto no es capaz de buscarla en la vigilia. Este relato y el siguiente, “La mujer que llegaba a las seis”, son muy parecidos –en este último también se narra una conversación entre un hombre y una mujer, esta vez dentro de un pequeño restaurante donde se encuentran solos.
Quien los lea llevando el orden que el autor les otorgó, podrá decir que los rasgos comunes entre los relatos se van desarrollando gradualmente; estas similitudes se hacen evidentes y se repiten a medida que se pasa de un cuento a otro. Puede decirse que el libro da la impresión de que dichos personajes son análogos y que las identidades de todos son distintas encarnaciones de una sola personalidad, atravesando diversas situaciones. Características y detalles narrados en un cuento se repiten en otros, de forma misteriosa, y así, bajo este juego, el lector se siente atrapado entre estas distintas realidades entretejidas. Este quizá sea el rasgo más importante para distinguir al libro como “onírico”. Rasgo que nos encargaremos de identificar con los sueños a continuación.
 
Sobre la naturaleza de los sueños
Como se mencionó antes, Hugo Hiriart dice que un sueño no es una historia que se pueda contar dado que esta posee un inicio, un clímax y un desenlace, característica inexistente dentro en los sueños. Enseguida relaciona los sueños con la escritura automática: “aquella en la que todas sus frases o conjunto de frases son como la primera y la primera es la que obedece la orden di lo que sea o lo primero que te venga a la cabeza. Esta escritura obsesionó a Yeats y a los surrealistas”.[5] Así mismo dice que la práctica de esta escritura “es el mejor camino para llegar a entender y disfrutar buena parte de la poesía moderna”.[6]
Enseguida aclara que de un escrito así puede decirse que es de quien lo escribe, pero no que esa persona fue quien lo hizo, “porque la secuencia de frases es por definición azarosa, caótica, y yo no la goberné ni la dirigí […] para que se pueda decir de un relato que yo lo hice, tengo que dejar caer sobre él la mirada sinóptica”.[7] Aquellos textos de carácter poético que mencionamos antes, usados por el autor para ejemplificar los sueños mantienen esta característica relacionada con las descripciones azarosas de los detalles, dando cierta impresión surrealista (en los sueños, las características azarosas que los conforman y sobre las que no tenemos control ni dominio, serían los recuerdos de percepciones en nuestra vigilia). 
Con lo anterior entendemos, como ya habíamos visto, que ninguna clase de cuento o relato puede ser onírico en este estricto sentido; su estructura se encontrará siempre bajo nuestro control y dominio. Estas dos son las principales tesis de Hiriart para refutar el onirismo en la antología que seleccionamos. Sin embargo, existen otros dos puntos importantes expresados en Sobre la naturaleza de los sueños que nos podrían dar la clave para suplir la carencia de los anteriores. El primero es relativo a la sensación provocada por la manera de identificarnos dentro de los sueños y de saltar de uno a otro. En ellos se encuentra implícita una especie de orientación por medio de la cual uno sabe todo lo que está ocurriendo alrededor. Uno los conoce a medida que los experimenta, “eso que sé en el sueño, consiste en una especie de orientación”.[8] Los sueños no son necesariamente un ligado de imágenes o de historias, sino un conjunto de situaciones, es decir, instantes cortos, impresiones de momentos sencillos que no conllevan ningún tipo de trama. “Por eso digo que la materia de los sueños es el situarme […] ahí es donde está la inventiva, la extraña inventiva de los sueños”.[9]
Entendiéndolo así, una “situación” no conlleva necesariamente una “historia”, pero una pequeña “historia”, ambientada en solamente unos instantes, se asemeja mucho a una “situación”. De manera que la mayoría de los cuentos de Ojos de perro azul cumple con esta característica fundamental, al situar a los personajes en un presente de unos cuantos momentos en los que reflexionan acerca de sus propias vidas por medio de recuerdos, o en el que se desarrollan pequeñas acciones o diálogos. Algunos cuentos como “Eva está dentro de su gato” o “La noche de los alcaravanes” se enfocan en ciertas dificultades que experimentan los protagonistas para orientarse en su entorno a partir del tipo de condición en que se encuentran, de manera que el tema de la orientación en una situación determinada y tan importante en el ensayo de Hiriart, también es esencial en Ojos de perro azul.
En pocos relatos, hay que mencionarlo, el tiempo ambientado en que se desarrollan es más largo, pero aun así presentan otras características que todos comparten: las de la soledad en las vidas de los personajes, las ambigüedades dentro de las historias, una especie de limbo emocional, un letargo, una somnolencia provocada, quizá, por la manera en que los personajes se van adentrando poco a poco en dichas situaciones, con lo cual, como habíamos señalado, las diversas características psicológicas de los protagonistas las podemos identificar como parte de una misma identidad, saltando de una situación a otra.
Algunos temas de importancia como el de la orientación, la soledad, o el sueño, son deliberadamente incluidos por García Márquez. Ahora bien, comparemos los cuentos con aquellos textos de índole poética, surreal y abstracta con que Hiriart pretende proyectar la experiencia onírica. Provocan la percepción de detalles, situaciones, cosas, lugares. Y esto se transmite directamente al lector, ya que como vimos, no hay trama ni personajes. Pero en los cuentos sí los hay, por lo que, para llegar al mismo fin, esta vez el lector tendrá que pasar a través de las experiencias ajenas –las de los personajes– en las cuales ya se hallan implícitos dichos temas de importancia. Entonces, el onirismo se da con una especie de rodeo; podría decirse que García Márquez llega a él de una forma más artificial, aunque, por esto mismo es evidentemente más atenuado.
Ahora analicemos el segundo punto, el más importante. Más adelante, Hiriart afirma lo siguiente: “Los sueños no empiezan ni acaban”.[10] Dando a entender que en los sueños no existe el tiempo. “La actividad de soñar es remisa al discurso articulado, a su puesta en palabras. El discurso es lento, secuencial, tardado, gordo y pesado. El sueño es relampagueante, un músculo de luz moviendo recuerdos […] Microconjeturas tejiéndose en la simultaneidad onírica”.[11]
Con lo anterior, intenta aclararnos que este conjunto de situaciones en las que no puede existir el tiempo narrativo, se entrelazan unas con otras, pero formando parte de la misma sustancia. En los sueños no existe el antes ni el después.
Así, como vimos antes, la poesía puede llegar a suprimir la narración y ser más abstracta, pero una sola historia no llega a suprimir la narración: de ahí que hayamos escogido hablar de una serie de cuentos y no de uno solo; porque cada uno de ellos debe seguir inherentemente una trama, un tiempo, pero en conjunto, nos hace experimentar una sensación muy similar a la que es entendida leyendo Sobre la naturaleza de los sueños.
Habíamos dicho que la mayoría de las historias son cortas, unos cuantos instantes para sus protagonistas, es decir, se asemejan mucho a las “situaciones” de las que habla Hiriart. También es importante cómo están distribuidos los cuentos. Alguien que se adentre en su lectura debe reconocer las diferentes historias como parte del mismo “microcosmos” que ya habíamos mencionado. Todas ellas tienen temáticas estilos, personajes similares, y, en efecto, parecen formar parte del mismo tejido, a medida que avanza la lectura y se desarrolla el libro. Así, aunque no cumpla con el elemento principal –el relacionado con el tiempo secuencial, inherente a toda narración– es capaz de suplirlo, como si estos cuentos, al estar hechos de la misma sustancia todos ellos, no pudieran existir los unos sin los otros; sólo en conjunto. Este rasgo se cumple ya que, como lo hemos mencionado, para Hiriart los sueños funcionan así. Quizá esta sea la única manera de provocar este tipo de efecto en los lectores por medio de las narraciones literarias, sin caer en el uso del surrealismo o en el de la poesía. Ojos de perro azul –con la diversidad y unidad descritas de cada una de sus situaciones–, como un largo sueño legible.
 
A lo largo de este ensayo se dio a conocer un punto de vista que habla acerca de las posibles relaciones entre las experiencias de los sueños y de la literatura. El tema tiene gran repercusión; muchos escritores admiten haber sido influidos por él en sus obras, y gran cantidad de veces lo han incluido en ellas. Lo que pretendimos fue dilucidar un poco los momentos en los que la literatura es capaz de producir impresiones oníricas, utilizando un libro que, según hemos expuesto, contiene gran cantidad de ellas: Ojos de perro azul, y para saber en qué consisten estas impresiones, nos hemos guiado por medio del ensayo de Hugo Hiriart; pero hay que recordar que lo que ahí se explica se trata únicamente de la opinión de un escritor, por lo que habrá quien no concuerde con todo lo que se ha expresado en dicho ensayo, y por ende, en el presente. En el tema de los sueños no se puede ser absolutamente objetivo ya que, como dice Hiriart, no podemos adentrarnos en ellos conscientemente y así darnos cuenta cabalmente de cómo son. Sin embargo, ateniéndonos a sus hipótesis, hemos sido capaces de señalar diversos puntos de contacto entre sueños y literatura, de cómo los percibimos cuando se combinan.
 
BIBLIOGRAFÍA
CARDENAL, Ernesto, Poesía escogida, México, Universidad Veracruzana, 2009.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, Todos los cuentos, México, Editorial Diana, 2012.
HIRIART,  Hugo, Sobre la naturaleza de los sueños, México, Era, 1999.


[1] Ernesto Cardenal, Poesía escogida, p. 7.
[2] Hugo Hiriart, Sobre la naturaleza de los sueños, p. 12.
[3] Hugo Hiriart, op. cit., pp. 14-15.
[4] Gabriel García Márquez, Todos los cuentos, p. 7.
[5] Hugo Hiriart, op. cit., pp. 16-17.
[6] Ibídem.
[7] Ib.
[8] Hugo Hiriart, op. cit., p.27.
[9] Hugo Hiriart, op. cit., p. 38.
[10] Hugo Hiriart, op. cit., p. 165.
[11] Ibídem.

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