La ambigüedad: evocación de diversos sentimientos o emociones por medio de recursos literarios en "Tristam Shandy" de Laurence Sterne
Ezequiel Carlos Campos
Dixero si quid forte jocosius,
hoc mihi juris cum venia dabis.
Horacio[1]
Al diablo las reglas que me obligan
a tener
que contar así este asunto.
Laurence Sterne
Llegar a comprender la historia que
Tristam Shandy escribe no es fácil. El lector que esté a punto de abrir el
libro y se percate sobre al tratamiento de la obra podrá comprender lo que
digo; y al pasar las hojas encontrarse con recursos extraños, extravagantes,
raros –pongan cualquier palabras más– y se dé cuenta que prácticamente no supo
qué es lo que se desarrollaba en el conjunto de los capítulos. Es sencillo
afirmar lo siguiente: no será usted el único ni el último al que le suceda esto
–y aquí no importa si se lee el texto en su idioma original o en una
traducción–. Esa es una de las muchas complicaciones que el libro de Sterne
muestra a su época y a las siguientes. En este trabajo se tratará, de facto, sobre la ambigüedad de varios
capítulos del libro; así como de cuál es la importancia de esa ambigüedad, qué
evoca, si fue intencional o no, si solamente su deseo fue divertirse con el
lector o de él. Esas y demás cuestiones las iremos contestando al transcurso
del análisis. Una condictio sine qua non es
dar un panorama sobre el género de la novela en el tiempo de Laurence Sterne,
porque es importante conocer las condiciones en que ésta se regía.
En el siglo XVII –en
Inglaterra– la cultura estaba a manos de la aristocracia. El monopolio
controlaba las publicaciones de libros, distribuía, adquiría, seleccionaba todo
lo que la sociedad podía adquirir. ¿Pero quiénes eran los que consumían esa
cultura? Poca era la población que tenía el lujo de leer, la aristocracia, en
pocas palabras. Ellos compraban lo mismo que publicaban. Pero, a partir del
siglo subsecuente surgirá una nueva clase que derrocará prácticamente la vida
diaria de esos pocos. Los privilegios serán compartidos por la aristocracia y
la clase media, siendo ésta uno de los surgimientos más importantes en el siglo
XVIII. A causa de las nuevas tecnologías y del crecimiento económico en
Inglaterra, y señalando el ejemplo que da Adriana Sandoval en su libro La modernidad de “Tristam Shandy”, la
clase media ya no produciría las mercancías que antes eran hechas en casa,
serán ya manufacturadas por fábricas; por ende, la clase media pudo disponer del
tiempo necesario para el esparcimiento y el ocio. ¿Pero qué importancia tiene
la clase media? Tomará un papel importante, algunos de los beneficios que tenía
la aristocracia ahora ellos los tendrán, y hablando de materia cultural, requerirán
lecturas para matar el tiempo. En el
siglo XVIII, pues, surgirán nuevos espacios para que la literatura se lleve a
lugares en los que antes no tenía difusión. Los periódicos y las revistas serán
creadas con la finalidad de establecer “por primera vez las precondiciones de
una literatura que sirve como puente entre el intelectual y el lector más o
menos educado”.[2]
Este tipo de publicaciones tendrán un lugar importante en el gusto por la
literatura, verbigracia serán ellos los que la consuman, la hagan especial, y
surja un género nuevo, la novela. Los autores –en este lapso– ya no contarán
con mecenas, sino que los editores se encargarán de iniciar a nuevos autores o
a dar la oportunidad de que broten nuevas olas de textos que serán consumidos
por la clase media, ayudando así a la economía de los autores, de los editores,
como, ante omnia, de la cultura de
Inglaterra del XVIII.
En este lapso el teatro
era el género por excelencia, porque no conllevaba lectura ni entendimientos de
las letras, sino observar y escuchar. El surgimiento de las publicaciones y la
participación activa de la clase media en el ambiente cultural servirán para
que la novela eduque a la sociedad; será el género que deje atrás al propio
drama y se inmiscuya en los raciocinios del pueblo. John Locke, según Adriana
Sandoval, contribuyó al acento individualista del siglo que se encontrará en la
base del género novelístico, al “definir el principio de identidad tomando en
cuenta un tiempo y lugares específicos”[3],
por consiguiente, los autores seguirán la línea del filósofo al retratar sus
historias en un tiempo y espacios definitivos, determinados y actuales. La
novela será un género popular, de moda, y eso hizo que naciera y se mantuviera
entre los lectores el gusto por la lectura, creando un ambiente adecuado para
el surgimiento de historias en las que ellos se sentían identificados. En todo
este ambiente del esparcimiento del género, y de las formas en las que se
escribía, las nuevas técnicas narrativas explotadas por Laurence Sterne son
trascendentales no sólo para entender su época o la novela como género, sino
también para llegar a la conclusión de que Tristam
Shandy es una novela fuera de su tiempo, complicadísima para las
generaciones de lectores, como hablar del legado novelístico tan importante que
dejó desde su publicación.
La complejidad de la novela radica en
los siguientes puntos: no tiene trama, el lenguaje y la estructura son importantes
para comprender el tratamiento, así como de los recursos literarios retomados
para dar multitud de interpretaciones.
Edición de la editorial Cátedra. |
Tristam
Shandy es narrado por Tristam, in limine deja claro que su intención es escribir su vida, y que
sus opiniones respecto a lo que vive –no hay que olvidar que el título
original de la novela es Vida y opiniones
del caballero Tristam Shandy– serán lo esencial no sólo para comprenderlo,
sino al resto de los personajes, aun a su contexto. El resultado de esto es que
él nunca llega a escribir su vida; no sólo son sus opiniones las que giran en torno
a la obra, sino las del tío Toby, Walter Shandy, la madre de Tristam, el doctor
Slop, el cabo Trim, por nombrar algunos. Todo gira alrededor de las opiniones y
la vida de todos, dando un todo esencial que hay que separar para después
volver a juntar para el entendimiento de lo narrado por el autor. ¿Entonces qué
es lo que cuenta Tristam si no es su vida? Hay que dejar claro lo siguiente: la
importancia de la novela no es la historia de Tristam Shandy, sino la manera en
cómo quiere contarla. La novela está llena de recursos que impiden el objetivo
de narrar una autobiografía: el exagerado uso de guiones para explicar ideas,
el uso de esos mismos guiones pero doble o triplemente más largos para revelar
tiempo o emociones, el recurso de dejar hojas en negro, en blanco, asteriscos
cuando no quiere decir lo que piensa y dejar al lector que descubra el diálogo
completo, el uso excesivo de digresiones… No hay manera para señalar todos los
recursos, he ahí la ferviente insistencia de Laurence Sterne de que el lector
trate de comprender lo que el escritor dice, si su intención es comprender la
obra, no por su totalidad, sino por sus capítulos, porque, como se dijo al
inicio de este párrafo, la obra no tiene trama.
Aun así podemos deducir
lo esencial de la historia: Tristam Shandy desea contar su vida. Escrita en
primera persona, el narrador deja en claro que es un libro sobre él. Las
situaciones, las ideas nuevas, las distracciones suyas harán que se le
complique el curso de la narración, pareciera que luchara contra el propio
lenguaje para llegar a tomar lo que quiere decir, pero no puede, no puede; por
medio de digresiones, saltos de tiempo, historias ajenas que nada tienen que
ver con la historia, las opiniones no sólo suyas, sino de los demás, recuerdos
que olvidó y quiere recordarlos, cosas que ha olvidado y que después las va a
retomar… ese tipo de situaciones hacen que nunca logre contar su historia como
las novelas de su época. Y él lo sabe, porque habla con el lector, le pide
disculpas. Será, pues, la historia jamás contada de la vida de un hombre. ¿Es
intencional? Sí, Sterne es consciente de lo que escribe.
Ya se ha hablado de la
complejidad de la novela. Pero se encuentran otro tipo de dificultades: los
recursos literarios que utiliza para dejar frases ambiguas, capítulos, diálogos
enteros, entre muchos más. Se dejará en claro –es muy necesario– el término utilizado en este trabajo: lo
ambiguo. Basándome en el Diccionario del
español moderno, “ambiguo” es lo que admite distintas interpretaciones; o
algo que es incierto, confuso.[4]
Laurence Sterne “hace que el lector
participe activamente en la novela, pues para él, escribir es otra forma de
conversar”.[5]
Y esta participación conlleva a que el autor deje en algunos casos pasajes y
términos ambiguos. Para lo correspondiente a este apartado quiero mostrar
algunos de los recursos que Sterne utiliza y sus posibles interpretaciones.
Lo primero que el
lector encontrará en el libro es lo siguiente:
Sin
embargo, a fin de no tener que insistir más en cosas pasadas, no puedo
aconsejarles nada mejor que pasar por alto lo que queda de este capítulo, pues
admito de antemano que lo he escrito sólo para los curiosos y los preguntones.
––––––––––––––––––––––Cierren
la puerta–––––––––––––––––––––––.[6]
Este recurso, utilizado
en el cuarto capítulo del primer libro, hace referencia a que Tristam venía de
una digresión donde hablaba sobre Horacio, le regala al leyente su propia
opinión sobre la forma de escribir una historia, de la cual Shandy no va a
tomar de ejemplo a la poética del romano. Imaginen una puesta en escena, en la
que hay un diálogo y termina cuando el actor no puede decir más… y se cierra el
telón. Eso mismo sucede porque al párrafo siguiente Tristam va a narrar cuándo
y dónde fue concebido –ojo, sólo lo señala, pero aún, en la historia, no ha
nacido–. El cierren la puerta es más
que las palabras expresadas, contiene movimiento, los guiones simulan ese
espacio donde empieza y termina una cosa, donde, en este caso, se deja afuera y
se entra, como el párrafo anterior y el siguiente. Cierra la opinión sobre
Horacio, ya había dicho que él sería libre de contar su historia de la manera
que le viniera en gana, olvidando las formas de escritura.
Página donde se pide dibujar a la amante del tío Toby. |
Otro de los recursos
muy usados son los asteriscos, y en ellos se esconden normalmente nombres de
personas y ciudades; por lo mismo de vivir en una época complicada en el
sentido de la libertad de expresión y la finalidad de la literatura, preferirá
Sterne no nombrarlas, esconderlas, porque ya sea que se esté dando una crítica,
una sátira, sea una palabra vulgar o caricaturice a algún personaje real, el
autor no quiere meterse en problemas, doy un ejemplo: “Surgió una confederación
encabezada por ***** y ***** antes de que se hiciera su primera predicción”.[7] “A
mi hermana, me atrevería a decir, prosiguió mi tío, no le agradará dejar que se
le acerque un hombre al ****”.[8] En
el segundo ejemplo encontramos una aposiopesis, la interrupción brusca del discurso
con un silencio. Pero Sterne nos pide no temer a la palabra, sugiere poner en
vez de los asteriscos la palabra trasero
o, como sea, que cada quien ponga lo que quiera, disculpándose del no
atrevimiento de su personaje por no decir la palabra. No sólo los asteriscos
serán utilizados para esconder nombres, sino también los guiones; ellos servirán
para varias cosas, la primera, para esconder alguna señalización, la segunda,
como interrupción del tiempo y la tercera, como una evocación a las emociones o
acciones mismas, a los sentimientos. “Está enterrado en el rincón del
cementerio parroquial de –––– con una losa simple de mármol […]”[9]; “[…]
o le regalaba una cinta e incluso de vez en cuando –y sólo cuando el decoro lo
permitía– le daba un ––––”[10];
“¡PUÑETAS! ¡–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––P–––––––––––––––––––S!”.[11] O
también cuando el tío Toby lee la carta que le mandan a la familia Shandy sobre
la muerte del hermano de Tristam y son los guiones los que dan las pausas de
lectura, alude a como si estuviera leyendo y cada guión sea una palabra.
Primera edición de "Tristam Shandy", volumen 1. |
Ipso
facto Laurence Sterne recurrirá de recursos más complicados.
En primer lugar, la hoja en color negro que aparece después de la muerte del
párroco Yorick. Es impactante cómo una obra que comienza de una manera descriptiva,
en la que casi no sucede nada, de repente empieza una acción, en este caso la
muerte de uno de los personajes, pero inmediatamente encontramos una hoja
negra. ¿Qué quiere decir eso? Tristam –como autor ficticio del libro– no quiere
meterse en problemas sobre qué es la muerte, o cómo él mismo y los demás la
entienden. Este recurso alude a la muerte adyacente de la muerte anterior en la
obra, o sea, se deja la narración en el momento que está en la tumba –“¡Ay!
¡Pobre YORICK!”– para pasar a la muerte que Tristam Shandy comprende, la
oscuridad. En esa hoja entendemos que el autor no puede expresar con palabras
esa emoción de ver muerto a alguien y, por medio de la oscuridad, alude a toda
la muerte, a algo que no se puede ver ni sentir y que mucho menos llegamos a
comprender. Pero de la misma manera se hallan hojas en blanco. Voy a analizar
dos formas en las que se recurren: cuando Tristam sugiere al lector imaginar y
dibujar a la amante del tío Toby; así como en dos capítulos continuos no hay ni
una sola letra que remita a algo. Nada. Tampoco con palabras puede expresar el
narrador a la amante de su tío, y pide al lector que utilice la imaginación
para así dar una idea de cómo es ella, proporcionando la libertad de que sea
como nosotros queramos, como nuestras amantes, como nuestras esposas, la hoja
en blanco simula un óleo para el lector-pintor. Los capítulos décimo octavo y
décimo noveno del libro IX están blanco, y el vigésimo inicia con asteriscos
–haciendo relación de que algo no se dijo– y se retoma de nuevo la narración.
¿Pero qué son esas hojas en blanco? Sólo son capítulos que están dentro de
otros capítulos, que, quizá, el autor no quiso detenerse en ellos por la carga
que le podría llevar si lo hacía o porque simplemente no quiso escribirlos en
ese momento y los dejó para después, eso sí, confundiendo al lector –hay que
dejar en claro que esto de las interpretaciones de los recursos literarios son prácticamente
de la lectura propia, he ahí el trabajo que pide el narrador al momento de
leer.
Primera edición, volumen 3. |
Hay otras cosas que
quedan ocultas, y que eso ya es materia de traducción y de conocimiento de la
época. En la obra se hace referencia a las narices. Hay capítulos enteros en
los que se habla sobre ellas, de cuando el padre de Tristam teme a que los
fórceps dañen la nariz de Tristam. Francisco Toda comenta la importancia de los
pasajes, porque dice que la nariz grande hace referencia al pene. Quedará
ambigua esa idea, porque se dice lo siguiente: “Pues bien, mi querida señorita,
evite –si se puede– mientras lea este capítulo que se aproveche Satanás de
cualquier resquicio para colarse dentro de su imaginación”[12],
donde después pedirá que sea como una potranca sin domar y que brinque, salte,
dé vueltas, etcétera. ¿En serio se refiere al órgano olfativo? “¿Hacia dónde se
dirige ahora su imaginación? Le aseguro que cuando me refiero a la nariz de mi
abuelo no aludo más que al órgano externo de su olfato”.[13]
Hay un tono de burla por disfrazar lo verdadero, culpando al lector por
imaginar de más y llegar al punto donde el escritor quería.
Sucede lo mismo cuando
nace Tristam y necesitan ponerle el nombre, cuando su padre está por vestirse y
llega Susana, la criada, comentando que el niño tiene la cara como su…, hasta
que después se señala que estaba negro como su zapato. Este tipo de juegos son
recurrentes para hacer que el lector imagine más de lo que ya hace, en algunos
casos Tristam ayuda a no tener malas interpretaciones, como en el caso
anterior, donde se dice lo que no se dijo. Pero en muchos otros sucesos el
autor sólo recurre a esos juegos narrativos para dejar ambiguo lo que quiere
decirse o el escritor pensó al momento de escribir. ¿Será culpable el lector
por las malas interpretaciones?
En la obra se encuentran
dibujos que hacen referencia a los movimientos de los bastones, y se dibuja
para que el lector imagine de la mejor manera el movimiento, se perciba cómo el
personaje eleva su brazo, hace círculos, como si fuera un película a ritmo
lento, y con la vista siga la línea y hacia dónde se dirige para percatarnos de
que el movimiento también es importante, que lo que queda oculto es lo que no se
dice para vivificar la acción; mejor se hace un dibujo, se deja la tarea para
darle mayor énfasis. Es que a veces las imágenes, los recursos en este caso, dicen
más que las palabras, queda tan ambiguo que nosotros mismos somos los que
debemos llenar ese vacío léxico, utilizando la imaginación, nuestras propias
experiencias, nuestro contexto o hasta nuestra vulgaridad para que el autor no
tenga toda la culpa, porque esa es la intención, vulgarizar, satirizar, confundir,
imaginar, pero deslindando las posibles malas
palabras y no atribuirlas a
Tristam Shandy, o a Laurence Sterne, que es lo mismo.
El lector de Tristam Shandy comienza por percatarse de la importancia que él va
a tener para que la novela sea llevada a su término. Y de cómo el género nació
para dar una revolución en el siglo XVIII, en la literatura misma, la necesidad
de la época para la creación del libro y de todo lo que aconteció en el momento
de la publicación, de la ambigüedad de prácticamente toda la historia. En la
novela encontramos múltiples significados en los recursos literarios, en el
lenguaje, en la propia estructura para que el escritor coloque dentro de su creación
una participación activa del lector. Sterne, ad nutum, se dirigirá constantemente al receptor como si fuera
parte importante de la conversación,
al señalarle qué es lo que se hará, cómo va a contar y cómo va a manejar su
obra, y es el propio Tristam el de la batuta, así como trate su libro va a
manejar al lector; siempre habrá libertad, por eso de las malas interpretaciones,
y es que el autor llevará a su lector a pistas falsas, caminos equivocados,
ironizando el sentido pensado por Tristam para darle una intensión oculta que
se descubrirá al momento de leer la obra. Es la imaginación la causante de
darle vida al libro, así como de evocar los sentimientos y las emociones de los
personajes, porque en este aspecto de jugar con los movimientos, las emociones,
y no expresarlas, contiene una carga más importante que las dichas normalmente
con palabras; esa es la trascendencia de la obra, el mostrarnos lo que se dice
pero sin decirlo. El empleo de otros recursos literarios: como la introducción
de las páginas en color, los símbolos, la distinta tipografía, listas, dan un
sentido no total de la obra, no hay una visión de obra terminada –porque varios
críticos dan por no concluido el libro por la inesperada muerte de Laurence
Sterne–, todo en la novela quedará abierto para supuestas interpretaciones,
para la comprensión adecuada y personal del lector. La libertad de hacer de la
novela lo que se quiera conllevaba una connotación de modernidad, donde autores
de siglos siguientes tomarán de ejemplo a Sterne, los títulos de esos libros y
los nombres de los autores se intuyen. Como dice Tristam en parte del libro,
que las digresiones –agrego los otros recursos literarios aquí analizados– son
la vida de la lectura, si las sacamos del libro no quedará nada de él.
BIBLIOGRAFÍA:
ALONSO, Martín, Diccionario del español moderno, España, Aguilar, 5ª edición, 1975.
SANDOVAL, Adriana, La modernidad de “Tristam Shandy”, México, UNAM, 1991.
STERNE, Laurence, Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, España, Cátedra
(Letras Universales, 16), 2014.
[1] “Si alguna vez digo algo jocoso,
júzgueseme con indulgencia”. Epígrafe que utiliza Sterne para el Libro V de Tristam Shandy. Frase sacada de la Anatomía de la melancolía de Burton,
aunque ligeramente tergiversada, según Fernando Toda, encargado de la edición y
notas del libro de Sterne en la editorial Cátedra.
[2] Adriana Sandoval, La modernidad de “Tristam Shandy”,
México, UNAM, 1991, pp. 13-14.
[3] Ibid., p. 16.
[4] Martín Alonso, Diccionario del español moderno, España,
Aguilar, 5ª edición, 1975, p. 64.
[5] Adriana Sandoval, op. cit., p. 34.
[6] Laurence Sterne, Vida y opiniones del caballero Tristam
Shandy, España, Cátedra, 2014, p. 69.
[7] Ibid., p. 88.
[8] Ibid., p. 148.
[9] Ibid., p. 90.
[10] Ibid., p.245.
[11] Ibid., p. 341.
[12] Ibid., p. 260.
[13] Ibid., p. 256.
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