Fuensanta poética: brevísimo esbozo de análisis de la aparición de Fuensanta en algunos poemas lopezvelardeanos

Natalie Puente Flores

“Hay que saber que no existe país sobre la
tierra donde el amor no haya convertido a
los amantes en poetas”.
Voltaire


Ramón López Velarde[1] contribuyó en gran medida en la literatura mexicana; al leer sus obras se percibe una escritura moderna, nacionalista, religiosa y vehemente. En sus poemas plasma grandes imágenes del México que él vivió, sus figuras católicas y los amores deseados pero jamás logrados. La sangre devota, Zozobra y El son del corazón son tres libros de poesía en los cuales López Velarde muestra sus cualidades. De acuerdo a Concepción Gálvez de Tovar, los tres poemarios de Velarde comprenden tres tiempos importantes en la vida de éste.[2]
El presente trabajo se centra básicamente en conocer sobre el amor malogrado de Velarde con Fuensanta y la influencia que este sentimiento tuvo en el poeta para la realización de sus primeros y últimos poemas. El breve análisis da las herramientas necesarias e indispensables para poder distinguir varias cualidades que refleja López Velarde en algunas de sus obras.
       La inspiración de cada hombre se deriva de distintos sentimientos ocasionados por algo o alguien. Al apreciar los poemas que aluden a Fuensanta, se puede encontrar un amor idealizado, romántico y melancólico. Josefa de los Ríos fue el numen de López Velarde, ya que esta mujer desembocó en el poeta aquel tema que predominó en sus versos.
     Pero, ¿cómo era Fuensanta para que López Velarde la convirtiera en su ideal femenino? ¿Qué características físicas o sentimentales poseía aquella mujer para convertirse en su musa? Fuensanta sólo era un seudónimo que escondía el nombre de una mujer real, lo cual se sabe gracias al prólogo de La sangre devota, donde el poeta expresa: “en el primer poema, el nombre de la mujer que dictó casi todas las páginas”,[3] y así en el primer título apareciendo el nombre de Josefa de los Ríos en compañía de sus fechas de nacimiento y defunción.
El presente análisis parte de Fuensanta, vista desde una perspectiva poética, en algunos poemas lopezvelardianos, los cuales serán el espejo tridimensional[4] donde a través de tres perspectivas (ángulos) se llegará a conocer a Josefa, pues será indispensable responder a las preguntas anteriormente formuladas, y eso sólo se logrará viendo con los ojos de López Velarde.

Primeros encuentros
En 1897, cuando Velarde tenía la edad de 9 años, solía pasar sus vacaciones en el municipio de Jerez, visitando a su tío materno Salvador Berumen. Aquellos momentos fueron significativos pues marcaron los primeros encuentros entre López Velarde y Josefa de los Ríos (Fuensanta)[5], ya que Pepa (como también se le conocía), siendo hermana de Soledad (la esposa de don Salvador Berumen), coincide con el poeta cuando éste visitaba a su tío; así es cómo Josefa y López Velarde solían compartir, junto a los demás familiares, veladas, excursiones y tardes literarias, en las cuales Velarde colaboraba con sus primeros versos y Pepa participaba con algunos cantos,[6] ella era ocho años mayor que el poeta, por lo que se convirtió, para él, en el máximo ideal de mujer.

Idealismo de amor lopezvelardiano
Como a la mayoría de los seres humanos le ocurre, López Velarde, en su adolescencia, conoció el amor, pues es Josefa de los Ríos quien se convirtió en la dueña ideal de su primer suspiro, como lo menciona el poeta en “El adiós” y según el tercer verso de la primera estrofa:

Fuensanta, dulce amiga,
blanca y leve mujer,
dueña ideal de mi primer suspiro[7]
y mis copiosas lágrimas de ayer […][8]

El poema anterior muestra claramente cómo a Fuensanta Velarde le atribuye ser su primera ilusión. Según la cita de Gonzalo Varela Viglietti: “[…] los amores preedípicos y edípicos que han contribuido al jalonamiento del crecimiento infantil van a encontrarse a la vez reactivados y transformados a partir de la pubertad y en función de las nuevas experiencias eróticas que ella entraña”[9], lo que muy probablemente fue lo que sucedió con Velarde, pues en su infancia al convivir con Pepa pudo ser aquella semilla que después germinaría y se convertiría en un amor real.
Recalcando la cita anterior, los amores infantiles (que después servirán para establecer el amor juvenil) son aquellos que se conocen por medio del padre, la madre y la familia en conjunto. Es por ello que el poeta idealiza a este amor con fundamento al que ya ha conocido y al vivirlo en mocedad se convierte en un sentimiento muy profundo.
El amor que López Velarde recibe en su infancia marca parte importante en características que señala en Fuensanta, tal es el caso del poema “Elogio a Fuensanta” donde le asigna sentimientos fraternales y maternos:

Tú no eres en mi huerto la pagana
rosa de los ardores juveniles;
te quise como a una dulce hermana […]
[…]
Antífona es su voz, y en los corales
de tu mística boca he descubierto
el sabor de los besos maternales.[10]

Velarde da a conocer su sentir por Fuensanta, demostrando que la quiso como a una hermana y por ello la exentó de un amor osado, así que le atribuye a este sentimiento el valor de ser puro, casto y real, por lo tanto se puede deducir, que su idealismo de amor era aquél que tuviera características maternales, y que fuera igual de afectuoso que el cariño entre hermanos.

A los ojos de López Velarde
López Velarde fue máximo apreciador de las cualidades de Fuensanta, es por ello que relucen varias características físicas y esenciales de ella en algunos de sus poemas, por ejemplo en “A la patrona de mi pueblo” -el cual es dedicado a la Virgen de la Soledad, patrona de la cabecera municipal de Jerez- alude en la cuarta estrofa a Fuensanta como devota y triste:

Tú me tienes comprado en alma y cuerpo.
Cuando la pesarosa
dueña ideal de mi primer suspiro,
recurre desolada
a tus plantas, y llora mansamente,
nunca has dejado de envolverla en el
descanso de tus hijas predilectas […][11]

Asimismo, en “Promesa” se descubre a una Fuensanta virtuosa: “Oh novia imposible, tan casta y hermosa, tan pura y tan buena, […]”[12] cualidades propias de una mujer virginal, pues al dirigirse a ella como casta, se refiere a que se abstiene de los placeres carnales y nuevamente reitera aquello con adjetivarla como pura, lo cual conlleva a distinguirla como buena, que es el último calificativo descrito en la cita. López Velarde en “Me estás vedada tú…”, muestra en la sexta estrofa a una Fuensanta enferma:

¿Imaginas acaso
mi amargura impotente?
Me estás vedada tú… Soy un fracaso
de confesor y médico que siente
perder a la mejor de sus enfermas
y a su más efusiva penitente.[13]

El poema anterior, en el segundo y tercer verso de la tercera estrofa, trae por conclusión que su padecimiento era propio del corazón:  

Me está vedado oír en los latidos
de tu paciente corazón (sagrario
de dolor y clemencia),
la fórmula escondida
de mi propia existencia.[14]

A su vez, en la segunda estrofa se da a conocer una cualidad física:  “[…] y la llovizna sean comedidos con tu pelo castaño”.[15] También en “Tema II” Velarde señala otros tributos:

Es que mi desencanto nada puede
contra mi condición de ánima en pena
si a pesar de tus párpados exangües
y las blancuras de tu faz anémica,
aún se tiñen tus labios
con el color sangriento de las fresas.[16]

Párpados débiles, cara delgada y blanca, probablemente como la de una enferma, posee Fuensanta, pero a través de estas facciones pusilánimes hay un contraste: sus labios, los cuales conservan un vívido color rojo. Mientras que en “Boca flexible, ávida”, “agudo perfil; cabellera tormentosa, nuca morena, ojos fijos; boca flexible […] Figura cortante y esbelta”[17], adquiere también un perfil agudo: fino, delgado y puntiagudo; además de cabello voluminoso y mirada penetrante. Igualmente la presenta con cuerpo delgado y de buena figura (cuerpo esbelto).
Entonces se puede conocer a Fuensanta, en su forma física, como una mujer delgada, de tez blanca, cabello castaño oscuro, además víctima de una afección cardíaca. En esencia, una mujer arraigada a su catolicismo; por lo tanto, fiel creyente y virtuosa.

Fuensanta y “Canonización"
En los pensamientos de Velarde, reflejados en sus poemas, se visualiza cierta ambigüedad, ya que combinaba, en ocasiones lo terrenal (Fuensanta) con lo divino, y como resultado traía confusión. Tal vez esto se debiera a que ella era una mujer muy pura y por eso el poeta constantemente le asignaba el valor de una santa, como se muestra en la segunda estrofa de “Canonización” que hasta dicho título alude a lo antes mencionado:

A tu virtud mi devoción es tanta
que te miro en el altar, como la santa
Patrona que veneran tus zagales,
y así es como mis versos se han tornado
endecasílabos pontificales.[18] [19]

Las palabras subrayadas en la cita son propias de religiosidad. Por ello es indispensable analizar verso por verso. López Velarde expresa: “A tu virtud mi devoción es tanta” cuyo significado puede referirse a que él respetaba y adoraba sus cualidades santas. Enseguida, en el segundo y tercer verso dice: “que te miro en el altar, como la santa / Patrona que veneran tus zagales”. Es importante recordar que el espacio donde está situada Fuensanta, es el municipio de Jerez, Zacatecas, y por ello el poeta, al hablar de la santa Patrona, se refiere a la virgen de la Soledad, entonces él sitúa a Fuensanta en el altar como si fuera la virgen misma. Y en los dos últimos versos: “y así es como mis versos se han tornado / endecasílabos pontificales”, en donde cada verso de once sílabas se han convertido en una misa muy importante. Pero en la tercera estrofa contrasta lo anterior diciendo:

Como risueña advocación te he dado
la que ha de subyugar los corazones:
permíteme rezarte, novia ausente,
Nuestra Señora de las Ilusiones.[20]

Entonces el poema resulta una alegoría; pues al mencionar “Como risueña advocación te he dado”,[21] refiere a que le asigna con gracia un sobrenombre en relación a lo santo; y en el último verso de la cita: “Nuestra Señora de las Ilusiones”[22], se encuentra el nombre que le adjudica. Por ello el canonizar a Fuensanta en este poema resulta un tanto confuso, ya que pareciese que realmente la confunde con una figura divina, pero no es así, ya que tal vez sólo la tome de referencia para hacer una vinculación entre las virtudes de ambas.
Lo católico se convirtió en el eje principal donde giraban la mayoría de las virtudes de Fuensanta, expuestas en los poemas lopezvelardianos, por ello la canonización de esta mujer resultó importante para comprobar lo antes dicho.

López Velarde y su imposible
Los poemas de López Velarde se ven infestados de imposibilidad, pues bien, esa es la palabra ideal que describía su amor por Fuensanta, y mismo el poeta lo recalca en “A un imposible”: “Me arrancaré, mujer, el imposible / amor de melancolía plegaria”[23]cuyos versos pueden significar que se sacará (quitará) –la idea- del amor imposible que pide con oración triste. Asimismo, en la quinta estrofa de “A una pálida” nuevamente se manifiesta ese amor como inalcanzable:

Pero ¡ay! que no podrá mi idolatría
tener la suerte de llamarte mía,
y seguiré tu amor a los reflejos
de una esperanza que me mira lejos.[24]

En los dos primeros versos de la cita anterior refleja un sentimiento de aquejo al no poder decir algún día que ella le pertenece. Enseguida, lo últimos dos versos del cuarteto expresan que Velarde está desesperanzado, “una esperanza que me mira lejos”[25], y por lo tanto está resignado a que ese amor sea irrealizable. Y una vez más reaparece la palabra “imposible” en el poema “Promesa”: “Oh novia imposible, / tan casta y hermosa, tan pura y tan buena…”[26], así que se puede concluir que López Velarde se refería a Fuensanta como su novia imposible.
Otra prueba de la incapacidad de este amor está en “Hermana, hazme llorar…”: “[…] o porque nuestros mustios corazones / nunca estarán sobre la tierra juntos”.[27] La palabra “nunca” es de gran extensión, pues condena a que jamás se podrá realizar aquella relación. Igualmente en “Y pensar que pudimos”, donde expresa que sí existía una posibilidad pero se dejó ir:

Y pensar que extraviamos
la senda milagrosa
en que se hubiera abierto
nuestra ilusión, como perenne rosa.[28]

Según los versos del poema citado, el primero corresponde a: “Y pensar que extraviamos”, el cual manifiesta pérdida; el segundo verso: “la senda milagrosa”, es la pérdida del camino sagrado; y en los dos últimos versos: “en que se hubiera abierto / nuestra ilusión, como perenne rosa”, por tanto significa que aquel amor se hubiera podido dar como eterno. Al igual las últimas tres estrofas inician con el verso: “Y pensar que pudimos”[29], que remarca toda la posibilidad perdida a lo largo del poema.
Así que este amor se deduce como imposible, debido a la constante negación a la palabra “Poder”, ya que Velarde, en los poemas antes citados, mostró siempre lo lejano e inalcanzable que era ese verbo dentro de su sentir por Fuensanta.

Amor sempiterno -muerte y obsesión-
Cuando un ser amado muere, la mayoría pasa por el proceso del duelo, el cual consiste en diferentes cambios de sentimientos y emociones, estos cambios los atraviesa la persona que ha sufrido la pérdida de un ser: Durante  el  duelo  romántico,  el  individuo  puede  vivir  bajo  el  tormento  de  la  esperanza  del  retorno  y  por  ende, la constante reactivación de emociones dolorosas”.[30]  López Velarde reflejaba esos sentimientos, ya que tras la muerte de Fuensanta se vio obligado a sufrir la frustración de un amor romántico, y por ello, en algunos poemas, muestra a Josefa resucitada, como es el caso de “El sueño de los guantes negros”, el cual se desarrolla en un ambiente oscuro, silencioso, frío y fúnebre, y en cuya tercer estrofa hace su aparición la mujer antes mencionada:

De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.

La esperanza del retorno está marcada con esta resurrección. Después en el primer verso de la sexta estrofa se hace un cuestionamiento en el que el poeta refleja haber estado consiente en todo momento sobre la muerte de aquella mujer: “¿Conservabas tu carne en cada hueso?”, es una pregunta que aparenta sorpresa, puesto a que se le hace extraño sentir a la muerta como si conservase intacto su cuerpo. Por consiguiente, retrocediendo en el poema, en la estrofa cuatro:

Para volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto.[31]

Su disposición para ir a ella se vuelve presente, pues para llegar a eso el Espíritu Santo elevó su cuerpo, lo que tal vez se refiera a que López Velarde solamente pudiera estar con Fuensanta trascendiendo de la vida a la muerte. Ese amor que Velarde padecía, parecía ser enfermo y obsesivo, pues a pesar de los años su musa seguía siendo Josefa de los Ríos, y la clara prueba es este poema, que es de los últimos del poeta, escrito en el año 1921. A cuatro años del fallecimiento de Pepa aún seguía inspirándose en ella.
En el esbozo del análisis, demuestra que Josefa de los Ríos fue la máxima musa de López Velarde, debido a que fue la inspiradora de sus primeros poemas e incluso varios de los últimos, además de ser la novia que Velarde tanto deseó tener, pero que por cosas de la vida nunca se pudo cumplir.
Aquel amor que López Velarde sentía por Josefa era completamente romántico, ya que la imposibilidad era la característica principal de ese sentimiento, y además la muerte también jugó un papel importante para que menos se pudiera llegar a su realización. 
       Fuensanta fue una mujer virtuosa, con vida estrictamente regida por sus creencias católicas, y aunque se conocen varios aspectos físicos de ella, en los poemas lopezvelardianos siempre se habló mucho más de sus cualidades esenciales, lo que lleva a creer que fue lo que el poeta más admiró de ella.
Otra posibilidad de análisis ante Fuensanta, pudiera ser la relación que hay entre esta mujer y el municipio de Jerez; en otras palabras, el posible simbolismo que el poeta le pudo otorgar a aquel lugar gracias a ella, ya que sería de gran importancia conocer si en eso también influyó Josefa para que el poeta le escribiera al pueblo que le sirvió de cuna.
     Por lo tanto, todo lo mostrado anteriormente, ratifica que Pepa fue muy importante en la inspiración de López Velarde, ya que fue la figura femenina que prevaleció mayormente en sus poemas, y gracias a las características de aquella mujer, se pudo deducir que éstas dieron lugar a que el poeta les adjudicara una percepción poética, así transformando a Josefa de los Ríos en Fuensanta.



BIBLIOGRAFÍA

ARAGÓN SÁNCHEZ, Rozzana y Rebeca Martínez Cruz, “Causas y Caracterización de las Etapas del Duelo Romántico”, Acta de Investigación Psicológica, 4 (1), 2014, consultado el 10 de noviembre de 2019, versión en línea: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2007471914703783
GÁLVEZ DE TOVAR, Concepción, Ramón López Velarde en tres tiempos, México, Porrúa, 1971.
GARCÍA BARRAGÁN, Elisa y Luis Mario Schneider, Ramón López Velarde álbumMéxico, Instituto de Cultura de la Ciudad de México, Instituto de Cultura de San Luis Potosí, Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, Seminario de Cultura Mexicana y Universidad Nacional Autónoma de México, 2000.
GARCÍA MORALES, Alfonso, Ramón López Velarde / La sangre devota / Zozobra / El son del corazón, Madrid, Hiperión, 2001.
MARTÍNEZ, José Luis, Obras / Ramón López Velarde, México, FCE, 1971.
__________, Ramón López  Velarde / Obra poética, España, Fernando Colla y Ricardo Navarro, 1998.
PHILLIPS, Allen, W., Retorno a Ramón López Velarde, México D.F., UAZ, 1988.
VARELA VIGLIETTI, Gonzalo, “El amor en la adolescencia (Los adolescentes que no pueden amar)”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 99. 2004, consultado el 03 de noviembre de 2019, versión en línea: https://issuu.com/mpeirano/docs/rup99-x-pdf





Ilustración de: Dante de la Vega
Tomado de: https://confabulario.eluniversal.com.mx/lopez-velarde-poemas/

*
Natalie Puente Flores (Jerez, Zacatecas, 2001). Estudiante de la Unidad Académica de Letras, Universidad Autónoma de Zacatecas. 



[1] El 15 de junio de 1888 nace en el municipio de Jerez, Zacatecas; José Ramón Modesto López Velarde Berumen, primogénito de la familia engendrada por el licenciado José Guadalupe López Velarde y su esposa Trinidad Berumen Llamas. Modesto pasa su infancia en el municipio que lo ha visto nacer y pasada una década a su nacimiento la familia López Velarde Berumen se traslada a la ciudad de Aguascalientes para ahí reestablecerse gracias a una oferta de empleo del licenciado Guadalupe, y para el año de 1900 Ramón es enviado al seminario de Zacatecas donde permanece sólo dos años y concluidos éstos regresa a Aguascalientes, retomando sus estudios en el seminario de allí, así hasta 1905, donde decide abandonar su futuro como sacerdote, al año siguiente participa en la edición de la revista Bohemio y seguidamente colabora en El Observador. En 1908 se traslada al estado Potosino para estudiar la carrera de Leyes, y tres años después recibe el título de abogado, posteriormente publica varios poemas y textos en prosa en los que relucen sus libros La sangre devota, Zozobra, El Minutero y El son del corazón, en este último integrado el célebre poema “La Suave Patria”. A causa de una fuerte neumonía fallece en la Ciudad de México el 19 de junio de 1921 a la joven edad de 33 años. Biografía parafraseada, véase en: Elisa García Barragán y Luis Mario Schneider, Ramón López Velarde álbum, pp. 15, 26, 32, 38-42, 63-272. 
[2] Cfr. Concepción Gálvez de Tovar, Ramón López Velarde en Tres Tiempos, p. XI.
[3] José Luis Martínez, Obras / Ramón López Velarde, p. 135.
[4] Entiendo como “Espejo Tridimensional” a aquél que nos refleja la realidad desde tres ángulos diferentes, por ello, se observará a Fuensanta desde tres puntos de vista, los cuales consisten en sus características físicas y sentimentales, su catolicismo y, por último, el idealismo de amor que ella representa en López Velarde.
[5] Josefa de los Ríos, mujer provinciana, nació en la Hacienda de Ciénega ubicada en Jerez, Zacatecas, el 16 de marzo de 1980 y murió el 7 de mayo de 1917 en el Valle de México. Véase en: José Luis Martínez, Ramón López Velarde / Obra poética, p. XXVII.
[6] Cfr. Elisa García Barragán y Luis Mario Schneider, Ramón López Velarde álbum, p. 3.
[7] El subrayado es mío.
[8] José Luis Martínez, op. cit., pp. 127-128.
[9] Citado por C. David (1998) y citado por Gonzalo Varela Viglietti, El amor en la adolescencia (Los adolescentes que no pueden amar)”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, p. 134.
[10] José Luis Martínez, op. cit., pp. 113-114.
[11] Alfonso García Morales, Ramón López Velarde / La sangre devota
/  Zozobra /  El son del corazón, pp. 164-166.
[12] José Luis Martínez, op. cit., pp. 105-106.
[13] Ibidem, pp. 156-157.
[14] Idem.
[15] Idem.
[16] Ibidem, pp. 123-124.
[17] Alfonso García Morales, op. cit., p. 155.
[18] El subrayado es mío.
[19] Ibidem, p. 142.
[20] Idem.  
[21] Idem.
[22] Idem.
[23] José Luis Martínez, op. cit., p. 101.
[24] Ibidem, p. 104.
[25] Idem.
[26] Ibidem, pp. 105-106.
[27] Ibidem, p. 160.
[28] Alfonso García Morales, op. cit., p. 167.
[29] Idem.
[30] Citado por Rozzana Aragón Sánchez y Rebeca Martínez Cruz, “Causas y Caracterización de las Etapas del Duelo Romántico”, Acta de Investigación Psicológica, p. 1329.
[31] Alfonso García Morales, op. cit., pp. 284-285.

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