Fuensanta poética: brevísimo esbozo de análisis de la aparición de Fuensanta en algunos poemas lopezvelardeanos
“Hay que
saber que no existe país sobre la
tierra donde
el amor no haya convertido a
los amantes
en poetas”.
Voltaire
Ramón López
Velarde[1] contribuyó en gran medida
en la literatura mexicana; al leer sus obras se percibe una escritura moderna,
nacionalista, religiosa y vehemente. En sus poemas plasma grandes imágenes del
México que él vivió, sus figuras católicas y los amores deseados pero jamás
logrados. La sangre devota, Zozobra y El son del corazón son tres libros de poesía en los cuales López
Velarde muestra sus cualidades. De acuerdo a Concepción Gálvez de Tovar, los
tres poemarios de Velarde comprenden tres tiempos importantes en la vida de
éste.[2]
El
presente trabajo se centra básicamente en conocer sobre el amor malogrado de
Velarde con Fuensanta y la influencia que este sentimiento tuvo en el poeta
para la realización de sus primeros y últimos poemas. El breve análisis da las
herramientas necesarias e indispensables para poder distinguir varias cualidades
que refleja López Velarde en algunas de sus obras.
La inspiración de cada hombre se deriva de distintos sentimientos ocasionados por algo o alguien. Al apreciar los poemas que aluden a Fuensanta, se puede encontrar un amor idealizado, romántico y melancólico. Josefa de los Ríos fue el numen de López Velarde, ya que esta mujer desembocó en el poeta aquel tema que predominó en sus versos.
Pero, ¿cómo era Fuensanta para que López Velarde la convirtiera en su ideal femenino? ¿Qué características físicas o sentimentales poseía aquella mujer para convertirse en su musa? Fuensanta sólo era un seudónimo que escondía el nombre de una mujer real, lo cual se sabe gracias al prólogo de La sangre devota, donde el poeta expresa: “en el primer poema, el nombre de la mujer que dictó casi todas las páginas”,[3] y así en el primer título apareciendo el nombre de Josefa de los Ríos en compañía de sus fechas de nacimiento y defunción.
La inspiración de cada hombre se deriva de distintos sentimientos ocasionados por algo o alguien. Al apreciar los poemas que aluden a Fuensanta, se puede encontrar un amor idealizado, romántico y melancólico. Josefa de los Ríos fue el numen de López Velarde, ya que esta mujer desembocó en el poeta aquel tema que predominó en sus versos.
Pero, ¿cómo era Fuensanta para que López Velarde la convirtiera en su ideal femenino? ¿Qué características físicas o sentimentales poseía aquella mujer para convertirse en su musa? Fuensanta sólo era un seudónimo que escondía el nombre de una mujer real, lo cual se sabe gracias al prólogo de La sangre devota, donde el poeta expresa: “en el primer poema, el nombre de la mujer que dictó casi todas las páginas”,[3] y así en el primer título apareciendo el nombre de Josefa de los Ríos en compañía de sus fechas de nacimiento y defunción.
El
presente análisis parte de Fuensanta, vista desde una perspectiva poética, en
algunos poemas lopezvelardianos, los cuales serán el espejo tridimensional[4] donde a través de tres
perspectivas (ángulos) se llegará a conocer a Josefa, pues será indispensable
responder a las preguntas anteriormente formuladas, y eso sólo se logrará
viendo con los ojos de López Velarde.
Primeros
encuentros
En 1897, cuando
Velarde tenía la edad de 9 años, solía pasar sus vacaciones en el municipio de
Jerez, visitando a su tío materno Salvador Berumen. Aquellos momentos fueron
significativos pues marcaron los primeros encuentros entre López Velarde y
Josefa de los Ríos (Fuensanta)[5], ya que Pepa (como también
se le conocía), siendo hermana de Soledad (la esposa de don Salvador Berumen),
coincide con el poeta cuando éste visitaba a su tío; así es cómo Josefa y López
Velarde solían compartir, junto a los demás familiares, veladas, excursiones y
tardes literarias, en las cuales Velarde colaboraba con sus primeros versos y Pepa
participaba con algunos cantos,[6] ella era ocho años mayor
que el poeta, por lo que se convirtió, para él, en el máximo ideal de mujer.
Idealismo de amor lopezvelardiano
Como a la mayoría
de los seres humanos le ocurre, López Velarde, en su adolescencia, conoció el
amor, pues es Josefa de los Ríos quien se convirtió en la dueña ideal de su
primer suspiro, como lo menciona el poeta en “El adiós” y según el tercer verso
de la primera estrofa:
Fuensanta,
dulce amiga,
blanca y leve
mujer,
dueña
ideal de mi primer suspiro[7]
y mis
copiosas lágrimas de ayer […][8]
El poema anterior
muestra claramente cómo a Fuensanta Velarde le atribuye ser su primera ilusión.
Según la cita de Gonzalo Varela Viglietti: “[…] los amores preedípicos y
edípicos que han contribuido al jalonamiento del crecimiento infantil van a
encontrarse a la vez reactivados y transformados a partir de la pubertad y en
función de las nuevas experiencias eróticas que ella entraña”[9], lo que muy probablemente
fue lo que sucedió con Velarde, pues en su infancia al convivir con Pepa pudo
ser aquella semilla que después germinaría y se convertiría en un amor real.
Recalcando
la cita anterior, los amores infantiles (que después servirán para establecer
el amor juvenil) son aquellos que se conocen por medio del padre, la madre y la
familia en conjunto. Es por ello que el poeta idealiza a este amor con
fundamento al que ya ha conocido y al vivirlo en mocedad se convierte en un
sentimiento muy profundo.
El amor que López Velarde recibe en su infancia marca parte importante en características que señala en Fuensanta, tal es el caso del poema “Elogio a Fuensanta” donde le asigna sentimientos fraternales y maternos:
El amor que López Velarde recibe en su infancia marca parte importante en características que señala en Fuensanta, tal es el caso del poema “Elogio a Fuensanta” donde le asigna sentimientos fraternales y maternos:
Tú no eres en
mi huerto la pagana
rosa de los
ardores juveniles;
te quise como
a una dulce hermana […]
[…]
Antífona es
su voz, y en los corales
de tu mística
boca he descubierto
el sabor de
los besos maternales.[10]
Velarde da a
conocer su sentir por Fuensanta, demostrando que la quiso como a una hermana y
por ello la exentó de un amor osado, así que le atribuye a este sentimiento el valor
de ser puro, casto y real, por lo tanto se puede deducir, que su idealismo de
amor era aquél que tuviera características maternales, y que fuera igual de
afectuoso que el cariño entre hermanos.
A
los ojos de López Velarde
López Velarde fue máximo apreciador de las cualidades de Fuensanta, es por ello que relucen varias características físicas y esenciales de ella en algunos de sus poemas, por ejemplo en “A la patrona de mi pueblo” -el cual es dedicado a la Virgen de la Soledad, patrona de la cabecera municipal de Jerez- alude en la cuarta estrofa a Fuensanta como devota y triste:
Tú me tienes
comprado en alma y cuerpo.
Cuando la
pesarosa
dueña ideal
de mi primer suspiro,
recurre desolada
a tus
plantas, y llora mansamente,
nunca has
dejado de envolverla en el
descanso de
tus hijas predilectas […][11]
Asimismo, en
“Promesa” se descubre a una Fuensanta virtuosa: “Oh novia imposible, tan casta
y hermosa, tan pura y tan buena, […]”[12] cualidades propias de una
mujer virginal, pues al dirigirse a ella como casta, se refiere a que se
abstiene de los placeres carnales y nuevamente reitera aquello con adjetivarla
como pura, lo cual conlleva a distinguirla como buena, que es el último calificativo
descrito en la cita. López Velarde en “Me estás vedada tú…”, muestra en la
sexta estrofa a una Fuensanta enferma:
¿Imaginas
acaso
mi amargura
impotente?
Me estás
vedada tú… Soy un fracaso
de confesor y
médico que siente
perder a la
mejor de sus enfermas
y a su más
efusiva penitente.[13]
El poema anterior,
en el segundo y tercer verso de la tercera estrofa, trae por conclusión que su
padecimiento era propio del corazón:
Me está
vedado oír en los latidos
de tu
paciente corazón (sagrario
de dolor y
clemencia),
la fórmula
escondida
de mi propia
existencia.[14]
A su vez, en la
segunda estrofa se da a conocer una cualidad física: “[…] y la llovizna sean comedidos con tu pelo
castaño”.[15]
También en “Tema II” Velarde señala otros tributos:
Es que mi
desencanto nada puede
contra mi
condición de ánima en pena
si a pesar de
tus párpados exangües
y las
blancuras de tu faz anémica,
aún se tiñen
tus labios
con el color
sangriento de las fresas.[16]
Párpados débiles, cara
delgada y blanca, probablemente como la de una enferma, posee Fuensanta, pero a
través de estas facciones pusilánimes hay un contraste: sus labios, los cuales
conservan un vívido color rojo. Mientras que en “Boca flexible, ávida”, “agudo
perfil; cabellera tormentosa, nuca morena, ojos fijos; boca flexible […] Figura
cortante y esbelta”[17], adquiere también un
perfil agudo: fino, delgado y puntiagudo; además de cabello voluminoso y mirada
penetrante. Igualmente la presenta con cuerpo delgado y de buena figura (cuerpo
esbelto).
Entonces
se puede conocer a Fuensanta, en su forma física, como una mujer delgada, de
tez blanca, cabello castaño oscuro, además víctima de una afección cardíaca. En
esencia, una mujer arraigada a su catolicismo; por lo tanto, fiel creyente y
virtuosa.
Fuensanta y “Canonización"
En los
pensamientos de Velarde, reflejados en sus poemas, se visualiza cierta
ambigüedad, ya que combinaba, en ocasiones lo terrenal (Fuensanta) con lo
divino, y como resultado traía confusión. Tal vez esto se debiera a que ella
era una mujer muy pura y por eso el poeta constantemente le asignaba el valor
de una santa, como se muestra en la segunda estrofa de “Canonización” que hasta
dicho título alude a lo antes mencionado:
A tu virtud
mi devoción es tanta
que te miro
en el altar, como la santa
Patrona que veneran tus zagales,
y así es como
mis versos se han tornado
Las palabras
subrayadas en la cita son propias de religiosidad. Por ello es indispensable
analizar verso por verso. López Velarde expresa: “A tu virtud mi devoción es
tanta” cuyo significado puede referirse a que él respetaba y adoraba sus
cualidades santas. Enseguida, en el segundo y tercer verso dice: “que te miro
en el altar, como la santa / Patrona que veneran tus zagales”. Es importante
recordar que el espacio donde está situada Fuensanta, es el municipio de Jerez,
Zacatecas, y por ello el poeta, al hablar de la santa Patrona, se refiere a la
virgen de la Soledad, entonces él sitúa a Fuensanta en el altar como si fuera
la virgen misma. Y en los dos últimos versos: “y así es como mis versos se han tornado
/ endecasílabos pontificales”, en donde cada verso de once sílabas se han
convertido en una misa muy importante. Pero en la tercera estrofa contrasta lo
anterior diciendo:
Como risueña
advocación te he dado
la que ha de
subyugar los corazones:
permíteme
rezarte, novia ausente,
Nuestra
Señora de las Ilusiones.[20]
Entonces el poema
resulta una alegoría; pues al mencionar “Como risueña advocación te he dado”,[21] refiere a que le asigna
con gracia un sobrenombre en relación a lo santo; y en el último verso de la
cita: “Nuestra Señora de las Ilusiones”[22], se encuentra el nombre
que le adjudica. Por ello el canonizar a Fuensanta en este poema resulta un
tanto confuso, ya que pareciese que realmente la confunde con una figura divina,
pero no es así, ya que tal vez sólo la tome de referencia para hacer una
vinculación entre las virtudes de ambas.
Lo
católico se convirtió en el eje principal donde giraban la mayoría de las
virtudes de Fuensanta, expuestas en los poemas lopezvelardianos, por ello la
canonización de esta mujer resultó importante para comprobar lo antes dicho.
López Velarde y su imposible
Los poemas de
López Velarde se ven infestados de imposibilidad, pues bien, esa es la palabra
ideal que describía su amor por Fuensanta, y mismo el poeta lo recalca en “A un
imposible”: “Me arrancaré, mujer, el imposible / amor de melancolía plegaria”[23], cuyos versos pueden
significar que se sacará (quitará) –la idea- del amor imposible que pide con oración triste.
Asimismo, en la quinta estrofa de “A una pálida” nuevamente se manifiesta ese
amor como inalcanzable:
Pero ¡ay! que
no podrá mi idolatría
tener la
suerte de llamarte mía,
y seguiré tu
amor a los reflejos
de una
esperanza que me mira lejos.[24]
En los dos
primeros versos de la cita anterior refleja un sentimiento de aquejo al no
poder decir algún día que ella le pertenece. Enseguida, lo últimos dos versos
del cuarteto expresan que Velarde está desesperanzado, “una esperanza que me
mira lejos”[25],
y por lo tanto está resignado a que ese amor sea irrealizable. Y una vez más
reaparece la palabra “imposible” en el poema “Promesa”: “Oh novia imposible, /
tan casta y hermosa, tan pura y tan buena…”[26], así que se puede
concluir que López Velarde se refería a Fuensanta como su novia imposible.
Otra
prueba de la incapacidad de este amor está en “Hermana, hazme llorar…”: “[…] o
porque nuestros mustios corazones / nunca estarán sobre la tierra juntos”.[27] La palabra “nunca” es de
gran extensión, pues condena a que jamás se podrá realizar aquella relación.
Igualmente en “Y pensar que pudimos”, donde expresa que sí existía una
posibilidad pero se dejó ir:
Y pensar que
extraviamos
la senda
milagrosa
en que se
hubiera abierto
nuestra
ilusión, como perenne rosa.[28]
Según los versos
del poema citado, el primero corresponde a: “Y pensar que extraviamos”, el cual
manifiesta pérdida; el segundo verso: “la senda milagrosa”, es la pérdida del
camino sagrado; y en los dos últimos versos: “en que se hubiera abierto / nuestra
ilusión, como perenne rosa”, por tanto significa que aquel amor se hubiera podido
dar como eterno. Al igual las últimas tres estrofas inician con el verso: “Y
pensar que pudimos”[29], que remarca toda la
posibilidad perdida a lo largo del poema.
Así
que este amor se deduce como imposible, debido a la constante negación a la
palabra “Poder”, ya que Velarde, en los poemas antes citados, mostró siempre lo
lejano e inalcanzable que era ese verbo dentro de su sentir por Fuensanta.
Amor sempiterno -muerte y
obsesión-
Cuando un ser
amado muere, la mayoría pasa por el proceso del duelo, el cual consiste en
diferentes cambios de sentimientos y emociones, estos cambios los atraviesa la
persona que ha sufrido la pérdida de un ser: “Durante el
duelo romántico, el
individuo puede vivir
bajo el tormento
de la esperanza
del retorno y
por ende, la constante
reactivación de emociones dolorosas”.[30] López Velarde reflejaba esos sentimientos, ya
que tras la muerte de Fuensanta se vio obligado a sufrir la frustración de un
amor romántico, y por ello, en algunos poemas, muestra a Josefa resucitada,
como es el caso de “El sueño de los guantes negros”, el cual se desarrolla en
un ambiente oscuro, silencioso, frío y fúnebre, y en cuya tercer estrofa hace
su aparición la mujer antes mencionada:
De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.
La
esperanza del retorno está marcada con esta resurrección. Después en el primer
verso de la sexta estrofa se hace un cuestionamiento en el que el poeta refleja
haber estado consiente en todo momento sobre la muerte de aquella mujer:
“¿Conservabas tu carne en cada hueso?”, es una pregunta que aparenta sorpresa,
puesto a que se le hace extraño sentir a la muerta como si conservase intacto
su cuerpo. Por consiguiente, retrocediendo en el poema, en la estrofa cuatro:
Para volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto.[31]
Su
disposición para ir a ella se vuelve presente, pues para llegar a eso el
Espíritu Santo elevó su cuerpo, lo que tal vez se refiera a que López Velarde solamente
pudiera estar con Fuensanta trascendiendo de la vida a la muerte. Ese amor que
Velarde padecía, parecía ser enfermo y obsesivo, pues a pesar de los años su
musa seguía siendo Josefa de los Ríos, y la clara prueba es este poema, que es
de los últimos del poeta, escrito en el año 1921. A cuatro años del fallecimiento
de Pepa aún seguía inspirándose en ella.
En el esbozo del análisis, demuestra que Josefa de los
Ríos fue la máxima musa de López Velarde, debido a que fue la inspiradora de
sus primeros poemas e incluso varios de los últimos, además de ser la novia que
Velarde tanto deseó tener, pero que por cosas de la vida nunca se pudo cumplir.
Aquel amor que López Velarde sentía por Josefa era completamente romántico, ya que la imposibilidad era la característica principal de ese sentimiento, y además la muerte también jugó un papel importante para que menos se pudiera llegar a su realización.
Fuensanta fue una mujer virtuosa, con vida estrictamente regida por sus creencias católicas, y aunque se conocen varios aspectos físicos de ella, en los poemas lopezvelardianos siempre se habló mucho más de sus cualidades esenciales, lo que lleva a creer que fue lo que el poeta más admiró de ella.
Otra posibilidad de análisis ante Fuensanta, pudiera ser la relación que hay entre esta mujer y el municipio de Jerez; en otras palabras, el posible simbolismo que el poeta le pudo otorgar a aquel lugar gracias a ella, ya que sería de gran importancia conocer si en eso también influyó Josefa para que el poeta le escribiera al pueblo que le sirvió de cuna.
Por lo tanto, todo lo mostrado anteriormente, ratifica que Pepa fue muy importante en la inspiración de López Velarde, ya que fue la figura femenina que prevaleció mayormente en sus poemas, y gracias a las características de aquella mujer, se pudo deducir que éstas dieron lugar a que el poeta les adjudicara una percepción poética, así transformando a Josefa de los Ríos en Fuensanta.
Aquel amor que López Velarde sentía por Josefa era completamente romántico, ya que la imposibilidad era la característica principal de ese sentimiento, y además la muerte también jugó un papel importante para que menos se pudiera llegar a su realización.
Fuensanta fue una mujer virtuosa, con vida estrictamente regida por sus creencias católicas, y aunque se conocen varios aspectos físicos de ella, en los poemas lopezvelardianos siempre se habló mucho más de sus cualidades esenciales, lo que lleva a creer que fue lo que el poeta más admiró de ella.
Otra posibilidad de análisis ante Fuensanta, pudiera ser la relación que hay entre esta mujer y el municipio de Jerez; en otras palabras, el posible simbolismo que el poeta le pudo otorgar a aquel lugar gracias a ella, ya que sería de gran importancia conocer si en eso también influyó Josefa para que el poeta le escribiera al pueblo que le sirvió de cuna.
Por lo tanto, todo lo mostrado anteriormente, ratifica que Pepa fue muy importante en la inspiración de López Velarde, ya que fue la figura femenina que prevaleció mayormente en sus poemas, y gracias a las características de aquella mujer, se pudo deducir que éstas dieron lugar a que el poeta les adjudicara una percepción poética, así transformando a Josefa de los Ríos en Fuensanta.
BIBLIOGRAFÍA
ARAGÓN SÁNCHEZ, Rozzana y Rebeca
Martínez Cruz, “Causas y Caracterización de las Etapas del
Duelo Romántico”, Acta de Investigación Psicológica,
4 (1), 2014, consultado el 10 de noviembre de 2019, versión en línea: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2007471914703783
GÁLVEZ
DE TOVAR, Concepción, Ramón López Velarde
en tres tiempos, México, Porrúa, 1971.
GARCÍA
BARRAGÁN, Elisa y Luis Mario Schneider, Ramón
López Velarde álbum, México, Instituto de Cultura de la
Ciudad de México, Instituto de Cultura de San Luis Potosí, Instituto Zacatecano
de Cultura “Ramón López Velarde”, Seminario de Cultura Mexicana y Universidad
Nacional Autónoma de México, 2000.
GARCÍA
MORALES, Alfonso, Ramón López Velarde / La
sangre devota / Zozobra / El son del corazón, Madrid, Hiperión, 2001.
MARTÍNEZ, José Luis, Obras / Ramón López Velarde, México,
FCE, 1971.
__________,
Ramón López Velarde / Obra poética, España, Fernando
Colla y Ricardo Navarro, 1998.
PHILLIPS,
Allen, W., Retorno a Ramón López Velarde,
México D.F., UAZ, 1988.
VARELA VIGLIETTI, Gonzalo, “El amor en
la adolescencia (Los adolescentes que no pueden amar)”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 99. 2004, consultado el 03 de noviembre de 2019, versión en
línea: https://issuu.com/mpeirano/docs/rup99-x-pdf
Ilustración de: Dante de la Vega
Tomado de: https://confabulario.eluniversal.com.mx/lopez-velarde-poemas/
*
Natalie Puente Flores (Jerez, Zacatecas, 2001). Estudiante
de la Unidad Académica de Letras, Universidad Autónoma de Zacatecas.
[1] El 15 de junio de 1888 nace en el municipio de Jerez, Zacatecas; José Ramón Modesto López Velarde Berumen, primogénito de la familia engendrada por el licenciado José Guadalupe López Velarde y su esposa Trinidad Berumen Llamas. Modesto pasa su infancia en el municipio que lo ha visto nacer y pasada una década a su nacimiento la familia López Velarde Berumen se traslada a la ciudad de Aguascalientes para ahí reestablecerse gracias a una oferta de empleo del licenciado Guadalupe, y para el año de 1900 Ramón es enviado al seminario de Zacatecas donde permanece sólo dos años y concluidos éstos regresa a Aguascalientes, retomando sus estudios en el seminario de allí, así hasta 1905, donde decide abandonar su futuro como sacerdote, al año siguiente participa en la edición de la revista Bohemio y seguidamente colabora en El Observador. En 1908 se traslada al estado Potosino para estudiar la carrera de Leyes, y tres años después recibe el título de abogado, posteriormente publica varios poemas y textos en prosa en los que relucen sus libros La sangre devota, Zozobra, El Minutero y El son del corazón, en este último integrado el célebre poema “La Suave Patria”. A causa de una fuerte neumonía fallece en la Ciudad de México el 19 de junio de 1921 a la joven edad de 33 años. Biografía parafraseada, véase en: Elisa García Barragán y Luis Mario Schneider, Ramón López Velarde álbum, pp. 15, 26, 32, 38-42, 63-272.
[2] Cfr. Concepción Gálvez de Tovar, Ramón López Velarde en Tres Tiempos, p. XI.
[3] José Luis
Martínez, Obras / Ramón López Velarde,
p. 135.
[4] Entiendo
como “Espejo Tridimensional” a aquél que nos refleja la realidad desde tres
ángulos diferentes, por ello, se observará a Fuensanta desde tres puntos de
vista, los cuales consisten en sus características físicas y sentimentales, su catolicismo
y, por último, el idealismo de amor que ella representa en López Velarde.
[5] Josefa de los Ríos, mujer provinciana, nació en la Hacienda de Ciénega
ubicada en Jerez, Zacatecas, el 16 de marzo de 1980 y murió el 7 de mayo de
1917 en el Valle de México. Véase en: José Luis
Martínez, Ramón López Velarde / Obra
poética, p. XXVII.
[6]
Cfr. Elisa García Barragán y Luis Mario Schneider, Ramón López Velarde álbum, p. 3.
[7] El
subrayado es mío.
[8] José Luis
Martínez, op. cit., pp. 127-128.
[9]
Citado
por C. David (1998) y citado por Gonzalo Varela Viglietti, “El amor en
la adolescencia (Los adolescentes que no pueden amar)”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, p. 134.
[10] José Luis
Martínez, op. cit., pp. 113-114.
[11]
Alfonso García Morales, Ramón López Velarde / La sangre devota
/ Zozobra / El son del corazón, pp. 164-166.
[12] José Luis
Martínez, op. cit., pp. 105-106.
[13] Ibidem, pp. 156-157.
[14]
Idem.
[15]
Idem.
[16]
Ibidem, pp. 123-124.
[17]
Alfonso García Morales, op. cit., p. 155.
[18] El subrayado
es mío.
[19]
Ibidem, p. 142.
[20]
Idem.
[21]
Idem.
[22]
Idem.
[23] José Luis
Martínez, op. cit., p. 101.
[24]
Ibidem, p. 104.
[25]
Idem.
[26] Ibidem, pp. 105-106.
[27]
Ibidem, p. 160.
[28]
Alfonso García Morales, op. cit., p. 167.
[29]
Idem.
[30] Citado por
Rozzana Aragón Sánchez y Rebeca
Martínez Cruz, “Causas y Caracterización de las
Etapas del Duelo Romántico”, Acta de
Investigación Psicológica, p. 1329.
[31]
Alfonso García Morales, op. cit., pp. 284-285.
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