El canto y la vigüela. Lo popular y la voz del "Martín Fierro" de José Hernández

Ezequiel Carlos Campos

Cantaba sin premura, porque el alba
tardaba en clarear, y no alzaba la voz.
Jorge Luis Borges

El cantar mi gloria labra
y poniéndome a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.
José Hernández


I. Introducción. La voz del texto
Ilustración de Juan Carlos Castagnino, 1962.
Mucho se ha hablado de los gauchos. Encontramos distintas formas de describírnoslos, distintas voces que emiten ideas a favor o en contra de dichos personajes. ¿Hasta qué punto algo se hace literatura? ¿Por el simple hecho de escribirlo? La figura del gaucho y su aparición en la literatura decimonónica es algo digno de conocer. Varios teóricos, como Giuseppe Bellini, dicen que el gaucho en la literatura de Sudamérica, más exactos en Argentina, Uruguay y Paraguay, es de lo más importante porque con su aparición una voz distinta se encuentra en los autores. Algunos hálitos de esa voz son de protesta, de burla. El Martín Fierro de José Hernández abre una puerta que hasta entonces no era tocada; este poema no es el que inaugura la tradición gauchesca en la literatura, sino el que complementa a las obras antes publicadas que la de Hernández. Borges dice que la importancia de Martín Fierro radica en todo aspecto: el tono que utiliza su autor, la forma exacta de sus versos y la construcción de su personaje, quizá el más mítico de todos los de su oficio. Si alguien habla alguna vez del gaucho, la mente remite, de una manera más que rápida, la imagen de Fierro.
¿En un poema quién habla? Encontraremos, en las páginas continuas, quién es el que habla en Martín Fierro (con sus dos partes “El gaucho Martín Fierro” y “La vuelta de Martín Fierro”) y de qué forma lo hace y por qué de esa manera. La voz, y no sólo la voz poética, hace que el poema reviva cada vez que alguien abre las páginas donde se encuentra y empieza a entonar los versos. No hay que olvidar que los gauchos payadores eso hacían: cantaban, su voz era el arma de combate. Es así que el poema de Hernández sea un canto completo de la historia de Martín Fierro. ¿Hasta qué punto el autor habla y da paso a su personaje?

II.- Lo popular del verso
La forma de cómo está construido Martín Fierro es importante para Guillermo Díaz-Plaja. En su libro Hispanoamérica en su literatura habla de lo popular y lo gauchesco. Popular se referirá a la manera que Hernández construye su poema. Díaz-Plaja dice:

                            Y estas realidades vivientes se extienden más allá del romancero, en otras estrofas que todavía pueden oírse, en el vasto continente castellano-hablante, desde la redondilla a la décima, en juegos de improvisación que producen asombro. En todas ellas predomina el octosílabo, que marca su garra definidora de eso que podríamos llamar un poco vagamente “genio de la literatura popular española”, como el endecasílabo –alternado con el heptasílabo– señala cuatro siglos de la expresión poética culta.[1]

Alguna vez alguien dijo que el octosílabo era la voz viviente de nuestra lengua, que el español era de estructura octosílaba por naturaleza, era la esencia misma de la lengua. Quizá por esas y otras cosas podremos llamar a esta versificación popular.
En Martín Fierro no sólo la estructura es popular, sino que también la forma del habla de los personajes. Pareciera un poema escrito para el pueblo, y es que eso es muy importante y un gran acierto de Hernández: el poema es cantado por un gaucho para su gente (la gente es el pueblo). La poesía gauchesca, no olvidemos, es escrita por gente culta y urbana, recrea el habla rural de los que ahí viven.
Martín Fierro está escrito en versos octosílabos. La estrofa predominante es el sexteto ajustado al esquema abbccb con rima consonante, aunque no todas las estrofas responden a esta estructura, también hay cuartetas, redondillas y romances. Todos ellos conforman el arte menor de nuestra poesía.
La forma popular de los versos de Hernández nos indican algo: si el poema hablará de lo rural, ¿por qué no dar voz a los propios de esos lugares? A eso nos referimos cuando decimos que la voz de los gauchos, su propia figura, se mitifica porque se le da una forma de vestir de acuerdo a lo que es, y el hacerlos hablar hace que estos personajes logren construirse de manera completa y formarse como una figura de pies y cabeza.
Lo popular del verso no disminuye la calidad de Martín Fierro, al contrario, hace que lo popular se vuelva culto, hace que el gaucho se vuelva literatura. “Había que cantar en modos populares vidas populares. Y estas vidas estaban tanto más presentes cuanto las formas de ruralismo se hacían más presentes en el hombre de la ciudad”.[2] También nos cometa Díaz-Plaja:

                          De ahí la necesidad de crear una mitología popular, que se inicia con los relatos en primera persona, en los que el cantador –o payador– explica sus personales vivencias, de tal manera que lleguen al más humilde de los espectadores , al modo como los juglares medievales vendían a sus público […] las noticias de la frontera militar.[3]

III. Y la voz y la vigüela. Martín Fierro
En la ida Martín Fierro es un gaucho trabajador al que la injusticia social del contexto histórico lo vuelve un gaucho matrero. Narra el carácter independiente, heroico y sacrificado del gaucho. El poema es, en parte, una protesta en contra de la política del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento de reclutar forzosamente a los gauchos para ir a defender las fronteras internas contra los indígenas. Y en la vuelta, Martín Fierro, quien se había mostrado rebelde en la primera parte y convertido en gaucho matrero, aparece más reflexivo y moderado.
En las dos partes observamos una trasformación del personaje, en una es alguien que con el cuchillo se abre camino, y en la otra, enseña cómo vivir mejor, diciendo a sus hijos (de Martín Fierro) que es menester trabajar y ser hombres de bien. Giuseppe Bellini comenta: “Su protesta contra un mundo injusto que hacía del gaucho un marginado de la sociedad se expresa aquí con patente evidencia; la defensa del mundo rural como poseedores de incontaminados valores espirituales, se une al propósito didáctico, a un empeño de elevación moral”.[4]
La forma en la que está escrita Martín Fierro ayuda de manera contundente a que el lector se centre en lo que narra el personaje. La primera persona sirve para eso, para adentrarnos en las palabras, en este caso en el canto, el lector es parte de lo que se narra. Él nos canta a nosotros, sugiere ser escuchado, porque si no lo hace ¿a quién hablarle? Si la finalidad del gaucho payador es tomar su vigüela y cantar, necesita de forma directa el receptor del canto, y ese somos nosotros. “En el estilo, el esfuerzo del autor por acercarse lo más posible al mundo real de sus personajes obtiene un resultado pleno”.[5]
No por nada la primera estrofa de Martín Fierro habla sobre tomar el instrumento y ponerse a cantar, sin distracciones, yendo directo a contar la historia:

            Aquí me pongo a cantar         1
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.[6]

El gaucho que nos retrata José Hernández es todos los distintos tipos de gauchos: el que cuida las tierras, el payador, el asesino. En esta primera estrofa sabemos que la finalidad de contar una historia será conocer la pena extraordinaria de Fierro, y por eso canta, necesita cantar, así como el ave necesita hacerlo para hacerse sentir en el mundo.
Ilustración de Juan Carlos Castagnino, 1962.
En un primer plano escuchamos que el propio Martín Fierro, personaje de José Hernández, habla y juzga las acciones que suceden, así como las propias. A comparación del Facundo de Sarmiento, donde encontramos la rebeldía del gaucho, aquí en Martín Fierro José Hernández denuncia la desdicha de los gauchos, ahonda en la reflexión de la condición de estos sujetos. La vigüela y el canto es lo que pueden hacer los gauchos para ser escuchados. Hernández, en su libro, no sólo da voz a un personaje mítico, un nuevo Cid campeador, como diría Bellini, sino hace hablar a la baja sociedad de la pampa, a los indios, negros y gauchos, lo más bajo, para darnos una idea de cómo era la vida en aquellos lugares, en aquellos años. Aunque eso sí, Hernández defendía a los gauchos mas no a los indios ni a los negros.
En voz de Hernández el gaucho no es el enemigo de la sociedad, sino la única vía para el crecimiento agrícola de la argentina, sin él, el preparado para esos trabajos, no se mantendrán jamás las tierras; el gaucho es importantísimo, dirá Hernández, porque es una mano de obra barata y bien calificada. Y lo que hacía el presidente Sarmiento de exterminar a todos los gauchos era erróneo, deberían incluirlos a la sociedad, dejar que fueran parte de los demás, y así no habría problema con que los gauchos vivieran y dejaran vivir. Eso se encuentra a la perfección en la vuelta del poema, “Se trata de una revolución completa en sus convicciones que decide a Martín Fierro a reincorporarse al mundo civilizado”.[7]
En el poema, pues, no sólo dejarán cantar las desdichas del gaucho, José Hernández también encuentra el espacio para criticar los malos manejos ante dichos personajes, y también deja cantar al propio lenguaje que, de manera conjunta, hacen de la obra una sola voz: la del hombre.
Díaz- Plaja cita a Sarmiento: “El gaucho argentino –dice Sarmiento- no bebe si la música y los versos no lo excitan, y cada pulpería tiene su guitarra para poner en manos del cantor, a quien el grupo de caballos estacionados en la puerta anuncia a lo lejos dónde se necesita el concurso de su gaya ciencia”.[8]
Autor y personaje se vuelven uno, eso sí, cada quien tendrá su respectivo trabajo en el trascurso de la obra. Iber Verdugo, en un párrafo, nos lo explica:

                       El hecho señala las consecuencias de la superposición en el narrador de protagonista y autor. Alternativamente –sincréticamente también– Martín Fierro –protagonista– es sujeto de enunciación u objeto de enunciado. En el segundo caso, las perspectivas pertenecen al autor: a él, la verdad, el coraje, las decisiones, los pensamientos.[9]

IV. El gaucho de Hernández y de Borges
Jorge Luis Borges fue un fiel seguidor no sólo de Martín Fierro, sino de los gauchos. En varios de sus libros encontramos textos referentes a ellos. Hay un párrafo en “Martín Fierro” que nos ayudará a señalar el poder del cantador respecto a su mundo:
                           
                            Un hombre que sabía todas las palabras miró con minucioso amor las plantas y los pájaros de esta tierra y los definió, tal vez para siempre, y escribió con metáforas de metales la vasta crónica de los tumultuosos ponientes y de las formas de la luna. Estas cosas, ahora, son como si no hubieran sido.[10]

José Hernández y Borges están de acuerdo que el gaucho “Eran sufridos, castos y pobres”.[11] En el poema “El gaucho”, Borges dice:

Se batió con el indio y con el godo,
Murió en reyertas de baraja y taba;
Dio su vida a la patria, que ignoraba,
Y así perdiendo, fue perdiendo todo.

Hoy es polvo de tiempo y de planeta;
Nombres no quedan, pero el nombre dura.
Fue tantos otros y hoy es una quieta
Pieza que mueve la literatura. [12]

Nombres. En el caso de Hernández queda Martín Fierro, nombre que pude ser cualquiera, porque al fin y al cabo es eso, un nombre de muchos, algo que se debe decir para existir. Martín Fierro son todos los gauchos, todos somos Martín Fierro. “Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran”.[13]
Borges continuó el legado del gacho de la tradición de la poesía gauchesca, sabemos que Hernández y su poema son la máxima figura, y Borges como crítico de la literatura, de su literatura, deja al gaucho como personaje importante en el siglo XIX y la literatura hispanoamericana. Sin Martín Fierro la fiereza del mundo y el canto no serían importantes. Porque cantar siempre ayuda a quitar las penas; Fierro y los payadores lo hacen porque no les queda otro medio para expresarse, cada vez están extinguiéndose, qué mejor dejar rastro de sus historias. Hernández crea la voz exacta para cantar las penas.

V. Conclusión
Autor y personaje son uno mismo, se unen para dar voz a un canto, la vigüela armoniza las tragedias que nos relata Martín Fierro. En “La poesía gauchesca”, Borges señala que: “todo gaucho de la literatura (todo personaje de la literatura) es, de alguna manera, el literato que lo ideó”.[14] El conjunto de lo popular en los versos del poema se ha visto necesario para mostrar de manera más real la propia vida de los gauchos, de los indios y los negros. Al escuchar la manera que hablan es el lector el receptor del canto del personaje. El lector funge como espectador en la payada que Martín Fierro nos da en la ida y la vuelta. Su voz se escucha triste y enojada en la primera; pensativa y moderada en la segunda.
José Hernández y Martín Fierro hablan juntos: nuestra sociedad nunca ha estado por buen camino. ¿Los gauchos, en verdad, deben ser exterminados? Con las palabras, con el canto, con la historia del gaucho Martin Fierro conocemos la historia de ellos: la obra de Hernández es el conjunto de todas las obras de la literatura gauchesca, en ella se encuentran todas. Esa es la importancia de Martín Fierro y de su autor. Parafraseando a Borges, al escuchar el habla de algún personaje es saber quién es, que el haber escuchado una sintaxis peculiar, una entonación chistosa, es descubrir el destino del gaucho. El destino de cada hombre.
 
Ilustración de Juan Carlos Castagnino, 1962.

BIBLIOGRAFÍA:

BELLINI, Giuseppe, Nueva historia de la literatura hispanoamericana, Castalia, España, 2003.
BORGES, Jorge Luis, El hacedor, Emecé, Argentina, 1960.
________, Jorge Luis, Obras completas. 1923-1972, Emecé, Argentina, 1984.
DÍAZ-PLAJA, Guillermo, Hispanoamérica en su literatura, Salvat (Biblioteca Básica, 67), España, 1972.
HERNÁNDEZ, José, Martín Fierro, Aguilar (Crisol, 57), México, 1976.
VERDUGO, Iber, Teoría aplicada del estudio literario. Análisis del “Martín Fierro”, UNAM, México, 1980.




[1] Guillermo Díaz-Plaja, Hispanoamérica en su literatura, Salvat (Biblioteca Básica, 67), España, 1972, p. 112.
[2] Ibid., 113.
[3] Ibid., 114.
[4] Giuseppe Bellini, Nueva historia de la literatura hispanoamericana, Castalia, España, 2003, p. 231.
[5] Ibid., p. 229.
[6] José Hernández, Martín Fierro, Aguilar (Crisol, 57), México, 1976, p. 33.
[7] Giuseppe Bellini, op. cit., p. 232.
[8] Guillermo Díaz-Plaja, op. cit., p. 114.
[9] Iber Verdugo, Teoría aplicada del estudio literario. Análisis del “Martín Fierro”, UNAM, México, 1980, p. 225.
[10] Jorge Luis Borges, El hacedor, Emecé, Argentina, 1960, p. 35.
[11] Jorge Luis Borges, Obras completas. 1923-1972, Emecé, Argentina, 1984, p. 1001.
[12] Ibid., p. 1111.
[13] Ibid., p .1002.
[14] Ibid., p. 180. 

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