Canto, aromas y entidades. Cinco poemas de Nelson Salazar Matamala
Estuario y aldea
Del río rompen la piedra oscura
Extrae la voz marina
Y el surco en la retina
De un río nacido en la gruta
Neblina de atardece enlutas,
Las esquinas, las puertas y la cantina
Donde la melancolía es la espina
Y el abismo es la copa que transmuta
Cruzan juncos sobre el madero podrido
Las piedras negras y la corriente
Río de oscuras aguas de pueblo corroído
Explotado en sus recuerdos y en el presente
La neblina cubre el porvenir dormido
De quienes desdeñan al pueblo y su torrente
Canto, aromas y entidades
I
Inconclusas visiones
es esta esfera mutilada
que desvanecen tus máscaras
y aprendes como una raíz
II
Suéltala por los aires
Deja que conozca el bosque,
Que no vuelva
Entre bailes
Seguirá los astros
Seguirá las voces
III
Habrán caído, eso espero
será tranquilo
sin aromas
Su sonido está en el aire
En un árbol junto al río
IV
Aves rítmicas en su lecho
Espían cantos en tus sueños,
Profundos vacíos
Atraviesan tu rumbo
Quizá desecho
V
Es un brote
O tan solo un recuerdo,
En libertad un pensamiento
No viviré sino hasta morir
Origen del cometa azul
I
Pasan páginas azules de piel
Hacia tu ventana de color se opaca
Sátira de insecto recoges miel
En tu árbol del sur de hojas doradas
II
Vuelve a soñar un ocaso
Pero con los ojos abiertos
Mira a los locos recoger los vientos
De tus suspiros que han vuelto a nacer
III
Locos de piel azul suben,
Inmersos en el bosque la lluvia corre
Detente
Y observa las lágrimas del sol por la mañana
Corre, corre.
IV
No te engañes por sus rayas
Te harán loco, no te engañes
Conoce al que trepa el azul espejo
Él come moscas un loco serio
V
Quedas solo
Quedas ciego
Quedas loco
Ya no entres serás abandonado y santificado
Loco azul
Tus ojos se expandieron
Y no te diste cuenta
El último ladrido
Cuando el último ladrido resuena
En la lejanía,
La noche es silente
Las capas de frío queman
El antiguo uniforme de caminante diurno
Que parece unirse a la piel cruda y podrida
Cuando el último ladrido resuena
En la lejanía
Las luces parecen más tenues
La voz se hace humo
Y el licor de cada noche no abrigó el alma
La esencia se pudre sobre la escarcha
Y te vuelves al invierno
Que intentaste engañar dormido
Entre el cartón, orina y un perro
Dejas tu aliento,
Tu cantar borracho solitario
Dejas tu cuerpo.
En una esquina profetizan
Junto a la ventana que cae a latigazos y
que crucifica mis ojos en sus negras cicatrices.
Omar Cáceres
Por el sendero en la orilla del pueblo
que deja caer la sombra de cada árbol,
impulsado por el río,
camina el profeta
En una esquina
profetisa a quienes
ya dejaron caer sus ojos de cristal
sobre la puerta de piedra,
que nunca fue abierta.
A quienes no creyeron,
sin oír los secretos de la anciana
sin ver la raíz del cerro
sin respirar.
Sentados en el viejo balancín
solo escuchan
los amigos de la banca de madera podrida
que dejan en sus zapatos lucir
el tiempo en que la miga y el canto eran de oro
Muy cómodos cada uno
renacen las antiguas canciones,
profundas cicatrices.
En una esquina profetiza
la última condena
el más desesperado cuento
y la alegría de quien entendió,
sin importar,
el profundo sonido
del crujir de la mar.
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Nelson Salazar Matamala (Lebu, Chile, 1990). Ferviente admirador de la literatura y poesía oriental, sin un estilo incondicional, sus poemas apuntan a las nuevas generaciones. Participa en el Taller Literario Esquinas de un Círculo y es cofundador del fanzine Chonchón. Ha publicado los poemarios Paisajes oníricos (Opalina Cartonera, Valparaíso 2017) y El último ladrido resuena en la lejanía (Sesiones Periféricas, Lota 2018).
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