Lykan gris piedra. Cinco poemas de Camila Almendra


[De Provinciana en colores]

Jade Antiperoración

Arrastro mi pala y mi llaga,

mi llaga y mi pala.

Me revuelven, me tragan

al asco, la picota,

la picota a las raíces.

Transcurren las horas,

no pasa la hambruna

tras la flor de la quila

se asoma la sequía y tal parece,

me decía la llaga,

que los dolores se esparcen

por la pala que cava

y busca pan.

Amanezco triste

y arrastro mis manos

benditas por la paz que me dieron,

las que aguantaron

paleta, chicote y cinturón.

En el bautismo del horror

me atrapan las algas

estoy soñando

pero no despierto.

Me despojo,

transplanto sangre, vínculos,

semillas, muertos,

en indistinto orden.

Antes que un rostro de dos caras aparezca

estará la vida, la fertilidad

y el poder en mi pecho

que promete esta piedra jade de mil pesos

(en el terminal de buses me la ofrecieron).

A la salida encontré cúmulos de profetas,

cuerpos sin genitales

y sus brazos abiertos para recibirme

en su plan perfecto de libertad

de pérdida de asombro,

a cada cluster su color,

gratis, me prometieron ser yo misma

y ahí paré la orquesta

de la ópera de culpas.

Aprendí el baile de la legumbre y el jade:

comer y orar sin pecado que manche

hasta saciarme de vida.

 

 

Hifa manganeso


Podría devenir en palabra o agujero.

En contención y vacío de las formas preexistentes.

Lucha de clases.

 

Espora la piel que nos recubre.

La abeja es parte de un animal oculto

del entero que es la colmena.

Se rebela ante la abeja reina.

Por difariar de hierofante

la abeja reina también habitaba en mí.

 

Solo veo las sombras desde esta perspectiva.

Por sus mentes retumba el asilo.

El abortar misión se transforma en plomo,

y el plomo se extiende por las esporas.

 

Me voy a ir en la Mayakovski lo digo con el diaulo dentro mío.

 

Yo vengo con peces en la boca

serpientes en mis caderas y cabeza

y en mis ojos, dos aves rapaces

que devoran las entrañas de los indolentes

y maldicen las horas de mi vida en el orden.

 

 

Lykan gris piedra

 

Todo es tan banal

y yo me endurezco.

 

Chamusco mis dolores.

Para vivir más tranquila

aprieto la picota

y entierro mi pasado.

 

Incineré mis olvidos y prendí mis errores.

 

Metamorfosis a piedra,

envuelta en musgo al paso de las estaciones.

Veo cómo la arena entierra mis ilusiones de velo.

 

La gallina muerta

aletea llenando de plumas el ambiente,

será larga tu vida,

mujer añosa.

 

Bailemos con los pies en la tierra

soñando que prenda la patilla.

 

Cuando las frutas están tempranas

¿cuánto duran las amarras del malamor?

 

Encillar el lomo de mi vida

y hacer de mi corazón lykan.

 

Estoy dispuesta a ser tallada.

 

 

[De Endoscopía]


Silencio I

 

La lluvia es un agrotóxico,

ungí mis ojos con colirio

si acaso lo que veía era corrompida

como la iglesia Laodicea.

 

Él me hacía callar de un crack,

las alegrías desmedidas,

como un pájaro que grita,

solo es bramido convertido

en llanto

lo que sale de mí,

brota como una llama débil

pero violenta,

imposible de no usar en mi contra.

 

Él me daba de comer maná

cuando creía que lo necesitase,

me decía que me desmedía

y en el displacer

lo llenaría de mis comidas

y sensaciones sexuales paganas,

mi hedor putrefacto

peor aún

sin Su aliento de vida.

 

Perfumes que arruinarían mi piel

y experiencias vacías de su filosofía

con nombres que nunca quiso explicar.

 

Re mirar las entrañas,

deshaciendo el estómago en placenta amarilla,

ser expulsada del paraíso,

bilis amarga por regurgitar.

 

Un nuevo origen y la amnesia de los tubos que se insertaron.

Lo legal sería irme controlando de este mal

o escoger voluntad de potencia,

caudal en el aire en la hidrografía de mi cuerpo.

 

 

Silencio IV

 

El Hombre de Dios no me oyó:

le pregunté si seremos indisolubles a la muerte,

si la humanidad es una sola

o si las nuevas figuras existen.

Incómoda.

 

La rutina, como una fosa,

se presagiaba en mi cama.

 

Cuánto cuesta una vida

según el color constatado

por el ojo de señores blancos,

sin luz de sol,

que se cuele por su banco.

 

La huella contaminada en la fábrica de felicidad,

cada mañana.

Las cuidadoras del mundo

tienen sed de sus bancarrotas.

 

Ya no te acurrucaste en mí.

Hijo del Hombre.

Hombre de Dios,

¿por qué me has abandonado?

Habiendo tantas drogas,

te entubaste la desgracia.

 

Dice la palabra de mi pecho herido.

No hay profecía más certera que esta.




____________

Camila Almendra (Osorno, Chile, 1991). Sus publicaciones, incluyendo otras versiones de algunos de los poemas presentes, están en revistas y antologías tales como Revista Ceres (Ediciones Mal Criada, 2015-2020), Silvestres y Eléctricas, poetas latinoamericanas (Cartonera Helecho, 2016) y en Maraña: panorama de la poesía chilena joven (Editorial Alquimia, 2019). Ha publicado la plaquette de poemas El viaje de la Heroína (Editorial Alto Horno, 2016).


Comentarios

¿SE TE PASÓ ALGUNA PUBLICACIÓN? ¡AQUÍ PUEDES VERLAS!