La abismante transgresión de los kilómetros. Dos poemas de Andrea Paz Ibáñez Martínez
I
Desde la ciudad del olvido
envuelta en llamas mientras camino con lentitud
se quema lo poco que poseía
nadie se ha llevado nada
no existe un alguien en medio de esto
más bien soy solo yo como siempre
bordeo mi locura viajando
con los vidrios empañados
profundo e intenso
coraza de madera podrida
fue lo que sostenía
solía vivir entre mentiras pulcras
entre personas sagradas
solía vivir con los santos y dioses
estaba en el Olimpo
II
No pediré disculpas
entiendo lo que significa
con arena en los pies
los zapatos en la mano
se hace tarde y comienza a subir la marea
cae la noche en medio de la soledad
esto es la amplitud
la mentira máxima de tu decadencia
mi juventud me perdone
mis manos morenas me salven
no dedicaré tiempo a esperas
ni despedidas
soy una niña jugando a la escondida
soy sangre en el baño
entre amargos sorbos
III
Solo voy a casa
que no se derrumbe
soy una bastarda sin corazón
dentro de todo vamos en camino
llamo por teléfono para saber
solo si estás a la espera
las fotografías en el refrigerador
una canción fuerte que no se divisa desde acá
que este viaje me salve
deshaga este mal venir
recorra mi espalda y caiga en lo que desee
entregada
el viento nos mueve
mientras caminamos riendo
soy una corriente marina fría
La abismante transgresión de los kilómetros
I
Estoy atrapada en el egoísmo
de describir las situaciones
más románticas que pasan por mi cabeza
ensimismada en los atardeceres
que me dejan pensando horas completas en nuestro
encuentro
Superar la ansiedad expresada en
kilómetros para encontrar nuestras
mejillas una al lado de la otra
tal cual nuestras manos se rozan bajo la sábana
de forma tierna y romántica
mis pies fríos te buscan en aquella cama infinita
donde el único cráter abismante e importante es
tu cuerpo
Tus brazos morenos y suaves
me rodean entre lo que parece ser una redada
armada con anticipación
mi espalda pegada a tu pecho
la situación opaca la luz que nos entrega la luna
entre una comodidad desconocida
mi cuerpo se entrega
Sin dudar en la acción
procedes a sacar mi polera
con la que me dispuse a finalizar la noche
en un acto de nobleza y entrega
con mi mano derecha bajo nerviosa mi ropa interior negra
recorres con tus dedos mi cintura
mis senos y mis labios húmedos
En un pacto de exclusividad voluntaria
nos hacemos uno
tu cuerpo dentro del mío
las yemas de mis dedos recorren tus piernas
dispuestas en forma horizontal
me susurras al oído algo que no puedo repetir
algo que no puedo dejar ir
II
Enrédate entres mis dedos pequeños
después de este verano sutil
que nos hizo coincidir entre extractos
entre descripciones de sucesos poco comunes
porque no sabes lo mucho que quiero dormirme entre tus piernas
no imaginas lo mucho que quiero permanecer a tu lado
Me duermo escuchando tu voz
murmurando cerca de mi oído
con una sensualidad exacerbada
remueves mis pensamientos más oscuros
te acercas a mi real yo
enciendes lo que pensé haber perdido
regresas a casa
como un compañero fiel
Mis lentes sobre la mesa de noche
apilados sobre los libros que comienzo
y en un acto de solidaridad concluyo
escucho tu respiración del otro lado
el fuego en este momento es una condición
que me hace despertar a altas horas de la noche
y te busco bajo un letargo inconsciente
Dejas a la intemperie mi pecho
siento miedo y tiemblo
estoy intacta
comienzo analizar mis sueños
te veo caminando en esta ciudad
habitando en silencio mientras lames mis heridas
porque no quiero partir
Me siento en la cama
reservo el silencio para nuestra alba
sacudiendo lo poco que tengo
salpicaste con sangre limpia el tapiz febril del amanecer
no nos herimos
entre la cordillera y el mar
en voz bajas susurras
______________
Andrea Paz Ibáñez Martínez (Valdivia, Chile, 1993). Es pedagoga en Educación General Básica, Mención en Lenguaje y Comunicación. Ha publicado los poemarios Paremia Desnuda (2018) y La emperatriz (2019); ha colaborado, entre otros espacios, en La Marraqueta, LenguajePerú, El Guardatextos y Bistró 27°.
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