Hay descensos que suelen ser hermosos. Seis poemas de Sebastián Diez Cáceres


Hay descensos que suelen ser hermosos

        Los partos de pie en el Amazonas
Esa lágrima que escurrió hasta tus muslos
        cuando te desnudaste.
Las maneras con que bajo el canasto de la ropa
        a los tendederos del patio.

        El pirquinero y el distraído
se acuclillan.
        Uno descubre oro,
el otro sus cordones desabrochados.

En los bajones,
            precisamente,
el Pelícano
colma su pico
de crustáceos
        y retorna
a su nido
con buenas
        noticias.


Medusas varadas en luna llena

        y tu nuca embadurnada
de rojo sobre mis costillas.

Arrímate y percute
un último sonido −me dices−
que cada hueso
        cada figura ósea
sea la cuerda tensa de una cítara.

        Aguzo el oído
No son grillos con sobredosis de Luna
ni la caída libre de un camión por el acantilado,

es el pulmón
        sobre la arena
                que deja de bombear.


Chaquetas amarillas

mi tía me orina el pie

un primo come sandía
con las manos

se le escurre el jugo al dorso lampiño
donde otra chaqueta amarilla se posa

una me acaba de picar el talón
al borde de la piscina

la orina es antiinflamatoria,
al menos eso repite mi tía

el rubiecito de brazos cruzados
con bañador negro es mi primo

luego le picará
una chaqueta
        en el pecho

el jugo será el culpable
como siempre


Tarjeta Village

lo primero que hice al despertar
fue mirar mi dedo meñique

una versión en miniatura del índice
dedo largo de mano de guagua

se utiliza para destapar orejas y nariz
retirar lagañas de los lagrimales

no mucho más que eso.
te regalo mi meñique, amor

te regalo lo inútil,
el amor:

un meñique envuelto en servilletas
empapadas de sangre.


Minka

        a ver
pon que el poema es frágil

Un padre posa el lóbulo de su oreja
en el pecho de una guagua dormida

Oye la respiración El pulso
Marea        Silencio       Cárcavas

            La idea no es verter
            sino retirar, que se note

El poeta es el primero
en oficiar con su ausencia
y el poema, ese fade out,
ese irse retirando

Escrito en silencio
le debe la fianza
de no meterle bulla
de no despertarle.


Maneras de arder en la Unión Soviética

pero en Saigón –por decir−
        la policía tantea
                apagar las llamas
                que consumen al monje;

la turba no lo permite
es más, los hacen callar para contemplar
                la escena en silencio.

Un silencio incandescente.

El mismo que el operador
        del reactor n. 4 de Chernóbil
declaró guardar mientras miraba
las tonalidades y colores más bellos
de su vida irradiar del núcleo
que acababa de explotar

Una postal: el Buda
Al reverso:
                    Saigón, Ho Chi Mihn
                    no mueves ni un músculo
                    mientras te incendias



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Sebastián Diez Cáceres (Calama, Chile, 1988). Autor de Primavera y Demolición (2019) y de poemas publicados en diversas revistas electrónicas.


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