Tres poemas de Karen Salazar
Plegaria
de la escafandra
Que no se me permita observar el
paso de mi vida
sin acariciar las suavidades y las
asperezas
sólo el cristal de un ferrocarril
que está vacío.
Quiero ser con mis manos
respirar a través del paso de mis
pies
medir el tiempo con el sonido del
caballo que galopa
con el undívago movimiento de las
olas.
No se me castigue:
existir en un cuerpo muerto
entre telarañas y musgo.
Anhelo prender mis propias
veladoras.
El
grande
A Armando
A media voz el
nombre
de entre todos
uno
el sustantivo
propio.
La terrible
finitud de un cuerpo
congoja del
adiós en el semidesierto
madre huérfana,
piedra angular.
Madera incierta
navegante: yo
y mis pies
espumosos
yo y la sonata
del mar.
Alta figura
rupestre de un pueblo
el nombre y un
gerundio en una lápida
el humo que sale
de un pulmón perforado.
¿Queda algo? Odio-adiós/Odio-a-dios
la injusticia en
las manos
el nombre cerrado
en el expediente.
Cambio
de domicilio
Ayer la carta
que te envié se extravió
el cartero ha
llorado
hace años que no
veía los nombres
dos enamorados
en un mismo sobre.
Destinatario,
remitente.
Murió a causa de
amor ajeno:
mi carta no tocó
tus manos
y se perdió mi
secreto
también lo he
olvidado.
En su recuerdo
busco tu nombre
la propaganda
que llega a mi puerta
el recibo de luz
los carteles
pegados de cosas encontradas.
Mas se esconde
sólo las líneas
de una letra
no hay sonido,
no hay significado.
¿Cuál es el secreto?
¿Hablaba de un
viaje?
Castillos y
bosques
las espinas son
insuficientes para el misticismo
no tengo puntas
suficientes en mi carne.
La respuesta
líneas cursivas
en casa del cartero
la creencia de
un rito
la certeza, un
sacrificio.
Karen Salazar (Zacatecas,
Zac., 1993). Egresada de la Licenciatura en Letras, UAZ. Publicó diversos
ensayos, poemas y narraciones en suplementos y revistas culturales.
Excelente, eso es labrar palabra, para muestra un botón, me encantaron, gracias.
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